lunes, 31 de marzo de 2014

ENTREVISTA A MONS. MUNILLA

Sin desperdicio alguno. No te la pierdas:


domingo, 30 de marzo de 2014

DOMINGO IV DE CUARESMA

EVANGELIO

Fue, se lavó, y volvió con vista 


Lectura del santo evangelio según san Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.
Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
– «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: – «¿No es ése el que se sentaba a pedir?»
Unos decían: – «El mismo.»
Otros decían: – «No es él, pero se le parece.»
El respondía: -« Soy yo.»
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó: -« Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»
Algunos de los fariseos comentaban: – «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»
Otros replicaban: – «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: – «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»
Él contestó: – «Que es un profeta.»
Le replicaron: – «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: – «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»
Él contestó: – «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»
Jesús le dijo: – «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»
Él dijo: – «Creo, Señor.»
Y se postró ante él.

Palabra del Señor.

Los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: -«¿No es ése el que se sentaba a pedir?» Unos decían: -«El mismo.» Otros decían: -«No es él, pero se le parece.» Él respondía: -«Soy yo» “. Aparentemente, son los versículos más “prescindibles” de la larga lectura del evangelio de hoy. Cualquiera diría que el relato puede entenderse sin ellos… Y, sin embargo, es este “intrascendente” diálogo de pueblerinos un evangélico “marchamo de autenticidad”. De no haber sido real, ¿quién habría reparado en un detalle tan anecdótico y a la vez tan incontestable? ¡A aquel hombre no lo reconocían porque le había cambiado la cara! Es tal la carga de expresividad que los ojos aportan al rostro de un hombre, que un ciego que recupera la vista ya no parece la misma persona… ¡Claro! Es delicioso; casi nos parece estar allí.

Otro diálogo tiene lugar entre los fariseos y el antes ciego. Y toda la ciencia de aquellas personas sin fe saltará en pedazos al estrellarse contra la sencillez de un hombre sin cultura a quien, simplemente, le ha sucedido algo que no puede ocultar. El coloquio es tan delicioso y real como el anterior. Una y otra vez, el antes ciego repite: “no sé”… ¿qué se puede argüir ante un “no sé”? Su sabiduría es tan simple como irrefutable: “sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Contra la misma muralla se estrellan los fariseos cuando llaman a sus padres: ellos tampoco saben nada sobre lo escrito en los libros, pero “sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego”. ¿Quieres ser apóstol? ¡Cuenta a todos los hombres lo que te ha sucedido! Y, si aún no te ha sucedido nada, te diré cómo recobró la vista el ciego para que también tú, que no ves, llegues a ver y se mude tu rostro:
Saliva, tierra, y una fuente: Palabra, carne y Espíritu. Es el finísimo lenguaje del Señor. Para recuperar la vista, el ciego recibió en los ojos saliva de Jesús mezclada con tierra. Es la Palabra que Dios ha pronunciado con labios de carne: jamás se abrirán tus ojos a la fe si no lees a diario el santo evangelio. Y, después, un baño en una fuente llamada “del Enviado”. No basta saber: tienes que sumergirte en la Vida de Jesús, tienes que recibir su Espíritu en los sacramentos, tienes que ser injertado en Él por la gracia.

Entonces saldrás del baño con ojos nuevos. No serán ya tus ojos, sino los suyos, los ojos de Cristo, y así Él te guiará “por el sendero justo, por el honor de su Nombre”. Cuando recobres la vista y veas a través de los ojos de Jesús, reconocerás a tus hermanos donde tu ceguera te mostraba enemigos; reconocerás gracias donde tu ceguera te mostraba desgracias; reconocerás bendiciones donde tu ceguera te mostraba infortunios… ¡Déjate guiar, obedece, oveja ciega, y verás la luz! Pero, si crees que ves, si piensas que no tienes nada que aprender, si estás tan seguro de tu propio juicio que tienes por ciegos a los demás, entonces teme: “Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste”… Pidámosle a María el primero de los rayos de la luz nueva: el que nos muestre que estamos ciegos.

Comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org

jueves, 27 de marzo de 2014

COMENTANDO LA PALABRA DE HOY

“Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor su Dios”… Voy voy a adelantarme para lanzar el primer penalty, aunque no esté jugando en el Santiago Bernabeu.
Me refiero, claro está, a las palabras de Jeremías: porque “la gente que no escuchó la voz del Señor” no es la que está “allí” fuera, lejos de la iglesia; ésa ni siquiera la oye.
“La gente que no escuchó la voz del Señor”, esa gente de la que habla el profeta, es la que “Aquí está”, delante de la Palabra, asistiendo a misa, leyendo la Escrituras, escuchando atentamente al sacerdote durante la predicación… ¡Con la misma atención con la que el guardameta espera el lanzamiento de un penalty!. Desde el ambón, Dios dispara su Palabra contra usted; y usted, desde la portería, hará lo posible por despejar el lanzamiento y evitar que su Señor le marque un gol. Por si pueden serle útiles, aquí le apunto algunos consejos del “manual del perfecto cancerbero”:
- “El evangelio de hoy ha sido interesantísimo… ¡Lástima que no haya venido mi suegra, porque esas palabras le venían como anillo al dedo! Padre, ¿no podría usted repetir esa homilía el domingo, cuando venga mi familia?”… ¡Córner!

- “¡Qué preciosidad! ¡Qué maravilla! Ya se ve que Jesús era muy bueno, y los santos también. El cura debe ser un bendito. ¡Da gusto que haya gente así!”… ¡Balón al palco! Le ha roto los dientes al santo del primer asiento.

- Golpee suavemente con el codo o aseste dos leves pataditas a su marido, a su mujer, a su hijo, o a quien quiera que tenga sentado junto a usted; mírelo de reojo, como diciendo: “¡Ché, que va por ti, atiende!”… Despeje sucio, directo a la cara de un defensa. ¡No tenga tan mala leche, oiga, que ése es de su equipo!

- “Bueno, bueno, ya se sabe… Es que D. Críspulo es muy radical; tampoco hay por qué tomar el evangelio al pie de la letra. ¡Claro, con ese temperamento! Es más suave D. Aristóbulo, a ése sí que da gusto oírle”… Patadón y al fondo norte.

- “¡Es verdad! ¡Qué razón tiene! A partir de la semana que viene, tengo que empezar a pensar en plantearme seriamente la manera de comenzar a imprimir un giro a mi vida que me lleve a estar en disposición de llegar a decidir cumplir un día esas palabras”… ¡Qué paradón! Ese balón no lo va a soltar usted en años.

- “¡Hay que ver! ¡Si hiciésemos caso de esas cosas tan bonitas, qué bien nos iría a todos!” ¡Balón a la plaza de Cuzco! Acaba de romper un escaparate.

