En la Santa Misa concelebraron también cinco arzobispos y 21 obispos, entre ellos D. Demetrio Fernández González y D. Ángel Rubio Castro, quienes acompañaron a D. Ángel por las naves de la catedral bendiciendo a los fieles. Así como los anteriores auxiliar de Toledo, D. Juan José Asenjo y D. Carmelo Borobia.
Al finalizar la eucaristía, el nuevo Obispo auxiliar pronunció unas palabras ante todos los asistentes, para «expresar mi agradecimiento a Dios por el inmenso don que hoy he recibido de Él para el servicio en su Iglesia», manifestando «mi disponibilidad para servirle siempre con la entrega de mi vida y mi voluntad de servir a la Iglesia desde mi fe, esperanza y caridad, y desde mis pobrezas y limitaciones, especialmente a los más necesitados y faltos de fe».
Tras dar las gracias al Santo Padre Francisco, “que ha querido agregarme al Colegio de los Apóstoles”, y al arzobispo de Toledo, porque “ha deseado contar con mi ayuda en el ejercicio del pastoreo en la archidiócesis”, hizo referencia a las palabras que aparecen en su escudo episcopal «como lema del ministerio apostólico que ahora se me encomienda, apoyado en unas palabras del apóstol San Pablo en la carta a los Gálatas: ‘Evangelizare Iesum Christum’, anunciar a Jesucristo».
«En ello –añadió– pondré mi vida y corazón, mis palabras y obras, ayudando, auxiliando, apoyando fielmente al Sr. Arzobispo de Toledo en las tareas pastorales que me encomiende en esta querida diócesis de Toledo».
“Intentaré –dijo seguidamente– ser para todos, con la gracia de Dios, a imagen de Jesucristo Buen Pastor, un obispo, un pastor con corazón, con sentimientos, con experiencia profunda del amor divino y con entrega caritativa a todos, con bondad, sencillez y humildad, con serenidad, fortaleza y sabiduría. Pedid para que el Señor me lo conceda para bien vuestro y el de la Iglesia».
D. Ángel concluyó sus palabras recordando y encomendándose a «cinco sacerdotes, hoy beatos y ojalá que muy pronto santos, a los que tengo gran devoción, a los que admiro y he recurrido en múltiples ocasiones y por los que me siento ayudado y protegido: el Papa Juan XXIII, el Papa Juan Pablo II, el Hermano Carlos de Foucauld, el sacerdote y mártir Domingo Sánchez Lázaro, párroco de mi pueblo (1902- 1907), y el sacerdote, capellán mozárabe en esta Catedral y mártir, Ricardo Plá Espí, del que fui su postulador diocesano».
Durante la celebración, el Sr. Arzobispo de Toledo, Mons. D. Braulio Rodríguez Plaza, pronunció la homilía en la que dijo que «el trabajo del obispo es hermoso: es ayudar a los hermanos a seguir adelante. El obispo delante de los fieles para marcar el camino; el obispo en medio de los fieles, para ayudar a la comunidad, y el obispo detrás de los fieles, porque éstos muchas veces tienen el olor de las calles. El obispo tiene que ser así. Son ideas del Papa Francisco cuando habló con periodistas en el viaje de vuelta de Río».
Dirigiéndose particularmente a D. Ángel le advirtió: “no te canses de anunciar a este Jesucristo, de quien tantos ya han oído hablar, pero nunca conocido suficientemente, al cual tantos de nosotros ya pertenecemos por nuestra condición de cristianos, pero no del todo convencidos de que Él, el principio y el fin, el alfa y la omega, la arcana y suprema razón de la historia humana y de nuestro destino; el mediador a manera de puente, entre la tierra y el cielo».
Tras la distribución de la Sagrada Comunión, el Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Renzo Fratini, pronunció unas palabras en las que expresó al nuevo obispo sus «mejores deseos en el ejercicio del ministerio episcopal», exhortándole «a una colaboración en unidad de propósitos y en armonía de empeño con el Sr. Arzobispo, prestándole gustoso una ayuda, no solo sincera y leal, sino también creativa y eficaz».
A la celebración asistieron la presidenta de Castilla-La Mancha, el alcalde de Toledo, el presidente de la Diputación Provincial, el consejero de Presidencia y el alcalde de Los Cerralbos, pueblo natal de don Ángel, entre otras autoridades civiles, militares y de la Universidad de Castilla-La Mancha. Estuvo acompañado, además, por el Cabildo Primado y más de doscientos sacerdotes que llenaban la capilla mayor del templo.
(Juan Díaz-Bernardo / Iglesiaactualidad)
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