martes, 27 de mayo de 2014

ADÁN ¿DÓNDE ESTÁS?

Impresionante texto del discurso del Papa pronunciado en el memorial del Holocausto en Jerusalén. Todos podemos reflexionar con las preguntas que el Santo Padre lanza.
Oramos para que la propuesta de diálogo que han aceptado Israel y Palestina, auspiciados por el Papa, de realmente fruto de paz abundante para estos pueblos.

Adán, ¿dónde estás?” (cf. Gn 3,9).
¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te has metido?
En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo.
El Padre conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un abismo tan grande.
Ese grito: “¿Dónde estás?”, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…
Hombre, ¿dónde estás? Ya no te reconozco.
¿Quién eres, hombre? ¿En qué te has convertido?
¿Cómo has sido capaz de este horror?
¿Qué te ha hecho caer tan bajo?
papa-holocaustoNo ha sido el polvo de la tierra, del que estás hecho. El polvo de la tierra es bueno, obra de mis manos.
No ha sido el aliento de vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es muy bueno (cf. Gn 2,7).
No, este abismo no puede ser sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado?
¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal?
¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios.
Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de nosotros, Señor.
FranciscoA ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza (cf. Ba 1,15).
Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. Sálvanos de esta monstruosidad.
Señor omnipotente, un alma afligida clama a ti. Escucha, Señor, ten piedad.
Hemos pecado contra ti. Tú reinas por siempre (cf. Ba 3,1-2).
Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida.
¡Nunca más, Señor, nunca más!
“Adán, ¿dónde estás?”. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer.
Acuérdate de nosotros en tu misericordia.
Papa Francisco.
Visita al Memorial de Yad Vashem.
Jerusalén, 26 de mayo de 2014

domingo, 25 de mayo de 2014

DOMINGO VIII DE PASCUA

Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.
No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él».
 
Juan 14, 15-21
 
El Evangelio de este sexto domingo de Pascua nos introduce en un clima de despedida y promesa y, a la vez, nos presenta a Jesús mostrándonos la grandeza del misterio de la Santísima Trinidad de una forma elocuente y explícita. Jesús quiere revelarnos la esencia misma de Dios. Para eso ha venido, para mostrarnos el verdadero rostro del Padre. Para los discípulos, en la Última Cena, es difícil comprender aquello de lo que les habla el Señor. Lo comprenderán más tarde, de la mano del Espíritu de la verdad: que Dios es amor.

Dios es nada más que amor y todos los demás atributos son sencillamente manifestaciones, formas y aspectos de su amor. Ese amor se proyecta a toda la Humanidad. La unidad en el amor entre el Padre y el Hijo y la unidad en el amor entre Cristo y los hombres que aman es el Espíritu mismo. Es la Tercera Persona de la Trinidad la que crea esta unidad.

Ese misterio de amor tiene consecuencias para toda la Humanidad y, en especial, para nosotros, los testigos del Resucitado. El amor de Dios se concreta, de modo explícito, en sus mandamientos. Éstos nos vinculan existencialmente, pues son expresión de una alianza de amor que Dios ha querido establecer con todos los hombres. Dios nos ama y nos ofrece un camino para corresponderle y concretar con obras que también nosotros le amamos a Él.

El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama. Aceptar y cumplir los mandatos de Dios. Hacerlo como correspondencia a una vocación a la que Dios nos ha llamado: la vocación al amor. El primero de todos los mandamientos nos recuerda que debemos amar al Señor con todo nuestro corazón..., y al prójimo como a nosotros mismos. Dios, a pesar de nuestras flaquezas e infidelidades, se ha empeñado en no abandonar al hombre. En nuestra relación con Dios no es Él quien nos deja, sino el hombre quien olvida a Dios. Entonces, éste se vuelve incompresible para sí mismo y se diluye en su horizonte el plan que Dios tenía preparado para él. Aquello que Dios soñó para cada uno de nosotros se difumina, y el desamor dificulta el que se pueda hacer realidad.

Por eso el Salvador insiste. Cristo sabe que su partida es inminente, pero el amor hacia nosotros desborda su corazón: nos promete el don del Espíritu de la verdad. Éste nos anima y sostiene, en medio de una cultura que fácilmente se instala en la mentira y el engaño, a ser testigos de la verdad.
El amor entonces se convierte en exigencia, en norma de vida. El amor que Cristo nos propone es el amor con el que Él ha amado a su Iglesia: un amor que es donación. Cristo nos muestra que el auténtico modo de amar exige dar la vida por quienes amamos. Entrar en esa dinámica nos lleva, en definitiva, a descubrir la fuerza y la gracia que contienen los mandamientos que Jesús nos recuerda.
En este camino pascual que nos conduce a la celebración de la Ascensión del Señor y Pentecostés, vamos redescubriendo la grandeza de un Dios que ha apostado por nosotros y por todos los hombres, derramando sobre todos copiosamente su amor, y que espera una respuesta conforme a su misma invitación.

