miércoles, 21 de diciembre de 2011

LA HISTORIA SIN FIN

Tendemos a no valorar las pequeñas cosas cotidianas que se nos
presentan y sólo les damos importancia cuando sentimos su ausencia.
Quizás por cotidiano, quizás por "ciegos"... jamás celebramos la
salida del sol, sólo lo añoramos cuando, en nuestras vacaciones en
la playa, no se hace presente por varios días. Maldecimos la lluvia
porque nos obliga al tedioso trabajo de cargar con el paraguas y
desluce nuestros zapatos, sólo le damos importancia cuando la sequía
nos consume o cuando, por unas pocas horas, falta el agua en
nuestras casas.

Esperando quizás el "gran espectáculo" nos perdemos de vivir los
pequeños espectáculos que la naturaleza nos presenta día a día. Hay
quienes piensan que cuanto más se sabe de fenómenos que ocurren a
diario, menos se disfruta de ellos. Que el sabio disfruta menos que
el neófito de los sucesos naturales. Pero no todo es así, todo lo
contrario... cuanto más se sabe, más sorprendente parece. Cuanto más
se sabe, más milagroso parece.

Si no aprendemos a disfrutar de las pequeñas cosas cotidianas de la
vida, que es lo que conocemos... ¿Podremos ser capaces de disfrutar
plenamente cuando se nos presente algo diferente?. Dejemos de
esperar el "gran milagro". Gocemos a diario de los "pequeños
milagros" que, día a día, se abren a nuestro paso, después de
todo... ¿No será que el gran milagro es la conjunción de todos esos
más pequeños?. A lo mejor "el gran milagro" consiste en encontrar
la felicidad en las pequeñas cosas de todos los días de nuestra vida.

Y así en la búsqueda de nuevas oportunidades, llenos de
insatisfacción, muchas veces no nos damos cuenta del verdadero valor
de las personas y de las cosas que pasan por nuestro camino. Lo
lamentable es que por no darnos cuenta a tiempo luego, cuando las
perdemos, queremos volver atrás y ya es tarde, ¡muy tarde!...

Dios nos da TODO lo necesario para que seamos felices, sólo que nos
damos cuenta cuando ya no lo somos.

Es hora de darnos cuenta y de aprender a valorar, en el presente,
todo lo que tenemos. De nada sirve llorar por lo que dejamos ir, por
lo que no hicimos, por lo que no le dimos importancia... ¡eso ya no
está!. La vida no puede rebobinarse, ni modificarse. Las escenas
quedan grabadas y no hay forma de eliminar los trozos de la cinta
que no nos gustan, ni podemos regrabarla, ni siquiera podemos
detenerla en los buenos momentos, sólo está en nosotros la
posibilidad de continuar filmando y que a partir de hoy cada escena
sea única e irrepetible y, por encima de todo, que sea tan valiosa
que no nos haga arrepentirnos nunca y ni siquiera sentir culpa por
alguna escena del filme.

Recuerda que es la película de tu vida, es tu historia y tú eres el
(la) protagonista. No la titules "Lo que el viento se llevó",
ni "Pide al tiempo que vuelva"; sería lindo que tu película se
llame "LA HISTORIA SIN FIN".

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