En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir».Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?»Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda».Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís; ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»Contestaron: «Lo somos».
Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizareis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado».Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso; el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos».
Nos encanta a todos ser los primeros, los más importantes, estar en el lugar privilegiado. Es curioso, pero siempre buscamos escaparnos del común de los mortales y buscamos el enchufe, es decir, no queremos ser tratados como todos y buscar privilegios, aunque sea a costa de hundir a los demás.El Señor es claro. Su doctrina apasionante. Lo entienden sólo aquellos que han descubierto que el único privilegio del amo es amar. Que el único privilegio de seguir a Cristo es servir. Que el único privilegio de un cristiano es ponerse a los pies de la Humanidad que sufre sin esperar nada a cambio, más que el gozo y la alegría de saber lo que dice Jesús: «Nadie tiene amor más grande que el que da su vida».
Este texto deberíamos meditarlo, y casi saberlo de memoria, los que tenemos autoridad. Todos aquellos que siguen buscando en la vida escaparse del camino ordinario, por el que tenemos que pasar todos. Comprendo a los Zebedeos; comprendo todas las miserias humanas que habitan en nuestro corazón, pero me quedo con el Sí, podemos, porque en el fondo es saber que, con la fuerza de Cristo, toda la vida cambia. No es bueno poner todo en nuestras cualidades y sabidurías; el seguimiento de Cristo exige el camino humilde de la confianza que se abre a la esperanza, porque verdaderamente con Él, por Él y en Él sí, podemos.Realmente, bebieron el cáliz del Señor, se unieron en la entrega de sus vidas; pero no desde lo que ellos creían.
Al final, el privilegio, lo original, fue que verdaderamente consiguieron lo que pedían, porque alcanzaron la palma del martirio. Éste es el gran privilegio y el gran enchufe que debemos anhelar, la identificación con la cruz, en el seguimiento de Cristo.El único privilegio del cristiano, común a todos, del que no se escapa ninguno, es la identificación con el sufrimiento de Cristo, pero sabemos que podemos si partimos de nuestra pobreza y debilidad, que, vivida desde Cristo, nos abre a la esperanza.
+ Francisco Cerro-Chaves
+ Francisco Cerro-Chaves
obispo de Coria-Cáceres
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