La cumbre del cambio de Pablo fue la nueva visión del plan de salvación, que encontramos resumida en sus cartas a los Efesios (Ef 1, 2-13), a los Filipenses (Flp 2, 4-11) y a los Romanos (3-4), donde se entrelazan varios factores:
El designio de Dios en Cristo Jesús.
Jesús, que nos rescata al precio de su sangre.
El sello del Espíritu Santo que hace presente y eficaz los frutos de la redención.
En estos tres campos, el aplicado discípulo de Gamaliel sufrió una profunda metamorfosis; o mejor, meta - noia (cambio de mentalidad). A partir de Damasco, se erosionaron sus antiguos paradigmas. Más que Pablo caer al suelo, se derrumbaron sus principios religiosos, tanto del papel de Dios como la responsabilidad del hombre con respecto a la salvación. Pablo descubre algo que supera todo cuanto pudiéramos pedir o imaginar: La salvación es por gracia; es gratuita.
Este tema ofrece la visión evangélica del plan universal de salvación, pues hay muchos cristianos que todavía viven bajo los antiguos paradigmas de la redención. Sin embargo, no se trata de saberlo en la cabeza, sino de experimentarlo en la vida.
Cuando Saulo transforma su visión de Jesús, automáticamente modifica la forma en que concebía la redención. Si antes se ganaba o merecía por el cumplimiento de la Ley, ahora es un regalo gratuito de la misericordia de Dios, pues Jesús ya pagó el precio de nuestro rescate.
A. VISIÓN DE SAULO SOBRE LA SALVACIÓN Siguiendo con la tradición bíblica que afirmaba: “Quien cumple la Ley, vivirá por ella” (Jer 10, 5; Rom 10, 5), Saulo cree y profesa que la salvación se merece por el cumplimiento de la Ley. Por eso, se esforzaba en cumplir con rigor todos los mandamientos y preceptos de la legislación mosaica.
Así lo enseñaba la tradición y así también era promulgado por las autoridades religiosas.
B. EXPERIENCIA DE PABLO: POR GRACIA QUE EXCLUYE LAS OBRAS DE LA LEY
En primer lugar desenmascara un grave sofisma cuando afirmaba que el hombre se salvaba por la observancia de todos los mandamientos y preceptos de la Ley. Por lo tanto, nadie, absolutamente nadie ha podido ni es capaz de cumplirla. Así, es imposible salvarse por las puras fuerzas humanas. Al contrario, se cae en condenación por transgredir la Ley.
Por otro lado, descubre que Jesús ya pagó nuestra cuenta, nuestra deuda, por haber comido del fruto prohibido. A nosotros no nos cuesta nada, porque ya le costó su sangre inocente. Él pagó la factura pendiente:
Canceló la nota de cargo que había contra nosotros y la suprimió, clavándola en la cruz: Col 2, 14.
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia hemos sido salvados y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús.Hemos sido salvados por la gracia (gratuitamente), mediante la fe; y esto no viene de nosotros, sino que es un don de Dios: Ef 2, 4-8.
Fuimos a comer a un restaurante. Al momento de querer pagar la cuenta, no recibían la tarjeta de crédito, por lo que tendríamos que ir irremediablemente a la cárcel. Pero, en ese instante se acerca el mesero y nos dice:- El dueño del restaurante los conoce muy bien y nada tienen que pagar.
Aceptar que la salvación es gratuita es difícil, pues escogemos gloriarnos en nuestros méritos. Se prefiere ganar la salvación, que agradecerla. Pablo tuvo que aprenderlo de una manera muy dramática, cuando se dio cuenta que su tarjeta de crédito (el cumplimiento de la Ley) no tenía valor alguno delante de Dios.
Pablo sabe que está delante de dos sistemas antagónicos y que debe elegir uno de los dos: O seguir esforzándose escalando los 613 preceptos o aceptar el regalo de la salvación. En otras palabras, Saulo debe elegir entre seguir siendo discípulo del legislador del Sinaí o ser siervo de Jesús de Nazaret. Pablo tiene que escoger.
Si se salva por la Ley, ya no es por la gracia; y si es gracia, no es por la Ley (Rom 11, 6). No hay términos medios. Uno excluye al otro y viceversa.
Un hombre muy bueno y piadoso se murió. Pensaba que llevaba tantos méritos en su caja de ahorros, que supuso que lo recibirían coros angélicos y le impondrían una guirnalda en su cabeza.Sin embargo, San Pedro apenas si abrió la mitad de la puerta y le advirtió que necesitaba 1000 puntos para poder entrar al cielo. Aquel cristiano comenzó a presentar sus méritos, para llenar la cuota:- “Siempre fui a Misa”. 2 puntos, anotó San Pedro.- “Ayudé a los pobres”. 3 puntos. Llevas 5.- “Leía la Biblia”. 1 punto. Van 6.- “Predicaba los fines de semana”. 1 punto más: 7, sumó San Pedro.- “Fui buen marido y nunca le fui infiel a mi esposa”. 1 punto, porque sólo hiciste lo que tenías que hacer.Después de un silencio de reflexión, añadió:- “Pagaba los impuestos”. 3 puntos, comentó admirado San Pedro, porque eso casi nadie lo hace. Ya llevas 11. Sólo 11.Aquel hombre comenzó a sudar, pues no encontraba más méritos y sólo tenía 11 puntos. Entonces, dando un profundo suspiro, expresó:- “Creo que a este paso voy a necesitar de la misericordia divina.”- “¡1000 puntos!”, exclamó San Pedro y le abrió la puerta.
O se gloría en sus méritos o se gloría en la misericordia de Dios. O lleva cuenta de sus méritos o se abandona al amor de Dios por los pecadores. O lleva cuenta de sus buenas obras o pierde la cuenta de los innumerables favores de la misericordia de Dios, que hace gracia con quien quiere, porque es soberanamente libre.
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia hemos sido salvados y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús.Hemos sido salvados por la gracia (gratuitamente), mediante la fe; y esto no viene de nosotros, sino que es un don de Dios, tampoco viene de las obras para que nadie se gloríe: Ef 2, 4-9.
Damasco fue un terremoto que tambaleó el antiguo sistema de Saulo. Había que tomar una decisión: Renunciar a la tarjeta de crédito del Sinaí o aventurase en el camino de la misericordia de Dios. O confiar en sí mismo o depender del amor de Dios. Pablo tenía de decidir, porque ambos sistemas eran antagónicos y excluyentes. Aceptar que Jesús ya pagó la cuenta o seguir intentando cubrir una cuenta impagable y eterna.
Cuando es alcanzado por Jesús en el camino de Damasco, se da cuenta de que “no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia” (Rom 9, 16). Ha reconocido en carne propia que “la total justificación no se obtiene por (el cumplimiento de) la Ley de Moisés” (Hech 13, 38), sino que el justo vive por la fe (Rom 1, 18), pues es evidente que la Ley no justifica a nadie (Gal 3, 11), por la simple razón que nadie la cumple.
C. APLICACIÓN A NUESTRA VIDA
Nosotros por nuestra cuenta, tal vez también hemos hecho nuestros ahorros e inversiones en el Banco del Sinaí y presumimos una tarjeta de crédito del mismo Banco. Pero en el Reino esa tarjeta no tiene valor; no la reciben. Es simple plástico.
Por otro lado, Jesús nos repite: "Yo ya pagué la cuenta completa, al precio de mi sangre, de mi vida". Ahora, a nosotros nos toca decidir si seguimos confiando en nuestra tarjeta de crédito o nos abandonamos a la sangre de Jesucristo. Una de dos, porque no se pueden conjugar ambos sistemas.
Lo que es por gracia no es por las obras de la Ley. Por lo tanto nosotros también hemos de tomar uno de los dos caminos: O trato de llenar la cuota de los mil puntos o me abandono a la misericordia de Dios. O tiro la sumadora o levanto mis manos para agradecer.
Lo cierto es que nuestra tarjeta de crédito no es recibida en el Reino de la gracia. No tiene valor. Es sólo plástico.
Pablo ha vivido una completa revelación en su concepción de cómo se realizó el plan de Dios.
Él había corrido por el camino de la Ley. Pero de pronto se da cuenta de que no se trata de correr sino de que Dios tenga misericordia, como a él le pasó en el camino de Damasco: Ya no va a tratar de pagar la cuenta de su pecado, sino que va a entregarle la factura a Jesús, para que él la pague clavándola en su cruz.
Cuando recibe la revelación de que Jesús no sólo murió por él sino también en su lugar, se rinde totalmente a la libertad divina que tiene misericordia de quien quiere. En vez de intentar salvarse por sus propios méritos, se abandona para ser salvado por la muerte y resurrección de Jesús. Con Jesús muere para con él resucitar también.
Reconoce que su tarjeta de crédito no es mas que plástico, que no tiene valor alguno. Renuncia a sus inversiones en el Banco del Sinaí y depende tanto de Jesús, que afirma “Cristo es mi vida”.
LA SALVACIÓN ES UN DON GRATUITO DEL AMOR DE DIOS.
El designio de Dios en Cristo Jesús.
Jesús, que nos rescata al precio de su sangre.
El sello del Espíritu Santo que hace presente y eficaz los frutos de la redención.
En estos tres campos, el aplicado discípulo de Gamaliel sufrió una profunda metamorfosis; o mejor, meta - noia (cambio de mentalidad). A partir de Damasco, se erosionaron sus antiguos paradigmas. Más que Pablo caer al suelo, se derrumbaron sus principios religiosos, tanto del papel de Dios como la responsabilidad del hombre con respecto a la salvación. Pablo descubre algo que supera todo cuanto pudiéramos pedir o imaginar: La salvación es por gracia; es gratuita.
Este tema ofrece la visión evangélica del plan universal de salvación, pues hay muchos cristianos que todavía viven bajo los antiguos paradigmas de la redención. Sin embargo, no se trata de saberlo en la cabeza, sino de experimentarlo en la vida.
Cuando Saulo transforma su visión de Jesús, automáticamente modifica la forma en que concebía la redención. Si antes se ganaba o merecía por el cumplimiento de la Ley, ahora es un regalo gratuito de la misericordia de Dios, pues Jesús ya pagó el precio de nuestro rescate.
A. VISIÓN DE SAULO SOBRE LA SALVACIÓN Siguiendo con la tradición bíblica que afirmaba: “Quien cumple la Ley, vivirá por ella” (Jer 10, 5; Rom 10, 5), Saulo cree y profesa que la salvación se merece por el cumplimiento de la Ley. Por eso, se esforzaba en cumplir con rigor todos los mandamientos y preceptos de la legislación mosaica.
Así lo enseñaba la tradición y así también era promulgado por las autoridades religiosas.
B. EXPERIENCIA DE PABLO: POR GRACIA QUE EXCLUYE LAS OBRAS DE LA LEY
En primer lugar desenmascara un grave sofisma cuando afirmaba que el hombre se salvaba por la observancia de todos los mandamientos y preceptos de la Ley. Por lo tanto, nadie, absolutamente nadie ha podido ni es capaz de cumplirla. Así, es imposible salvarse por las puras fuerzas humanas. Al contrario, se cae en condenación por transgredir la Ley.
Por otro lado, descubre que Jesús ya pagó nuestra cuenta, nuestra deuda, por haber comido del fruto prohibido. A nosotros no nos cuesta nada, porque ya le costó su sangre inocente. Él pagó la factura pendiente:
Canceló la nota de cargo que había contra nosotros y la suprimió, clavándola en la cruz: Col 2, 14.
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia hemos sido salvados y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús.Hemos sido salvados por la gracia (gratuitamente), mediante la fe; y esto no viene de nosotros, sino que es un don de Dios: Ef 2, 4-8.
Fuimos a comer a un restaurante. Al momento de querer pagar la cuenta, no recibían la tarjeta de crédito, por lo que tendríamos que ir irremediablemente a la cárcel. Pero, en ese instante se acerca el mesero y nos dice:- El dueño del restaurante los conoce muy bien y nada tienen que pagar.
Aceptar que la salvación es gratuita es difícil, pues escogemos gloriarnos en nuestros méritos. Se prefiere ganar la salvación, que agradecerla. Pablo tuvo que aprenderlo de una manera muy dramática, cuando se dio cuenta que su tarjeta de crédito (el cumplimiento de la Ley) no tenía valor alguno delante de Dios.
Pablo sabe que está delante de dos sistemas antagónicos y que debe elegir uno de los dos: O seguir esforzándose escalando los 613 preceptos o aceptar el regalo de la salvación. En otras palabras, Saulo debe elegir entre seguir siendo discípulo del legislador del Sinaí o ser siervo de Jesús de Nazaret. Pablo tiene que escoger.
Si se salva por la Ley, ya no es por la gracia; y si es gracia, no es por la Ley (Rom 11, 6). No hay términos medios. Uno excluye al otro y viceversa.