¡Pero oiga…! ¿Cuándo va a dejar usted que Dios le meta un gol? ¿Acaso no se ha dado cuenta de que Dios es de su equipo, y de que se ha puesto usted a defender la portería enemiga? María, Virgen fiel: ablanda nuestros corazones y haznos, de una vez por todas, dóciles, como tú, a la Palabra.

www.archimadrid.org

miércoles, 26 de marzo de 2014

"TEOLOGÍA DEL CUERPO"

Cuando era sólo un sacerdote, Karol Wojtyla fijó como una de sus prioridades la atención pastoral a parejas de novios y de matrimonios, para explicarles que la propuesta de la Iglesia sobre sexualidad y afectividad no es algo opresor, sino un camino de plenitud. Así comenzó a gestar unas enseñanzas sobre el amor humano como reflejo del amor de Dios, a las que, como Papa, dedicó las catequesis semanales de los cuatro primeros años de su pontificado. 40 años después, el franciscano polaco Ksawery Knotz, doctor en Teología Pastoral y experto en pastoral familiar, autor de numerosos libros y que trabaja con cientos de parejas católicas, explica que la Teología del cuerpo, de Juan Pablo II, es una de las claves de su magisterio, y «un punto de referencia» para la Iglesia del siglo XXI
¿Qué es la Teología del cuerpo, de Juan Pablo II?
La Teología del cuerpo es un intento de reorientar el pensamiento de algunos católicos. Un pensamiento que se había formado a través de los siglos, o sin tener en cuenta la espiritualidad del matrimonio, o en culturas que no tienen nada que ver con el Evangelio y que degradaron el cuerpo humano. Ante esto, la interpretación católica del cuerpo que hizo Juan Pablo II es de gran importancia para comprender el amor humano, la sexualidad y la afectividad, y la forma de hablar de ellos en la Iglesia.
El biógrafo norteamericano de Juan Pablo II, George Weigel, definió las enseñanzas del Papa en materia de afectividad y sexualidad como «una bomba teológica de efecto retardado». ¿Tan importante es para el magisterio de la Iglesia?
Es muy importante, y es un punto de referencia imprescindible para la teología del matrimonio y de su espiritualidad. Sin la Teología del cuerpo, y la espiritualidad que implica, no se puede hablar con sentido de la ética sexual. Hay una diferencia clara entre los teólogos que se inspiran en la Teología del cuerpo y los que no la han descubierto, o no la entienden, porque sólo aquellos que se inspiran en ella tienen algo importante que decir.
Entonces, ¿cuáles son las enseñanzas más importantes de Juan Pablo II sobre el amor humano?
En breves palabras, se puede decir que la historia del mundo comienza con el amor de un hombre y de una mujer. La historia empieza porque Dios le dio al hombre su amor y la capacidad para amar; lo que hace que un ser humano lo sea es que no sólo piensa y decide de manera libre, sino que también ama. Juan Pablo II se pregunta por la conciencia humana, e intenta, junto con el propio hombre, descubrir lo que es el amor humano: una relación, en la que un hombre y una mujer pueden revelar a Dios. Dios es amor, y por eso es necesario que los hombres aprendan a comprender el amor como un don. El amor no se puede comprar, como un objeto, sólo se puede tomar de la persona que nos ama, o alegrarnos porque nuestro amor sea aceptado. Juan Pablo II muestra que Cristo enseña a los creyentes este amor, para que puedan vivirlo en su vida.
Han pasado más de 30 años desde que el Papa escribió la Exhortación Familiaris consortio. Ahora que se habla de un Sínodo sobre la familia, ¿sigue siendo válida?
La Familaris consortio mostró las tareas de la familia cristiana y es un buen documento, que ayudó a profundizar en muchos temas. Ahora nos estamos preparando para un nuevo Sínodo sobre el matrimonio y la familia, porque existe la conciencia de que hay que abordar de nuevo este tema, teniendo en cuenta lo que los teólogos han desarrollado en este tiempo. Personalmente, veo la necesidad de unir más el sacramento del Matrimonio con la misión de la comunidad de la Iglesia. Para mí, sigue siendo un sacramento subestimado e incluso marginado en la vida pública de la Iglesia.
¿Por qué fue tan sorprendente que un Papa hablase sobre sexualidad y vida familiar?
Las catequesis de la Teología del cuerpo no son especialmente fáciles de leer, y, para que sean conocidas, es necesario comentarlas de diferentes maneras. Muchos se sorprenden al ver cómo un Papa habla sobre el cuerpo del hombre y de la mujer, con tanto respeto y belleza. En el tema de la sexualidad, mucha gente sigue sin comprender que se puede incluir a Dios en la vida íntima. La relación de amor entre un hombre y una mujer, incluido todo lo atractivo de la vida sexual, es el invento de Dios para que el hombre participe en su amor.
Algunos creen que la propuesta cristiana, en el amor y la afectividad, es algo imposible de vivir...
Sin Dios puede ser imposible, pero con Él, es lo más realista posible. El mayor problema asociado con la ética sexual de la Iglesia no es la misma ética, sino sus interpretaciones erróneas, especialmente aquellas mostradas de forma negativa. Cuando se sabe cómo mostrar en positivo a lo que aspiramos y lo que queremos construir, se pueden conciliar todos los valores del Evangelio con la delicadeza con que la Iglesia trata los problemas humanos relacionados con la sexualidad. La ética sexual de la Iglesia se concentra en buscar cómo construir un vínculo duradero, que permita vivir la unión feliz y la expresión de respeto por el ser humano, incluyendo su cuerpo y su fertilidad. No son requisitos poco realistas, sino muy necesarios para que la gente se sienta amada.

Como sacerdote y obispo, mostró a los jóvenes
la afectividad como santidad
Hay personas no católicas, y también católicos, que creen que la Iglesia ve el cuerpo humano y la sexualidad como enemigos. Sin embargo, Juan Pablo II habla del amor humano como de un camino de santidad...
La Iglesia, a través de la enseñanza de los Papas, aprecia la sexualidad más que nadie en el mundo que nos rodea, y cree que la sociedad continuamente la subestima. El cuerpo expresa la totalidad de la riqueza espiritual del ser humano, lo que significa que la sexualidad está diseñada para representar esta riqueza. No se trata de una relación trivial basada en deseos sexuales superficiales, que se pueden generar y romper casi de inmediato, sino de la relación que permite crear una unión estable y fiel, basada en el amor y en la confianza. Desde la perspectiva del adicto al sexo que todavía no se ha curado, se odia al cuerpo y la limitación de las parejas sexuales. Él goza del sexo sin restricciones, e incluso se enorgullece de sus éxitos. Hoy domina esta perspectiva, que se presenta como ejemplo de la felicidad y de la libertad, pero su fruto real es siempre un gran desprecio por el propio cuerpo, que se escapa de control. Hoy no tenemos el problema de gente que tenga miedo del sexo por razones religiosas; sin embargo, sí que nos encontramos con una gran cantidad de personas que no tienen nada en común con el cristianismo, y que tienen miedo de su sexualidad porque saben que puede ser peligrosa para ellos y para las personas de su entorno.
Las propuestas de Juan Pablo II, ¿son sólo teorías, o pueden aplicarse en la vida diaria de las familias?
Durante años, estudié a fondo la Teología del cuerpo y trabajé las catequesis originales con grupos de matrimonios. Para ellos, no eran temas poco prácticos. Cada semana, entendían mejor lo que decía el Papa y veían que estaba totalmente relacionado con su forma de pensar sobre sí mismos, sobre sus cuerpos, sobre la excitación, sobre la masculinidad o sobre la feminidad... Son temas importantes para ellos, que les enseñan cómo entenderse a sí mismos y cómo tratar su cuerpo. A pesar de todo, la Teología del cuerpo de Juan Pablo II es mucho más fácil de entender que las obras de Lévinas, Whitehead o Foucault. Simplemente, hay obras que forman el pensamiento, incluso aunque tengan un alto nivel de abstracción, y que son importantes e influyen en la vida humana, a pesar de que la mayoría de la gente no sea consciente de ello.
José Antonio Méndez
EN ALFA Y OMEGA

martes, 25 de marzo de 2014

HOY EL VERBO SE HIZO CARNE

Aquí... el Verbo se hizo carne. Aquí... nació en el silencio de la noche. Aquí... creció, trabajo y vivió vida de familia humana. Aquí... predicó a las multitudes el sermón de las Bienaventuranzas. Aquí... curo a muchos. Aquí... celebró la nueva Pascua donde nació la Iglesia. Aquí... sudó sangre y fue traicionado. Aquí... recibió azotes atado a la columna. Aquí... murió en una cruz por amor. Aquí... el sepulcro vacío proclama la resurrección. AQUI. Sólo es un adverbio de lugar pero intensamente repetido y vivido en cada esquina de Tierra Santa.

Hodie Verbum caro factum est. HOY, otro adverbio, de tiempo éste.

Las dos coordenadas de la historia de la humanidad, el lugar y el tiempo, han sido asumidas por el Dios incontenible, inefable, inabarcable, infinito, eterno, inconmensurable, el Creador del cosmos y las galaxias, se hizo Niño, creció, todo Dios… 

Hace dos mil años se sembró en nuestra tierra en un HOY que empezó entonces y dura ya hasta la eternidad. 
Aceptando el querer amoroso de su Padre hacia Él y hacia cada uno de los hombres, dejó que su humanidad fuera roturada por el arado de nuestra humanidad pecadora. Así besó nuestra tierra y nuestra humanidad esperando ser reconocido en ese gesto de amor.

Ese grano de trigo descarnado y sepultado encerraba todo el amor divino-humano de un Dios que, en su locura, quiso manifestar indefectiblemente su amor a los hombres, clavándose a una cruz sin bajarse de ella. Aquí, hoy... en esta Tierra nuestra tan herida y convulsionada. Aquí... en la tierra de este corazón mío que tiene ansias infinitas de vida. Aquí... en tu corazón, querido lector, este Dios apasionado de amor con un amor de Pasión, quiere que le abras la posada de tu vida, el pesebre de tu corazón, para estallar dentro de él con grito victorioso de vida eterna.

Pablo Cervera

lunes, 24 de marzo de 2014

¿TU SANGRAS POR ESTAS HERIDAS?

Una de las ponencias más aplaudidas del Congreso de Educatio Servanda fue la de monseñor Munilla, obispo de San Sebastián, en la que repasó «las tres heridas afectivas de nuestra sociedad» y dio las pautas para «su curación espiritual». Al acabar, algunos de los más de 500 participantes comentaban por cuál de esas heridas supuraban más...
Basta una conversación con cualquier joven de entre 11 y 99 años para comprobar cuantas heridas afectivas sufre esta generación. Y lo que es peor, cómo algunos venden como felicidad los caminos al precipicio, «porque, cuando uno no puede curar sus heridas afectivas, trata de justificarlas». Así lo explicó monseñor José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián, en el Congreso deEducatio Servanda, con una ponencia en la que trazó las 3 heridas afectivas de hoy, y las propuestas para sanarlas.
Primera herida: Narcisismo
La primera herida afectiva «es el narcisismo, la contemplación de uno mismo por encima de los demás, elombliguismo». Algo que lleva a «la incapacidad o seria dificultad de amar a otro fuera de mí». Las consecuencias están a la orden del día: «Hipersensibilidad, ver fantasmas donde no los hay, pensar que todo gira en torno a ti...» Además, presenta dos vertientes complementarias: «El eufórico, el que quiere ser siempre el triunfador, ser adulado y que todo el mundo se fije en él; como el niño en el bautizo y la novia en la boda»; y «el pesimista, que va por ahí dando lástima, como si todo conspirase contra él; es como el muerto en el entierro». El narcisismo, en contra de lo que parece, convierte a la persona «en mendigo permanente de afectividad, que nunca se siente suficientemente amado y que está en un peligro constante de desesperación y suicidio». Porque el narcisista «no tiene exceso de autoestima, sino de autodesprecio, y sólo es capaz de fundar su autoestima, de valorarse a sí mismo, por la opinión de los demás».
Solución: el Amor personal y real
El amor de Dios: Para sanar el narcisismo, «lo primero es el anuncio del amor de Dios, que funda la verdadera autoestima y el sano amor a uno mismo, con el Amarás al prójimo como a ti mismo. La autoestima no proviene de ti, sino de sentirte amado. Dios no hace basura, estás bien hecho, no tienes derecho a despreciarte».
Equilibrio ascética-mística: «El punto central del Evangelio no es una ascética rigorista, ni una falsa mística de payasos, flores y parábolas, sino el anuncio de la Cruz: la Pasión, muerte y resurrección de Jesús. Si te dan a conocer la Cruz, entiendes que el amor de verdad, el que Dios te tiene y te ayuda a vivir, es hasta el extremo».
Acompañamiento personal: «El amor de Dios es para todos, pero la Iglesia no hace café para todos. Hace falta acompañar a cada uno, conocer sus problemas y ayudarle a que Dios entre, no en general, sino en los aspectos concretos de su vida», explicó.
Ver a Cristo en los pobres: «El servicio a los pobres te descentra, te saca de ti, revela la presencia de Cristo y tiene una gran capacidad sanadora. Mis padres -contó el prelado-, cuando éramos adolescentes, nos llevaron al psiquiátrico de Mondragón. Aquello nos impactó y nos sacó de la burbuja».
Segunda herida: Pansexualismo
«Vivimos -denunció- en una alerta sexual permanente, que contamina todos los ámbitos. Comenzó con un divorcio entre sexo y procreación; después, entre amor y matrimonio; y ahora, entre sexo y amor». ¿Resultado? Personas rotas y perdidas.
Solución: educar contracorriente
Rescatar la castidad: «Hemos de rescatar la virtud de la castidad de su impopularidad, porque nos ayuda a ser reyes de nosotros mismos. En la vida, o te conduces, o te arrastran. La castidad es una virtud necesaria para vivir relaciones afectivas verdaderas. Y aunque el cuerpo tiene memoria y pide su tributo, si se cae en la tentación, no hay que perder la paz».
Educar en el amor humano: «Tenemos que formarnos a través de cursos de afectividad y sexualidad para trasladar la propuesta liberadora de la Iglesia, no de oídas, sino con conocimiento verdadero», afirmó.
Mostrar la belleza: Cuando la sociedad «eleva lo feo a la categoría de arte, regodeándose en el feísmo», mostrar «la belleza exterior ayuda a entender que lo bello no es sólo apariencia, sino aparición de una verdad latente, que eleva el espíritu».
Tercera herida: Desconfianza
Las malas experiencias no salen gratis y no sirve de nada mirar para otro lado. Por eso, «haber padecido las consecuencias del pecado de uno mismo y de los demás, pasa factura y termina por generar un síndrome de desconfianza crónica: Si me aislo, no sufro». Así, las heridas que los jóvenes han sufrido en su familia, con sus amigos o en sus relaciones afectivas y sexuales, «les lleva a encerrarse, a replegarse en sí, a ser desconfiados». Y eso «termina por distorsionar la realidad. Quien renuncia a amar por no sufrir, termina sufriendo por no amar. Así que, como me decía un joven, puestos a sufrir, mejor sufrir por amar, que por dejar de hacerlo...»
Solución: no confiar en cualquiera
Experiencias de comunión: Vivir experiencias de comunión en la Iglesia es clave «para mostrar que hay personas que sí merecen nuestra confianza. Quien empieza por decir Nadie me comprende, sólo puedo fiarme de Dios, siempre termina por proyectar sus miedos en Dios y no confiar en Él».
Evangelio del abandono: «Tenemos que tener el valor de mirar nuestros miedos y temores a la cara... porque comprobaremos que, al ponerlos ante Cristo, veremos cómo se derriten como la nieve al sol»
La escuela del Corazón: Monseñor Munilla terminó con una frase que está convirtiendo en un clásico: «Aprender de la escuela del Corazón de Jesús nos ayuda a vivir la afectividad en positivo. El Corazón de Jesús nos enseña la confianza del amor, porque nuestro corazón no es de quien lo rompe, sino de Quien lo repara».
J. A. Méndez para Alfa y Omega

domingo, 23 de marzo de 2014

DOMINGO III DE CUARESMA

Evangelio
En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice: «Dame de beber». (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le dice: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y Él te daría agua viva». La mujer le dice: «Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le contesta: «El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor que salta hasta la vida eterna». La mujer le dice: «Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla». Él le dice: «Anda, llama a tu marido y vuelve». La mujer le contesta: «No tengo marido». Jesús le dice: «Tienes razón: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad». La mujer le dice: «Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén». Jesús le dice: «Créeme, mujer: se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad». La mujer le dice: «Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, Él nos lo dirá todo». Jesús le dice: «Soy yo, el que habla contigo».
Juan 4, 5-42

La escena que se desarrolla en el pozo de Sicar está llena de propuestas sugerentes para el camino cuaresmal. El Señor ofrecerá a aquella mujer un agua viva que introduce en la vida eterna. Esta agua es imagen del Bautismo que, como a la Samaritana, Jesús nos ofrece siempre como un don inmerecido. En el Bautismo, el hombre muere al pecado y es engendrado a una vida nueva en el Resucitado. Ése el sentido de este fecundo diálogo entre Cristo y aquella mujer pecadora que se ve sorprendida por el proceso interior en la que el Señor la sumerge.
La petición de Jesús a la samaritana: Dame de beber dirige rápidamente nuestra mente al momento en el que Jesús pende agonizante en la cruz. Tengo sed serán entonces sus palabras, recogidas también por san Juan. En ambos momentos Jesús se presenta mendigando agua ante el hombre. Uno y otro están íntimamente relacionados.
Aquella mujer llega al pozo de Sicar al mediodía, cuando más calor hace y más fuerte es su sed. La samaritana es imagen de nuestra pobreza humana, de nuestra sed, en su máxima expresión. Las gentes de Samaría eran reprobados como herejes y habían perdido su dignidad religiosa; como mujer gozaba de escasa dignidad civil, y como pecadora pública había perdido su dignidad moral. Jesús se conmueve ante la pobreza e ignorancia de aquella mujer respecto a la vida verdadera y toma la iniciativa de remediar su condición. La ternura del Corazón de Cristo le mueve a anticiparle un misterio que estaba reservado para la hora del Calvario: la sed de Cristo. El Señor no tiene sed de agua ni de vinagre. Él tiene sed de nuestro amor. Tiene sed de que tengamos sed de Él.
La iniciativa de Jesús es profundamente aleccionadora para el evangelizador actual. Él no reprocha nada de entrada a aquella mujer. Se pone a su lado y la va conduciendo pacientemente de la mano por un camino que la lleva a encontrase a sí misma y, al hacerlo, se encuentra con Dios.
El proceso que la Samarita recorre es sorprendente. En primer lugar, no se cree lo que le está pasando y no da crédito a que alguien se aproxime a ella desde la gratuidad del amor, sin buscar nada a cambio. ¿Cómo puede amarme éste a mí, si él es judío y yo samaritana? Ése es el primer paso. Convencernos de que Dios nos ama, que sale a nuestro encuentro precisamente donde pecamos y flaqueamos. Ahí es donde pronunciará su suplica: Dame de beber, tengo sed de tu amor.
El camino de la conversión es un camino arduo. Conlleva situarnos ante la cruda realidad de nuestra vida y de nuestro pecado por muy dolorosos que sean. La mujer va descubriendo su verdad ante Jesús. Lo hace pausadamente, dando tímidos pasos: No tengo marido. Pero Dios quiere desvelar toda la verdad, pues sólo desde un cimiento firme se puede edificar un proyecto nuevo que vivifica: Has tenido cinco, y el de ahora no lo es. Al ponerla ante la verdad de su vida, la mujer se convierte.
El Señor quiere devolvernos toda nuestra grandeza de bautizados, de hijos de Dios. No tengas miedo y abre tu corazón herido al Señor en esta Cuaresma. Sólo Él puede sanarlo.
+ Carlos Escribano Subías
obispo de Teruel y Albarracín

