Los nombres de los dos últimos jóvenes asesinados el 20 de octubre de 1936 en el cementerio de Orgaz junto a Francisco Sánchez, Luis Pérez y Juan García-Pulgar son:
Eugenio Perezagua y Caberta y Emiliano Rojas Avilés, de 25 y 22 años respectivamente. Ambos eran también militantes de Acción Católica.
Tenía un alma de niño y parecía cumplirse en él, esa humildad y esa sencillez de la que nos habla Cristo en su Evangelio: “Sed sencillos como los niños…” y Eugenio así lo era. Manso como cordero que recibe las caricias de todos y es grato y virtuoso para con los demás. La mínima cosa le enardecía y le agrandaba ante los ojos de Dios.
Su madre nos dice que su hijo “era modelo de obediencia y de gratitud”. Ella también cuenta que Eugenio siempre se mantuvo a su lado queriéndola, consolándola y satisfaciendo todos sus deseos. Muy amante de su familia, fue respetado por sus hermanos como si se tratase de un segundo padre, ya que era el mayor de la casa. Siempre reconocido y abnegado. “En medio de estas flores hermosas de virtudes que le adornaban, Eugenio también cayó asesinado por las milicias republicanas”.
Su madre, declaraba llena de dolor, el vivo entusiasmo que en él despertó la celebración del cincuentenario del Apostolado de la Oración al colocar en el arco central de nuestra Iglesia una pintura simbolizando el escudo cardenalicio, siendo efusivamente felicitado. La fiesta fue el 27 de octubre de 1935, que era el día de Cristo Rey.
Múltiples casas de Sonseca vieron adornadas sus habitaciones con pinturas y filigranas artísticas de nuestro joven. Su maestría, su buen gusto, su espíritu y vocación para la pintura le hacían ser incansable en sus trabajos.
Pertenecía a la Juventud de Acción Católica desde 1933. Se le puede considerar como socio fundador de la misma. Formaba parte de la directiva de aquel entonces. Resulta en verdad difícil elaborar, fijar ideas, prestar atención, cuando nuestro espíritu está disperso por el cansancio. Más él, agotado en su trabajo cotidiano, asistía, sin opción contraria, a nuestros Círculos de Estudios, por mandato expreso de su voluntad férrea y de su idea convicta.
Cumplidor, sin tacha, en todas las manifestaciones de apostolado, en las veladas artísticas, en cuadros recreativos o en cualquier otro acto de propaganda… su actuación, su mano decidida y generosa, siempre prestaba apoyo.
Recordamos a este respecto la representación de una obra titulada “Los dos americanos”. En ella tomaban parte varios de los mártires, y Emiliano actuaba cabalgando en un caballo de caña, su padre, medio en broma, medio en serio, le importunaba por el papel ridículo que ejercía en la función y él contestaba:
“Tened presente padre, que es la juventud quien lo exige… y que en bien de ella hemos de sacrificar nuestro orgullo y nuestras conveniencias”.
Hasta en una actuación teatral el ánimo profundo era acercar a los jóvenes a Cristo, reavivar llamas escondidas, despertar conciencias, renovar y perfeccionar aptitudes.
Tras estallar la guerra, pretendieron apresarlo el 22 de julio de 1936, no lo consiguieron pues estaba enfermo atacado por un fuerte catarro nasal. Hasta la fecha de su detención definitiva, diariamente y en compañía de su familia rezaba el Santo Rosario, demostrando en todo momento una sólida piedad y una confianza absoluta en los designios de Dios. Distinguiéndose siempre por una caridad sólida, amando y perdonando a todos, socorriendo al pobre y teniéndoles siempre presentes en sus miserias y aflicciones.
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