miércoles, 22 de mayo de 2013

SERVIR-AMAR


En España, hay en la actualidad 378 diáconos permanentes, vocación especialmente orientada al servicio a la Iglesia, que está experimentando un notable incremento en todo el mundo, en los últimos años, sobre todo en Europa y Estados Unidos. La semana pasada fueron ordenados en Madrid cuatro nuevos diáconos permanentes; uno de ellos es, a su vez, hijo de otro diácono permanente. Alfa y Omega ha hablado con ambos sobre este ministerio en la Iglesia

Ordenación de cuatro diáconos permanentes,
el sábado pasado, en el Seminario de Madrid
La familia Marín es una familia especialmente volcada al servicio de la Iglesia. El padre, Fausto Marín, fue ordenado diácono permanente hace ahora dieciséis años; y su hijo Fausto recibió la ordenación diaconal el sábado pasado, junto a otros tres compañeros, de manos de monseñor César Franco, obispo auxiliar de Madrid. A la hora de hablar del diaconado permanente, ambos subrayan, sobre todo, dos palabras: vocación y servicio. «Lo más bonito de ser diácono permanente es que estás al servicio de la Iglesia, al servicio de los hermanos -explica Fausto padre-. No he venido a ser servido, sino a servir: el diácono debe tener esta frase del Señor como lema. Ha de ser un puente entre el pueblo de Dios y los sacerdotes. Y lo más importante, como en un presbítero o en cualquier cristiano, es el testimonio. Porque las palabras mueven, pero el testimonio arrastra. Todas las mañanas doy gracias a Dios y le pido la ilusión por este camino, y lo mismo he pedido estos días para mi hijo».
Fausto hijo añade que «la clave del diaconado es la palabra servicio, servir a la Iglesia lo mejor que podamos y con la mayor humildad posible, en ayuda al pueblo de Dios, con nuestros pastores y obispos. El Papa nos ha recordado recientemente que el poder servir, poder ayudar a los más necesitados, es una verdadera gracia».
El diácono permanente suele ser un hombre casado, con hijos, con 5 años al menos de matrimonio estable y que ha dado testimonio cristiano en la educación de los hijos y la vida familiar. Está al servicio de la Iglesia, especialmente en las parroquias, atendiendo a las necesidades de la comunidad parroquial, trabajando en Cáritas, en el despacho parroquial, oficiando entierros, impartiendo cursos prebautismales, ayudando a matrimonios en dificultades..., además de administrar los sacramentos del Matrimonio o del Bautismo, o proclamando el Evangelio en la Santa Misa.
En cualquier caso, hay algo que se debe dejar claro, a la hora de hablar del diaconado permanente: es una auténtica vocación, a la que no se responde sólo de manera individual, sino que implica al mismo matrimonio. Lo explica Fausto hijo: «Esta vocación nace desde el matrimonio: yo no habría sido diácono si mi mujer no hubiera querido que lo fuera. Para nosotros es algo fundamental en nuestra familia, no es una llamada exclusivamente individual». Además de ello, se puede decir que la vocación al diaconado permanente «une más al matrimonio; es una gracia para el matrimonio. Por ejemplo, nosotros rezamos la Liturgia de las Horas, y en esa oración de la Iglesia nos acompañan nuestras mujeres. El diaconado permanente existe también como un servicio del matrimonio a la comunidad; no es algo que hagamos nosotros solamente; nuestras mujeres nos ayudan a nosotros en nuestro servicio a la Iglesia. Mi mujer ha vivido todo esto como una gracia muy especial», cuenta Fausto. Y añade que el beneficio de esta llamada de Dios se extiende incluso a los hijos: «Que la familia se una en casa para rezar es una auténtica gracia de Dios. Mi hijo mayor, de cuatro años, nos ve a mi mujer y a mí rezando Vísperas, y cuando nos retrasamos por cualquier motivo viene él mismo con el libro para rezar con nosotros».
La fe, tras el 11-M

Fausto padre y Fausto hijo
Algo que ha unido también a los Marín ha sido el fallecimiento de Vicente, uno de los cuatro hijos de la familia, en los atentados del 11-M. Fausto padre afirma que la familia ha vivido siempre este acontecimiento «con mucha fe. En el Ifema, esperando la identificación de los familiares, veías que la gente que no tenía fe estaba derrumbada. Allí, un psicólogo me ofreció una pastilla, y le contesté: Por deferencia se la voy a coger -y todavía la conservo-; pero la pastilla que he tomado esta mañana es más importante: el Cuerpo de Cristo, que es Quien me está dando fuerzas». De aquellos días, Fausto hijo recuerda que, «desde el principio, nos centramos en rezar, por mi hermano y por las demás víctimas. Para nosotros, fue una prueba muy importante, y cada día doy gracias a Dios por habernos dado la fe»; a día de hoy, asegura que «mi hermano está presente cada día con nosotros, especialmente en el momento en que celebramos a Jesucristo, en la Eucaristía. Acabamos de celebrar la fiesta de la Ascensión: ésta es nuestra fe, y así la vivo yo todos los días. El sábado pasado, cuando recibí la ordenación diaconal, en el momento en que se cantaban las Letanías, yo estoy seguro de que él estaba allí con nosotros».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Publicado en Alfa y Omega

1 comentario:

quedateenminube dijo...

Me alegro mucho por esta familia, que rezan unida, que han transmitido a sus hijos la fe y que con esa fe saben salir de los momentos difíciles que les han pasado. ¡Felicidades por su nombramiento! Un abrazo!