Cuando se presentó en Madrid la biografía de Lolo, el Cardenal Javierre decía:
“Conociendo la predilección que nutre el Papa con los jóvenes y enfermos, cabe imaginar el gozo con que Juan Pablo II habrá de dar su bienvenida a Lolo, al hacer su ingreso en la Congregación de los Santos...”. Y añadía:
“No es difícil suponer la alegría que le espera a Juan Pablo II viendo a un inválido ascender a la gloria de Bernini. Conviene que la Congregación de los Santos convierta las escaleras en rampas. No me consta de precedentes de una subida en silla de ruedas. Por ello me encanta pensar que la Providencia haya reservado a Lolo el privilegio de semejante primado”.
1.- Pero ¿quién es Lolo?
Lolo fue un joven de A.C. Nació en Linares (Jaén. España) en 1920. A los 22 años una parálisis progresiva le sentó en un sillón de ruedas. Su inmovilidad fue total. Los últimos nueve años, también ciego.
Pero Lolo fue un joven seglar, un cristiano que se tomó en serio el Evangelio, o como decía de él Martín Descalzo: “Se dedicaba a ser cristiano. Se dedicaba a creer”.
Tan en serio se tomaba el Evangelio que un día alguien (Hno. Robert de Taizé) se acercó a su casa. Lo vio. Lo oyó hablar. Miró aquel cuerpecillo agarrotado. Tomó la pluma y escribió en la pantalla de la lámpara que alumbraba desde el rincón la mesa donde Lolo trabajaba. “Lolo, sacramento del dolor”.
Pero este joven de Acción Católica, que mantuvo la perenne alegría en su permanente sonrisa, “varón de dolores” y sin embargo sembrador de alegría en los cientos de jóvenes y adultos que se acercaban a él en busca de consejo, tenía un secreto (“El secreto de Lolo”, es el título de la biografía infantil en comics publicada por Blanca Aguilar).
2. ¿Cual es el secreto de Lolo que le hacía vivir la alegría en el dolor?
(“La alegría vivida en el dolor”, biografía de Lolo)
Lolo había sido un joven amante del deporte y de la naturaleza; alegre en sus travesuras infantiles y más alegre aún en sus juegos de juventud cuando comenzó a abrirse a la vida, a desear “devorar” apostólicamente el mundo.
Se había formado apóstol en el centro de jóvenes de la Acción Católica de Linares por los años de la década de 1930. “Para él la A.C. lo era todo”.
En la A.C. aprendió a amar con locura a la Virgen Nuestra Señora. De ella escribirá bellísimas páginas llenas de ternura y filial amor a lo largo de sus 28 años de escritor y periodista inválido.
En la A.C. curtió su fervor eucarístico que le marcó para toda la vida. Ahí quedan sus escritos sobre la fiesta del Corpus Christi o sobre el Jueves Santo o sobre el sacerdocio. Ya paralítico -desde el balcón de su casa situada justamente enfrente de las puertas de la Parroquia de Santa María de Linares, donde él fue bautizado y donde ahora reposan sus restos mortales- desde el balcón hacía un alto en sus trabajos de escritor paralítico y decía: “Ahora –frente a frente con el Sagrario- voy a echar con Él un parrafillo”.
3. La experiencia eucarística de Lolo
Lolo, que en su adolescencia le convirtió en otro “Tarsicio” llevando clandestinamente la Eucaristía durante la guerra, se hace en él más profunda cuando pasa la noche entera del Jueves Santo en prisión adorando al Señor Sacramentado que le habían pasado oculto en un ramo de flores.
La Eucaristía marcó a Lolo hasta los tuétanos. ¡Qué bellamente lo describe Martín Descalzo: “¡Misa en casa de Manolo!”; porque Lolo, que había descubierto lo que la Eucaristía es para la Iglesia y en la vida de cada cristiano, ya no podrá pasar sin tener cada día “Mesa redonda con Dios”; ese es el título de uno de sus libros. La Eucaristía es para Lolo fortaleza en su debilidad y alegría en su dolor, fuente de su inquietud apostólica y manantial para su pluma.
