domingo, 9 de noviembre de 2014

HOY DOMINGO: DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

Basílica de S. Juan de Letrán (Roma)
Evangelio
En aquel tiempo se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora.
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Los judíos replicaron: «¿Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de lo que había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús.
Jn 2, 13-22

La Sagrada Escritura nos dice que Dios creó a Adán y Eva y los puso en el jardín del Edén, un lugar delicioso. Por allí corría el agua limpia; había árboles de todas clases y nuestros primeros padres podían comer del Árbol de la Vida y vivían felices con Dios. No había iglesias en el Paraíso porque el mundo entero era el templo que Dios había construido para estar con los hombres. La bóveda de ese templo era el cielo con el sol, la luna y las estrellas marcando las horas mejor que el reloj más perfecto. Todo en ese templo -los animales, los árboles y hasta las hierbas y las flores y las montañas- hablaba de Dios y daba gloria verlo.
Para eso creó Dios el mundo; para habitar con nosotros. Y dice la Sagrada Escritura que a Dios le gustaba jugar con la bola del mundo y estar con los hombres.
Después del pecado de nuestros primeros padres todo cambió. El mundo, aquel templo bellísimo que Dios había creado para estar con los hombres, empezó a llenarse de maldad: homicidios, infidelidades, mentiras, envidias… Pero Dios prometió que enviaría un Salvador.
Pasaron los años y el profeta Ezequiel, que esperaba al Salvador del mundo, tuvo una visión del Cielo. Vio el Cielo como un templo habitado por Dios y lleno de su gloria. Del templo salía un manantial de agua dulce que se extendía por la tierra y convertía las aguas amargas en aguas dulces y los desiertos en jardines. Dios no se había olvidado de sus promesas y, mediante los profetas, seguía alentando la esperanza de la salvación.
Pasaron los años y, por fin, vino al mundo el Salvador. El mismo Dios se hizo hombre en las entrañas de la Virgen María. Donde estaba Jesús estaba Dios. Por donde pasaba Jesús pasaba Dios. Otra vez estaba Dios en el mundo en medio de los hombres. Curó a muchos enfermos, perdonó los pecados y decía: el Reino de Dios ha llegado a vosotros, está en vuestros corazones.
Jesús es el templo de Dios del que brota la gracia y de Quien viene la salvación para el mundo. Él nos ha dado su Espíritu Santo que nos santifica, nos hace hijos de Dios y templos vivos.
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Cuando Jesús entró en el templo de Jerusalén lo encontró convertido en un mercado. Aquel edificio que debía ser como una imagen del Cielo, que debía ser un lugar de oración se había convertido en una cueva de ladrones.
También nuestras iglesias deben ser una imagen del Cielo. Al entrar, la pila bautismal y el agua bendita nos recuerdan nuestro bautismo: esta agua bendecida sea para nosotros salud y vida. Nos santiguamos En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo y saludamos al Señor que está en el Sagrario con una genuflexión. Hay personas que no pueden arrodillarse porque les duelen los huesos, pero pueden mirar con devoción el Sagrario y adorar haciendo una reverencia en sus corazones. Y, a partir de ese momento, no hay que olvidar dónde estamos y para qué hemos venido y Quien es el que nos reúne. Hemos venido a escuchar a Dios y a alabar a Dios:
Si a la iglesia vas a hablar
habla solo con los santos
y procura recordar
los himnos, salmos y cantos.
Para parlotear entre nosotros tenemos mucho tiempo y muchos lugares. ¿Para que están las imágenes de Jesús, de Santa María, de San José, de San Miguel? ¿Para qué está la iglesia? Pues para que, al entrar aquí, encontremos aquí una imagen del Cielo; para que adoremos a Jesús sacramentado, para que, juntos, podamos reconocer nuestros pecados, escuchar a Dios y alabar su Nombre Santo.
Jesús expulsó del templo a los vendedores y, hablando de su Cuerpo, les dijo:
Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Ellos no entendieron que hablaba de su Cuerpo porque no sabían quién era Jesús. No sabían que Jesús -el Hijo de Dios hecho Hombre- era el mismo Dios. Cuando murió en la Cruz un soldado le atravesó el costado y de su corazón salió sangre y agua. Entonces sus discípulos entendieron lo que les había dicho: que Él era el verdadero Templo de Dios del que brota la gracia para la salvación del mundo.
Desde hace dos mil años los cristianos se reúnen cada domingo para celebrar la resurrección de Jesús. Al principio se reunían en sus casas. Luego empezaron a reunirse alrededor de las sepulturas de los mártires y, en cuanto pudieron, empezaron a construir iglesias como imágenes del Cielo.
Hoy celebramos la dedicación de una de las iglesias más antiguas del mundo: la basílica romana de El Salvador que también se conoce como san Juan de Letrán. Es la catedral de Roma, la madre de todas las iglesias. Al celebrar esta fiesta recordamos que aunque los cristianos seamos muchos -somos más de dos mil millones en la tierra y otros muchos, los mejores, en el Cielo- formamos un solo Cuerpo, un pueblo que el mismo Cristo va reuniendo en la tierra y que, poco a poco, va entrando en la Gloria. La mejor parte de la Iglesia está ya con Santa María -la madre del Salvador- y con los Santos, envuelta en la luz y en la paz de Dios.
D. Javier Vicens. Párroco de S. Miguel de Salinas (Alicante)



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