jueves, 20 de marzo de 2014

LA SENDA DE LA FE

No te preocupes del futuro… la preocupación ahoga la obra de la gracia dentro de ti. Cuando Dios te dé consuelo, disfrútalo. Mírale sin parar. Disfruta Su provisión día a día como los israelitas recibían su maná. No intentes acumular nada. Hay dos peculiaridades en cuanto al camino de la fe. La fe discierne a Dios detrás de todas las circunstancias que tratan de ocultarle. La fe también te sostiene en un estado de incertidumbre. Quiero que te des cuenta de lo ininterrumpidamente que te sentirás suspendido en el aire sin que se te permita caminar sobre tierra firme. El consuelo que hallas en este momento será del todo inadecuado para el siguiente instante.
Deja a Dios actuar en tu vida del modo que a Él le parezca mejor. Todo lo que debes hacer es ser fiel a lo que Él te pide. Dios quiere que dependas de Él de un instante al otro. Las tinieblas y la incertidumbre de la senda de tu vida deben llevarte a un pacífico descanso en Él. Es una verdadera muerte confiar en Él aun sin ver adónde te conduce. Es una muerte silenciosa que toma lugar sin mucho bombo y platillo.
Morir a ti mismo se dejará sentir como un fuego lento. El final llega de una forma tan sutil e interior que a menudo está tan oculto de ti como de los que saben por lo que estás pasando. Cuando Dios se lleva cosas tuyas, sabe cómo y cuándo reponerlas. Luego puede que te las devuelva por medio de Sí Mismo o a través de otros. Puede Él levantar hijos de las piedras.
Así pues come tu pan diario sin pensar en el mañana… baste a cada día su propio afán. (Mateo 6:34) El mañana se ocupará de sí mismo. Aquel que hoy te alimenta es el mismo que te alimentará mañana. El maná caerá del cielo en medio del desierto antes de que los hijos de Dios deseen cosa alguna».

El camino de la Cruz

Fenelón, Arzobispo de Cambrai
Publicado en el blog HESIQUÍA

miércoles, 19 de marzo de 2014

POR S. JOSÉ DÍA DEL SEMINARIO

Padre adoptivo de Jesús, esposo de Sta. María Virgen, custodio de la Sagrada Familia de Nazareth y patrono de  la Iglesia. Hoy además celebramos el día del Seminario y con tal ocasión, reproducimos la carta que D. Braulio nos ha dirigido.
Además es ocasión para felicitar a todos los padres y todos los que llevan el nombre de José en el suyo; a nuestro Seminario y nuestros seminaristas: Dani, Pablo, Samuel y Juan Pablo. Felicitamos a nuestro Párroco D. José, al que encomendamos como a todos, a la protección de este gran intercesor.




Esa era la llamada para comunicar a la comunidad católica la importancia de pedir la intercesión del Esposo de la Virgen María, Patrono de la Iglesia universal, de modo que el Señor nos diera muchas y buenas vocaciones, es decir, adolescentes y jóvenes que, al encontrarse con Cristo, sintieran la llamada del Señor a seguirle como sacerdotes. ¿Es algo hoy caído en desuso? En absoluto. Vocaciones/llamadas de Cristo a ser curas existen; Seminarios también; también necesidades económicas pero, sobre todo, necesitamos sacrificios y oración al Señor por los seminaristas. Pero hay algo más en este asunto.
Soy vuestro Obispo. Agradezco sobremanera al Señor y a las comunidades cristianas que de vuestras familias hayan llegado al Seminario Menor y Mayor chavales jóvenes ilusionados con ser sacerdotes. Pero me preocuparía que pensarais que ya no hay que preocuparse del tema del Seminario y de la buena formación de los seminaristas porque “en Toledo hay muchas vocaciones”. ¿Cuándo hay muchas vocaciones? ¿Cuándo el jefe de personal diga que ya no se necesita de más trabajadores? ¡Qué disparate! No se trata de hacer reclutamiento; queremos buenos seminaristas, buenos sacerdotes que sirvan a sus hermanos en la tarea intransferible por muchos bueno fieles laicos que hubiera.
La Iglesia, además, es universal. El católico que es ordenado sacerdote, entra a formar parte del “orden de los presbíteros” para toda la iglesia universal. He vivido por cuarta vez en mi vida de Obispo, durante la visita “ad limina”, la mutua implicación que existe entre el Papa Francisco y cada Obispo diocesano; entre la Iglesia de Roma y las demás Iglesias. El Papa no es el “jefe”, ni el que detenta el poder supremo, como si habláramos de una multinacional. Él, obispo de Roma, como sucesor de san Pedro, forma parte de cada Iglesia particular o Diócesis. No me quita a mí la responsabilidad que tengo como Arzobispo de Toledo, sino que la agranda y le da sentido por su servicio a la Iglesia universal. La Iglesia no hace comunión como hacemos la recogida de la aceituna; la Iglesia es comunión.
Todo esto quiere decir que necesitamos como nunca un buen Seminario, exigente, cordial y capaz de entusiasmar desde Cristo a chavales y jóvenes en la tarea de llevar a cabo en su carne el misterio salvador de Cristo, con la celebración de la Eucaristía, el perdón de los pecados; pero también con la tarea de gobernar al estilo de Jesús a sus comunidades, poniéndose en marcha con el ejemplo de una vida entregada y urgiendo a sus hermanos a la evangelización, a la catequesis y formación en la fe, a vivir la caridad de Cristo, sobre todo con la dedicación a los más pobres, y contribuyendo a la paz y a la vivencia de las virtudes cristianas, que harán mejores ciudadanos, amantes de la sociedad en la que viven, en esta España nuestra. Y todo esto sin ser del mundo, sino de Cristo y su Espíritu, que trae la verdadera alegría. Sobra malos ejemplos, vidas sin atracción para los demás fieles cristianos; necesitamos más limpieza de intención, más vivir una vocación de seguimiento de Jesucristo hasta dar la vida, y más implicación evangelizadora y misionera. Nos urge conseguir la alegría de anunciar el Evangelio.
¿Pensáis que ésta es sólo tarea de los seminaristas? No. Somos un Pueblo, una Familia, un Cuerpo, el de Cristo: "la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años" (``La alegría del Evangelio´´, 1)
Es muy importante este párrafo del Papa Francisco, dirigido a todos sin excepción. También a los que en estos momentos se están formando para ser sacerdotes de Jesucristo para el Pueblo de Dios. La formación de los seminaristas es todo un arte y necesita un clima de libertad y de no interferencia, aunque el Seminario debe respetar el origen de la vocación de cada seminarista. Todos deben ayudar al Rector y a los formadores para que haya un buen discernimiento de cada candidato. El Santo Padre nos aconsejó, en el encuentro que con él tuvimos obispos de Toledo y Extremadura, que fuéramos muy lúcidos en la formación de nuestros seminaristas. Insistió en cuatro columnas en las que basar una buena preparación: vida según el Espíritu (vida espiritual); formación teológico-intelectual; aprendizaje para la vida y actividad pastoral futura; y un aprender a convivir con sus compañeros, esto es, una vida comunitaria que fortalezca la vida común, el trabajo con otros, y aprender a vivir relaciones con tanta gente en el futuro a partir de las buenas relaciones con sus compañeros, pues quien en el Seminario no aprende a contar con los demás, no lo hará una vez ordenado.
Pedimos al Señor esta alegría de seguirle a Él y de anunciar su Evangelios. También os pido a vosotros católicos de esta Archidiócesis, que oréis por los seminaristas del Seminario Mayor y Menor, que sigáis con amor e interés todo su proceso de formación. Y que el Señor conceda a los sacerdotes que los preparan la gracia de ser testigos de Jesucristo para ellos. Gracias por cuando hacéis y podéis hacer por los futuros sacerdotes.
X Braulio Rodríguez Plaza
Arzobispo de Toledo
Primado de España

martes, 18 de marzo de 2014

LA ANSIEDAD

El apuro y la prisa, cierta inquietud general, son una señal de la ansiedad, que desde el interior, está guiando nuestras acciones. La ansiedad muestra inequívocamente la presencia de una apetencia personal motivando el movimiento.

No apurarse, hacer con profundidad, como si de liturgia se tratara.

Hacer bien lo que hagamos es ofrenda valiosa para Dios y los demás y eleva nuestro espíritu.

Del blog Hesiquía

lunes, 17 de marzo de 2014

EL ANGELUS DE AYER CON EL PAPA

Hoy el Evangelio nos presenta la Transfiguración. Es la segunda etapa del camino cuaresmal: la primera las tentaciones en el desierto, el domingo pasado; la segunda: la Transfiguración. Jesús “tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado” (Mt 17,1). La montaña, en la Biblia, representa el lugar de la cercanía a Dios y del encuentro íntimo con Él; el lugar de la oración, donde estar a la presencia del Señor. Allá arriba en el monte, Jesús se muestra a los tres discípulos transfigurado, luminoso, bellísimo y después aparecen Moisés y Elías, que conversan con Él. Su rostro es tan brillante y sus vestiduras tan blancas que Pedro queda deslumbrado, tanto que quisiera permanecer allí, detener el tiempo. Pero enseguida suena la voz del Padre que proclama que Jesús es su hijo predilecto, diciendo: “Escuchadlo” (v.5). Esta palabra es importante, nuestro padre que dijo a los discípulos y también a nosotros: “Escuchad a Jesús, porque es mi hijo predilecto”. Esta semana, tengamos esta palabra en la cabeza yen el corazón: “Escuchad a Jesús”. No lo dice el Papa, lo dice Dios Padre a todos, a mí, a vosotros. Es una ayuda para seguir adelante con el camino de la Cuaresma. “Escuchad a Jesús”. ¡No lo olvidéis!


Es muy importante esta invitación del Padre. Nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que escuchan su voz y se toman en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús hay que seguirlo, como hacían las multitudes del Evangelio que lo siguen por las calles de Palestina. Jesús no tenía una cátedra o un púlpito fijo, sino que era un maestro itinerante, que proponía sus enseñanzas, que eran las enseñanzas que le había dado el Padre, por las calles, recorriendo trayectos no siempre previsibles y a veces, difíciles. Seguir a Jesús para escucharlo. También escuchamos a Jesús en su Palabra escrita, en el Evangelio. Os hago una pregunta: ¿Vosotros leéis un pasaje del Evangelio todos los días? Sí, no, sí, no, mitad y mitad, eh? Algunos sí y algunos no. Pues es importante. Leed el Evangelio. Es bueno tener un pequeño Evangelio y llevarlo con nosotros, en el bolsillo, en la bolsa y leer un pequeño pasaje en cualquier momento de la jornada. En cualquier momento, coger el Evangelio y leer un pequeño pasaje, allí está Jesús que nos habla. No es necesario que estén los cuatro, con que sea uno es suficiente. Siempre el Evangelio con nosotros, porque es la Palabra de Jesús, para poder escucharlo.



De este episodio de la Transfiguración quisiera destacar dos elementos significativos, que resumo en dos palabras: subida y descenso. Nosotros necesitamos salir de la multitud, subir a la montaña, a un espacio de silencio, para encontrarnos con nosotros mismos y escuchar mejor la voz del Señor. Esto lo hacemos en la oración ¡Pero no podemos quedarnos allí! El encuentro con Dios en la oración nos empuja nuevamente a “descender de la montaña” y volver a la llanura donde nos encontramos con el resto de hermanos cargados de fatigas, injusticias, ignorancias, pobreza material y espiritual. A estos, nuestros hermanos, que están en dificultades, estamos llamados a llevar los frutos de la experiencia que hemos tenido con Dios, compartiendo con ellos los tesoros de gracia recibidos. Esto es curioso, cuando escuchamos la Palabra de Jesús, la tenemos en el corazón, esa Palabra crece, ¿sabéis cómo crece? Dándola al otro. La Palabra de Cristo en nosotros crece cuando la proclamamos, cuando la damos a los demás. Esta es la vida cristiana. Es una misión para toda la Iglesia, para todos los bautizados, para todos nosotros. Escuchar a Jesús y ofrecerlo a los demás. No os olvidéis. Esta semana, escuchad a Jesús. Y pensad lo del Evangelio ¿Lo haréis? ¿Haréis eso? ¿Eh? El próximo domingo me diréis si habéis hecho eso de llevar un pequeño Evangelio en el bolsillo, en la bolsa para leer un pequeño pasaje durante la semana.



Y ahora dirijámonos a nuestra Madre María, y confiémonos a su guía para proseguir con fe y generosidad el camino de la Cuaresma, aprendiendo un poco más a “subir” con la oración y a “descender” con la caridad fraterna.

sources: Radio Vaticano

jueves, 13 de marzo de 2014

UN AÑO CON EL PAPA FRANCISCO

Hoy se cumple un año de la llegada al pontificado del Papa Francisco.
Reproducimos a continuación la entrevista publicada en el semanario Alfa y Omega a monseñor Alfred Xuereb, secretario personal y hombre de gran confianza para el Papa Francisco, en una entrevista a Radio Vaticano, con motivo del primer aniversario de pontificado.

