martes, 8 de enero de 2013

ABRE LAS PUERTAS AL REDENTOR

En algunas ocasiones, habrás sentido que en tu vida se cerraba alguna puerta y que no podías seguir adelante o que no se producían los cambios que tanto anhelabas.

Ten presente que eso mismo le sucedió a Dios, cuando José y María llamaban a las puertas de las casas de Belén y recibían siempre la misma respuesta: “no hay lugar”.

Casi puedo imaginar a la Virgen María poniendo suavemente su pequeña mano sobre el hombro de José y transmitiendo, con ese gesto simple y confiado, la paz y la confianza que brota de su corazón y del Corazón del pequeño Niño que latía en su interior.

Quizás hemos estado buscando refugio en lugares equivocados. Quizá las puertas a las cuales llamamos no eran las correctas.

Dispongámonos, en este tiempo, a un mayor silencio interior para escuchar lo que el Señor tiene que decirnos y pidámosle que nos ayude a abrirle nosotros las puertas del pesebre del propio corazón, para que él pueda entrar en las habitaciones más profundas de nuestra vida y abrirnos nuevas puertas de bendición.



Yo estoy junto a la puerta y llamo (…) Apocalipsis 3, 20.


P. Gustavo Jamut

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