viernes, 31 de enero de 2014

FELIZ QUINTO ANIVERSARIO

Cinco años de blog que han pasado volando.

Gracias a todos por estar ahí. Simplemente pretendemos ser una ventana que nos acerque más a Dios, que nos ayude a respirarLE en medio de las ocupaciones diarias. 
Gracias al Señor que sin duda fue quien suscitó este medio y quien se ocupa de sostenerlo.
Gracias a vosotros por vuestros comentarios, por pasar por aquí y parar un rato, por vuestras oraciones y vuestro apoyo y ánimo.
Que el Señor os bendiga a todos.
Os dejamos con nuestro clásico "¿Por qué soy católico?" que fué el contenido de nuestra primera entrada y que sigue inspirándonos. Gracias Señor por llamarnos a formar parte de este pueblo tuyo, de tu Iglesia amada.

“Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
por haber escuchado las palabras de mi boca.
En presencia de los ángeles tañeré en tu honor,
me postraré en dirección a tu santo Templo.
Te doy gracias por tu amor y tu verdad,
pues tu promesa supera a tu renombre.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
y fortaleciste mi ánimo.
Te dan gracias, Señor, los reyes de la tierra,
cuando escuchan las palabras de tu boca;
y celebran las acciones del Señor:
¡Qué grande es la gloria del Señor!
El Señor completará lo que hace por mi!
¡Tu amor es eterno, Señor,
no abandones la obra de tus manos!”
Salmo 137

jueves, 30 de enero de 2014

CATEQUESIS DEL PAPA

EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta tercera catequesis sobre los sacramentos, nos centramos en la confirmación, que debe ser entendida en continuidad con el Bautismo, al que está vinculada de manera inseparable. Estos dos sacramentos, junto con la Eucaristía, constituyen un único evento salvador que se llama: la "iniciación cristiana", en el que somos insertados en Cristo Jesús muerto y resucitado, y nos convertimos en nuevas criaturas y miembros de la Iglesia. 

Es por ello que en su origen estos tres sacramentos se celebraban en un solo momento, al final del camino catecumenal, que era por lo general en la Vigilia de Pascua. Así venía sellado el camino de formación y de progresiva inserción en la comunidad cristiana que podía durar unos cuantos años. Se hacía paso a paso, ¿no?, para llegar al Bautismo, después a la Confirmación y a la Eucaristía.

Comúnmente hablamos del sacramento de la "Confirmación", una palabra que significa " unción". Y, de hecho, a través del óleo, llamado "sagrado crisma" venimos formados, en la potencia del Espíritu, a Jesucristo, que es el único verdadero "ungido ", el " Mesías", el Santo de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús lee aquello de Isaías, lo vemos más adelante, es el ungido: "yo soy enviado y ungido para esta misión."

El término "Confirmación" nos recuerda que este Sacramento confiere un crecimiento de la gracia bautismal: 

-nos une más firmemente a Cristo; 
-completa nuestro vínculo con la Iglesia;
-nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de su cruz (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1303). 

Y por esta razón es importante tener cuidado de que nuestros niños, nuestros muchachos tengan este sacramento. Todos nos preocupamos de que estén bautizados y esto es bueno, ¿eh? 

Pero tal vez no tengamos tanto cuidado de que reciban la Confirmación: quedan a mitad de camino y no reciben el Espíritu Santo, ¡eh!, ¡que es muy importante en la vida cristiana, porque nos da la fuerza para seguir adelante!

Pensemos un poco, cada uno de nosotros: ¿estamos, de verdad, preocupados de que nuestros niños y muchachos reciban la Confirmación? Es importante esto: es importante. 

Y si ustedes tienen niños o muchachos en casa que todavía no la han recibido y tienen la edad suficiente para recibirla, hagan todo lo posible para acabar esta iniciación cristiana para que ellos reciban la fuerza del Espíritu Santo. ¡Es importante!

Por supuesto, es importante ofrecer a los que reciben la Confirmación una buena preparación, que debe tener como objetivo conducirlos a una adhesión personal a la fe en Cristo y despertar en ellos el sentido de pertenencia a la Iglesia.

La Confirmación, como todo Sacramento, no es obra de los hombres, sino de Dios, que cuida de nuestras vidas para moldearnos a la imagen de su Hijo, para que podamos amar como Él. 
Y hace esto infundiendo en nosotros su Espíritu Santo, cuya acción impregna a toda la persona y durante toda la vida, como se refleja en los siete dones que la Tradición, a la luz de la Sagrada Escritura, siempre ha evidenciado. De estos siete dones… no quiero preguntarles si se acuerdan de los siete dones, no. 

Tal vez muchos lo dirán, pero no es necesario, no. Todos dirán es éste, ése, este otro... pero no lo hagan. Yo los digo en su nombre, ¿eh? ¿Cuáles son los dones? La Sabiduría, el Intelecto, el Consejo, la Fortaleza, la Ciencia, la Piedad y Temor de Dios. Y estos dones se nos han dado precisamente con el Espíritu Santo en el Sacramento de la Confirmación. A estos dones tengo la intención de dedicar las catequesis que seguirán a las de los Sacramentos. 