«Usted me hace revivir tantas emociones y también tantísimos recuerdos, muy profundos», le dice al entrevistador, el periodista de Radio Vaticano Alessandro Gisotti, el prelado maltés. «Eran momentos particulares, que seguramente quedarán en la historia. Un Papa que deja su Pontificado. Desde el 28 de febrero, el último día del Pontificado del Papa Benedicto, cuando dejamos para siempre el Palacio Apostólico, hasta el 15 de marzo, es decir, hasta dos días después de la elección del nuevo Papa, yo me quedé con el Papa emérito en Castel Gandolfo para acompañarlo y también para ayudarlo en su trabajo de secretaría. El momento de la separación del Papa Benedicto ha sido para mí un muy atormentado, porque tuve la fortuna de vivir por cinco años y medio con él y, dejarlo, separarme de él fue un momento muy difícil. Las cosas habían precipitado, yo no sabía que justamente aquel día debía preparar las valijas y dejar Castel Gandolfo y también dejar al Papa Benedicto. Pero desde el Vaticano me pedían que me apurara, preparara las valijas y fuera a Santa Marta, porque el Papa Francisco estaba incluso abriendo él la correspondencia solo; no tenía un secretario que lo ayudara».
«En aquella mañana, pasé varias veces por la capilla para tener luz, porque me sentía también un poco confundido. Pero estaba seguro, tenía la neta sensación de estar guiado desde lo Alto y me daba cuenta que estaba sucediendo algo extraordinario, también para mi vida. Luego entré al estudio del Papa Benedicto llorando y, con un nudo en la garganta, probé a decirle lo triste que estaba y lo difícil que era para mí separarme de él. Le di las gracias por su benévola paternidad. Le aseguré que todas las experiencias vividas con él en el Palacio Apostólico me habían ayudado tanto a mirar mejor 'a las cosas allá arriba'. Después me arrodillé para besarle el anillo, que no era ya el del Pescador, y él, con mirada paterna, de ternura, como sabe hacer él, se puso de pié y me bendijo.»
¿Qué recuerdo tiene de su primer encuentro con el Papa Francisco?
Me hizo entrar en su estudio, me acogió con su bien conocida cordialidad, y tengo que decir que me hizo también una broma, una broma -si así puedo decir- ¡de Papa! Tenía una carta en la mano, y con tono serio me dijo: «Ah, pero aquí tenemos problemas, ¡alguien no ha hablado muy bien de ti!» Yo me quedé mudo, pero después entendí que se refería a la carta que el Papa Benedicto le había enviado para informarle que él me había dejado libre y que podía llamarme a su servicio. En esta carta, el Papa Benedicto había tenido la bondad de listar algunas de mis virtudes. Después el Papa Francisco me invitó a sentarme en el diván y él se sentó junto a mí en una silla. Me pidió -con mucha fraternidad- que lo ayudara en su difícil tarea. Finalmente quiso saber cuál era mi relación con los Superiores y con otras personas de una cierta responsabilidad. Le respondí que tengo una buena relación con todos, al menos por lo que a mí respecta.
¿Qué le impresiona de la personalidad del Papa Francisco, teniendo el privilegio de vivir cada día junto a él?
Su determinación. Una convicción que estoy seguro que le viene de lo Alto, porque es un hombre profundamente espiritual que busca en la oración la inspiración de Dios. Por ejemplo, la visita a Lampedusa, él la decidió porque luego de haber entrado algunas veces a la capilla, le vino continuamente esta idea: ir personalmente a encontrar a estas personas, a estos náufragos, y llorar por sus muertos. Y cuando él entendió que le venían a la mente varias veces, entonces estuvo seguro que Dios quería esta visita. La hizo, aunque no había mucho tiempo para prepararla. Él usa el mismo método para elegir a las personas que llama para que colaboren con él de cerca.
¿Qué le impresiona mirando al Pastor Francisco, su dimensión pública, cómo ejercita su ministerio petrino?
Cuando me han hecho una pregunta similar, respondo diciendo que me viene a la mente espontáneamente la figura del misionero. Aquel clásico misionero que parte, que va entre los indígenas para hacerles conocer el Evangelio, Jesucristo. Yo veo en Francisco el misionero que está llamando a sí a la muchedumbre, aquella muchedumbre que quizás se siente perdida, con la intención de traerla de nuevo al corazón del Evangelio. Se ha transformado -por así decir- en el párroco del mundo y está alentando a cuantos se sienten lejanos de la Iglesia a volver con la certeza que encontrarán su lugar en la Iglesia. Él ve en el clericalismo y en la casuística fuertes obstáculos para que todos se puedan sentir amados por la Iglesia, acompañados por ella. En cambio, párrocos y sacerdotes nos dicen casi cotidianamente cuántas personas han vuelto a la Confesión y a la práctica de la fe por el aliento del Papa Francisco, especialmente cuando nos recuerda que Dios no se cansa nunca de perdonarnos. Él, como han visto, tiene una atención especial por los enfermos, y esto porque él ve en ellos el cuerpo de Cristo sufriente. Y olvida completamente sus achaques. Por ejemplo, en los primeros meses de su Pontificado tenía un fuerte dolor a causa de la ciática que se le había vuelto a presentar. Los médicos le habían aconsejado que evitara de agacharse, pero él, encontrándose delante de enfermos en silla de ruedas o de niños enfermos en sus cochecitos, se inclina hacia ellos de todos modos, y les hace sentir su cercanía. Así sucedió también durante la celebración eucarística en Casal del Marmo, la tarde del Jueves Santo durante el lavatorio de los pies. No obstante el dolor que habrá sentido, se arrodilló delante de cada uno de los doce jóvenes detenidos para besarles los pies.
El Papa Francisco parece incansable, mirándolo en los encuentros, en las audiencias. ¿Cómo vive su cotidianidad también de trabajo, en la Casa Santa Marta?
Créame, ¡no pierde un sólo minuto! Trabaja incansablemente. Y cuando siente necesidad de tomarse un momento de pausa, no es que cierre los ojos y deje de hacer nada: se sienta y reza el Rosario. Pienso que, por lo menos, tres Rosarios al día, los reza. Y me ha dicho: «Esto me ayuda a relajarme». Luego retoma, retoma el trabajo. Recibe una persona después de otra: el personal de la portería de Santa Marta es testigo. Escucha con atención y recuerda con extraordinaria capacidad todo lo que siente y lo que ve. Se dedica a la meditación temprano, por la mañana, preparando también la homilía de la Misa en Santa Marta. Luego, escribe cartas, hace llamadas telefónicas, saluda al personal que encuentra y se informa acerca de sus familias.
Uno de los dones más hermosos de este primer año de Pontificado son seguramente los encuentros entre el Papa Francisco y el Papa Benedicto. Usted, que es como un anillo de conjunción entre ellos, ¿qué nos puede decir de esta relación fraterna?
En una reciente entrevista, el Papa Francisco ha revelado esto: que él lo consulta, le pide su punto de vista. ¡Sería una gran pérdida no aprovechar de esta gran fuente de sabiduría y de experiencia! De hecho, lo ha dicho inmediatamente: es como tener el abuelo en casa, es como decir, tener el sabio dentro casa. He aquí que el Papa Francisco desde el principio ha visto esta presencia como un don inestimable, similar a aquel obispo sabio apenas elegido que encuentra un sabio sostén en su obispo emérito. Es significativo, por ejemplo, el hecho que haya querido arrodillarse en la capilla en Castel Gandolfo, no sobre su reclinatorio, sino al lado del Papa Benedicto. Y luego, ha querido su presencia en la inauguración de la estatua de San Miguel Arcángel aquí, en los Jardines Vaticanos. Y lo convenció para participar en el Consistorio que hubo para los nuevos Cardenales. Es una presencia que enriquece el Pontificado del Papa Francisco.
Por último, ¿qué le está aportando personalmente este servicio al Papa Francisco, después de haber servido de cerca a Benedicto XVI y, recordémoslo, también a Juan Pablo II?3
Me doy cuenta que el Señor me está conduciendo por vías verdaderamente misteriosas. No habría imaginado nunca el poder cumplir este tipo de servicio. Pero Dios es así. De otra forma, somos nosotros los programadores de nuestra vía de santidad. Yo encuentro una gran ayuda en el luminoso testimonio de confianza en Dios, que he tenido la gracia de recibir personalmente del Papa Juan Pablo II, del Papa emérito Benedicto, el cual –se ha transformado en un dicho para sonreír– cada vez que se encontraba de frente a una situación difícil amaba alentarnos diciendo: «El Señor nos ayudará». Es obviamente el sostén tanto humano como espiritual de la oración, que sé que hace también por mí el Papa Francisco y me resulta de gran consuelo.