+ Carlos Escribano Subías
obispo de Teruel y Albarracín

miércoles, 21 de mayo de 2014

HOY MIERCOLES, CATEQUESIS DEL PAPA

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy querría destacar otro don del Espíritu Santo, el don de la ciencia. Cuando se habla de ciencia el pensamiento va inmediatamente a la capacidad del hombre de conocer cada vez mejor la realidad que lo rodea y de descubrir las leyes que regulan la naturaleza y el universo. La ciencia que viene del Espíritu Santo, entretanto, no se limita al conocimiento humano, es un don especial que nos lleva a entender a través de lo creado, la grandeza y el amor de Dios y su relación profunda con cada criatura.
Cuando nuestros ojos son iluminados por el Espíritu se abren a la contemplación de Dios, en la belleza de la naturaleza y en la grandiosidad del cosmos, y nos llevan a descubrir como cada cosa nos habla de Él, cada cosa nos habla de su amor. Todo esto suscita en nosotros un gran estupor y un profundo sentido de gratitud.
Es la sensación que probamos también cuando admiramos una obra de arte o cualquier maravilla que sea fruto del ingenio y de la creatividad del hombre: delante de todo esto, el Espíritu nos lleva a alabar al Señor desde la profundidad de nuestro corazón y a reconocer, en todo lo que tenemos y somos, un don inestimable de Dios y un signo de su infinito amor por nosotros.
En el primer capítulo de la Génesis, justamente al inicio de toda la Biblia, se pone en evidencia que Dios se complace de su creación, subrayando repetidamente la belleza y la bondad de cada cosa. Al término de cada día, está escrito: “Dios vio que era una cosa buena”. Pero si Dios vio que la creación era una cosa buena y una cosa bella, también nosotros debemos tener esta actitud, que nos permite ver que la creación es una cosa buena y bella, con el don de la Ciencia, al ver esta belleza alabamos a Dios, y le agradecemos a Dios de habernos dado tanta belleza a nosotros. Este es el camino.
Y cuando Dios concluyó de crear el hombre, no dijo 'vio que era cosa buena', pero que era 'muy buena', nos acerca a Él. Y a los ojos de Dios nosotros somos la cosa más bella, más grande, mejor de la creación.
Pero padre, los ángeles... No, los ángeles están debajo de nosotros, nosotros somos más de los ángeles y lo hemos escuchado en el libro de los salmos. Nos quiere mucho el Señor y debemos agradecerle por ésto.
El don de la ciencia nos pone en profunda sintonía con el Creador y nos permite participar en la limpidez de su mirada y de su juicio. Y es en esta perspectiva que logramos a ver en el hombre y en la mujer, la cumbre de la creación, como cumplimiento de un plan de amor, que está impreso en cada uno de nosotros y que nos permite reconocernos como hermanos y hermanas.
Todo esto es motivo de serenidad y de paz, y vuelve al cristiano un testigo alegre de Dios, siguiendo la estela de San Francisco de Asís y de tantos santos que supieron alabar y cantar Su amor a través de la contemplación de la creación. Al mismo tiempo, el don de la ciencia nos ayuda a no caer en algunas actitudes excesivas o equivocadas.
El primero es el riesgo de creernos patrones de la creación. La creación no es una propiedad de la que que podemos abusar a nuestro gusto. Ni siquiera una propiedad de algunos pocos: la creación es un don, y un don maravilloso que Dios nos ha dado, para que lo cuidemos y usemos para el beneficio de todos, siempre con gran respeto y gratitud.
La segunda actitud equivocada está representada por la tentación de detenernos delante de las criaturas como si éstas pudieran ofrecernos respuesta a todas nuestras expectativas. El Espíritu Santo con el don de la Ciencia nos ayuda a no caer en esto.
Querría retornar un poco sobre el primer camino equivocado. Custodiar la creación y no apropiarse de la creación. Tenemos que cuidar la creación, es un don que Dios nos ha dado, es el regalo que Dios nos ha hecho.
Nosotros somos custodios de la creación, pero cuando nosotros no cuidamos la creación destruimos este signo del amor de Dios. Destruir la creación es decirle a Dios: esto no me gusta, no es bueno. ¿Y qué te gusta entonces a tí? 'Yo mismo'. ¡Eh aquí el pecado!, han visto.
Custodiar la creación es cuidar el don de Dios y también es decirle a Dios: ¡gracias yo soy el patrón de la creación, pero para cuidarlo no destruiré nunca este don tuyo. Es esta nuestra actitud delante de la creación, porque si nosotros destruimos la creación, la creación nos destruirá. ¡No nos olvidemos de esto!
Una vez estaba en el campo y escuché un pensamiento de una persona simple, a la que le gustaban mucho las flores. Y él cuidaba estas flores y me dijo, debemos custodiar estas cosas que Él nos ha dado. Cuidarlo bien, no explotar, custodiar. Y me dijo, Dios siempre perdona, y esto es verdad, Dios perdona siempre. Nosotros personas humanas, hombres y mujeres a veces perdonamos, otras veces no. Pero la creación si no la custodiamos ella nos destruirá. Esto debe hacernos pensar, y hacernos pedir al Espíritu Santo el don de la Ciencia para entender bien que la creación es el regalo más lindo de Dios, del cual Él dijo: 'esto es bueno, esto es bueno, esto es bueno', y este es el regalo para la cosa mejor que he creado, que es la persona humana. Gracias.

martes, 20 de mayo de 2014

¿ES POSIBLE PERDONAR A QUIEN MATÓ A TU HIJA?

Clotilde Silva cuenta que la tarde del 27 de febrero del año 2008 en la localidad Isla Teja (Valdivia. Chile) todo parecía normal…

“Los niños jugaban en la calle pues todos los vecinos se conocían –precisa-, casi como una gran familia, no existían dudas o desconfianza”.

Era el estilo de vida en esta pequeña comunidad rural costera de Chile. Pero a medida que iba cayendo la noche y los niños regresaban a sus casas, se hizo evidente que algo había ocurrido con Sofía y Camila, dos pequeñas amigas de 6 y 7 años. Desaparecieron y nadie sabía dónde estaban.

Recuerda Clotilde que aunque su casa esa noche de incertidumbre por la ausencia de su hijita Sofía estaba llena de gente, sintió la intensa necesidad de refugiarse en el Espíritu Santo. Sin dudarlo se fue al ‘baño’ (servicio higiénico), se arrodilló y rezó: “«Prepárame Señor, dame fuerzas para afrontar lo que viene»… Hoy veo que el Señor me tenía preparada de antes, estuve tranquila, serena”, explica en esta entrevista exclusiva que ha concedido a Periódico Portaluz.

Fe probada en la cruz

En esa oración que elevaba a su “papito Dios” -como gusta llamarlo-, no sólo había abandono y confianza. Casi percibiendo lo que en ese instante podría estar viviendo su pequeña, recuerda que en su rezo suplicante continuó diciendo… «Señor, no permitas que Sofía sufra, cualquier cosa que ella tenga que pasar, pero que no sufra».

Al día siguiente, Clotilde partió hacia la Fiscalía para hacer los trámites legales en la denuncia de rigor por presunta desgracia. Pero al llegar su intuición materna de la noche anterior se consolidó en certeza. Habían encontrado los cuerpos de dos pequeñas... eran Sofía y Camila.

“Yo no quise verla -nos dice-, fue mi marido quien tuvo que pasar por ese momento; la prensa me preguntaba si yo había visto el cuerpo, pero no quise, me quedé con la imagen alegre y cariñosa de Sofía, así era mi hija y así quiero recordarla siempre”.

Sin embargo el informe de la autopsia que se hizo a su pequeña Sofía fue para ella, señala, una prueba de que Dios había escuchado aquella súplica que le hiciera en el baño de su casa… “Todas las atrocidades que el asesino le hizo a mi Sofi, fueron post mortem. Dios protegió a mi hija de la maldad terrenal, y es algo que no dejo de agradecerle”.

Testigo y apóstol del perdón

Fue de tal magnitud el impacto emocional del aberrante secuestro, asesinato y violación de ambas pequeñas en la comunidad, que pronto comenzaron a llamar al perpetrador “El chacal de Isla Teja”. Pero en el corazón de Clotilde no había cabida para el odio ni apelativos, ella –nos confiesa- “deseaba enseñarle el camino hacia Cristo”.