Cuando acogemos al Espíritu Santo en nuestros corazones, y lo dejamos actuar, Cristo se hace presente en nosotros y toma forma en nuestra vida; a través de nosotros, será Él -oigan bien esto, ¿eh?, a través de nosotros será el mismo Cristo quien orará, perdonará, infundirá esperanza y consuelo, servirá a los hermanos, estará cerca de los necesitados y de los últimos, creará comunión y sembrará la paz. ¡Piensen en lo importante que es esto: que es a través del Espíritu Santo, que viene Cristo para hacer todo esto en medio de nosotros y para nosotros! Por esta razón, es importante que los niños y jóvenes reciban este Sacramento.

¡Queridos hermanos y hermanas, recordemos que hemos recibido la Confirmación, todos nosotros! Recordémoslo ante todo para dar las gracias al Señor por este don y luego para pedirle que nos ayude a vivir como verdaderos cristianos, a caminar con alegría según el Espíritu Santo que nos fue dado. 

¡Está visto, que estos últimos miércoles, a mitad de la audiencia, nos bendicen desde el Cielo: pero, ustedes son valientes, adelante!

miércoles, 29 de enero de 2014

EL RETO DE HOY

Buenos días amigos, hoy el reto del Amor es apretar tu botón de stop.
El lunes me tocaba lavar la ropa, así que el domingo lo dejé todo preparado por secciones, para meter en la lavadora: sábanas y pijamas, otra de toallas y batas, otra de sintéticos y otra de lana.
El lunes antes de ir a la ducha voy a poner la primera lavadora antes de las 6, pero me olvidé de ponerme el despertador y me desperté al toque de campana de las 6, así que me duché y fui después a las 6:20 a ponerla. Luego me fui al coro y después, antes de la misa, a las 7:45, fui a poner la siguiente pero me encontré que no había acabado y le faltaba el último centrifugado que dura casi 10 minutos. Me quedé mirando la lavadora dar vueltas y pensé:'creo que mi cabeza a veces es como este centrifugado, da vueltas y vueltas y no para' . Luego miré la hora y vi que no llegaba a misa, así que esperé unos 5 minutos y luego apreté el botón rojo que pone stop de emergencias y entonces todo se paró. Saqué la ropa, puse la siguiente y llegué a misa 3 minutos antes.
Después de la misa estuve pensando en ese botón rojo de stop de emergencias que necesito para mi vida, para mi cabeza , para mis prisas. Muchas veces no entendemos la enfermedad, pero es un poco como si Cristo nos apretara ese botón para que paremos, para que le miremos a Él.
No se como será tu ritmo de vida, el mío, a pesar de lo que piensa la mayoría de la gente de que las monjas "no hace nada" te puedo asegurar que es muy intenso, por eso 6 veces al día pulsamos ese botón, lo dejamos todo y vamos a coro para alabar al Señor.
Hoy el reto del Amor es que pulses tu botón de stop de emergencias y como dice la canción "ven y descánsate en Dios y deja que Dios sea Dios, tu sólo adórale".
VIVE DE CRISTO


El reto de hoy lo comparten las Dominicas del Monasterio de Lerma.

lunes, 27 de enero de 2014

"ES NUESTRO HIJO"

Paul Cortez recuerda como si fuera hoy aquella noche hace 31 años. Entró a la sala de cuidados intensivos pediátricos del Centro Médico Regional del Condado Riverside para encontrar a su hijo de 7 años, apenas con vida. El niño tenía el cuerpo entero cubierto de vendas, por donde entresalían los cables y tubos que lo mantenían con vida. Los médicos le dijeron a Cortez que quizás Mikey no sobreviviría.

Un conductor ebrio se había estrellado contra el vehículo en que iban el niño y varios familiares. Cuatro, entre ellos su mamá, hermano y hermana, fueron enviados a otros hospitales. Otros cuatro familiares, entre ellos el hermano mayor de Mikey, habían fallecido.

Sin saber qué hacer, Paul Cortez se arrodilló y, con la mano de Mikey en la suya, le hizo una promesa a Dios: si su hijo sobrevivía, sin importar en qué estado, él y su familia siempre estarían a su lado. Al principio sonó extraño, aunque es un hombre profundamente religioso. Cortez nunca le había pedido ningún favor a los cielos. "Pero era nuestro hijo", recordó.

Mikey no volvió a caminar ni hablar, pero eso no le importó a la familia. Durante los 31 años siguientes, lo criaron en casa y lo hicieron participar en cualquier actividad que podían. En Navidad, en las vacaciones familiares, los juegos deportivos de secundaria, estuvieron a su lado hasta su fallecimiento el mes pasado.

