Evangelio
En aquel tiempo llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto. Y decía:
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
«Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, en testimonio contra ellos».
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Marcos 6, 7-13
Jesús envía a los doce a predicar, de dos en dos, en lo que será la primera misión que les encomienda. De esta manera comienzan a ejercer la función para la cual los había elegido. Recordamos que, anteriormente, llamó a los que Él quiso para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar. Estar con Él significa desarrollar una relación de comunión y de amistad. Por eso, les dedica un tiempo más amplio para su formación, comparte con ellos el día a día y los momentos más trascendentales, les enseña a rezar, responde a sus interrogantes, resuelve sus conflictos internos, les convierte en testigos de su oración, de sus milagros, de su vida entera. En resumen, crea con ellos una comunidad de vida y de destino, y les hace partícipes de su propia misión.
Ahora los envía a predicar otorgándoles autoridad tanto en las obras como en las palabras, y sobre esa autoridad se fundamenta la misión encomendada. No son meros repetidores, sino comunicadores de su palabra, de los misterios del Reino, de Cristo mismo. Han de llamar a la conversión a Israel y mostrarle la salvación a través de las curaciones de enfermos y las expulsiones de demonios. Esta misión de los discípulos constituirá el modelo de la misión que después ha sido confiada a la Iglesia.
La misión es un acontecimiento salvador, una oferta de salvación en nombre de Dios, una prolongación del ministerio de Jesús que exige a los hombres la toma de una decisión, una respuesta.
Este primer envío de los discípulos constituye también la referencia para los predicadores que vendrán después. Los criterios que Jesús da a los Doce conservan su sentido y vigencia para los futuros mensajeros de la salvación. El equipaje ha de ser ligero, limitándose a lo que necesita un peregrino: un bastón, una túnica y un par de sandalias. Los discípulos deben renunciar a todo lo superfluo, al dinero, a las provisiones, a la bolsa y a llevar más de un vestido. Su principal deseo debe centrarse en la predicación. De esta manera, los oyentes podrán percibir con más claridad que no poseen nada y que lo único que pueden ofrecer es la Buena Nueva de la salvación.
La iniciativa del envío es de Dios, y el contenido de su anuncio también; por eso, lo que el apóstol debe predicar es el Reino, la Buena Noticia, la Palabra de Dios, y nunca a sí mismo. Anuncia el Reino, la palabra y el mensaje que ha oído de Jesús, y llama a la conversión; éste es el único contenido de su predicación. Con la pobreza radical de su equipaje se pone de manifiesto que la fuerza viene de Dios y que en Él se pone la confianza, lejos de pensar que el fruto vendrá por los medios humanos o por las propias capacidades y esfuerzos.
Ahora los envía a predicar otorgándoles autoridad tanto en las obras como en las palabras, y sobre esa autoridad se fundamenta la misión encomendada. No son meros repetidores, sino comunicadores de su palabra, de los misterios del Reino, de Cristo mismo. Han de llamar a la conversión a Israel y mostrarle la salvación a través de las curaciones de enfermos y las expulsiones de demonios. Esta misión de los discípulos constituirá el modelo de la misión que después ha sido confiada a la Iglesia.
La misión es un acontecimiento salvador, una oferta de salvación en nombre de Dios, una prolongación del ministerio de Jesús que exige a los hombres la toma de una decisión, una respuesta.
Este primer envío de los discípulos constituye también la referencia para los predicadores que vendrán después. Los criterios que Jesús da a los Doce conservan su sentido y vigencia para los futuros mensajeros de la salvación. El equipaje ha de ser ligero, limitándose a lo que necesita un peregrino: un bastón, una túnica y un par de sandalias. Los discípulos deben renunciar a todo lo superfluo, al dinero, a las provisiones, a la bolsa y a llevar más de un vestido. Su principal deseo debe centrarse en la predicación. De esta manera, los oyentes podrán percibir con más claridad que no poseen nada y que lo único que pueden ofrecer es la Buena Nueva de la salvación.
La iniciativa del envío es de Dios, y el contenido de su anuncio también; por eso, lo que el apóstol debe predicar es el Reino, la Buena Noticia, la Palabra de Dios, y nunca a sí mismo. Anuncia el Reino, la palabra y el mensaje que ha oído de Jesús, y llama a la conversión; éste es el único contenido de su predicación. Con la pobreza radical de su equipaje se pone de manifiesto que la fuerza viene de Dios y que en Él se pone la confianza, lejos de pensar que el fruto vendrá por los medios humanos o por las propias capacidades y esfuerzos.
+ José Ángel Saiz Meneses
obispo de Tarrasa
obispo de Tarrasa
No hay comentarios.:
Publicar un comentario