domingo, 5 de julio de 2009

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Domingo XVI tiempo ordinario:
1ª Lectura: Ezequiel 2,2-5
2ª Lectura: Corintios 12,7-10
Evangelio: Marcos 6,1-6

Existe una dificulad para aceptar lo extraordinario en nuestras vidas. Todo lo que supera lo previsible nos despierta la sospecha, y más aún si resulta desproporcionado. Sin embargo, la vida cristiana conlleva precisamente experimentar de modo continuo la sorpresa dela gracia. Así lo expresa S. Pablo enla segunda lectura: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Por el contrario, en el evangelio se nos muestra la actitud opuesta. Los habitantes de Nazaret saben de losprodigios obrados por Jesús, pero se resisten a aceptar su persona. En lugar de maravillarse ante la gracia buscan afanosamente la debilidad (los orígenes de Jesús, su familia) para, desde ahí, negar la autoridad que reconocen en sus enseñanzas. Por eso, caen en la desconfianza, actitud que se opone a la fe.


La humildad de la carne de Cristo contrasta con sus enseñanzas y acciones. S. Agustín explica en sus Confesiones que él experimentó también esa reticencia ante el Evangelio por la tosquedad de su lenguaje, que difería tanto de la elocuencia de los autores clásics que tan bien conocía. Dice: "Mi hinchazón rechazaba su estilo y mi corta vista no penetraba su interior". Ésa es la paradoja y lo que sucede a los habitantes de Nazaret. Creían conocer bien a Jesús y, sin embargo, se les escapaba su verdadera identidad. Lo miraban desde la autosuficiencia de quienes creían saberlo todo sobre él (su madre, su parentela, su oficio), pero en realidad era unos ignorantes que no veán debido a su orgullo. Precisamente el salmo hace referencia al sarcasmo de los satisfechos y al desprecio de los orgullosos. Los satisfechos y orgullosos son incapaces de reconocer el camino recorrido por Dios para acercarse a nosotros. Por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída.


El Evangelio de hoy nos mueve también a colocarnoscomunitariamente ante el Señor A veces, en lugar de ayudarnos los unos a losotros a reconocer las obras del Señor, nos hundimos todos en el desánimo. Es lo que les sucede a los de Nazaret. Con esas preguntas aparentemente sabias pero cargadas de insinuaciones venenosas, unos a otros se apartan de la verdad. Los unos se esconden tras las apreciacines de los otros y todos se incpacitan para recocer a Jesús. Por eso, es importante juntarse con quienes nos enseñan a reconocer a Dios en todas las cosa y acontecimientos de la historia yhuir de los que sól interpretan los acontecimientos desde juicios humanos. La fe comporta una mirada distinta sobre la realidad. Los hojmbres de fe nos enseñan a ver de otra manera.


Vemos también cómo la vida de fe abre las puertas a la cción de Dios. No es extraño que los santos encuentren soluciones que pasan inadvertidas para los incrédulos. El Señor se vale de ellos para actuar. Por el contrario, el excepticismo razonable de los hombres buenos (porrque aquellagente acudía a la sinagoga y participaba del culto) nos hace impermeables para la gracia. Hay una aparente sensatez que no es más que testarudez y obstinación, la misma sensatez que, como leemos en la primera lectura, impedía escuhar al profeta que Dios enviaba a su pueblo. Es propio de Dios que obre maravillas y los humildes las reconocen y se alegran por ello.





David Amado Fernández para Magníficat.

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