"Le pedí a Dios que guiara a nuestra familia", dijo Cortez, con la voz entrecortada por la emoción. "Le pedí que nos ayudara. Y lo hizo". El menor de los cuatro hijos de Paul y Roonie Cortez, Austin Miguel Cortez — "pero se quedó en Mikey", dijo su madre— siempre fue el más gregario y bromista de la familia. Era un caudal de energía y de bromas. "Si miras las fotos te lo dicen todo, porque siempre estaba bromeando", dijo Cortez.

La familia vivía en Temecula, a medio camino entre San Diego y Los Angeles. En marzo de 1982 era poco más que un lugar pintoresco de colinas y viñedos. La belleza del lugar fue la razón por la que Cortez se había mudado con su familia tres años antes.

Un día, Mikey y sus parientes subieron al carro de la familia y salieron de casa para buscar a su padre y pasar la noche afuera. Viajaban por una carretera rural de dos vías cuando un conductor ebrio los chocó de frente. "En esa época no había cinturón de seguridad", dijo la madre de Mikey, lo que significa que todos salieron despedidos. Mikey sufrió daños cerebrales graves.

Quedó en un estado similar al coma pero que dura mucho más. Los lesionados pueden realizar algunas funciones, pero muestran una conciencia muy limitada de su entorno.

Aunque Mikey nunca salió de este estado, su padre estaba decidido a darle la mejor vida posible. Cuando Paul Cortez enseñaba a sus hijos Angelica y Tony a jugar fútbol, Mikey estaba en su silla de ruedas en los laterales. Cuando Tony logró integrar los equipos de fútbol americano y baloncesto de su escuela secundaria, Mikey asistía a todos los juegos.

Un año viajó con la familia al pueblo montañoso de Lone Pine, donde permanecía en su silla de ruedas abrigado de pies a cabeza mientras su hermano jugaba. "Él estaba al tanto de cosas que sucedían a su alrededor por el contacto visual o gestos que hacía", dijo su padre. "Sentía dolor y podía sentir las cosquillas, a veces sonreía". Como cuando le pusieron un par de orejas de Mickey Mouse durante una visita a Disneyland. O cuando su tío favorito entraba en la habitación, escucha su voz y se volvía para mirarlo. Años más tarde hacía lo mismo al escuchar a sus sobrinos y sobrinos saludarlo con un "Hola, tío Mikey".

Desde hace mucho se debate si estas reacciones son un simple reflejo y no un comportamiento cognitivo. El Dr. Paul Vespa, director de la Unidad de Cuidados Intensivos Neurológicos de la Universidad de California en Los Angeles, dijo que hay algunos casos en que personas en un estado fundamentalmente vegetativo parecen reconocer algunas cosas. "Tienen muchas afectaciones, pero pueden interactuar a un nivel muy básico", dijo. Darles una vida lo más normal posible, como hizo la familia de Mikey, probablemente los ayuda, agregó.

A lo largo de los años, los médicos que otrora dudaron que Mikey sobreviviera una semana tras el accidente, se cansaron de pronosticar cuándo podría fallecer. "La primera vez nos dijeron que una noche", dijo Roonie Cortez. "Entonces fueron tres días. Después, un par de meses, y más tarde entre tres y cinco años. "Y entonces", dijo con una sonrisa, "levantaron los brazos y dijeron: '¿Quién sabe?' "

Después de cumplir 38 años en 2013, su salud comenzó a deteriorarse. Hace ocho meses le diagnosticaron insuficiencia renal en etapa terminal. Esta vez los médicos le dijeron a la familia que era hora de internarlo en un lugar donde pudieran someterlo a diálisis. Pero la familia decidió aprender cómo hacer el procedimiento y lo mantuvieron en casa. El 24 de diciembre del año pasado la familia se tomó una foto junta con Mikey, sólo que esta vez no hubo sonrisas. Estaba pálido y tenía los ojos cerrados. Tres días después falleció en su casa rodeado de su familia, un día antes de cumplir los 39 años.

Cuando comenzó la situación hace 31 años, dijo su padre, la familia "no tenía la menor idea" de cómo cumpliría la promesa, pero ahora dicen que estarían dispuestos a volverlo a hacer porque los unió y le dio a Mikey una vida llena de significado con ellos, y con muchas personas que no son de la familia.

"Déjeme contarle algo", dijo Cortez, haciendo una pausa cuando comenzaba a perder el control de sus sentimientos. Hace un año estaba dando una charla sobre los choferes ebrios y una mujer joven se le acercó. Le dijo que había sido compañera de aula de Mikey en primer grado. La joven le contó a Cortez que a lo largo de los años ella y otros habían aprendido del mensaje de vida de Mikey. "Nos abrazamos y lloramos juntos", dijo el padre.
sources: Associated Press

domingo, 26 de enero de 2014

¡¡ES DOMINGO!! III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

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Evangelio
Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló».

Desde entonces, comenzó Jesús a predicar diciendo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos».

Pasando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:

«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres».

