Dice el evangelio que Herodes quería ver a Jesús.
Pero su deseo no es como el de otros personajes del Evangelio. Zaqueo, por
ejemplo, también quería ver e hizo lo posible para conseguirlo. Todos recordamos
su atrevimiento al subirse a una higuera. Pero Herodes, al igual que sus padres
cuando le visitaron los Magos, quiere ver sin moverse, porque de hecho le mueve
la curiosidad, no el deseo.
El evangelio es preciso al respecto. Sabe que ha
cometido un crimen (ha matado al Bautista), y oye hablar de un personaje
importante. No cree en fantasmas, pero le mueve el gusanillo de saber quien es
ese galileo que levanta tantas pasiones y del que todo el mundo habla. Quien
sabe, quizás también tenga la oportunidad de cortarle la cabeza.
Herodes verá a Jesús, pero inútilmente. Sucedió
durante la pasión. Cuando Jesús es conducido de un lugar a otro (de Herodes a
Pilatos). Entonces Herodes aún estaba más consumido y atrapado por sus pecados y
ver a Jesús sólo le sirvió para aumentar su ignominia. Tanto Herodes como
Pilatos vivieron la amarga experiencia de creer que tenían poder, de mandar a
los demás, de creerse “quasi dioses” para finalmente descubrir que su vida era
arrastrada por las pasiones, la opinión pública o los deseos de otros más
poderosos. Es lo que tiene la vida caprichosa, que cuando menos te lo esperas te
deja en la estacada sin que puedas hacer ya nada porque has sido expulsado de ti
mismo.
Por eso podemos decir que, verdaderamente,
Herodes no deseaba ver al Señor. Había empequeñecido demasiado el deseo de su
corazón. En lugar de buscar la felicidad plena se contentó con el consuelo de la
satisfacción efímera. Por eso cuando tendrá la oportunidad de ver al Señor no le
servirá de nada. Le hubiera gustado que realizara un milagro, asistir a un
espectáculo religioso que quizás le conmoviera exteriormente, pero no deseaba
abrir su corazón.
Este texto contiene importantes enseñanzas para
todos nosotros. En primer lugar nos muestra que no vemos a Dios cuando nosotros
queremos sino que Él tiene sus tiempos. Ningún instante de nuestra vida queda
fuera de sus designios salvíficos. Por eso debemos permanecer siempre con el
corazón atento.
Al mismo tiempo nos muestra como las diferentes
acciones que vamos realizando suponen un posicionamiento por nuestra parte.
Ensanchamos o estrechamos el corazón según nuestro comportamiento. De ahí que
debamos prestar atención a todo lo que hacemos. Nada es irrelevante. Cada paso
que vamos nos coloca en una dirección.
Dios no se esconde, pero se muestra a quienes lo
buscan con sinceridad. Señalaba san Agustín que el tardó en encontrarlo porque
lo buscaba en las cosas exteriores y desatendía a su corazón. Lo mismo le pasaba
a Herodes. Quería ver a Jesús sin poner en juego su corazón. Al final la vida
para él era un simple juego.
Pidamos a la Virgen que nos ayude a estar siempre
atentos a la voluntad del Señor para que sepamos reconocer siempre su cercanía y
no nos despistemos por el camino del pecado.
Comentario a la Liturgia del día de www.archimadrid.org
3 comentarios:
Que buena entrada,,,asi es. Y la cosa es que nuestra vida como una gracia , nos hace ver los intereses mundanos ya iluminados..que seria yo sin ella....siempre , como Herodes, viviendo hacia fuera y sin satisfacerme con nada.....de lo contrario El hace que por dentro me sienta tantas veces saciada y llena para poder entrar en el Servicio que es la Vida con mayusculas.....en la gratuidad, todo un regalo que he de mimar y cuidar como El quiere que lo haga.
Es la primera vez que entro en este blog y me ha gustado mucho el comentario sobre Herodes.
Creo que esto es frecuente, muchos dicen querer ver, tener fe, pero arrinconan ese deseo posponiéndolo a otras cosas.
Saludos a esta parroquia tan bonita
Para meditar.... Muchas gracias
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