Los más pequeños de nuestra Parroquia, están de campamento en Casalgordo. Hoy festividad de S. Pedro y S. Pablo, oramos especialmente por ellos, por sus monitores, por sus familias. Que tengan una experiencia viva de Jesús en sus vidas.

Los enemigos de fuera siempre existirán. San Pedro y San Pablo son testigos directos de ello. La lástima es que sean -seamos-, los propios hijos de la Iglesia los que parece que cuando decimos que la Iglesia es Una, Santa, Católica y Apostólica estamos hablando de algo vacío, irreal y que tal vez lo veamos en la eternidad. Tendríamos que volver a hacer oración sobre la belleza de la Iglesia. Buscar no el escándalo o el pecado, sino la virtud y la acción de Dios en el mundo por medio de su Iglesia. Ojalá cada uno nos sintiésemos orgullosos de la Iglesia como lo estamos de nuestra Madre. ¡Qué lástima da cuando nos juntamos curas, monjas o laicos comprometidos y parece que la Iglesia es nuestra enemiga! ¡Con qué alegría juzgamos al Papa y nos sentamos en su Cátedra mientras miramos al mundo por un canuto en vez de ver la Iglesia Universal con los ojos de la fe!
“El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo”. La Iglesia lleva veinte siglos anunciando a Cristo en su plenitud. A pesar de los enemigos de dentro y de fuera, a pesar de nuestros pecados, tibiezas, incoherencias y deslealtades. La Iglesia no nació como un grupo opositor a Judas, sino para anunciar la alegría de la Redención.
Amar a la Iglesia y al Papa. Y no de boquilla o en un pequeño comentario o artículo religioso, sino con obras y de verdad. San Pedro, San Pablo y millares de mártires en la historia -hoy en día también-, han dado su sangre por amor a la Iglesia, cuerpo de Cristo. Busquemos lo bello de la Iglesia y curemos las heridas que la hacemos en la historia.
María es Madre de la Iglesia y ella sólo tiene cosas bellas entre sus brazos, a ella nos encomendamos especialmente.
¡Sara, también estamos contigo!
Del comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org
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