domingo, 20 de septiembre de 2009

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO



Como un niño en brazos de su madre
(Imagen de la Virgen de la Providencia, patrona de Puerto Rico)
El evangelio de Marcos nos prepara para vivir el seguimiento de Cristo, para responder desde el amor a Jesús, en el camino de la vida, a los verdaderos problemas que continuamente nos acechan. Las cruces, los sufrimientos, las complicaciones de la vida, el encarar la vida a veces tan llena de contradicciones, a veces parece que nos superan. Marcos se fija siempre en la decisión personal de la relación con Dios. Es el Evangelio del Por mí: presenta la vida cristiana como un encuentro personal con Cristo, que nos lleva hasta dar la vida por amor. Nunca se debe descuidar el encuentro personal con Cristo, la oración «como trato de amistad con quien sabemos que nos ama», que decía santa Teresa de Jesús.¿Cuál es el núcleo esencial de este Evangelio? ¿Qué respuesta da al hombre de hoy tan complicado y lleno de complejos? ¿Verdaderamente es buena noticia para el hombre de hoy, sumergido en crisis y en la globalidad de nuestra sociedad, y casi sin esperanza? La respuesta es que Jesús es el camino de la vida verdadera, proyecta una visión distinta. Va, uno por uno, solucionando todos aquellos interrogantes que anidan en el corazón humano. La verdadera respuesta de Jesús es que vivamos con el corazón de niño. Nuestras complicaciones no nos dejan vivir la vida en plenitud. Creo que vivimos sin enterarnos. No somos capaces de abrir nuestros ojos y asombrarnos ante la vida que, vivida desde Jesús, por Él, con Él y en Él, no tiene comparación. Siempre me he preguntado por qué Jesús pone como clave del Evangelio vivir con corazón de niños. La respuesta que siempre encuentro es porque los niños viven, ante todo, tres aspectos que explican la novedad del Evangelio. Por una parte, la confianza en su padre. No conozco ningún niño que no confíe en su padre, que no se abandone plácidamente en sus brazos. Un niño vive para confiar.

El ideal evangélico se acerca al hecho de vivir con la paz, como un niño en brazos de su madre.En segundo lugar, no conozco ningún niño que no viva el momento presente. A los niños no les angustia el futuro, ni tampoco viven anclados en su pasado angustiado. Lo que han vivido (pasado) o tendrán que vivir (futuro) no les preocupa. Sencillamente viven el momento presente. Disfrutan del presente, se acercan a lo que santa Teresa de Lisieux decía: «La santidad es vivir amando en el momento presente». El hombre de hoy no es feliz porque ni en el pasado ni en el futuro podemos ser felices, sencillamente porque no existen. Sólo se vive en el presente.

Por último, los niños son sencillos. Conforme se van haciendo mayores, comienzan las eternas complicaciones. El Evangelio es para los sencillos, pues, como dice la Biblia, «los razonamientos complicados nos alejan de Dios». Aquí está una clave evangélica: el Señor ama a los niños porque confían. Viven el momento presente y no son enrevesados ni complicados. Viven con gozo el Evangelio.

+ Francisco Cerro Chaves obispo de Coria-Cáceres

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