4. Apóstol
Este Lolo, joven apostólicamente comprometido en época de hostilidad e incluso de persecución religiosa, recorre pueblos como propagandista de la A.C.; no duda en lanzarse a evangelizar desde la radio; se enamora de Cristo y le dice: “Un préstamo: déjame tu corazón... no para el egoísmo de realizarlo todo fácil y sin esfuerzo, sino para hacer bueno ese deber que es amarte a tu medida”, como dice en “Las golondrinas nunca saben la hora”, otro de sus libros. Este Lolo, inquieto y andariego, recibe la visita del dolor: “Aparentemente el dolor cambió mi destino de modo radical. Dejé las aulas, colgué mi título, fui reducido a la soledad y el silencio. El periodista que quise ser no ingresó en la Escuela; el pequeño apóstol que soñaba llegar a ser dejó de ir a los barrios; pero mi ideal y mi vocación los tengo ahora delante, con una plenitud que nunca pudiera soñar”. Así escribe en “Cartas con la señal de la Cruz”.
5. Inválido
Este apóstol de la A.C. recibe de Dios “la vocación de enfermo”: “Mi profesión: inválido”. Y es tal su invalidez que día a día va perdiendo todos sus movimientos. Su cuerpo se convierte en un amasijo retorcido de huesos doloridos; pero nunca se queja ni habla de sí mismo. Sin embargo... cuando pierde el movimiento de la mano derecha, aprende a escribir con la izquierda. Cuando también la izquierda se paraliza, dicta a un magnetófono y así se convierte en escritor y periodista incansable desde su silla de ruedas.
6. Escritor y periodista
Hay dos anécdotas que no quiero omitir. Cuando aún podía mover algo los dedos le regalaron una máquina de escribir. ¿Lo primero que escribió en ella?: “Señor, gracias. La primera palabra, tu nombre; que sea siempre la fuerza y el alma de esta máquina... Que tu luz y tu transparencia estén siempre en la mente y en el corazón de todos los que trabajen en ella, para que lo que se haga sea noble, limpio y esperanzador”.
Y cuando recibe permiso para que en su “mesa redonda” se pueda celebrar la Misa tuvo esta corazonada: “-Tráete la máquina de escribir”. -¿Para qué ahora? ¡Estás loco! –“¡Que sí, ea; aprisa; te la traes y la metes debajo de la mesa, para que así el tronco de la Cruz se clave en el teclado y eche allí mismo sus raíces”.
¡Las raíces! ¡Y cómo arraigaron en su vida y cuánto fruto dieron!
7. “SINAÍ”
Desde su rincón inmóvil, desde su silla de ruedas, Lolo se convierte en periodista y escritor . Es más, funda una obra pía: “Sinaí, grupos de oración por la prensa”; cada 12 enfermos junto con un monasterio de clausura toman sobre sí el “cuidado espiritual” de un concreto medio de comunicación social y así hasta 300 enfermos incurables a los que Lolo une, alienta, a través de la revista mensual que para ellos escribe. De este modo –igual que Moisés mientras oraba con los brazos levantados en el Sinaí para ayudar a Israel- todos esos enfermos que “no pueden levantar ni sus brazos ni andar con sus pies” se convierten sin embargo en apoyo cristiano y apostólico para los periodistas.
Por eso pudo escribir el “Decálogo del periodista” y “La oración por los periodistas”, porque Lolo fue un periodista cristiano desde una doble vertiente: porque habló de temas religiosos, pero “muy también y más” porque supo hablar de todo y de cualquier cosa desde la doctrina de la Iglesia, desde el enfoque de la fe: minería y urbanismo; escolarización, monocultivo y agricultura; crónicas de la ciudad o evolución del universo...
8. Un enfermo que trabaja cada día
Lolo “se hace” periodista y escritor. “Gano mi pan con el sudor de mi frente”, dice cuando recibe uno de sus múltiples premios literarios. Escribe 9 libros de espiritualidad, diarios, ensayos, una novela autobiográfica, y cientos de artículos en la prensa nacional y provincial... Lolo es un trabajador dolorido o un enfermo que trabaja de sol a sol. En su vida se mezcla año tras año, en una única trenza, el trabajo arduo y la enfermedad aguda. Pero en su vida, como su gran secreto, está la piedad mariana y eucarística, de la que brota un amor apasionado por la Iglesia y un apostolado incansable “sin moverse de su sillón de ruedas”.
9. Su amor a la Iglesia
Porque en Lolo, para concluir, hay que decir que se desarrolló día a día su amor a la Iglesia al compás del caminar de los días en que la Iglesia “estaba en Concilio”. ¡Con qué avidez “leía”, ya ciego, oyendo las crónicas y las reflexiones de los Padres y de los teólogos del Vaticano II y con qué profundidad penetró en el espíritu conciliar!
10. Alegría contagiosa
En su vida fue calando el valor del dolor como aceptación en paz y gozo de los planes de Dios. Entonces su vida de cada día, su contacto con las gentes, se convierte en alegría contagiosa. A los pies de la gruta de Lourdes, Lolo peregrino-enfermo, le dijo a la Señora: “Te ofrezco la alegría, la bendita alegría”. Y la Señora sembró y multiplicó en él la semilla de la alegría, del buen humor, que él trasmitía a quien se acercaba a su sillón de ruedas.
11. Lo extraordinario vivido con normalidad
En Lolo creció una dimensión de su vida que fue hacer de lo extraordinario (que eran aquellos grandísimos dolores de su enfermedad; su médico le decía “eres el enfermo grave que goza de más buena salud”), hacer que aquello extraordinario pareciera “ordinario” por la normalidad rutinaria con que vivía sus circunstancias terribles. Lo extraordinario de Lolo es que aquella situación tan dura él la convirtió en “aparente” normalidad. ¡Como si fuera un hombre sano y fuerte! Era como un Job del siglo XX.
12. El día 3 de noviembre de 1971
Su vida se apagó el día 3 de noviembre de 1971. Era el día de S. Martín de Porres, “Fray Escoba”, el santo que había crecido en la santidad en un rinconcito del convento, como Lolo que había vivido toda su vida en el metro cuadrado que ocupaba su sillón de inválido. Mientras a su lado yo, sacerdote que tuve el gozo de estar 9 años cerca de él, rezaba con él el Padre Nuestro y decía con él a María Santísima: “Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Y en esos momentos se paró su corazón “que no le cabía en el pecho” como le decía el médico siempre que lo auscultaba.
Doce años antes, el mismo día 3 de noviembre, Lolo había escrito: “Hoy el día sabe a andén de ferrocarril, cuando llega el tren y se baja el amigo a quien hace mucho tiempo no veíamos. Ya tú estás aquí, sentado junto a mi sillón, y yo te echo el brazo efusivamente por los hombros...” (así escribió en su libro “Dios habla todos los días”). Había llegado el momento del abrazo efusivo con Dios a quien había amado y a quien, crucificado con su cruz de prolongada y dura enfermedad, él se había ofrecido como amigo.
Quienes le conocieron en vida –hoy hace 31 años de su muerte- recogieron su herencia. Han reeditado todas sus obras escritas; han constituido una asociación canónica que promueve su canonización. Habiendo conocido su sencillez franciscana, quizá él ahora desde el cielo mire y se sonría con humor. El Obispo de Jaén, Don Santiago García Aracil, abrió y concluyó en 1994-1995 el proceso diocesano de canonización. Después, la «Positio» sobre su vida y virtudes heroicas del Siervo de Dios “Lolo” ha sido publicada por la Congregación para las Causas de los Santos. Parece que hasta Dios está por la “tarea” pues en esa Congregación Vaticana ya se tiene impresa (año 2000) la documentación sobre un posible milagro atribuido a Lolo.
Lolo, seglar, joven de A.C., periodista y escritor cristiano, inválido total y ciego, de profundo espíritu eucarístico y mariano, hijo amante de la Iglesia, alegre en el dolor, apóstol y consejero... ¡Esa es su tarjeta de visita! ¿Podrá subir a “la gloria de Bernini” por una rampa con una silla de ruedas?
Beato Manuel Lozano ¡ruega por nosotros!
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