“No hagas crítica negativa: cuando no puedas alabar, cállate” (San Josemaría, camino 443)
Cuentan que había una viejecita irlandesa que nunca hablaba mal de nadie, siempre encontraba algo bueno en la peor de las personas. Un día falleció un hombre que parecía atesorar en sí todas las miserias humanas: era ladrón, borracho, peleón, pegaba a su mujer y a sus hijos… era un estorbo para la comunidad.
La noche del velatorio, la viejecita llegó a la sala donde se iba a rezar el Santo Rosario por el difunto. Todos miraron y se decían por dentro: de éste sí que no podrá decir nada bueno. La viejecita estuvo un momento callada ; parecía que efectivamente no sabía que decir.
Pero habló: -Ciertamente sabía silbar. Daba gusto oírle cuando pasaba todas las mañanas por debajo de mi ventana. Le echaré mucho de menos.
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