Así entonces en medio del proceso judicial, Clotilde tomó una decisión, que pocas madres tomarían en esa situación: Habló con su párroco, el padre Ivo Brasseur, pidiéndole su apoyo y ayuda para visitar en la cárcel al asesino.

“Yo quería verlo, mirarlo a los ojos y regalarle un Nuevo Testamento…el que era de Sofía. Decirle que ella lo leía y que yo se lo dejaba para que él también lo leyera, porque ahora tendría tiempo de conocer a Dios; y también quería que aprendiera a orar, para que pidiera por todos aquellos hombres que tuvieran la intención de hacer esa maldad… ese era mi deseo”

(Clotilde no podría concretar este anhelo de fe pues el asesino, ocho meses después de haber sido ingresado en el recinto penal de la zona, se suicidó).

El día que la comunidad se reunió en el cementerio para despedir a las niñas -comenta Clotilde-, la gente estaba eufórica y comenzó a gritar: «¡Qué lo maten, qué lo maten!». Ella, sin poder soportar la implicancia espiritual de aquel espectáculo, tomó un micrófono que había disponible en el lugar y dirigiéndose a la muchedumbre les dijo:

«Yo no quiero que lo maten, ¡no se debe hacer eso! ¿Qué se consigue con matar a esa persona?»…

“No recuerdo todo lo que dije –nos comenta emocionada-, pero hablé muchas cosas, que después me di cuenta que fue el Señor quien me hizo hablar, él hizo que me parara y hablara al público”.

El triunfo del amor por sobre el mal

Aquél día toda la comunidad de Isla Teja se había reunido y para Clotilde era un signo del amor de Dios y también una oportunidad de proclamarlo... “Llegaron personas de diferentes religiones, era como un templo maravilloso orando a Dios, unidos en una fe. Cuando me abrazaban, podía sentir en cada abrazo, cómo el Señor me sacaba el dolor y yo me aferré más a Cristo, pues él iba mitigando ese dolor con cada abrazo de las personas, era algo maravilloso. Nunca tomé tampoco tranquilizantes, no quise. Yo estaba con Dios y él estaba conmigo”.

Poder entregar su testimonio tras años de lo ocurrido, es para Clotilde una oportunidad que completa el dar razón de su fe… “Dios ha creado en mí un corazón sin rencor, sin odio hacia las personas. Yo soy una hija de Dios y debo actuar conforme al Señor, no como actúan los hombres. Él nos dice que tenemos que ser como niños y recibirlo. Cuando uno ama de verdad con el corazón, cuando tú abres tu corazón a Cristo, Dios te abre las puertas, tus ojos brillan de otra manera, pero cuando estás ciego, aunque tengas a tu lado la flor más linda no la vas a ver”, sentencia.

Clotilde, firme en la fe, hoy sólo recuerda la alegría de su hija. Vive en paz y con esperanza. “Mi Sofi está conmigo y algún día voy a estar con ella”, finaliza.

Publicado en Aleteia.org

viernes, 16 de mayo de 2014

"SIN CRISTO ESTAMOS PERDIDOS"



Laurent Lafforgue está sentado en un pequeño despacho del Departamento de Matemáticas de la Universidad de Milán. Aún no ha cumplido 48 años, pero tiene el rostro y el físico de un muchacho. Se trata de una de las mentes más aguda de Europa y del mundo. Premiado en 2002 con la Fields Medal, lo que sería el Premio Nobel de las matemáticas, Lafforgue no es un intelectual todo aula y fórmulas matemáticas. En los últimos años ha sido protagonista del debate sobre la escuela pública en su país. Y hoy observa con gran perplejidad lo que sucede en Europa y en las sedes de la Unión Europea. Hemos hablado con él del manifiesto de Comunión y Liberación con cara a las elecciones europeas del 25 de mayo.

-¿Qué efecto le ha causado leer este documento?
-Me hace pensar que, en general, no existen instituciones que van en una buena dirección de manera automática, aunque hayan sido creadas, en su origen, con buenas intenciones. No se pueden crear instituciones que sustituyan a la libertad humana para ir en la dirección del bien. Si por azar las ideáramos, acabaríamos por crear máquinas perversas. Lo vemos en el proyecto europeo, que está llevando a cabo aberraciones cada vez más grandes, contrarias al espíritu de los padres fundadores.

-¿Se siente europeo? ¿En qué sentido?

-Sí, en muchos sentidos. Ante todo, soy cristiano, aunque en sí el cristianismo no es una religión europea. Soy europeo por cultura. Soy un científico, en el sentido de que participo a una ciencia que ha sido elaborada por primera vez en Europa, aunque actualmente se practique en todo el mundo. Soy europeo también por cultura literaria, porque aunque soy un matemático, siempre me han interesado la literatura y la historia. He pasado mucho más tiempo leyendo que haciendo matemáticas. He leído los grandes autores franceses y la gran literatura nacional de los otros países europeos.

El manifiesto retoma la expresión de Jürgen Habermas relanzada por Benedicto XVI sobre la necesidad de una forma razonable para resolver los contrastes políticos, que debe ser un «proceso de argumentación sensible a la verdad». ¿Qué significa para usted?

Hoy, en el ámbito jurídico por ejemplo, se concibe el derecho como una construcción formal y arbitraria. De este modo se abandona deliberadamente la cuestión de la verdad. Si se hace esto es porque se ha perdido “el sentido de la verdad”. En el mundo moderno lo hemos perdido en gran parte porque buscamos la verdad con el criterio de la objetividad perfecta. Desearíamos una máquina que encontrara la verdad de manera automática en nuestro lugar. Como ya no somos sensibles a la verdad, necesitamos que alguien lo sea por nosotros. Pero no existe un mecanismo que lo sea: las instituciones, un régimen político, una constitución… Hoy vemos las consecuencias de la pérdida de la sensibilidad a la verdad y, al mismo tiempo, no tenemos recetas para volver a encontrar esta sensibilidad. Nosotros, como cristianos, intentamos ser humildes sobre este tema.

-¿En qué sentido?
-El cristianismo dice que frente a la verdad somos muy frágiles. No sólo nuestro sentido moral está herido, pues somos pecadores, sino que también nuestra inteligencia está herida. Y por lo tanto estamos expuestos al error en todo momento. Y para protegernos del error, esperando recorrer el camino de la verdad, no tenemos mejor recurso que la oración, que dirigirnos a Dios y rezar humildemente que nos ilumine, porque hacemos experiencia de errores monumentales, a veces de manera individual, otras de manera colectiva. Hoy asistimos a cosas aberrantes, pero si miramos la historia vemos que muchas cosas que ahora consideramos horribles, en el momento en que se realizaron no eran percibidas como tales. Nuestra inteligencia es tan débil como nuestra voluntad. Necesitamos dirigirnos a Dios y pedirle que nos ilumine. Esto no nos dispensa de utilizar el rigor de la razón, no nos dispensa del ser inteligentes.

-¿Cuál es la aportación que el cristianismo puede dar a Europa?
-No hablaría de contribución del cristianismo, sino de Cristo. En el fondo, a nosotros cristianos no nos interesa “el cristianismo”. Hay personas que se interesan por él, tal vez personas no cristianas, que quieren ver los efectos de la fe cristiana en la historia, lo que los cristianos han hecho bien y mal. Los frutos de la Iglesia. Pero para nosotros, ser cristianos no es hacer algo con el cristianismo; es dirigirse a Cristo. Esto no significa que no tengamos interés en la historia, porque en parte hemos conocido a Cristo a través de la tradición. Estamos vinculados al Cristo histórico a través de una cadena histórica. Hoy, el sentimiento que domina en mí es que sin Cristo estamos perdidos. ¿Se acuerda usted de ese pasaje del Evangelio en el que Jesús ve a la multitud y se conmueve, porque eran «ovejas sin pastor»?

-¿Ser cristianos frente al mundo es decir esto, que Cristo es la respuesta a la necesidad del hombre?
-Me turba una frase de San Pedro: «Señor, no entendemos todo lo que dices, ¿pero adónde iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna». Me sorprende, intento hacerla mía y me doy cuenta de que no soy el único que se siente así. Pero sé también que no es hacia dónde va en general la sociedad. Veo que la mayor parte de la gente está desesperada y lleva una existencia frenética intentando olvidarlo de todos los modos posibles. La gente sabe que está perdida y la mayor parte piensa que es algo irremediable.

-Usted ha participado en el debate sobre la escuela en Francia. ¿Qué le ha impulsado a participar y cuánto ha contado para esto su ser cristiano?

-La fe cristiana hace que las personas estén atentas y da razones para transmitir la vida, lo que significa traer hijos al mundo, pero también transmitir la vida intelectual. Hoy, el fondo del problema de la escuela es que ya no sabemos por qué se debe transmitir el saber. Hay una duda profunda sobre todo lo que somos capaces de trasmitir. También el ambiente intelectual y universitario duda del valor de lo que hace. Y además se duda sobre el valor de la vida. Hoy, todas las sociedades europeas tienen pocos hijos y tienen pocos hijos porque dudan que la vida tenga verdaderamente un valor. A nosotros cristianos el valor nos lo hace ver Cristo. Es el vínculo con él lo que da razón del valor de la vida: no a nivel intelectual, no es una teoría que justifica la vida. Si estamos dirigidos hacia Cristo, el valor de la vida es una evidencia sensible, visible. Es el valor de la vida en toda su plenitud. Por otra parte, para enseñar a las personas, no es suficiente tener conciencia de que la vida tiene un valor, es necesario tener una idea de qué es el hombre. ¿Quiénes son estos jóvenes a los que tenemos que enseñar? Si no sabemos quiénes son, si pensamos que son material manipulable arbitrariamente, no se necesita enseñar esto o aquello. Todo es opinión. Si estamos dirigidos a Cristo, vemos al hombre a través de Él. Cristo es el modelo de hombre y también es el modelo de maestro.

-Para usted, ¿ver al otro como un bien es una necesidad? ¿Puede ser un hecho de construcción?
-En el ambiente científico, el otro puede ser alguien que me enseña algo, pero puede ser también un competidor. La actitud general entre los científicos es ambivalente. Sin embargo, hay otro nudo en el ámbito científico que está presente en toda la sociedad europea: el papel de los jóvenes. ¿Consideramos a estas personas nuevas como un bien? En mi opinión, no. Lo veo en mi ambiente; y en Italia la situación es dramática. Las sociedades contemporáneas no saben qué hacer con los niños y los niños se convierten en jóvenes. Sucede lo mismo con los ancianos, que al final de su vida ya no son considerados un bien. Hemos llegado a esto porque hemos perdido el sentido de la persona como bien. Hoy pensamos que la persona es un bien sólo si es eficaz, si es capaz de desarrollar tareas. Pero no es un bien en sí misma.

-Es un problema muy europeo.

-No solo. En China, ¿la persona está considerada un bien en sí misma? Diría que no. Las personas, para justificar su propia existencia, deben combatirse entre ellas. Si no tienes éxito, si no acumulas dinero… Cada uno debe motivar el propio valor. No somos un valor en nosotros mismos.

-Si pudiera decir sintéticamente si es posible un nuevo inicio, ¿qué diría?
-Sólo el Espíritu Santo puede generar un nuevo inicio. Sólo con las fuerzas humanas es imposible. En Francia, el año pasado vimos al Gobierno proponer una ley para desnaturalizar el matrimonio pero, ante la sorpresa general, se produjo una oposición muy fuerte. Millones de personas se manifestaron en las calles contra esa ley y de esas manifestaciones nació el movimiento de los veilleurs. Fue algo imprevisto y nadie sabe cuáles serán sus frutos. Al mismo tiempo, pienso que este movimiento es una consecuencia de las enseñanzas de Juan Pablo II primero y de Benedicto XVI después.

-¿Qué le asombra de estos veilleurs?
-He ido a las vigilias varias veces y les he visto y escuchado. Son jóvenes que se sientan en el suelo en silencio y que escuchan lecturas de textos literarios o filosóficos. Su objetivo es redescubrir los fundamentos filosóficos de la sociedad. En mi opinión, es algo extraordinario. Algo que los partidos políticos no son capaces de hacer. Son personas no violentas, diría incluso extremamente pacíficas. Impresiona. Son una verdadera sorpresa.

-¿Son una esperanza para Europa?
-Para renovar a Europa hay que empezar así. Es inimaginable que los políticos se conviertan de golpe. Y no serán las instituciones quienes los convertirán. Las cosas ocurren a nivel de las personas. Todo ha nacido de manera muy discreta: los grandes movimientos históricos nacen de hechos muy pequeños.

Publicado en Tracce.
Traducción de Helena Faccia Serrano.

jueves, 15 de mayo de 2014

CATEQUESIS DEL PAPA: DON DE FORTALEZA

Queridos hermanos y hermanas ¡buen día!

   Las semanas pasadas hemos reflexionado sobre los tres primeros dones del Espíritu Santo: la sabiduría, el intelecto y el consejo. Hoy pensemos a lo que hace el Señor, Él viene a sostenernos en nuestra debilidad y esto lo hace con un don especial, el don de la fortaleza.
Hay una parábola contada por Jesús que nos ayuda a entender la importancia de este don. Un sembrador no logra plantar todas las semillas que arroja, pero estas fructifican. Lo que cae en el camino es comido por los pájaros, lo que cae en el terreno pedregoso y en medio a las zarzas germina pero rápidamente se seca por el sol o es sofocado por las espinas. Solamente lo que termina en el terreno bueno puede crecer y dar fruto.

Como el mismo Jesús le explica a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que esparce abundantemente la semilla de su palabra. La semilla, entretanto, muchas veces se encuentra con la aridez de nuestro corazón, y mismo cuando es recibido corre el riesgo de quedar estéril. Con el don de la fortaleza en cambio, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón, lo libera del topor, de las incertezas y de todos los temores que pueden frenarlo, de manera que la palabra del Señor sea puesta en práctica de una manera auténtica y gozosa. Es una verdadera ayuda este don de la fortaleza, nos da fuerza y nos libera de tantos impedimentos.

Existen también, esto sucede, momentos difíciles y situaciones extremas durante las cuales el don de la Fortaleza se manifiesta de manera ejemplar y extraordinaria. Es el caso de aquellos que deben enfrentar experiencias particularmente duras y dolorosas que descompaginan sus vidas y las de sus seres queridos. La Iglesia resplandece con el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no dudaron en dar su propia vida para ser fieles al Señor y a su evangelio. También hoy no faltan cristianos que en tantos lugares del mundo siguen celebrando y dando testimonio de su fe, con profunda convicción y serenidad, y resisten también a pesar de que saben les puede comportar un precio más alto.

También nosotros, todos nosotros conocemos gente que ha vivido situaciones difíciles, tantos dolores, pensemos a esos hombres y mujeres que llevan una vida difícil, luchan para llevar adelante la familia, para educar a sus hijos. Esto lo hacen porque está el espíritu de fortaleza que les ayuda. Cuántos y cuántos hombres y mujeres, no sabemos los nombres, pero que honoran a nuestro pueblo y a la Iglesia, porque son fuertes, fuertes en llevar adelante a su familia, su trabajo, su fe. Y estos hermanos y hermanas son santos en los cotidiano, santos escondidos en medio de nosotros, tienen el don de la fortaleza para llevar adelante su deber de personas, de padres, madres de hermanos, de hermanas, de ciudadanos.

Son tantos, agradezcamos al Señor por estos cristianos que tiene una santidad escondida, que tienen el Espíritu dentro que los lleva adelante. Y nos hará bien acordarnos de estas personas: ¿Si ellos pueden hacerlo, por qué yo no?, y pedirle al Señor que nos dé el don de la fortaleza.
No pensemos que el don de la fortaleza sea necesario solamente en algunas ocasiones o situaciones particulares. Este don tiene que constituir el cuadro de fondo de nuestro ser cristiano, en nuestra vida ordinaria cotidiana. Todos los días de nuestra vida cotidiana tenemos que ser fuertes, necesitamos esta fortaleza para llevar adelante nuestra vida, nuestra familia y nuestra fe.
Pablo, el apóstol, dijo una frase que nos hará bien escucharla: “Puedo todo en Áquel que me da la fuerza”. Cuando estamos en la vida ordinaria y vienen las dificultades acordémonos de esto: “Todo puedo en Áquel que me da la fuerza”.

El Señor nos da siempre las fuerzas, no nos faltan. El Señor no nos prueba más de lo que podemos soportar. Él está siempre con nosotros, “todo puedo en Áquel que me da la fuerza”.
Queridos amigos, a veces podemos sufrir la tentación de dejarnos tomar por la pereza, o peor, por el desaliento, especialmente delante de las fatigas y de las pruebas de la vida. En estos casos no nos desanimemos, sino que invoquemos al Espíritu Santo, para que con el don de la fortaleza pueda aliviar a nuestro corazón y comunicar una nueva fuerza y entusiasmo a nuestra vida y a nuestro seguir a Jesús.

miércoles, 14 de mayo de 2014

MARÍA VALLEJO NAGERA

María Vallejo Nágera, pedagoga y escritora. Hace catorce años "se cayó del caballo" y desde entonces no se cansa de compartir su testimonio que realmente alienta y ayuda a querer ser más de Dios.


domingo, 11 de mayo de 2014

DOMINGO DEL BUEN PASTOR

Os ofrecemos el texto completo de la homilía que el Papa Francisco ha dirigido hoy en el Vaticano, en la Eucaristía en la que han sido ordenados trece nuevos presbíteros:


Queridos hermanos, estos nuestros hermanos han sido llamados al Orden del presbiterato.
Como ustedes bien saben, el Señor Jesús es el solo sacerdote del Nuevo Testamento, pero él y todo el pueblo santo de Dios que fue constituido pueblo sacerdotal. No lo es menos para todos discípulos, y el Señor Jesús quiere discernir algunos particulares, porque ejercitando públicamente en la Iglesia en su nombre su ministerio sacerdotal a favor de todos los hombres, continuaran su personal misión de maestro, sacerdote y pastor.
Después de una atenta reflexión nosotros estamos por elevar al orden del presbiterado a estos nuestros hermanos, porque a (imagen) de Cristo maestro, sacerdote y pastor, cubran las necesidades del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, el pueblo de Dios y el templo santo del Espíritu.
Estos serán de hecho configurados a Cristo, sumo y eterno sacerdote, o sea come herederos sacerdotes del Nuevo Testamento, y este título que (fieles) al sacerdocio nel su obispo, serán predicadores del evangelio, pastores del pueblo de Dios, y presidirán las acciones de culto especialmente en la celebración del Sacrificio del Señor.
En cuanto ustedes, hermanos e hijos dilectísimos, que están por ser promovidos al Orden del presbiterio, consideren que ejercitando el ministerio de la sagrada doctrina, serán partícipes de la misión de Cristo, único maestro. Dispensen a todos aquella palabra que ustedes mismos recibieron con alegría de vuestras mamás y de vuestros catequistas. Lean y mediten asiduamente la palabra del Señor para que decir aquello que han leído, enseñar lo que han aprendido en la fe, para vivir aquello que han enseñado. Sea por lo tanto nutrición para el pueblo de Dios vuestra doctrina, que no es vuestra y ustedes no son dueños de la doctrina, es la doctrina del Señor y ustedes tiene que ser fieles a la doctrina del Señor.
Sea por lo tanto nutrición al pueblo de Dios vuestra doctrina. Alegría y apoyo a los fieles de Cristo y perfume de vuestra vida, para que con la palabra y el ejemplo edifiquen la casa de Dios y la Iglesia. Y así ustedes continuarán la obra santificadora de Cristo. Mediante vuestro ministerio el sacrificio ritual de los fieles vuelve hecho perfecto, porque adjunto al sacrificio de Cristo que por vuestras manos y en nombre de toda la Iglesia se ofrece en modo incruento en el altar en la celebración de los santos misterios, reconozcan por lo tanto lo que hacen, imiten lo que celebran porque participando al misterio de la muerte y resurrección del Señor lleven la muerte de Cristo en sus miembros y caminen en con él en unidad de vida.
Con el bautismo añadirán nuevos fieles al pueblo de Dios. Con el sacramento de la Penitencia perdonarán los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia.
Aquí quiero detenerme y pedirles por amor de Jesucristo, nunca se cansen de ser misericordiosos, por favor. Tengan esa capacidad de perdón que ha tenido el Señor, que no vino a condenar pero a perdonar. Tengan misericordia, tanta, y si les viene el escrúpulo de ser demasiado perdonadores, piensen en aquel santo cura del que les hablé, que iba delante del tabernáculo y decía: 'Señor, perdóname si he perdonado demasiado, pero eres tú que me has dado el mal ejemplo'. Es así. Y les digo de verdad, me da tanto dolor cuando encuentro gente que no va más a confesarse porque fue apaleada, mal retada, han sentido que las puertas de las iglesias se le cerraban en la cara. Por favor no hagan esto, misericordia, misericordia.
El Buen Pastor entra por la puerta, y la puerta de la misericordia son las llagas del Señor, y si ustedes no entran en vuestro ministerio por las llagas del señor, no serán buenos pastores.
Con el olio santo darán alivio a los enfermos, celebrando los sacros ritos y elevando en los diversos horas del día la oración de alabanza y súplica, se harán voz del pueblo de Dios y de toda la humanidad.
Siendo conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en su favor para atender las cosas de Dios, ejerciten en letizia y caridad sinceridad la obra sacerdotal de Cristo, únicamente con la intención de agradar a Dios y no a ustedes mismos.
Y piensen a lo que decía san Agustín a los pastores que buscaban de gustarse a sí mismos: que usaban a las ovejas del señor como comida, para vestirse y para endosar la majestad de un ministerio que no se sabía si era de Dios.
Para concluir, participando a la misión de Cristo hecho pastor en comunión filial con vuestro obispo, empéñense a unir a los fieles en una única familia, para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tengan siempre adelante de sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, pero para servir y para intentar salvar aquello que estaba perdido.


viernes, 9 de mayo de 2014

HOY TENGO A DIOS

A veces, es necesario asomarse a la mirada de quienes acaban de descubrir a Cristo, para encontrarnos con toda la novedad y la grandeza de nuestra fe. Jorge, Guardia Civil de origen chino, recibió los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía en la pasada Vigilia Pascual: «Cristo es el mayor amor que puedo recibir en la vida», dice

Jorge, en la catedral de la Almudena, la pasada Vigilia
Pascual, el cardenal Rouco le administra la Confirmación
Parece que todo en la vida de Xiaowei suena de lo más exótico: es chino de nacimiento, Guardia Civil de profesión, su novia es ortodoxa rumana y él acaba de ser bautizado en la Iglesia católica, durante la última Vigilia Pascual celebrada en la catedral de la Almudena, recibiendo el nombre de Jorge.
Xiaowei llegó a España junto a su familia, desde China, cuando sólo tenía cinco años, aterrizando en un barrio humilde de Madrid. Después de una temporada en Asturias y de pedir, en el año 2004, el ingreso en la Guardia Civil, su novia y él decidieron casarse. El problema es que él no estaba bautizado y que ella era cristiana ortodoxa rumana, pero nada es imposible para Dios cuando se le busca con todo el corazón.
Xiaowei, Jorge, cuenta que «siempre he tenido inquietudes acerca de la vida. Mis padres, en cambio, no son religiosos; simplemente, se han dedicado a trabajar duro, y han tenido siempre claro que no querían que yo estudiara la asignatura de Religión. Mis padres siempre han sido recelosos a la hora de plantearse la religión, hasta lo han visto a veces como que daba mala suerte. No les hacía gracia ninguna. Me acuerdo de que, de pequeño, siempre elegía Ética, pero me llamaba mucho la atención el que mis compañeros eligieran Religión. Pensaba: ¿Qué les dirán? ¿Qué harán? Luego les veía que iban a hacer la Primera Comunión, o participaban en la Semana Santa, y todo eso me cuestionaba. Incluso alguna vez he ojeado una Biblia, o he buscado por Internet acerca de la fe. Luego, fui creciendo y me han invitado a Comuniones y a bodas, he asistido a entierros, y en cierta manera he entrado en relación con el cristianismo. Siempre he visto cierta paz, cierta tranquilidad...»
En un momento dado, conoció a su novia, rumana de religión cristiana ortodoxa, y decidieron casarse. «Yo veía que ella se tomaba en serio su fe -cuenta Jorge-, que se esforzaba, y eso era un ejemplo para mí; la veía hacer sus tradiciones, sus ayunos... Entonces pensé que sería un poco egoísta si me casara con ella sólo por lo civil, así que intentamos una ceremonia religiosa, pero ha sido muy difícil. La gente puede pensar que esto es llegar, que te bauticen y al día siguiente te casas, pero no es así. ¡Y ahora me alegro de que no haya sido tan fácil!»
Ambos hablaron con varios sacerdotes, hasta que, un día, Jorge conoció a don José Antonio, el párroco de la iglesia de la Santa Cruz, en Madrid, ya que la parroquia sale de procesión de Semana Santa desde el patio del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde él está destinado. «Es curioso -recuerda Jorge-, porque empecé a hablar con él con la intención de dar gusto a mi novia y así poder casarnos ante Dios, pero luego he ido notando que eso no era del todo cierto: vi que la necesidad era mía, que el que tenía sed era yo, y que el que buscaba respuestas era yo. Durante un año, hemos ido hablando, siempre proponiéndome, nunca exigiéndome, respetando mi tiempo... Incluso por medio de él asistimos a un Cursillo de Cristiandad, que nos ha venido fabuloso. Yo veía que necesitaba el Bautismo antes de casarme; no sólo que necesitaba los papeles y ya está».
Todo lo bueno que es Dios