Inmediatamente, dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente, dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

Mateo 4, 12-23

El Evangelio de este domingo recoge el final del capítulo cuarto de San Mateo. Después del Bautismo de Jesús en el Jordán, el evangelista narra las tentaciones de Cristo en el desierto al comenzar este capítulo, para concluir con estos versículos, justo antes de comenzar a desglosar el Sermón de la Montaña.
De nuevo, san Mateo lee los gestos de Jesús mirando atrás: el Señor se retira, como habían anunciado los profetas, al territorio de Zabulón y Neftalí. Pero esa retrospectiva le impulsa a descubrir el trasfondo del presente que Jesús protagoniza y a intuir la grandeza del futuro que se trasformará en misión.
Una luz ha brillado: su resplandor ha disipado las tinieblas. El pueblo, como los Magos de Oriente hicieron en su momento, la ha podido contemplar encarnada en un hombre: el Mesías. A partir de ese momento, Cristo intentará proponer a todos el camino para que esa luz prenda en el corazón de los hombres como signo de la presencia del reino de Dios.
La primera consecuencia de la fuerza de esta luz que ilumina y que sugiere la presencia novedosa de Cristo es que, desde el principio, algunos hombres se dejan contagiar de la misma. Da la sensación de que aquella llama prende en el alma de aquellos pescadores de una manera totalmente insospechada, como si se tratase de rastrojo seco en una calurosa tarde de verano, y les arranca una respuesta inmediata. Aquellos hombres, pescadores en el mar de Galilea, tierra dura, tierra de gentiles, se desarman ante la presencia de Aquel que les llama a seguirle y a servir a los hombres. La prontitud de aquella respuesta se irá consolidando con el pasar del tiempo. Cada vez conocerán mejor a quien les ha llamado y para qué. En reflexión de san Ignacio de Loyola, les llama para suscitar en ellos el querer vivir contigo y como tú.
Hoy en día, la luz debe seguir brillando. Sigue habiendo muchas zonas de oscuridad, de tinieblas y de muerte. «Se trata -escribe el Papa Francisco- de una responsabilidad grave, ya que algunas realidades del presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante. Es preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios» (Evangelii gaudium, 51). Basta que levantemos la cabeza y en nuestro entorno más cercano podemos encontrar muchas situaciones en las que se quiebra, de un modo u otro, la dignidad del hombre y se conculcan los valores del Evangelio. En ocasiones, incluso podemos ser nosotros mismos los que la eclipsemos. La espontaneidad de aquellos pescadores transformándose, desde su libertad entregada, en luz para los demás, puede ser para nosotros un espléndido acicate a la hora de contemplar este relato evangélico. Como ellos, debemos situarnos ante esa llama refulgente que es la invitación de Cristo a seguirle, a ser luz para los demás. Para conseguirlo, no hay que olvidar que deberemos consumirnos nosotros mismos en el empeño de entregar la vida, a ejemplo de Jesús y de los pescadores de Tiberíades.
+ Carlos Escribano Subías
obispo de Teruel y Albarracín

viernes, 24 de enero de 2014

"POR LA ENVIDIA DEL DIABLO ENTRÓ EL MAL EN EL MUNDO"

La envidia y la murmuración dividen nuestras comunidades
Los cristianos deben cerrar las puertas a los celos, las envidias y las murmuración que dividen y destruyen a nuestras comunidades: es la exhortación lanzada por Papa Francisco, esta mañana, en la Misa, presidida en Santa Marta en las sexta jornada de oración por la unidad de los cristianos.
 
La reflexión del Papa ha partido de la primera lectura del día que habla de la victoria de los israelitas sobre los filisteos gracias a la valentía del joven David. La alegría de la victoria se transforma enseguida en la tristeza y en los celos del rey Saúl ante las mujeres que alaban a David por haber matado a Goliat. Entonces “esa gran victoria, afirma Papa  Francisco, comienza a convertirse en derrota en el corazón del rey” en el que se insinúa, como sucede a Caín, “el gusano de los celos y de la envidia”. Y como Caín con Abel, el rey decide asesinar a David.
 
“Así funcionan los celos en nuestros corazones, observa el Papa, es una inquietud mala, que no tolera que un hermano o una hermana tenga cualquier cosa que yo no tengo”. Saúl, “en vez de alabar a Dios, como hacían las mujeres de Israel, por esta victoria, prefiere encerrarse en sí mismo, amargarse” y “cocinar sus sentimientos en el caldo de la amargura”.
 
“La envidia lleva a asesinar. La envidia lleva al asesinato. Ha sido esta puerta, al puerta de la envidia, por la que el diablo ha entrado en el mundo. La Biblia dice: ‘Por la envidia del diablo entro en el mal en el mundo’. La envidia y los celos abren las puertas a todas las cosas malas. También divide la comunidad. Una comunidad cristiana, cuando sufre, algunos de sus miembros, de envidia, de celos, termina dividida: unos contra los otros. Es un veneno fuerte este. Es un veneno que encontramos en la primera página de la Biblia con Caín”.
 
