Evangelio
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.
Lucas 2, 16-21
Bajo la mirada maternal de María comenzamos un año nuevo. Su maternidad divina es un misterio y un acontecimiento histórico: Jesucristo, Persona Divina, nació de María Virgen, la cual es, en el sentido más pleno, su madre. Se trata del misterio más antiguo y fundamental en lo que concierne a la persona y a la función de María en la historia de la salvación. El Padre eterno dispuso que el Verbo se encarnase y se hiciese hombre en el seno de una mujer por la acción del Espíritu Santo. Y esa mujer es María. Con este proceder, Dios manifiesta que no actúa sin los seres humanos, sino con su colaboración. María tiene un lugar determinado en el plan de salvación de Dios, que envía a su Hijo al mundo para conducir a la plenitud de vida a la Humanidad. Como señala el Siervo de Dios Pablo VI, «el misterio de Cristo está marcado, por designio divino, de participación humana. Ha querido tener una madre; ha querido encarnarse mediante el misterio vital de una señora, de la Señora bendita entre todas».
Y María, Madre de Cristo, es también Madre nuestra. La maternidad espiritual de María se fundamenta sobre todo en las palabras que Jesús dirige tanto a ella como a Juan antes de morir: «Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa». Según el Beato Juan Pablo II, estas palabras constituyen una escena de revelación, ya que, por un lado, expresan los sentimientos de Cristo en su agonía y, a la vez, contienen un profundo significado para la fe y la espiritualidad cristiana. El Señor establece unas relaciones nuevas entre María y los cristianos. Más allá de la preocupación de un hijo por la situación en que quedará su madre, la entrega recíproca que hace Jesús constituye el hecho más importante para comprender el papel de la Virgen María en la economía de la salvación. El encargo principal no es confiar su madre a Juan, sino confiar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna.
Y María, Madre de Cristo, es también Madre nuestra. La maternidad espiritual de María se fundamenta sobre todo en las palabras que Jesús dirige tanto a ella como a Juan antes de morir: «Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa». Según el Beato Juan Pablo II, estas palabras constituyen una escena de revelación, ya que, por un lado, expresan los sentimientos de Cristo en su agonía y, a la vez, contienen un profundo significado para la fe y la espiritualidad cristiana. El Señor establece unas relaciones nuevas entre María y los cristianos. Más allá de la preocupación de un hijo por la situación en que quedará su madre, la entrega recíproca que hace Jesús constituye el hecho más importante para comprender el papel de la Virgen María en la economía de la salvación. El encargo principal no es confiar su madre a Juan, sino confiar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna.
Así lo recoge la oración más antigua que se conoce a María: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no desoigas la oración de tus hijos necesitados, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita». Edgar Lobel, papirólogo de la Universidad de Oxford, descubrió en las proximidades de la antigua ciudad egipcia de Oxirrinco un papiro que contenía el texto en griego de esta oración. Hoy en día, continuamos rezando esta plegaria. Resulta conmovedor saber que nuestros hermanos de Egipto se dirigen a María con esta oración aproximadamente desde el año 250, que es la fecha en la que Edgar Lobel dató el papiro.
+ José Ángel Sáiz Meneses
obispo de Tarrasa
obispo de Tarrasa
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