jueves, 9 de enero de 2014

¿HAY UNA CAUSA?



Hemos traducido este video porque nos ha parecido un excelente recurso para el apostolado (gracias Alex Reyes y Lorena Tabares). El video muestra de manera sintética el argumento lógico de porqué el universo tiene una causa (“The cosmological argument”). Se basa en tres proposiciones, de las cuales, al comprobarse dos de ellas, validan la tercera. “Todo lo que empieza a existir tiene una causa”, “El universo comenzó a existir”. Por lo tanto, “el universo tiene una causa”. Es una muestra sencilla, desde un argumento cosmológico, lo razonable que es creer.
Elementos apostólicos
Por un lado, el video me hacía pensar en el ser humano. El hombre, por su naturaleza, busca la verdad. Pero pensaba, al mismo tiempo, que no se contenta con conquistar verdades parciales o científicas. Su búsqueda tiende hacia una verdad superior que pueda explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que solo encuentra solución en el absoluto. Siempre tiende a algo que está encima del objeto limitado inmediato de los estudios, a los interrogantes que abren el acceso al misterio. Por eso, tantos científicos en la historia no se han conformado con los estudios ya realizados, sino que han ido cada vez más allá. Eso justamente me habla de cómo la búsqueda del hombre es interminable, porque se va abriendo al Misterio de la Verdad, en el cual, su razón no puede agotarla, sino que se ve necesitado de ir más allá de sí misma, en apertura a un “Otro” que se le revele.
Además, estuve leyendo la “Fides et Ratio” de Juan Pablo II que habla de la relación imprescindible entre la razón y la fe. En esa encíclica, el Santo Padre describe algunas reglas o parámetros de la razón que me parecen relevantes para el diálogo después de ver el video. En primer lugar, el conocimiento del hombre es un camino sin descanso; en segundo lugar, no se puede recorrer este camino creyendo que es fruto solamente de una conquista personal; y, finalmente, la razón debe reconocer sus límites y debe estar abierta al absoluto. Si alguna de estas reglas no se cumplen, el hombre no se abre a lo trascendente dimitiendo de su propia humanidad que la busca y, por lo tanto, dimitiendo también de su razón y su capacidad de conocer la Verdad.
Y por último, el Santo Padre, en la misma encíclica, hacía referencia a cómo además de esta búsqueda de la verdad también existe una búsqueda de alguien en quién fiarse. El hombre vive de creencias. Cada uno, al creer, confía en los conocimientos adquiridos por otras personas. El hombre vive confiando. De hecho, confiar es uno de los “actos antropológicamente más significativos y expresivos”. Por ejemplo, ¿nosotros acaso dudamos de que nuestro padre es nuestro padre? o ¿dudamos si la gaseosa que compramos está envenenada o no? Vivimos confiando y no nos damos cuenta. En ese sentido, la búsqueda de la verdad y la de confiar y creer en la verdad que otro le manifiesta encuentran su realización en la fe cristiana. En efecto, “superando el estudio de la simple creencia, la fe cristiana coloca al hombre en ese orden de gracia que le permite participar en el Misterio de Cristo, en el cual se ofrece el conocimiento verdadero y coherente de Dios Uno y Trino.” En ese Misterio Revelado, es Dios mismo que se manifiesta como la Verdad y expresa credibilidad porque su Amor por nosotros es llevado al extremo en una Cruz. ¿Qué mayor credibilidad y verdad que esa? Que Dios mismo se hizo Hombre por amor al hombre y para mostrarnos cómo ser auténticos hombres.

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