En el corazón de una persona golpeada por los celos y la envidia, destaca de nuevo el Papa, suceden “dos cosas clarísimas”. La primera cosa es la amargura: “La persona envidiosa, la persona celosa es una persona amarga: no sabe cantar, no sabe alabar, no sabe lo que es la alegría, siempre se fija ‘en lo que tiene aquel que yo no tengo’. Y esto lo lleva a la amargura, una amargura que se traslada a toda la comunidad. Estos son los sembradores de amargura, y el segundo comportamiento, que lleva a los celos y la envidia, son las murmuraciones. Porque este no tolera que el otro tenga algo, la solución es humillarlo, para que yo esté un poco más alto. Y el instrumento son las murmuraciones. Busca siempre y te darás cuenta de que detrás de una murmuración están los celos y la envidia. Los cotilleos dividen a la comunidad, destruyen a la comunidad, son las armas del diablo”.
 
“Cuantas bellas comunidades cristianas”, exclamó el Papa, iban bien, pero después en uno de los miembros ha entrado el gusano de la envidia y de los celos y, con esto, la tristeza, el resentimiento del corazón y las murmuraciones. “Una persona que está bajo la influencia de la envidia y de los celos, afirma, mata”, como dice el apóstol Juan: “Quien odia a su hermano es un homicida”. Y “el envidioso, el celoso, comienza a odiar al hermano”.
 
Por tanto concluye: “Hoy, en esta Misa, recemos por nuestras comunidades cristianas, para que esta semilla de la envidia no sea sembrada entre nosotros, para que la envidia no ocupe un lugar en nuestro corazón, en el corazón de nuestras comunidades y así podamos seguir adelante en la alabanza al Señor, alabando al Señor, con la alegría. Es una gracia grande, la gracia de no caer en la tristeza, en el resentimiento, en los celos y la envidia”.

jueves, 23 de enero de 2014

"QUE TODOS SEAN UNO"

Hoy día de S. Ildefonso, patrono de nuestra diócesis, y dentro de la semana de oración por la unidad de los cristianos, compartimos la catequesis que el Papa dirigió ayer desde la plaza de S. Pedro en la audiencia general de los miércoles:

Queridos hermanos y hermanas: 
Estamos celebrando la semana de oración por la unidad de los cristianos, que concluirá el próximo sábado, fiesta de la Conversión de san Pablo. 

Se trata de un tiempo dedicado a la oración para que, como quiere el Señor, todos los bautizados seamos una sola familia (cf. Jn 17,21). El tema propuesto para este año se refiere a la pregunta que san Pablo dirigió a los cristianos de Corinto, que se encontraban divididos en distintas facciones: «¿Acaso está dividido Cristo? (1 Co 1,13). No, Cristo no está dividido. 

Sin embargo, debemos reconocer con dolor que en nuestras comunidades se dan divisiones que son un escándalo y que afectan a la credibilidad y eficacia de nuestro compromiso evangelizador. Ahora bien, Pablo no sólo les reprende por sus disputas, sino que también da gracias a Dios por los dones que ha derramado en ellos.

También nosotros, a pesar del sufrimiento causado por las divisiones, debemos aprender a reconocer con gozo los dones que Dios ha concedido a otros cristianos, y a recibirlos con un corazón grande y generoso. Y para esto se requiere humildad, reflexión y una continua conversión. 

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de España, Argentina, México y otros países latinoamericanos. Invito a todos a que llenos de gozo por el don de la filiación divina recibida en el bautismo, sepamos reconocer con alegría y humildad los dones que Dios concede a otros cristianos. Que Dios les bendiga.

Texto definitivo de la Catequesis del Papa en español traducida del italiano: Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
el sábado pasado ha comenzado la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, que se concluirá el próximo sábado, fiesta de la Conversión de San Pablo apóstol. 

Esta iniciativa espiritual, como nunca preciosa, involucra a las comunidades cristianas hace más de cien años. Se trata de un tiempo dedicado a la oración por la unidad de todos los bautizados, según la voluntad de Cristo: “que todos sean una sola cosa” (Jn 17,21). 

Cada año, un grupo ecuménico de una región del mundo, bajo la guía del Consejo Ecuménico de las Iglesias y del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sugiere el tema y prepara los subsidios para la Semana de oración. Este año tales subsidios provienen de las Iglesias y comunidades eclesiales de Canadá y hacen referencia a la pregunta dirigida por San Pablo a los cristianos de Corinto: “¿Acaso está dividido Cristo?” (1 Cor 1,13).

Ciertamente Cristo no ha sido dividido. Pero debemos reconocer sinceramente, con dolor, que nuestras comunidades continúan a vivir divisiones que son de escándalo. ¡La división entre nosotros cristianos es un escándalo! No hay otra palabra: ¡un escándalo! “Cada uno de ustedes – escribía el Apóstol – dice: “Yo soy de Pablo”, “Yo en cambio soy de Apolo”, “Y yo de Cefa”, “Y yo de Cristo” (1,12). 

También aquellos que profesaban a Cristo como su cabeza no son aplaudidos por Pablo, porque usaban el nombre de Cristo para separarse de los otros al interior de la comunidad cristiana. ¡Pero el nombre de Cristo crea comunión y unidad, no división! Él ha venido para hacer comunión entre nosotros, no para dividirnos. 

El Bautismo y la Cruz son elementos centrales del discipulado cristiano que tenemos en común. Las divisiones en cambio debilitan la credibilidad y la eficacia de nuestro compromiso de evangelización y arriesgan con vaciar la Cruz de su potencia. (1,17).

Pablo reprende a los corintios por sus disputas, pero también da gracias al Señor "por la gracia de Dios que les ha sido dada en Cristo Jesús, porque en él han sido enriquecidos de todos los dones, aquellos de la palabra y aquellos del conocimiento” (1,4-5). 

Estas palabras de Pablo no son una simple formalidad, sino el signo de que él ve ante todo – y de esto se alegra sinceramente- los dones hechos por Dios a la comunidad. 

Esta actitud del Apóstol es un estímulo para nosotros y para cada comunidad cristiana a reconocer con alegría los dones de Dios presentes en otras comunidades. No obstante el sufrimiento de las divisiones, que lamentablemente todavía permanecen, acogemos, las palabras de Pablo como una invitación a alegrarnos sinceramente de las gracias concedidas por Dios a otros cristianos. Tenemos el mismo Bautismo, el mismo Espíritu Santo que nos ha dado las gracias, reconozcamos y alegrémonos.

Es bello reconocer la gracia con la cual Dios nos bendice y, todavía más, encontrar en otros cristianos algo de lo cual tenemos necesidad, algo que podríamos recibir como un don de nuestros hermanos y de nuestras hermanas. 

El grupo canadiense que ha preparado los subsidios de esta Semana de Oración, ha invitado a las comunidades a pensar en aquello que podrían dar a sus vecinos cristianos, pero les ha exhortado a encontrarse para entender lo que todas pueden recibir a su vez de las otras. 

Esto necesita de algo más. Necesita mucha oración, necesita humildad, necesita reflexión y continua conversión. Sigamos adelante por esta vía, orando por la unidad de los cristianos para que este escándalo termine y no esté más entre nosotros. ¡Gracias!

Llamado del Santo Padre por la paz en Siria
"Hoy se abre en Montreux, Suiza, una Conferencia internacional de apoyo por la paz en Siria a la cual seguirán las negociaciones que se desarrollarán en Ginebra a partir de este 24 de enero. Ruego al Señor que toque los corazones de todos para que, buscando únicamente el mayor bien del pueblo sirio, tan sufrido, no escatimen ningún esfuerzo para llegar con urgencia al cese de la violencia y a poner fin al conflicto, que ha causado ya demasiados sufrimientos. Deseo a la querida nación siria un camino decidido de reconciliación, de concordia y de reconstrucción, con la participación de todos los ciudadanos, donde cada uno pueda encontrar en el otro no un enemigo, no un contendiente, sino un hermano para acoger y para abrazar. "

miércoles, 22 de enero de 2014

LA ULTIMA CATEQUESIS DE SAGRARIO

Reproducimos a continuación el artículo dedicado en la Familia Parroquial a Sagrario Aguirre, catequista de nuestra Parroquia que falleció el pasado 22 de Noviembre. Su testimonio de vida sin duda, nos hace dar gracias a Dios y glorificarle porque sigue haciendo su obra en medio de nosotros.



Una de las acciones evangelizadores esenciales de la Iglesia es la catequesis, que se ofrece normalmente a aquellas personas que, tras el anuncio misionero, han experimentado una conversión inicial. Y para este cometido de la acción catequística solemos contar con fieles cristianos laicos, los cuales, de modos diversos, se sienten llamados por el Señor para llevar a cabo esta tarea con instrumentos adecuados, por ejemplo, los catecismos y otros materiales. En este cometido de la acción evangelizadora de la catequesis ocupa un lugar importante la persona del catequista, no sólo por lo que hace o sabe, sino sobre todo por lo que esa persona es. Ciertamente que son importantes las destrezas, la didáctica, los conocimientos, pero mucho más importante es la vocación de la persona del catequista. La identidad de éste radica en la llamada amorosa de Dios Padre para participar en la misión de Jesucristo y movido por el Espíritu Santo, viviendo en comunión con la Iglesia, se pone al servicio del hombre.

