viernes, 6 de mayo de 2011

SAN JUAN ANTE PORTAM LATINAM

Titular de nuestra Parroquia, hoy celebramos su fiesta.

Ni la historia ni la hagiografía han estado acertadas al transmitirnos la efigie física y moral del apóstol San Juan. Nos han legado de él una imagen tierna y cromática, un santo imberbe, casi feminoide, cuando, en realidad, fue un carácter vigoroso y fuerte.

Aceptamos con facilidad que los demás apóstoles fuesen duros, podríamos decir que hasta broncos. La obra pedagógica de Jesús sólo penosamente logró limarlos, debiendo confiar al Espíritu la tarea de hacer de aquellos galileos ásperos unos instrumentos aptos para el apostolado. Pero con San Juan hacemos una excepción. Indefectiblemente le damos el calificativo del "discípulo amado", el que tuvo la dicha suprema de recostar su cabeza sobre el pecho del Señor en la última cena, y ya no pensamos en más, creyendo haber agotado su biografía y su psicología. De esta forma nos quedamos a la mitad del camino, no atisbando más que uno de los aspectos de su personalidad polifacética.

A Juan hay que asociarle con su hermano Santiago. juntos forman ambos un excelente binomio, son los "hijos del Zebedeo", los pescadores ribereños del Tiberíades, hechos a las faenas rudas de la pesca, a las tormentas del lago y a la exaltación religiosa.

Los hijos del Zebedeo tenían la conciencia de su propio valor. Su categoría social les colocaba en una situación desahogada, como patronos de una embarcación, con un negocio próspero, que consentía tener criados y todo. Trabajaban, sí, pero también mandaban, y además tenían ambiciones.

El Maestro conoció primero a Juan, que era discípulo del Bautista y esperaba confiadamente la "redención de Israel". Con mucha fe, con mucho ardor, pero con ideas un tanto confusas. Porque la predicación del Bautista, rígido y austero como un esenio, cubierto con una piel de camello y alimentándose de langostas y miel silvestre, arrebataba el entusiasmo de los aldeanos que rodeaban el Jordán. Ellos captaban con avidez sus palabras, mas lo único que percibían con claridad era que "el reino de Dios estaba próximo".

Aquel reino de Dios iba envuelto en conceptos mesiánicos, expresados con bellas imágenes de los antiguos profetas, donde era difícil separar la metáfora de la realidad. Así cada uno alimentaba en su interior un reino conforme a sus ideales. Juan, espíritu recto, soñaría con un reino religioso, sin duda alguna, donde el Mesías, Cordero de Dios, que iba a redimir a su pueblo, le devolvería la santidad que el pecado le arrebatara, pero donde hubiera a la vez cargos importantes, con responsabilidad, mando y honor.

Este dualismo en la psicología del apóstol perdura a lo largo de todo el Evangelio, si bien se hace mucho más acusado cuando se juntan ambos hermanos, Santiago y Juan. Entonces la unión hace la fuerza y se sienten doblemente atrevidos y audaces.
Puedes seguir leyendo AQUÍ

No hay comentarios.: