miércoles, 1 de junio de 2011

"CON CURAS COMO ESTE, SE ARREGLABAN MUCHAS COSAS"

«Con curas como éste, se arreglarían muchas cosas»


Se cumplen estos días 50 años del nombramiento como obispo de Astorga de don Marcelo González Martín, posteriormente arzobispo de Barcelona y arzobispo de Toledo y Primado de España. Con este motivo, el que fue su secretario particular, don Santiago Calvo Valencia, hoy Deán de la Catedral Primada de Toledo, que precisamente en estas fechas cumple sus Bodas de Oro sacerdotales, ha pronunciado sendas conferencias: una, en Toledo, bajo el título 50 años de obispo. Don Marcelo, cardenal obediente y libre; y la otra, en Valladolid, donde don Marcelo fue canónigo y gran predicador del Evangelio, titulada: Don Marcelo, apóstol en Valladolid. He aquí algunos fragmentos del testimonio, en gran parte inédito, que don Santiago Calvo dio en estas conferencias:


Sus predicaciones en la catedral, los domingos, en la Misa de una, eran una concentración de todo Valladolid en la iglesia metropolitana. Allí acudían a escucharle, tanto universitarios como obreros, profesionales de diversos campos, gentes del centro de la ciudad y de los barrios. Siempre buscó la unión de fuerzas, como signo de caridad y fuente de eficacia… Se decía en diversos mentideros de la capital que querían detener a don Marcelo, que le estaba vigilando la policía, que el Gobernador había prohibido que siguiera predicando. Para hablar así no les faltaba algo de fundamento, pero todo se exageró mucho. Algunos, dejándose llevar de la fantasía, más que por hechos reales -unos con buena y otros con no tan buena intención- empezaron a llamarle el cura comunista y el Manolete del púlpito, porque se arrimaba mucho al peligro, no utilizaba el engaño e iba derecho, al asunto, hasta enardecer al auditorio. Lo cierto es que ni uno ni otro calificativo eran exactos del todo, ni le gustaban a don Marcelo; pero, enhonor a la verdad, es de justicia dejar constancia del hecho.


Tanto el se22ñor Alonso Villalobos, como el ministro de Trabajo, José Antonio Girón, montaron en cólera y prometieron no detenerse hasta hacer callar al canónigo que, según les habían dicho, estaba revolucionando Valladolid. Uno y otro, cuando hablaron con don Marcelo personalmente, reconocieron estar equivocados y le pidieron perdón: «Tenga la bondad de darme la mano para que mi conciencia quede tranquila», le dijo el Gobernador. A lo que don Marcelo replicó: «Ni le doy la mano ni le perdono, porque no hay nada que perdonar. Usted cumplió con su deber y yo intenté cumplir con el mío. Y no le doy la mano porque a quien actuó con la caballerosidad con que usted obró entonces y la elegancia con que lo ha hecho ahora no le doy la mano; lo que le doy, si usted me lo permite y lo acepta, es un abrazo». Y en público se abrazaron los dos. El ministro Girón confesó noblemente: «Creo a don Marcelo todo lo que me ha dicho. Yo estaba mal informado. Con curas como don Marcelo se arreglarían muchas cosas. Para que vea que no tengo nada contra usted y que quiero ayudarle en las obras que está haciendo en el barrio de San Pedro Regalado, le voy a dar un donativo». Y le dio 50.000 pesetas de las del año 1950.


No pueden hacerme obispo




Era vox populi que le iban a nombrar obispo, pero él decía: «No se preocupen, no pueden hacerme obispo porque no tengo el doctorado». Le hicieron obispo, a pesar de sus terminantes cartas a la Nunciatura en las que confesaba: «Soy completamente indigno». Cuando le nombraron arzobispo de Barcelona, me dijo: «Me he estado resistiendo todo lo que he podido, porque sé que allí están esperando a un obispo que sea catalán y no admitirán a uno que no lo sea. Le he dicho repetidamente al Nuncio que yo soy castellano y muy castellano». Pero, al llegar la documentación al Papa Pablo VI, insistió en que «quien tiene que ir a Barcelona, porque es el más apropiado, es el obispo de Astorga». Le había escuchado hablar en el Concilio.


Comenzó la triste campaña Queremos obispos catalanes. El Nuncio se asustó y empezó a dudar. Don Marcelo entonces le dijo: «Ahora, señor Nuncio, ya no es tiempo de dudas. Es hora de dar la cara. Recuerde que yo expuse repetidamente las razones por las que no debía hacerse el nombramiento. Que yo iba a sufrir y a servir; y ahora todos debemos mantener el principio de autoridad. En este momento, nadie debe volverse atrás». El 30 de mayo de 1971 fallece monseñor Morcillo, arzobispo de Madrid. El señor Nuncio le dice de nuevo: «Con aprobación superior haremos todo lo posible para que usted salga de Barcelona y venga de arzobispo a Madrid». A don Marcelo no le hizo gracia la propuesta, porque era salir de la tormenta y meterse en el nublado, y se limitó a decir: «Veremos y esperemos y, si llega el caso, obedeceré». El Gobierno de Franco, según testigos fiables, se opuso a que don Marcelo fuera a Madrid porque era demasiado progre.
 
Alfa y Omega

No hay comentarios.: