miércoles, 19 de marzo de 2014

POR S. JOSÉ DÍA DEL SEMINARIO

Padre adoptivo de Jesús, esposo de Sta. María Virgen, custodio de la Sagrada Familia de Nazareth y patrono de  la Iglesia. Hoy además celebramos el día del Seminario y con tal ocasión, reproducimos la carta que D. Braulio nos ha dirigido.
Además es ocasión para felicitar a todos los padres y todos los que llevan el nombre de José en el suyo; a nuestro Seminario y nuestros seminaristas: Dani, Pablo, Samuel y Juan Pablo. Felicitamos a nuestro Párroco D. José, al que encomendamos como a todos, a la protección de este gran intercesor.




Esa era la llamada para comunicar a la comunidad católica la importancia de pedir la intercesión del Esposo de la Virgen María, Patrono de la Iglesia universal, de modo que el Señor nos diera muchas y buenas vocaciones, es decir, adolescentes y jóvenes que, al encontrarse con Cristo, sintieran la llamada del Señor a seguirle como sacerdotes. ¿Es algo hoy caído en desuso? En absoluto. Vocaciones/llamadas de Cristo a ser curas existen; Seminarios también; también necesidades económicas pero, sobre todo, necesitamos sacrificios y oración al Señor por los seminaristas. Pero hay algo más en este asunto.
Soy vuestro Obispo. Agradezco sobremanera al Señor y a las comunidades cristianas que de vuestras familias hayan llegado al Seminario Menor y Mayor chavales jóvenes ilusionados con ser sacerdotes. Pero me preocuparía que pensarais que ya no hay que preocuparse del tema del Seminario y de la buena formación de los seminaristas porque “en Toledo hay muchas vocaciones”. ¿Cuándo hay muchas vocaciones? ¿Cuándo el jefe de personal diga que ya no se necesita de más trabajadores? ¡Qué disparate! No se trata de hacer reclutamiento; queremos buenos seminaristas, buenos sacerdotes que sirvan a sus hermanos en la tarea intransferible por muchos bueno fieles laicos que hubiera.
La Iglesia, además, es universal. El católico que es ordenado sacerdote, entra a formar parte del “orden de los presbíteros” para toda la iglesia universal. He vivido por cuarta vez en mi vida de Obispo, durante la visita “ad limina”, la mutua implicación que existe entre el Papa Francisco y cada Obispo diocesano; entre la Iglesia de Roma y las demás Iglesias. El Papa no es el “jefe”, ni el que detenta el poder supremo, como si habláramos de una multinacional. Él, obispo de Roma, como sucesor de san Pedro, forma parte de cada Iglesia particular o Diócesis. No me quita a mí la responsabilidad que tengo como Arzobispo de Toledo, sino que la agranda y le da sentido por su servicio a la Iglesia universal. La Iglesia no hace comunión como hacemos la recogida de la aceituna; la Iglesia es comunión.
Todo esto quiere decir que necesitamos como nunca un buen Seminario, exigente, cordial y capaz de entusiasmar desde Cristo a chavales y jóvenes en la tarea de llevar a cabo en su carne el misterio salvador de Cristo, con la celebración de la Eucaristía, el perdón de los pecados; pero también con la tarea de gobernar al estilo de Jesús a sus comunidades, poniéndose en marcha con el ejemplo de una vida entregada y urgiendo a sus hermanos a la evangelización, a la catequesis y formación en la fe, a vivir la caridad de Cristo, sobre todo con la dedicación a los más pobres, y contribuyendo a la paz y a la vivencia de las virtudes cristianas, que harán mejores ciudadanos, amantes de la sociedad en la que viven, en esta España nuestra. Y todo esto sin ser del mundo, sino de Cristo y su Espíritu, que trae la verdadera alegría. Sobra malos ejemplos, vidas sin atracción para los demás fieles cristianos; necesitamos más limpieza de intención, más vivir una vocación de seguimiento de Jesucristo hasta dar la vida, y más implicación evangelizadora y misionera. Nos urge conseguir la alegría de anunciar el Evangelio.
¿Pensáis que ésta es sólo tarea de los seminaristas? No. Somos un Pueblo, una Familia, un Cuerpo, el de Cristo: "la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años" (``La alegría del Evangelio´´, 1)
Es muy importante este párrafo del Papa Francisco, dirigido a todos sin excepción. También a los que en estos momentos se están formando para ser sacerdotes de Jesucristo para el Pueblo de Dios. La formación de los seminaristas es todo un arte y necesita un clima de libertad y de no interferencia, aunque el Seminario debe respetar el origen de la vocación de cada seminarista. Todos deben ayudar al Rector y a los formadores para que haya un buen discernimiento de cada candidato. El Santo Padre nos aconsejó, en el encuentro que con él tuvimos obispos de Toledo y Extremadura, que fuéramos muy lúcidos en la formación de nuestros seminaristas. Insistió en cuatro columnas en las que basar una buena preparación: vida según el Espíritu (vida espiritual); formación teológico-intelectual; aprendizaje para la vida y actividad pastoral futura; y un aprender a convivir con sus compañeros, esto es, una vida comunitaria que fortalezca la vida común, el trabajo con otros, y aprender a vivir relaciones con tanta gente en el futuro a partir de las buenas relaciones con sus compañeros, pues quien en el Seminario no aprende a contar con los demás, no lo hará una vez ordenado.
Pedimos al Señor esta alegría de seguirle a Él y de anunciar su Evangelios. También os pido a vosotros católicos de esta Archidiócesis, que oréis por los seminaristas del Seminario Mayor y Menor, que sigáis con amor e interés todo su proceso de formación. Y que el Señor conceda a los sacerdotes que los preparan la gracia de ser testigos de Jesucristo para ellos. Gracias por cuando hacéis y podéis hacer por los futuros sacerdotes.
X Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo
Primado de España

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