domingo, 20 de diciembre de 2009

DOMINGO IV DE ADVIENTO


En esta semana se encenderá la cuarta vela y comenzaremos a dejar atrás paños morados y ramas secas, los balcones de nuestro ser se abrirán a la luz y al color de la esperanza, y ésta iluminará los rostros de los que se han mantenido a la escucha, cuando vean cumplidas todas las promesas. El contrapunto lo marcarán aquellos que se gustan ver en el equilibrio sobre el trapecio del nihilismo y decorados con un aterrador vacío de valores, creyendo que todo tiene arreglo si se desprecian las costumbres y tradiciones cristianas. Parece como si detrás de todo eso existiera el deseo de erosionar la fe y facilitar una apostasía silenciosa. No me asustan tanto los profetas del eclipse de lo sagrado, ni los que pretenden arreglar el mundo quitando los signos sagrados, como si Dios fuera el culpable del mal del mundo.

Lo que me preocuparía es que los cristianos, teniendo noticia de la Luz de Dios, de la seguridad que da la fe, de la certeza de la salvación eterna, de la misericordia divina, de la fuerza del Espíritu Santo, del consuelo de los sacramentos, de la vida de oración, de la urgencia de la caridad y una nube de testigos..., nos limitemos a ser espectadores, a pasar de largo y que la flojera espiritual nos paralice.

La Iglesia nos propone hoy centrar la atención en un modelo a imitar, la figura de María. Ella da respuestas de amor de modo perfecto, y se convierte, por eso, en el tipo claro y lúcido de la relación personal entre Dios y todo hombre. Su modelo es fácil de imitar, fiarse de Dios y ponerse en camino. Su equipaje es de mano: salir al encuentro del otro, querer ayudar, sencillez y olvido de sí... María lleva dentro de su ser a Dios y, a través de ella, Dios se acerca al hombre. Por medio de la Santísima Virgen María el Señor se hace presente en casa de Isabel y Zacarías, y esto no pasa desapercibido, porque la criatura que llevaba Isabel en el seno saltó de gozo y la madre se llenó del Espíritu Santo.¡Qué importante es el Evangelio de este domingo! La acción interior del Espíritu Santo va orientada a hacer que la respuesta de María sea la de donarse sin reserva y ponerse en camino, mientras que la de Isabel, por otro lado, suscita la bendición y la alabanza, reconociendo lo privilegiada que ha sido. Pensad en el valor que tiene llevar a Dios a los demás, como María, que hasta suscita el profeta que llevamos dentro: «Lo que te ha dicho el Señor, se cumplirá», le aseguró Isabel. ¡Vamos, poneos en camino, llevad a Dios a todos y veréis cosas grandes!
+ José Manuel Lorca Planes

obispo de Cartagena y A.A. de Teruel y Albarracín

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