domingo, 6 de octubre de 2013

DOMINGO XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO


Evangelio
En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y os obedecería.
¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: Enseguida, ven y ponte a la mesa? ¿No le diréis más bien: Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú? ¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer».
Lucas 17, 5-10


ALÉGRATE INÚTIL


¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches?
La fe, como el amor, tiene en el tiempo un aliado y un enemigo. Si se cuida, crece y madura con el tiempo. Pero si no se cuida…
Decía santa Teresa que esta vida es una mala noche en una mala posada. Vale. ¿Y si dura dos noches? ¿Y si dura tres noches? Puede hacerse muy larga y, entonces, uno empieza a decir ¿hasta cuándo, Señor? A veces creer es esperar y seguir esperando contra toda esperanza. Creo que se dice así. A veces creer es ser paciente. El pobre Habacuc tenía ante los ojos desgracias, trabajos, violencias, catástrofes… Y claro que confiaba en Dios pero se preguntaba ¿hasta cuando? Y la respuesta del buen Dios fue: Espera. Espera, Habacuquillo mío. Lo que Dios le dijo a Habacuc fue: espera, el justo vivirá por su fe. Espera y verás.
No endurezcáis el corazón.
Y ¿qué es endurecer el corazón? Pues, endurecer el  corazón, es dejar de confiar en Dios cuando las cosas vienen mal dadas. Es decir: hasta aquí hemos llegado, no aguanto más. Es andar lloriqueando y quejándose como los israelitas en Meribá hace un puñado de años o como yo en Albatera ayer, sin ir más lejos: no aguanto más, no aguanto más y no aguanto más.
Preguntas: ¿hasta cuándo? Y te responde Jesús desde la Cruz calladito, sufriendo y abriendo la boca al final para decir: Ya está, ya he hecho todo lo que me habías encargado. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
Aviva el fuego de la gracia…
Cuando vienen las dificultades uno puede endurecer el corazón o avivar el fuego de la gracia. Eso, avivar el fuego, es cuidar la fe y el amor y la esperanza que se nos han dado. Y aquí, hermano, tengo que decirte que no es a base de autoestima y de autoayuda como se aviva la gracia sino con la gracia de los sacramentos y con la oración y eso.
¿Que pasa? ¿Estás cansado? Descansa. ¿Cómo? Duerme un rato y date un buen baño.  Luego de hacer examen de conciencia y de confesar tus pecados -empezando por los más gordos- ve y comulga. Ya verás qué bien.
Auméntanos la fe.
Jesús andaba diciéndole a los suyos que hay que pasar mucho para entrar en el Reino y todo eso. Y sintieron la necesidad de pedirle: auméntanos la fe. Y Él se puso a decirles que no necesitaban aumento de fe sino fe a secas; que en materia de fe basta con un granito de mostaza. Que no hacen falta toneladas ni carretas de fe y que no hay que exagerar porque si uno tiene fe como un granito de mostaza y vive y piensa y habla y obedece y manda según esa fe, esa fe crecerá en él y en los demás y echará raíces en el mundo y dará gloria ver lo que pasa: moreras y montañas que van y se plantan en el mar como si nada.
Y ¿qué es vivir y pensar y hablar y escuchar y obedecer y mandar según la fe católica? Pues es no avergonzarse de Jesús, no tener miedo de dar la cara por Él y tomar parte en los duros trabajos del evangelio. El que vive y piensa y habla y escucha y obedece y manda así -sin avergonzarse de Jesús y tomando parte en los duros trabajos del evangelio- si persevera, verá. Y se preguntará: ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tendré que vivir en la fe?
Responderá Jesús: Sabes lo  qué es un siervo, ¿verdad? Es un esclavo. Un esclavo trabaja todo el día en el campo y cuando vuelve a casa no le hacen un monumento por haber trabajado sino que le dan más trabajo. Y luego, cuando ya ha hecho toda la faena del día se alegra diciendo: “ya está, ya he hecho todo lo que tenía que hacer”. No espera que le den las gracias ni que le hagan un monumento ni que le dediquen un aplauso a su autoestima. Así el esclavo se acostumbra a hacer lo que tiene que hacer hasta que un día se muere. Así el Siervo de Dios. Antes de morir dice: Todo está consumado. A tus manos encomiendo mi espíritu. Y, justo entonces, el Elogio: siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor. Y el siervo bueno y fiel se pasa la eternidad diciendo:” Me limité a cumplir tu Voluntad, valió la pena. Me alegro”. Y, conforme penetra en la eternidad de Dios, va comprendiendo que ni fue tan larga la noche ni fue tan mala la posada.

D. Javier Vicens Hualde
Párroco de S. Miguel de Salinas (Alicante)
 

1 comentario:

gosspi dijo...

aisssss que me haces disfrutar!!! Este evangelio no lo entendía tiempo atrás...y es que hasta que no te pone una buena prueba de sufrimiento donde te hace ver tus pecados....no caes en el cuenta de que no somos Dios!..El ES...yo sin El no soy nada...y eso espero...acabar cada día diciendo : Señor, aqui me tienes, perdoname si no he puesto amor en los trabajos ..ayuda mi fe y sigue conmigo...solo quiero vivir para ti y darte toda la Gloría a ti, pues sin ti no soy Nada" y esta oración me ayuda a dormir bien y deseando el Nuevo Dia.