Que no. Que los religiosos contemplativos, monjes y monjas, no se aíslan del mundo; ni viven del cuento; ni viven para hacer dulces. Que no. Que sus vidas no se tiran por la borda, ni se entierran vivas, ni son inútiles. Esos tópicos nacen del desconocimiento y de los prejuicios de una sociedad incapaz de distinguir lo urgente de lo importante. Muchos opinan sobre ellos, pero pocos conocen cómo viven, de verdad, los contemplativos. Por eso, a unos días de que la Iglesia celebre la Jornada Pro orantibus -el próximo domingo-, Alfa y Omega ha pasado 24 horas en dos conventos contemplativos de la Orden del Císter, uno masculino y otro femenino, para ver, vivir y contar cómo entregan sus vidas
Adentrarse en un convento de clausura es una experiencia reveladora: parece que los usos y costumbres se han detenido hace siglos y, sin embargo, el conocimiento de lo que ocurre en el exterior está del todo vigente. Allí, hombres y mujeres dedican a Dios su oración, estudio y trabajo, para sostener con su plegaria a quienes ni siquiera conocen. Aunque muchos piensen que la suya es una vida fácil, dedicada a elaborar trufas y dulces, la Iglesia sabe que su apostolado y sus obras de caridad dependen, en gran medida, de lo que ocurre tras los muros de los conventos. Por eso, el próximo domingo celebra la Jornada Pro orantibus (Por los que oran), que este año lleva por lema Lectio divina: un camino de Luz.
El padre Enrique, abad del monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas, explica que «todo lo que Dios da es fruto de la Gracia. Y eso sólo se consigue con la oración, que es lo que nosotros hacemos. Somos como las manos de Moisés, que se alzaban al cielo para que Israel ganase en la batalla cuando combatía, y si las bajaba, Israel perdía. Nosotros rezamos para que otros reciban la Gracia y luchen en el mundo sin desfallecer».
Dicho en palabras de monseñor Vicente Jiménez, obispo de Santander y Presidente de la Comisión episcopal para la Vida Consagrada, en su Mensaje de la Jornada Pro orantibus, los contemplativos «están llamados a montar guardia de oración sin tregua ni distracciones. Arraigados y edificados en Cristo, permanecen firmes en la fe, intercediendo por toda la Humanidad». De este modo, «su aparente ausencia es su verdadera presencia, porque la oración en lo oculto, a la que se entregan día y noche, es el alma de nuestro apostolado público». También Benedicto XVI, en su exhortación Verbum Domini, agradecía su misión, pues, «con su vida de oración, escucha y meditación de la Palabra de Dios, nos recuerdan que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
Alfa y Omega ha vivido 24 horas en dos conventos de clausura, uno femenino y otro masculino, de la Orden del Císter. Estas páginas son el fruto de esa experiencia, y del esfuerzo por contar lo que Dios ha hecho en la vida de estos hombres y mujeres.
José Antonio Méndez y Cristina Sánchez para Alfa y Omega
Oramos hoy especialmente, por los contemplativos de nuestra Parroquia: Hna. M. Teresa del Sgdo Corazón, Carmelita Descalza; Hna. Paloma Rojas del Castillo y Hna. Rosa M. Martín (Oblatas de Cristo Sacerdote) y Fr. Juan Javier Martín (monje cisterciense).
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