Jorge, en su puesto
en el Ministerio de Asuntos Exteriores
Después de todo un año de catequesis, al final Jorge recibió los sacramentos de la Iniciación Cristiana durante la pasada Vigilia Pascual, y en la misma celebración su novia pidió la admisión en la Iglesia católica. Hoy afirma: «He estado todo un año esperando a comulgar, yendo a Misa y esperando a recibir la Comunión. La Vigilia pasada, cuando recibí el Cuerpo de Cristo, eso fue maravilloso. El domingo, volví a comulgar, y eso te da paz, te reafirma la voluntad, te da fortaleza, sobre todo a mí, que soy tan débil todavía... El cardenal Rouco decía que somos unos neófitos, ¡y yo soy neófito pero bien! Dios me da fuerzas para intentar llevar la vida cristiana con sencillez».
De esa sencillez nace también su vida de oración: «Rezo, sobre todo, el Rosario. Para mí, es muy completo. Como vivo lejos, lo voy rezando en el tren, gracias a una aplicación del móvil. Como me mareo si leo en el tren, pues entonces rezo el Rosario. Es una oración que me acompaña hasta el trabajo. Es tan completo, terminando con el Credo, que te deja bien preparado para todo el día».
Hoy en día, Jorge ve la vida con unos ojos distintos, y en ese nacer de nuevo muestra una mirada hacia Cristo de la que muchos, cristianos viejos, podemos aprender: «Alguno puede admirar a Cristo como una gran personalidad, con una moral muy fuerte, que a lo mejor hoy recibiría un Premio Nobel de la Paz. Pero hoy lo veo con más luz; no puedo no creer. Ver a tanta gente celebrar juntos la Pascua, por todo el mundo..., ¡no podemos estar todos equivocados! Yo creo que Jesús es la encarnación del amor, el mayor amor que puedo recibir en la vida. Y, si algún día soy padre, intentaré hacer ver a mis hijos lo bueno que es Dios, todo el bien que nos puede dar. Lo que empezó como algo que era para dar una satisfacción a mi novia, ahora continúa como el comienzo de mi vida cristiana. Hoy, tengo a Dios».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
en Alfa y Omega

jueves, 8 de mayo de 2014

CATEQUESIS DEL PAPA: EL DON DE CONSEJO

Queridos hermanos y hermanas, ¡buen día! Hemos escuchado la lectura de esa estrofa del Libro de los Salmos, que dice: 'El Señor me aconseja, el Señor me habla internamente'. Es éste otro de los dones del Espíritu Santo, es el don del consejo.
Sabemos cuánto sea importante en los momentos más delicados, poder contar con el consejo de las personas sabias que nos quieren mucho. Ahora, a través del don del consejo, es Dios mismo con su Espíritu que ilumina nuestro corazón, de manera que podamos entender el modo justo de hablar, de comportarnos y el camino que debemos seguir. Pero, ¿cómo actúa este don en nosotros? En el momento en que lo recibimos y hospedamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza enseguida a volver sensible su voz, a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones, de acuerdo con el corazón de Dios. Y al mismo tiempo nos lleva siempre más a poner nuestra mirada interior en Jesús como el modelo de nuestro modo de actuar y relacionarse con Dios Padre y con los hermanos.

El consejo es entonces el don con el cual el Espíritu Santo vuelve capaz a nuestra conciencia de tomar una decisión concreta en comunión con Dios, según la lógica de Jesús y de su evangelio. De este modo el Espíritu crece interiormente, positivamente, en la comunidad. Y nos ayuda a no caer en el yugo del egoísmo y en el modo de ver las cosas. Así el Espíritu nos ayuda a crecer y también a vivir en comunidad.
La condición esencial para conservar este don es la oración. Pero siempre volvemos a lo mismo: la oración. Y es tan importante la oración, rezar; rezar las oraciones que conocemos desde niños, pero también rezar con nuestras palabras, rezarle al Señor: ¡ayúdame! ¿Señor qué debo hacer ahora? Y con la oración hacemos espacio para que el Espíritu venga y nos ayude en ese momento y nos aconseje sobre lo que nosotros debemos hacer.
La oración, nunca olvidarse de la oración, nunca. Nadie se da cuenta cuando nosotros rezamos en el autobús o en la calle, rezamos en silencio con el corazón, aprovechemos estos momentos para rezar. Rezar para que el Espíritu nos de este don del consejo.
En la intimidad con Dios y en el don de su palabra, poco a poco dejamos de lado nuestra lógica personal, dictada la mayoría de las veces por nuestro encerrarnos, por nuestros prejuicios y nuestras ambiciones. Aprendamos en cambio a pedirle al Señor '¿Cuál es tu deseo?', pedirle consejo al Señor. Y esto lo hacemos con la oración.
Y de esta manera madura en nosotros una sintonía profunda, casi natural con el Espíritu y se experimenta cuanto sean verdaderas las palabras de Jesús reportadas en el evangelio de Mateo: 'No se preocupen de qué o que cosa dirán. porque les será dado en esa hora lo que deberán decir. Porque de hecho no serán ustedes a hablar, pero es el Espíritu del Padre vuestro que hablará en vosotros'. Es el Espíritu que nos aconseja, pero nosotros nosotros debemos darle espacio al Espíritu para que nos aconseje. Dar espacio es rezar, rezar para que el venga y nos ayude siempre.
Y como todos los otros dones del Espíritu, el consejo constituye también un tesoro para toda la comunidad cristiana. El Señor no nos habla solamente en la intimidad del corazón, nos habla sí, pero no solamente allí, pero nos habla también a través del consejo y testimonio de los hermanos. Es verdaderamente un don grande poder encontrar a hombres y mujeres de fe que especialmente en los momentos más complicados e importantes de nuestra vida nos ayuden a hacer luz en nuestro corazón y a reconocer la voluntad del Señor.
Me acuerdo una vez que estaba en el confesionario con una fila larga adelante, era en el santuario de Luján, la diócesis de ese obispo que está allí. Estaba en la cola un muchachón, todo moderno, con aros, tatuajes y todo lo demás. Vino para decirme lo que le pasaba, era un problema grande difícil, ¿y tú que harías?. Y él me dijo: “Le he contado todo esto a mi madre y ella me dijo, 've a lo de la Virgen y ella te dirá lo que tienes que hacer'. Estaba allí una mujer que tenía el don del consejo. No sabía como salir del problema del hijo, pero le indicó el camino justo. Ve a lo de la Virgen y ella te dirá. Este es el don del consejo, dejar que el Espíritu hable. Y esa mujer humilde y simple le dio a su hijo el consejo más verdadero, porque este muchacho me dijo: 'Hablé con la Virgen y Ella me dijo, tienes que hacer esto, esto y esto'. Y yo no tuve necesidad de hablar. Todo lo hicieron la mamá, la Virgen, y el joven. Este es el don del consejo. Y ustedes mamás, que tienen ese don, pidan este don para sus hijos, el don de aconsejar a los hijos. Es un don de Dios
Queridos amigos, el salmo que hemos oído nos invita a rezar con estas palabras: 'Bendigo al Señor que me ha dado consejo. También de noche mi ánimo me instruye, yo pongo siempre delante de mi al Señor que está a mi derecha, no podré vacilar'.
Que el Espíritu pueda siempre infundir en nuestro corazón esta certeza y colmarnos así de su consolación y de su paz. Pidan siempre el don del Consejo. Gracias.

