martes, 10 de febrero de 2015

¿REZAS?

La pregunta es simple y hasta muy corta, pero va dirigida a la esencia de nuestra vida cristiana: ¿Rezas?
Este mes, en Catholic Link, hemos venido compartiendo 10 pensamientos de santos que descubrieron a lo largo de su vida cuán importante es la oración, su significado, su poder y sus efectos. Entonces, ¿por qué es tan importante esto de orar?
Como nos dice Benedicto XVI, la oración es el pulmón de nuestra vida espiritual. Sin ella nos arriesgamos a ahogarnos en nuestras preocupaciones diarias, en nuestra rutina… ¿suena familiar? Recientemente, el Papa Francisco también ha comentado al respecto en una de sus catequesis:
… para oír y aceptar la llamada de Dios, y preparar una casa para Jesús, deben ser capaces de descansar en el Señor. Deben dedicar tiempo cada día a la oración. Es posible que me digan: Santo Padre, yo quiero orar, pero tengo mucho trabajo. Tengo que cuidar de mis hijos; además están las tareas del hogar; estoy muy cansado incluso para dormir bien. Y seguramente es así, pero si no oramos, no conoceremos la cosa más importante de todas: la voluntad de Dios sobre nosotros. Y a pesar de toda nuestra actividad y ajetreo, sin la oración, lograremos muy poco.
Resulta entonces que la oración es importante, ¿pero qué es y qué necesito para practicarla? La oración es un don de Dios que nos permite forjar 3 virtudes fundamentales en la vida: humildad, confianza en Dios y perseverancia. De todas ellas la humildad es una de las más valoradas y mencionadas en nuestra recopilación de frases. Y es que como dice nuestro actual Papa: “…la oración del hombre humilde es la debilidad de Dios”. Una oración honesta no puede salir de nuestro orgullo, sino desde lo más profundo de un corazón sencillo: “un corazón contrito y humillado, Tú, oh Dios, no lo desprecias” (Sal 51, 19). La humildad es pues la base de la oración (CIC 2559).


Personalmente creo que el problema de no rezar radica en la visión que tenemos de la oración. Muchos de nosotros la vemos como un tiempo pesado, trabajoso; un tiempo en el que es particularmente fácil distraerse con otras cosas. ¿Quién no ha atravesado por temporadas de sequedad espiritual, en las que no sentimos nada al rezar, o experimentado desaliento al no sentirnos escuchados? Y aunque es cierto que la oración forma parte del combate espiritual y representa un esfuerzo y una lucha contra nosotros mismos y las tentaciones del enemigo, es inseparable de la vida cristiana pues se ora como se vive porque se vive como se ora” (CIC 2752).
Si la oración es una lucha, ¿Por qué se le considera también como una forma de descansar en nuestro Señor? Porque la oración es fundamentalmente un encuentro de dos anhelos, en el que Dios siempre está primero, buscándonos, esperándonos. Paradójicamente, nuestra oración de petición es ya una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A Mí me dejaron, manantial de agua viva, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas” (Jr 2, 13). En efecto, es Dios mismo el agua viva que encontramos a través de la oración. El reconocido sacerdote Bernardo Hurault lo comenta mejor:
Cuando hay agua en el desierto, aunque no aflore en la superficie, se nota por la vegetación más tupida. Lo mismo pasa con los que vivimos: nuestros actos se hacen mejores, nuestras decisiones más libres, nuestros pensamientos más ordenados hacia lo esencial. Pero no se ve el agua viva de la que proceden estos frutos: ésa es la vida eterna contra la cual la muerte no puede nada.
Como sabemos, la vida eterna comienza en la tierra y es la oración la que nos permite conocer la voluntad de Dios y alcanzar los frutos que hemos mencionado. Ciertamente, vivir de esta forma es vivir en la paz del Señor, conocer Su voluntad es hallar descanso.


Por último, san Pablo nos recuerda que lo importante no son las palabras, sino el anhelo profundo del Espíritu de Dios en nosotros (Rom 8, 26). Es buena la oración cuando presentamos nuestras inquietudes a Dios con las palabras que nos inspira el Espíritu; y mejor aún cuando el Espíritu nos invita a permanecer en una actitud silenciosa, en la que Dios nos comunica Su paz. Es éste también el tipo de descanso del cual nos habla nuestro Papa Francisco. Tengamos presente pues que Dios no necesita de nuestras palabras sino que quiere forjar en nosotros la nobleza de nuestro espíritu: no nos violenta desde afuera sino que Su influencia, a través de la oración, alcanza lo más profundo de nuestro corazón y lo transforma.
Perseveremos pues en esta dulce lucha de la oración para que sus frutos se reflejen en cada aspecto de nuestra vida y ¡más aún en nuestro apostolado! Que podamos descubrir además  -como los grandes santos y héroes de la fe- que no se hace oración cuando se tiene tiempo sino que, al entender su verdadero valor, se hace tiempo y se convierte en prioridad pasar un momento de calidad con nuestro Dios.
Dinámica
¿Cómo va tu vida de oración? ¿Estabas consciente de que Dios también tiene sed de ti?

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