" La Cruz es
ligera cuando se vive con Cristo"
Enrico, el 21 de septiembre
habríais celebrado vuestro cuarto aniversario de bodas. ¿Cómo viviste los
últimos meses de tu esposa?
Enrico
Petrillo -
Fueron dolorosos y a la vez magníficos. A Chiara le dolía todo, pero llegábamos
a hacer frente a lo cotidiano juntos. Nuestra vida conyugal, a través de la
prueba, no hizo más que profundizar.
El Señor estuvo realmente
presente en medio de nosotros. ¡Es tan bello estar acompañado en nuestra cruz
por el mismo Cristo! Chiara pudo pasar sus últimas horas con Jesús expuesto ante
sus ojos. Yo estaba maravillado al verla tan enamorada de su Esposo divino, su
Jesús amado, ¡que la ama mejor que yo!
¿No estás celoso de
Jesús?
E. P. - (Risas.) No puedo estar
celoso, ¡porque yo también Lo amo! Y es el único esposo que nunca decepciona…
Chiara se ha ido junto a Aquél que ella ama. Es de este amor por Cristo de donde
ella sacaba su amor conyugal.
Hno. Vito, ¿cómo explicas la
alegría que se vivió en el funeral de Chiara, el 16 de
junio?
Hno.Vito
d’Amato -
Como el cumplimiento de una súplica. El 4 de abril, cuando se le anunció que la
medicina ya no podía hacer nada más, Chiara volvió a casa y dio la noticia a su
familia y amigos. Todo el mundo puso cara de entierro. Entonces Chiara dijo:
“Señor, pídeme todo lo que tu quieras, aunque con la cara que ponen ¡no podré
hacer nada!” Ella ha sido complacida: nunca he celebrado un entierro tan alegre.
No olvidaréis nunca la misa
celebrada en su casa la víspera de su muerte…
H.V.A. - ¡Por supuesto que no! Al
final de la misa, Chiara estaba resplandeciente. Estaba como Jesús en la Cruz,
cuando dice “Todo está cumplido”. No vimos morir a una mujer serena, sino a una
mujer feliz, plenamente feliz. Vimos lo que vio, hace dos mil años, cierto
centurión que exclamó: “Él es verdaderamente el Hijo de Dios”. En el momento de
la muerte de Chiara, vimos a Jesús vivo en uno de sus
hijos.
E.P. – Valía la pena vivir toda
una vida por esa misa. Después de la Eucaristía, Chiara le expresó a cada uno su
amor. Cada una de sus palabras era para alabar, bendecir, dar
gracias.
¿Cuál es, según tú, el secreto
de su alegría?
H.V.A. – Su principio de vida: no
debemos poseer nada como un mérito, sino recibir todo como un don. Chiara acogía
todo como un don… y sabía reconocer al Donante. Atravesó situaciones
objetivamente muy difíciles: y las atravesaba gracias a este acto de abandono,
por el cual reconocía que había alguien que velaba por ella y que había un
designio de amor sobre su vida.
O vives tu existencia como un
don y la donas, o vives inmerso en una búsqueda de posesiones cada vez mayor, y
por lo tanto, en el miedo a perderlas Es entonces cuando se puede sentir a los
otros como una amenaza, incluido tu propio hijo.
¿Qué les diríais a aquellos
que no sienten la misma valentía?
H.V.A – Ver cómo Chiara ha acabado
su vida terrestre ha sido una inmensa lección para mí. Ella había comprendido
que estamos hechos para la vida eterna, y que ésta comienza aquí abajo.
Contemplándola, me he dado cuenta de que hay que juzgar una vida a partir de su
final. Chiara ha muerto feliz porque ella en su vida, miraba hacia atrás sin
lamentarse por ninguna de las elecciones ni direcciones tomadas. Ella,
frecuentemente, daba testimonio de que si hubiera abortado a Maria, no habría
tenido más que una obsesión: olvidar ese día. Por eso, su nacimiento, como el de
David, han supuesto una inmensa alegría.
Es por lo que os deseo una
muerte bella, tan bella como la suya. Pues conocer una bella muerte significa
haber tenido una buena vida. Os deseo vivir como hijos de Dios para no morir
jamás.
E.P. – Yo tenía en el corazón
desde hacía tiempo una incertidumbre, esta frase evangélica donde Jesús afirma
que su yugo es suave y su carga ligera. La mañana de su último día, hacia las
8h, me atreví a preguntarle a Chiara esta pregunta que me atormentaba: “Amor
mío, el yugo del Señor ¿es verdaderamente suave?” A ella le costaba respirar y
hablar, pero, sonriendo, respondió claramente: “Sí, Enrico, muy suave”. Murió a
mediodía. Y sí, hemos visto morir a una mujer feliz.
¿Amas la
Cruz?
