miércoles, 22 de enero de 2014

LA ULTIMA CATEQUESIS DE SAGRARIO

Reproducimos a continuación el artículo dedicado en la Familia Parroquial a Sagrario Aguirre, catequista de nuestra Parroquia que falleció el pasado 22 de Noviembre. Su testimonio de vida sin duda, nos hace dar gracias a Dios y glorificarle porque sigue haciendo su obra en medio de nosotros.



Una de las acciones evangelizadores esenciales de la Iglesia es la catequesis, que se ofrece normalmente a aquellas personas que, tras el anuncio misionero, han experimentado una conversión inicial. Y para este cometido de la acción catequística solemos contar con fieles cristianos laicos, los cuales, de modos diversos, se sienten llamados por el Señor para llevar a cabo esta tarea con instrumentos adecuados, por ejemplo, los catecismos y otros materiales. En este cometido de la acción evangelizadora de la catequesis ocupa un lugar importante la persona del catequista, no sólo por lo que hace o sabe, sino sobre todo por lo que esa persona es. Ciertamente que son importantes las destrezas, la didáctica, los conocimientos, pero mucho más importante es la vocación de la persona del catequista. La identidad de éste radica en la llamada amorosa de Dios Padre para participar en la misión de Jesucristo y movido por el Espíritu Santo, viviendo en comunión con la Iglesia, se pone al servicio del hombre.

Cuando la persona del catequista es contemplada desde esta perspectiva trinitaria se descubre la belleza y la grandeza del don recibido y, al mismo tiempo, las exigencias que dimanan de esta gracia que Dios le ha otorgado. Asimismo se entiende mejor la necesidad de configurarse con el misterio pascual de Cristo para poder anunciarlo con mayor fidelidad. Ciertamente, la muerte y la resurrección de Jesús son el centro del mensaje que transmite la catequesis y la fuente que nutre la vida espiritual del catequista. «Nosotros anunciamos a un Cristo crucificado» (1 Co 1,23).Por lo tanto, el catequista ha de tener muy presente que la transmisión del Evangelio pasa por la cruz y que él debe seguir a Jesús, cargado con ella. Configurándose pacientemente con la pasión de Cristo fue aprendiendo a profundizar en la vocación del catequista nuestra feligresa Sagrario Aguirre, sobre todo en los últimos años de su vida, cuando al despertarse la enfermedad que la conduciría hasta la muerte, con los primeros síntomas de la misma, le fue impedido el poder realizar el acompañamiento de los niños en la educación en la fe.

Con gran humildad y dolor manifestó la imposibilidad de seguir realizando esta tarea que tanto le apasionaba y cuidaba con especial cariño, y que a partir de ahora sería ofreciendo su vida inmolada. El Señor, en su misterioso proyecto de salvación, tenía a partir de entonces otro cometido para Sagrario: ser catequista de adultos con el testimonio elocuente de la propia vida, sufriendo con serenidad de ánimo, con entereza, y hasta con una sonrisa en los labios, que con frecuencia afloraba en ellos, el deterioro progresivo de su propio cuerpo, que tanta dificultad tenía hasta para poder alimentarse o comunicarse, y aún en medio de esta difícil situación para manifestar lo que sentía y padecía en su alma; sin embargo, siempre que un sacerdote la visitaba lo primero que deseaba era manifestar sus pecados de la forma que ella sabía y podía hacerlo para recibir el abrazo misericordioso de Dios en el sacramento de la Penitencia. Y es que mediante la comunión física en los sufrimientos de la pasión de Cristo, Dios le fue desvelando el misterio de su Amor infinito, el cual “sólo se puede entender desde la fe” como solía repetir ella. Y cuando Dios le hace a una persona experimentar más su Amor, más imperfecta se percibe. De ahí la necesidad que sentía de confesar sus pecados. Tanta paz y tanta esperanza en la vida eterna puso Dios en su corazón, que, cuando ya había decidido donar para la ciencia su cuerpo una vez que muriese, dispuso con plena lucidez ante su familia la celebración de una Misa funeral el mismo día de su partida para el encuentro con Dios (22 de noviembre), aunque su cuerpo ya no estuviera entre los suyos. Esta expropiación total que vivió Sagrario es signo de su fe en grado heroico, quien encontró en su esposo, hijo, y demás familia, cirineos abnegados hasta la extenuación. ¡Dios sea bendito! por la obra realizada en Sagrario.

La Redacción

2 comentarios:

andresz dijo...

Nosotros los familiares os agradecemos la reseña que habéis publicado. Sagrario fue así toda su vida, pero en los último años nos enseñó muchas cosas, más de las que pudiéramos contar. Nos enseñó que la bondad, generosidad, paciencia, humildad... se puede conseguir gracias a la FE. Nos sentimos afortunados, pues Dios nos ha regalado vivir a su lado.
Gracias.
LA FAMILIA

LA FAMILIA dijo...

Nosotros los familiares os agradecemos la reseña que habéis publicado. Sagrario fue así toda su vida, pero en los último años nos enseñó muchas cosas, más de las que pudiéramos contar. Nos enseñó que la bondad, generosidad, paciencia, humildad... se puede conseguir gracias a la FE. Nos sentimos afortunados, pues Dios nos ha regalado vivir a su lado.
Gracias.
La familia.