jueves, 1 de diciembre de 2011

COMENTARIO A LA LITURGIA DEL DÍA

Ayer comenzamos la novena a la Inmaculada en la parroquia. Es la primera vez que se hace, lo bueno de una parroquia recién creada es que casi todo es la primera vez. Para no complicar mucho las cosas simplemente es rezar el rosario antes de la Misa, predicación siempre que se pueda sobre nuestra Madre del cielo y canto de la salve al final. Al comenzar no había mucha gente y como quería que cada misterio del rosario lo rezase una persona fui pidiendo a los que estaban si les importaba dirigirlo. Todos fueron diciendo que sí, hasta que llegue a un señor -feligrés habitual-, y le pedí el favor de rezar el quinto misterio. “Estoy haciendo mi oración” me contestó. “Bueno, cuando llegue el quinto misterio reza con los demás y luego sigue”. No quiso, diciéndome que no se mezclan cosas. Así que busqué a otro. Cuando uno no entiende el rezar en comunidad, junto con otros, rezar y ayudar a rezar es posible que se gane un cielo muy grande, pero en el que esté él solo y eso debe ser aburridísimo. Soy el primero en animar a rezar, pero quien reza “su rosario”, “Su Misa”, “su oración”, “su novena” lo más seguro es que no sepa rezar o no ha entendido nada.

“No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.” Puede parecer duro, pero la voluntad de Dios no es que te salves -Dios ya te ha conseguido la salvación-, sino que hay que ir al mundo entero y proclamar el Evangelio. Aunque es muy importante, fundamental, la oración y la piedad personal no pueden mantenerse para mi solo. “Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes.” Nuestra ciudad fuerte es la Iglesia, si uno se encierra en su individualismo tal vez llegará a ser una estupenda persona, pero no llegará a ser santo.

El que busca exclusivamente “su santidad” y que no le molesten está construyendo sobre arena: Unos cuantos actos de piedad y se cree que con eso tiene garantizada la entrada en el cielo. ¡Qué engañado está!. A Dios no podemos darle nada, cuando rezamos recibimos y “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Creo que ya he contado varias veces esta anécdota de Santa Teresita del Niño Jesús. Cuando la enfadaba interiormente que las demás hermanas del convento vinieran a preguntarla por su precaria salud, pues la despistaban de sus labores y sus rezos, se daba cuenta que faltaba a la caridad. Entonces se hizo un lema “Escojo que me molesten”. Así cuando alguna hermana venía a preguntarla no podía enfadarse, pues lo había elegido ella y el día que no venía ninguna estaba tan feliz. Yo, al menos, también escojo que me molesten; seguro que tu también.

Muchas veces lo he experimentado, no somos de piedra y hay momentos que por circunstancias exteriores o interiores parece que cae la lluvia, se salen los ríos, soplan los vientos y no se cae porque hay otros que en ese momento rezan por ti, dejan que los molestes y te reconducen a Cristo…, y la casa sigue en pie. Hace ya muchos años, a los pocos de ser sacerdote, vivía muchas contradicciones y humillaciones por parte de otros sacerdotes. Una noche no podía dormir, estaba bastante harto, y después de tres horas paseando por veinte metros cuadrados, a las dos y media de la madrugada, llamé a un sacerdote amigo y le dije: “Dame tres razones para seguir siendo sacerdote”. Me contestó: “¿Quieres que vaya?” (Vivía en la otra punta de Madrid). “No -le contesté-, no hace falta, ya me has dado las tres razones”. Me acosté, dormí y desde entonces nada me ha quitado el sueño. Dios se sirve de los demás y nosotros somos los demás de los demás (creo que eso es de Alberto Cortez”.

Pues seguimos en la novena de la Inmaculada. Ella es la primera de los demás que está siempre con nosotros, dispuesta a que la molestemos todas las veces que necesitemos. Cuando “nos molesten” ella nos acompaña, así que dejemos que nos molesten, cuanto más, mejor.
Del comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org

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