E.P. – No, no amo la Cruz, y
Chiara tampoco. Amamos a Aquél que está en la Cruz.. La perla preciosa
descubierta a lo largo de estos años es que la Cruz se vuelve ligera cuando la
vivimos con Cristo. Y no es tan fea como parece si nos une a Él. Si sabes que
Dios quiere amarte en el fuego, ¡qué rápido te lanzas al
fuego!
Vuestros dos primeros hijos
tenían minusvalías y murieron enseguida. ¿Cómo vivisteis
esto?
E.P. - Como una prueba y una
gracia. Gracias a ellos, descubrimos que no hay una diferencia real entre una
vida que dura treinta minutos y una que dura cien años. Tras estas
preocupaciones y estos dramas, se escondía una gracia del Señor mayor, que nos
hacía crecer en el amor. Así pues, cada vez estábamos más
enamorados…
¿Enamorados?
E.P – Enamorados el uno del otro,
y enamorados de Jesús. Su amor nunca nos ha decepcionado. Hemos vivido una vida
plena y un amor más fuerte que la muerte. La gracia recibida ha sido el no poner
límites a su gracia. Hemos dicho que sí, y nos hemos agarrado a Él con todas
nuestras fuerzas. Pues lo que nos pedía nos superaba, era más grande que
nosotros. No podíamos vivirlo solos.
Rezabais por la curación de
Chiara. Ahora bien, ella no se ha curado. ¿No estás enfadado con
Dios?
E.P. – Todos los días rezábamos
por esta intención, pero con el abandono de no saber qué era lo mejor. Cuando
recibimos el diagnóstico final en abril, yo estaba al límite. Chiara me dijo:
“Enrico, si supieras que el sacrificio que se te es propuesto puede salvar a
diez personas, ¿lo harías? – Sí, lo haría, pero solo con su gracia. – Yo
también, Enrico. Es por lo que rezo por mi curación, pero sin realmente
desearla”.
Hno. Vito, ¿cómo resumirías el
mensaje espiritual de Chiara?
H.V.A. – Yo precisaría: el mensaje
de Enrico y Chiara. Chiara se consagró a Jesús a través de su donación a Enrico,
y viceversa. Ellos han mostrado la belleza y el límite del matrimonio humano. La
belleza: la palabra “cónyuge” en italiano se dice “coniugi”: los que llevan el
mismo yugo. Enrico y Chiara han llevado el mismo yugo en Jesús. Hicieron alianza
con un aliado muy poderoso: con Él han recorrido sendas inaccesibles por
nuestras fuerzas. El límite: el verdadero matrimonio es el del Creador con su
creatura. Todos estamos destinados a la unión con Él. Y si Cristo es el Esposo
de la Iglesia, lo es también de cada alma. El rito del matrimonio humano insiste
sobre el valor del amor humano como icono del amor divino, y subraya hasta qué
punto Dios llama a los esposos a amarse para darles parte un día en su amor
eterno. Chiara llegó al matrimonio con Dios a través de su matrimonio
humano.
E.P. – Cuando, la mañana del 13 de
junio, vimos que era el fin, enviamos un SMS a algunos presbíteros y amigos para
que rezaran por nosotros en esas últimas horas. Mirando a Chiara, no pude
escribir otra cosa que esto: “Nuestras lámparas están encendidas. Esperamos al
Esposo”. Estábamos preparados, y el Esposo vino.
Podemos tener la tentación de
pensar: “es muy bonito, pero demasiado para mí”.
H.V.A. – Efectivamente, es una gran
tentación decirse “Esto es para santos”. Ahora bien, hace falta recordar que
Chiara y Enrico llegaron a esto progresivamente, y que el Señor los condujo paso
a paso. Ellos habían adoptado la regla de las tres “P”: “pequeños pasos
posibles”. A menudo, frente a los acontecimientos que nos superan, pensamos que
no seremos capaces de vivirlos. La “técnica” de Chiara era hacer aquello que era
capaz de hacer, en este momento, sin dejarse ahogar por el miedo del
mañana.
El Señor no nos pide cambiar
el agua en vino, sino llenar las tinajas. La Iglesia propone a cada uno la
santidad: vivir como un hijo de Dios. Cada uno responde a su modo, paso a paso.
Enrico, ¿cómo le hablas a
Francisco de su madre?
E.P. – Recitamos cada mañana,
delante de su foto (¡él la llama “mamá”!) la consagración a María que yo decía
con Chiara. Más tarde intentaré decirle: “Lo más importante en la vida es
dejarse amar, a fin de amar y poder morir feliz. Es esto lo que tu madre vivió
plenamente”.Ella se dejó amar y, en cierto modo, creo que está amando al mundo
entero.
La siento más viva que nunca.
El hecho de verla morir feliz es para mí no solo un consuelo extremo, sino la
derrota de la muerte: la certeza de que en el “otro nivel” hay algo sublime que
nos espera.
Publicado en el blog "Todo era bueno"