miércoles, 7 de mayo de 2014

HASTA 70 VECES 7


Y nos lo recuerda este vídeo: May feelings 7... no te canses de pedir perdón y de perdonar.

martes, 6 de mayo de 2014

S. JUAN ANTE PORTAM LATINAM


Hoy es la fiesta del titular de nuestra Parroquia. Celebramos el martirio de S. Juan ante la puerta latina de Roma
Ni la historia ni la hagiografía han estado acertadas al transmitirnos la efigie física y moral del apóstol San Juan. Nos han legado de él una imagen tierna y cromática, un santo imberbe, casi feminoide, cuando, en realidad, fue un carácter vigoroso y fuerte.Aceptamos con facilidad que los demás apóstoles fuesen duros, podríamos decir que hasta broncos. La obra pedagógica de Jesús sólo penosamente logró limarlos, debiendo confiar al Espíritu la tarea de hacer de aquellos galileos ásperos unos instrumentos aptos para el apostolado. Pero con San Juan hacemos una excepción.


Indefectiblemente le damos el calificativo del "discípulo amado", el que tuvo la dicha suprema de recostar su cabeza sobre el pecho del Señor en la última cena, y ya no pensamos en más, creyendo haber agotado su biografía y su psicología. De esta forma nos quedamos a la mitad del camino, no atisbando más que uno de los aspectos de su personalidad polifacética.


A Juan hay que asociarle con su hermano Santiago. juntos forman ambos un excelente binomio, son los "hijos del Zebedeo", los pescadores ribereños del Tiberíades, hechos a las faenas rudas de la pesca, a las tormentas del lago y a la exaltación religiosa.Los hijos del Zebedeo tenían la conciencia de su propio valor. Su categoría social les colocaba en una situación desahogada, como patronos de una embarcación, con un negocio próspero, que consentía tener criados y todo. Trabajaban, sí, pero también mandaban, y además tenían ambiciones.


El Maestro conoció primero a Juan, que era discípulo del Bautista y esperaba confiadamente la "redención de Israel". Con mucha fe, con mucho ardor, pero con ideas un tanto confusas. Porque la predicación del Bautista, rígido y austero como un esenio, cubierto con una piel de camello y alimentándose de langostas y miel silvestre, arrebataba el entusiasmo de los aldeanos que rodeaban el Jordán. Ellos captaban con avidez sus palabras, mas lo único que percibían con claridad era que "el reino de Dios estaba próximo".

Puedes seguir leyendo AQUÍ

lunes, 5 de mayo de 2014

LA SANTIDAD SEGÚN S. JUAN PABLO II

Interesante escucharlo cuando acaba de ser elevado a los altares. Qué es la santidad y como sucede en nosotros según S. Juan Pablo II



domingo, 4 de mayo de 2014

DOMINGO III DE PASCUA

Evangelio
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es ésa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: «¿Qué?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, y no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo encontraron como habían dicho; pero a él no lo vieron». Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a Él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, Él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció. Comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba y nos explicaba las Escrituras?» Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once, que decían: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón». Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo reconocieron al partir el pan.
Lucas 24, 13-35







A quienes quieren suplir con poesía su falta de fe, el modo en que Jesús resucitado enmascaraba su Rostro les ha servido como “invitación a la metáfora”: “Jesús ha resucitado” -dicen- “en el pobre, en el peregrino, en el hermano…”. Si el pasaje de los discípulos de Emaús no tiene más secreto que el de una enseñanza “metafórica”… Entonces, y con permiso de los “poetas”, Jesús no ha resucitado y los apóstoles sublimaron el recuerdo de un cadáver. Pero si, como dice nuestra fe, Cristo ha salido glorioso del sepulcro… Entonces el hecho de que pueda enmascarar su Rostro no me extraña en absoluto. 

El que un cuerpo transido de eternidad obedezca a los dictados del espíritu se me antoja tan normal como el que el sol salga todos los días. Lo anormal es la desobediencia de nuestros cuerpos mortales. El envejecimiento, la imposibilidad de estar en varios sitios a la vez y la tiranía de la Física son, a todas luces, una enfermedad derivada del pecado original. El que la Gloria conlleve su sanación me parece divinamente lógico.

Más bien deberíamos preguntarnos el por qué de ese “enmascaramiento”. Así parece anunciar Jesús que el encuentro “cara a cara” con Él no es para esta vida. Por eso, antes de mostrar fugazmente su Rostro a aquellos discípulos, les desvela los dos lugares donde lo encontrarán todas las generaciones. Esos dos “lugares santos” son la Palabra y la Eucaristía. Allí Jesús siempre está. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos explicaba las Escrituras?”… Yo me enamoré de Jesús por su Palabra. Un día descubrí cómo no sólo el Evangelio, sino los salmos, los profetas, los libros históricos hablaban de Cristo: “les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura”… No hay en la Biblia sino una Palabra, enmascarada de mil formas: “Cristo”. Algunos hay que llevan a la oración libros y libros, todos ellos piadosos y repletos de consejos, pero a la Escritura apenas si le dedican cinco minutos. ¿Cómo van a sentir el fuego que abrasó a los de Emaús? Sin embargo, cuando un alma se detiene y se entretiene, sin prisas, contemplando cada versículo, y dejando resonar su eco en las paredes del espíritu…

 Entonces, un día, el corazón se vuelve presa de las llamas.
“Tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio”… El mismo Jesús que oculta su Rostro a nuestros sentidos, desvela su Cuerpo ante nuestras almas en la Eucaristía… “Latens Deitas”, “Dios escondido”, lo llamó Tomás de Aquino. “Amigo «Latens»”, me acostumbré a llamarlo yo. Se lo digo mientras levanto la Hostia: “¡Ay, que te tengo entre los dedos y no te toco! ¡Ay, que te tengo frente a mis ojos y no te veo!”. La Eucaristía me duele… Pero nunca estoy tan cerca de Jesús como cuando comulgo. Me encuentro, entonces, inclinado a las puertas del Cielo, con medio cuerpo dentro… Y sin poder pasar.
Palabra y Eucaristía están en la Virgen. “Hágase en mí según tu Palabra”… Y se tornó su Vientre horno donde se coció, durante nueve meses, un Pan.

jueves, 1 de mayo de 2014

MAYO: ¿POR QUÉ NO REZAR EL ROSARIO?

Comenzamos Mayo celebrando a S. José Obrero en este mes, dedicado especialmente a la devoción a María.
¿Por qué no dedicar cada día un pequeño tiempo a meditar en los misterios de la vida de Jesús, al amparo de su Bendita Madre? Reza el Rosario: es el látigo de Satanás.