miércoles, 25 de noviembre de 2009

SOBRE EL BUEN HUMOR IV


c) Buscar lo que importa

Jesucristo nos ha dejado palabras verdaderas que deberían llenarnos de paz: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os inquietéis por el día de mañana, pues el mañana tendrá su propia inquietud. A cada día le basta su contrariedad” (Mt 6, 33-34).
Lo primero que tenemos que buscar es lo que importa. Y lo único que importa es que hoy -no mañana- agrademos a nuestro Padre, realizando por amor a Él los deberes de hoy. Y entre las cosas que más importan está algo tan sencillo como esto: hablar con nuestro Padre, orar. Si eso es lo primero en nuestra vida, entonces todo adquiere un nuevo sentido.
Hay un secreto para tener paz: “Todos los problemas que nos agobian en esta vida es porque no rezamos o rezamos mal” (S. Juan Bautista María Vianney). El que reza sigue teniendo problemas. Pero la gran diferencia es que no le agobian.
El secreto es hablar con Dios como se habla con un Padre que está a nuestro lado y nos escucha, y tiene en sus manos la solución para todas nuestras preocupaciones.
Si hablamos los problemas con Dios, dejan de agobiarnos, porque dejan de ser “sólo” nuestros.

d) Dios es Padre

¡Rezar! ¡Pedir ayuda a Dios! Esto choca frontalmente con una mentalidad que se llama a sí misma científica y pragmática, que se niega a admitir toda dependencia de Dios, como si fuese cosa de tiempos pasados. ¡Qué pena! El hombre autónomo, independiente y triunfador está incapacitado para comprender a un Dios que es Padre, y su preocupación amorosa por todo lo que sucede a sus hijos.
No es extraño. Una fuerte corriente de la cultura moderna ha desterrado el concepto de Padre: nos han dicho que somos hermanos libres e iguales, pero sin Padre. Ahora bien, sin Padre no puede haber hermanos y el hombre se transforma en lobo para el hombre.
Es urgente volver a hablar de Dios Padre. Sobre todo, es urgente volver a tratar a Dios como Padre. “El que no se sabe hijo de Dios, desconoce su verdad más íntima”, afirma S. Josemaría Escrivá. Desconoce la verdad más gozosa sobre sí mismo. En realidad, no conoce el sentido de su existencia, no sabe quién es verdaderamente y para qué vive en este planeta.
Nuestra vida cambiaría radicalmente si cada día dedicásemos aunque sólo fuese media hora a hablar a solas con Dios y con la Virgen, nuestra Madre. La solución es así de sencilla y está en nuestras manos.
Abandono, confianza total en Dios, oración: pensamos que no es otro el fundamento del buen humor (¡hasta a la hora de la muerte!) de Tomás Moro.

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