Cada año cobra actualidad el Adviento, porque siempre necesitamos la venida de Dios a nosotros. Y nos hace falta aprender a esperarle. Sería señal de debilidad o de muerte si nos encontráramos satisfechos con lo que ya tenemos.
Y como también nosotros, los cristianos, podemos ir perdiendo a lo largo del año la sensibilidad por lo divino, nos conviene que el Adviento nos despierte el apetito de los bienes que verdaderamente valen la pena. En esta sociedad en la que nos toca vivir, los que nos consideramos cristianos, debemos ser el CORAZÓN que la mueva por caminos de esperanza.
Las personas que nos rodean deben ver en nosotros unos valores evangélicos claros: justicia, servicio, generosidad..., evitando todos aquellos valores que promulga la sociedad de consumo: tener más, ser el más poderoso,...
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