miércoles, 12 de marzo de 2014

EL TEMOR

El temor es la anticipación del mal.
Merced a la imaginación, anticipamos los posibles escenarios del acontecer futuro. Cuando este suponer se hace con signo negativo, engendra el temor.
El temor en el cuerpo produce contracción, tensión diversa. En la mente ansiedad, inquietud, un clima de desasosiego que exacerba la previsión.
Esta forma de vivir temiendo, configurada en etapas de formación y debido a una equivocada forma de educación o a sucesos traumáticos que no se han podido reconciliar, proyecta también la imagen de un “Dios – Juez” en el cual la bondad y el amor quedan relegados.
Una cosa es el miedo y otra el temor. El primero, nace desde lo instintivo del cuerpo y está allí como reacción refleja en pos de la preservación, como defensa ante el peligro inminente. El miedo moviliza al cuerpo, brinda agilidad en la huida, aumenta la fuerza física, amplía los sentidos que se tornan avezados.
En cambio el temor es de naturaleza psicológica, deriva de lo imaginativo; muchas veces sucede lo que temíamos porque inadvertidamente lo generamos. No debemos basar nuestra conducta en el temor. Debemos observarlo, ver como va y viene agitado por oleadas especulativas, la mayor parte de las veces sin base cierta.
Y ¿que se puede hacer ante una conducta habituada al temor? ¿Cómo librarse de ese modo de mirar y de actuar que lleva al encerramiento y la crispación?
Sin duda que ese cambio será un proceso, un camino hacia la liberación y no un rapto repentino. Pero en ese caminar hacia la libertad, mucho se puede aprender.
Volvemos al tema de la fe, del que hablamos al iniciar con el tema de la acedia.
¿Que creo? ¿Creo en Dios providente, Padre de amor, que me ha traído a la vida con un designio que ha de irse develando más cuanto más anhele hacer su voluntad? ¿Creo en el poder salvador de la bondad, de la misericordia y del amor infinito que vive en Dios?
Porque quién eso cree no ha temer. Pero… ¿Cómo creer cuando esta fe se muestra ausente? Un paso inicial para fortalecer la fe consiste en observar con atención lo que Dios ha creado. No dar por sentado que ya se ha visto la obra de sus manos.
Es preciso darse un tiempo para contemplar con recogimiento aquella flor que brota en la pequeña planta del balcón. Poner toda la atención en la sedosidad de sus pétalos que se abren con gracia y sutileza, que desnudan los estambres y prometen el néctar. Fijarse con actitud reverente en los dibujos crípticos que trazan las nubes, enlazando colores irreproducibles aún en la más magistral de las paletas.
Respirar hondo, sentir la vida que el aire da animando el cuerpo. ¿Que es esto Señor que invisible y fresco me alimenta?
Es preciso tomar conciencia de que existimos y del misterio que en ello se encierra. Estar aquí, viviendo, cobija un significado. Develarlo a través de la observación de lo que acontece es una tarea sagrada. Nada existe ni sucede sin sentido. Aceptar esto nos permite el posterior descubrimiento.
Cada vez que uno se encuentre a si mismo temiendo, invocar el Nombre de Jesucristo, atender al acto de búsqueda que vive en la invocación misma y desde allí hacer frente a lo que viene. Nada puede afectar a quién a puesto su refugio en el imperecedero.
¡Aleja el temor, toma la fe y nutre con ella un corazón valiente! La gesta es cotidiana, la caridad una épica, la subida del monte puede ser leyenda íntima, oculta y personal junto a Aquél que ve en lo secreto.
Del blog HESIQUÍA

martes, 11 de marzo de 2014

LA PALABRA DE DIOS HOY

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seas como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así:
“Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno.”
Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
Palabra del Señor.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: “Padre nuestro del cielo…” A veces damos grandes vueltas pensando las formas mejores de hacer oración, empezamos de mil maneras distintas y, muchas veces, abandonamos pues no obtenemos los frutos que esperamos en el tiempo que queremos. A veces olvidamos que el padrenuestro es la oración que Jesús nos enseñó. No es una composición humana fruto de la piedad de algún santo, por mucho que estas nos ayuden. El padrenuestro es palabra de Dios: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.» Casi siempre la mejor oración es la más sencilla. Tal vez esta cuaresma podríamos repetir muchas veces, meditándolo y paladeándolo, la oración del padrenuestro.

Rezar el padrenuestro de verdad, sin aguarlo, sin prisas y dejando que el Espíritu Santo vaya haciéndolo vida en nuestra vida es una auténtica meta de santidad. No hace falta complicarse mucho la existencia, Dios ya sabe lo que nos hace falta, no tenemos que negociar con Él ni intentar convencerle de nada, simplemente es necesario dirigirnos a Él con la confianza de hijos y poner nuestras vidas en sus manos.

Rezar el padrenuestro compromete mucho en nuestra vida diaria. Si se reza rápido, con el corazón puesto en otro sitio, moviendo los labios pero no la voluntad ni los afectos, entonces nos deja indiferentes. Pero cuando la lengua se acompasa con el corazón la oración del padrenuestro puede llevarnos a las más altas metas de la contemplación. No estaría más el volver a sacar el tomo del Catecismo de la Iglesia Católica y releer la última parte, dedicada a la oración y que se guía por las palabras del padrenuestro.
Lo verdaderamente importante es rezar, hablar con Dios. Sea mucho o poco tiempo, pero un tiempo fijo cada día. La oración es necesaria para el Papa y para el monaguillo, para el niño y para el anciano, para el santo y, más aun, para el pecador.
Nunca rezamos solos, nuestro ángel de la Guarda nos acompaña y Santa María lleva nuestras oraciones a el regazo del Padre celestial para que sean escuchadas. Luego, esta cuaresma, recemos.