viernes, 22 de marzo de 2013

DIOS ACTÚA


A las puertas de la Semana Santa escuchamos en el evangelio de hoy una invitación de Jesús a seguirlo en el camino de la pasión. Jesús nos recuerda que todo lo que hace es para cumplir la voluntad del Padre. Ante la Semana Santa esta también puede ser nuestra oración, que durante estos días podamos vivir lo que el Señor quiere, que entremos en el misterio de Dios. Ese misterio en el que se clarifica nuestra propia vida, que nos ayuda a relacionarnos con todo lo que nos rodea y que nos permite comprender mejor la realidad de la Iglesia.
Hay unos que quieren apedrear a Cristo. Jesús no huye del diálogo con ellos. 

Les pregunta de dónde nace esa furia que tienen, cuál es la razón de que deseen destruirlo. Ellos no tienen más argumento que uno: “blasfemas”. Entonces Jesús los pone contra la realidad de lo que ven. Les dice: “igual os cuesta creer en mí pero, a pesar de ello, no podéis negar lo que veis”. Ante los misterios de la Semana Santa (pasión, muerte y resurrección de Cristo), nosotros nos encontramos en una situación similar. Muchas cosas no las entendemos, pero podemos comprobar lo que ha sucedido en dos mil años de cristianismo. Y tenemos el testimonio de la Iglesia que siempre ha atribuido todo ello a la redención de Cristo. El Papa actual también ha señalado que debemos ayudar a la edificación de la Iglesia sobre la sangre de Cristo.

Jesús nos dice que a partir de las obras podemos comprender su relación con el Padre. Es decir, la desproporción de las obras respecto a las posibilidades de la naturaleza humana, nos abren a lo divino. Lo que sucede, sobre todo en el ámbito del cambio del corazón (de la conversión), nos lleva a darnos cuenta de que Dios actúa. Siempre será necesario el salto de la fe. Pero esa fe parte de algo que sucede en verdad en nuestra historia. Por eso hemos de intentar unirnos, durante estos días al misterio de Cristo. Vale la pena dedicar un mayor tiempo y esfuerzo para meditar las escenas de la pasión. Leerlas con calma; participar en las celebraciones litúrgicas y en las prácticas devocionales; adentrarnos en los sentimientos del Corazón de Jesús,…
Jesús dice “el Padre está en mí, y yo en el Padre”. En esas palabras se encierra también una invitación para que nosotros nos introduzcamos en el misterio de Cristo. Toda la Semana Santa es una oportunidad para estar en Cristo. Y de ahí comprender el sentido de nuestra vida. Jesús, que está en el Padre, afronta su muerte por amor al Padre y a los hombres. Y de ese misterio de muerte nos viene la vida a los hombres. Necesitamos adentrarnos en Cristo para afrontar lo que hay de muerte en el mundo con el poder transformador del mundo. También para morir a nosotros mismos, al hombre viejo, y ser renovados por el amor de Cristo. La Pasión de Cristo, el momento más duro de su existencia terrena, también es quizás lo que más nos cuesta en nuestra vida espiritual. Porque significa abrazarse a la Cruz y abandonar la lógica exitosa del mundo para introducirnos en el designio misericordioso de la redención.
Jesús no blasfemaba, sino que abría a sus oyentes y a nosotros, a una interioridad más grande de Dios. Nos mostraba sus entrañas misericordiosas, que desbordan totalmente nuestro pensamiento y superan lo que somos capaces de imaginar.

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