Un hombre muy bueno y piadoso se murió. Pensaba que llevaba tantos méritos en su caja de ahorros, que supuso que lo recibirían coros angélicos y le impondrían una guirnalda en su cabeza.Sin embargo, San Pedro apenas si abrió la mitad de la puerta y le advirtió que necesitaba 1000 puntos para poder entrar al cielo. Aquel cristiano comenzó a presentar sus méritos, para llenar la cuota:- “Siempre fui a Misa”. 2 puntos, anotó San Pedro.- “Ayudé a los pobres”. 3 puntos. Llevas 5.- “Leía la Biblia”. 1 punto. Van 6.- “Predicaba los fines de semana”. 1 punto más: 7, sumó San Pedro.- “Fui buen marido y nunca le fui infiel a mi esposa”. 1 punto, porque sólo hiciste lo que tenías que hacer.Después de un silencio de reflexión, añadió:- “Pagaba los impuestos”. 3 puntos, comentó admirado San Pedro, porque eso casi nadie lo hace. Ya llevas 11. Sólo 11.Aquel hombre comenzó a sudar, pues no encontraba más méritos y sólo tenía 11 puntos. Entonces, dando un profundo suspiro, expresó:- “Creo que a este paso voy a necesitar de la misericordia divina.”- “¡1000 puntos!”, exclamó San Pedro y le abrió la puerta.
O se gloría en sus méritos o se gloría en la misericordia de Dios. O lleva cuenta de sus méritos o se abandona al amor de Dios por los pecadores. O lleva cuenta de sus buenas obras o pierde la cuenta de los innumerables favores de la misericordia de Dios, que hace gracia con quien quiere, porque es soberanamente libre.
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia hemos sido salvados y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús.Hemos sido salvados por la gracia (gratuitamente), mediante la fe; y esto no viene de nosotros, sino que es un don de Dios, tampoco viene de las obras para que nadie se gloríe: Ef 2, 4-9.
Damasco fue un terremoto que tambaleó el antiguo sistema de Saulo. Había que tomar una decisión: Renunciar a la tarjeta de crédito del Sinaí o aventurase en el camino de la misericordia de Dios. O confiar en sí mismo o depender del amor de Dios. Pablo tenía de decidir, porque ambos sistemas eran antagónicos y excluyentes. Aceptar que Jesús ya pagó la cuenta o seguir intentando cubrir una cuenta impagable y eterna.
Cuando es alcanzado por Jesús en el camino de Damasco, se da cuenta de que “no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia” (Rom 9, 16). Ha reconocido en carne propia que “la total justificación no se obtiene por (el cumplimiento de) la Ley de Moisés” (Hech 13, 38), sino que el justo vive por la fe (Rom 1, 18), pues es evidente que la Ley no justifica a nadie (Gal 3, 11), por la simple razón que nadie la cumple.
C. APLICACIÓN A NUESTRA VIDA
Nosotros por nuestra cuenta, tal vez también hemos hecho nuestros ahorros e inversiones en el Banco del Sinaí y presumimos una tarjeta de crédito del mismo Banco. Pero en el Reino esa tarjeta no tiene valor; no la reciben. Es simple plástico.
Por otro lado, Jesús nos repite: "Yo ya pagué la cuenta completa, al precio de mi sangre, de mi vida". Ahora, a nosotros nos toca decidir si seguimos confiando en nuestra tarjeta de crédito o nos abandonamos a la sangre de Jesucristo. Una de dos, porque no se pueden conjugar ambos sistemas.
Lo que es por gracia no es por las obras de la Ley. Por lo tanto nosotros también hemos de tomar uno de los dos caminos: O trato de llenar la cuota de los mil puntos o me abandono a la misericordia de Dios. O tiro la sumadora o levanto mis manos para agradecer.
Lo cierto es que nuestra tarjeta de crédito no es recibida en el Reino de la gracia. No tiene valor. Es sólo plástico.
Pablo ha vivido una completa revelación en su concepción de cómo se realizó el plan de Dios.
Él había corrido por el camino de la Ley. Pero de pronto se da cuenta de que no se trata de correr sino de que Dios tenga misericordia, como a él le pasó en el camino de Damasco: Ya no va a tratar de pagar la cuenta de su pecado, sino que va a entregarle la factura a Jesús, para que él la pague clavándola en su cruz.
Cuando recibe la revelación de que Jesús no sólo murió por él sino también en su lugar, se rinde totalmente a la libertad divina que tiene misericordia de quien quiere. En vez de intentar salvarse por sus propios méritos, se abandona para ser salvado por la muerte y resurrección de Jesús. Con Jesús muere para con él resucitar también.
Reconoce que su tarjeta de crédito no es mas que plástico, que no tiene valor alguno. Renuncia a sus inversiones en el Banco del Sinaí y depende tanto de Jesús, que afirma “Cristo es mi vida”.
LA SALVACIÓN ES UN DON GRATUITO DEL AMOR DE DIOS.
Jose H.Prado Flores
1 comentario:
la última frase,puro San Pablo,a veces es discutida.No por mi,es mi esperanza y creo que la fuente de nuestra paz.Un abrazo M.A
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