Cuando la persona del catequista es contemplada desde esta perspectiva trinitaria se descubre la belleza y la grandeza del don recibido y, al mismo tiempo, las exigencias que dimanan de esta gracia que Dios le ha otorgado. Asimismo se entiende mejor la necesidad de configurarse con el misterio pascual de Cristo para poder anunciarlo con mayor fidelidad. Ciertamente, la muerte y la resurrección de Jesús son el centro del mensaje que transmite la catequesis y la fuente que nutre la vida espiritual del catequista. «Nosotros anunciamos a un Cristo crucificado» (1 Co 1,23).Por lo tanto, el catequista ha de tener muy presente que la transmisión del Evangelio pasa por la cruz y que él debe seguir a Jesús, cargado con ella. Configurándose pacientemente con la pasión de Cristo fue aprendiendo a profundizar en la vocación del catequista nuestra feligresa Sagrario Aguirre, sobre todo en los últimos años de su vida, cuando al despertarse la enfermedad que la conduciría hasta la muerte, con los primeros síntomas de la misma, le fue impedido el poder realizar el acompañamiento de los niños en la educación en la fe.

Con gran humildad y dolor manifestó la imposibilidad de seguir realizando esta tarea que tanto le apasionaba y cuidaba con especial cariño, y que a partir de ahora sería ofreciendo su vida inmolada. El Señor, en su misterioso proyecto de salvación, tenía a partir de entonces otro cometido para Sagrario: ser catequista de adultos con el testimonio elocuente de la propia vida, sufriendo con serenidad de ánimo, con entereza, y hasta con una sonrisa en los labios, que con frecuencia afloraba en ellos, el deterioro progresivo de su propio cuerpo, que tanta dificultad tenía hasta para poder alimentarse o comunicarse, y aún en medio de esta difícil situación para manifestar lo que sentía y padecía en su alma; sin embargo, siempre que un sacerdote la visitaba lo primero que deseaba era manifestar sus pecados de la forma que ella sabía y podía hacerlo para recibir el abrazo misericordioso de Dios en el sacramento de la Penitencia. Y es que mediante la comunión física en los sufrimientos de la pasión de Cristo, Dios le fue desvelando el misterio de su Amor infinito, el cual “sólo se puede entender desde la fe” como solía repetir ella. Y cuando Dios le hace a una persona experimentar más su Amor, más imperfecta se percibe. De ahí la necesidad que sentía de confesar sus pecados. Tanta paz y tanta esperanza en la vida eterna puso Dios en su corazón, que, cuando ya había decidido donar para la ciencia su cuerpo una vez que muriese, dispuso con plena lucidez ante su familia la celebración de una Misa funeral el mismo día de su partida para el encuentro con Dios (22 de noviembre), aunque su cuerpo ya no estuviera entre los suyos. Esta expropiación total que vivió Sagrario es signo de su fe en grado heroico, quien encontró en su esposo, hijo, y demás familia, cirineos abnegados hasta la extenuación. ¡Dios sea bendito! por la obra realizada en Sagrario.

La Redacción

lunes, 20 de enero de 2014

RECONOCER NUESTRA LIMITACIÓN

 Si un estudiante de bachillerato va un día a la Universidad y asiste a una clase de doctorado en la que se está tratando una materia especialmente compleja, no debería extrañarse si ve que a veces pierde el hilo de la explicación (suponiendo que en algún momento llegara a encontrarlo). Le parecerá lo más natural, puesto que esa materia le supera por completo.
        Algo parecido –ya siento no haber encontrado ejemplo mejor– podría decirse que sucede con la comprensión sobre la naturaleza de Dios que puede alcanzar el hombre.
        Si ese estudiante de nuestro ejemplo dijera que todo lo que ha oído en esa clase es mentira por la sencilla razón de que él no entiende nada, habría quizá que hacerle ver –educadamente, por supuesto– que su capacidad de entender las cosas no es quien concede la verdad a esas cosas. La verdad no está obligada a ser entendida completamente por todas las personas. Y esto no es decir que sean tontas, ni renunciar a la razón, sino simplemente constatar que tenemos limitaciones. Por eso dijo Pascal –y era un gran científico– que la grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez.
        Aquel profesor –volviendo a nuestra comparación– podrá hacer aproximaciones a esa verdad, con ejemplos o simplificaciones más o menos afortunadas que ayuden a que el estudiante lo entienda. Y también podrá rebatir, con mayor o menor acierto pedagógico, las objeciones que el chico ponga. Pero no logrará hacerle entender todas las clases perfectamente y hasta sus últimas consecuencias. Porque está a otro nivel.
        Pensar que uno es tan listo como para abarcar por completo a Dios es de una ingenuidad tan pasmosa como presuntuosa. Más o menos, como si el estudiante de nuestro ejemplo pensara que ha entendido perfectamente todo lo que ha escuchado en esa clase (probablemente entonces habría entendido algo distinto a lo que realmente se explicó).
        Si alguien dice que Dios no existe porque no cabe por completo en su cabeza, habría que hacerle considerar que si Dios cupiera por completo en su cabeza, quizá entonces ya no sería Dios. Y eso no tiene nada que ver con la posibilidad de la razón humana de demostrar la existencia de Dios. La razón es capaz de llegar a Dios, pero demostrar la existencia de Dios no es abarcar completamente a Dios.
        Para creer, hay que reconocer humildemente –y sé que es difícil ser humilde– la limitación de la razón humana. Así podremos acercarnos a algo que es muy superior a nosotros.
        —Pero Dios podría hacer algo para que le conozcamos más fácilmente...
        Pienso que ha hecho ya mucho. Quizá sea al hombre a quien falte poner algo más de su parte. Además, sería poco conforme a nuestra condición humana obligar a Dios a aceptar nuestros axiomas sobre lo que tendría que hacer para darse sensatamente a conocer a los hombres.
        Dios no ha querido obligar forzosamente al hombre a reconocerle. La razón humana puede demostrar la existencia de Dios y conocer bastante sobre su naturaleza. Pero no puede llegar por sí sola a otras muchas verdades relacionadas con la naturaleza de Dios.
        El hecho de que el hombre no llegue a captar unas verdades no tiene por qué vulnerar esas verdades. Es algo –explica Mariano Artigas– que sucede también en las ciencias, y continuamente. Por ejemplo, nadie duda de la realidad de las partículas subatómicas, a pesar de que encontramos dificultades –que de momento son insalvables– cuando intentamos explicar su naturaleza. Pero esas dificultades no impiden que poseamos muchos conocimientos bien comprobados acerca de esas partículas, y que podamos utilizarlos como base de tecnologías muy avanzadas.
        La fe es razonable, pero al hombre le resulta difícil llegar a comprenderla con profundidad con la única ayuda de la razón. Por eso la Revelación supone una gran ayuda en el laborioso camino de la inteligencia humana.

