miércoles, 17 de octubre de 2012

DE LOS PADRES DEL DESIERTO

 
Un hermano que había pecado fue echado de la iglesia por el presbítero, y el padre Besarión se levantó y salió con él diciendo: "Yo también soy un pecador".
Una vez, en Scete, un hermano cometió una falta. Convocaron un consejo y decidieron llamar al padre Moisés. Per éste no quiso ir. Entonces el presbítero envió a uno a decirle: "Ven, que todos te esperamos": Se levantó y se fue con una cesta agujereada que llenó de arena; se la cargó a su espalda, y la llevó así. Los demás que habían salido a su encuentro, le dijeron: "¿Qué es esto, padre?" El anciano dijo: "Mis faltas caen detrás de mí y yo, ¿voy hoy a juzgar las faltas de otro?". Al escuchar estas palabras no dijeron nada al hermano, sino que lo perdonaron.

Otro día, el padre José preguntó al padre Poemen: "Dime cómo llegar a ser monje". El anciano le respondió: "Si quieres tener paz aquí y en el mundo futuro, dí en toda ocasión: "¿Quién soy yo?" Y no juzgues a nadie".

Un hermano preguntó al mismo padre Poemen: "si veo una falta en mi hermano, ¿está bien esconderla?". El anciano contestó: "En el momento en que escondemos las faltas de nuestro hermano, también Dios esconde las nuestras; y en el momento en que ponemos de manifiesto las faltas de nuestro hermano, también Dios pone de manifiesto las nuestras".

Sentencias de los Padres del Desierto.

1 comentario:

javier dijo...

Me encantan las historias. Por favor, cuéntenos más. Me ha gustado mucho la última que es la única que he entendido. Y la voy a copiar para contársela a los niños de la catequesis para que no sean chivatos -tentación de niños y de miserables- ni murmuradores como yo.