Alfonso Aguiló

viernes, 17 de enero de 2014

¿CUÁNTOS DE TUS PROBLEMAS DE VERDAD SON PROBLEMAS?



Este video es parte de una ONG llamada “WATERisLIFE” que provee agua limpia y potable, campañas médicas y programas de educación en higiene a escuelas y villas en países con bajos recursos.
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Recursos apostólicos:
Hay un fenómeno que es muy común en la actualidad que es el egocentrismo, que significa creer que tu “yo” está en el centro de toda la realidad y se puede expresar con la frase: “Todo gira en torno a mí” y que se deriva en algunas ramas. Una de esas ramas son las famosas quejas absurdas. Es muy común que nos quejemos de problemas que, sinceramente, no lo son. Como el video mismo nos lo muestra: “Odio cuando me olvido el celular cuando voy al baño”, “Odio que mi casa sea tan grande que necesite dos routers para el wifi”, “odio el tráfico”, “odio a la gente que es de tal o cual manera”, etc. Son frases que finalmente terminan siendo de una persona que cree que absolutamente todo debe o tiene que estar en función a mí. Waterislife1
En ese sentido, podemos usar este video como una llamada de atención a la urgencia que tiene el salir de nosotros mismos, dejar de quedarnos en nuestros problemas (que, por cierto, a veces no lo son) y sensibilizarnos ante las necesidades de otro.  Es como salir de ese mundo cerrado y estrecho para abrirnos a un universo de mundos que necesitan ser habitados por otro. Al mismo tiempo, podríamos reflexionar en cómo, al mirar al otro, nos encontramos también con nosotros mismos. Cuando nos enfocamos solamente en nuestros problemas nos parecen gigantes. Sin embargo, cuando asumimos los problemas de otros como nuestros problemas, los nuestros se hacen invisibles, ya que hay otros que dependen de nosotros.
Finalmente, es interesante preguntarnos ¿Por qué debería interesarme el otro? Muchos dicen, que todos somos hermanos, pero ¿De verdad entendemos lo que significa la auténtica hermandad?  ¿Cómo entender que todos somos hermanos, si aún no entendemos que todos tenemos un mismo Padre? El Señor Jesús nos lo enseña así:

“Ya que hay un solo Padre, que es Dios, todos vosotros sois hermanos” (Mt 23, 8-9)


Y podríamos seguir sintetizando esta realidad con las palabras del Papa Francisco: “La fraternidad está enraizada en la paternidad de Dios. No se trata de una paternidad genérica, indiferenciada e históricamente ineficaz, sino de un amor personal, puntual y extraordinariamente concreto de Dios por cada ser humano. Una paternidad, por tanto, que genera eficazmente fraternidad, porque el amor de Dios, cuando es acogido, se convierte en el agente más asombroso de transformación de la existencia y de las relaciones con los otros, abriendo a los hombres a la solidaridad y a la reciprocidad.” 

Fuente catholic-link
 

jueves, 16 de enero de 2014

EL LEPROSO Y LA "RATITA"

 
Oramos esta semana por las parejas de nuestra Parroquia que han iniciado los cursillos prematrimoniales. Que abran sus corazones para que viendo la grandeza de la vocación a la que son llamados, alaben a Dios y le abran las puertas e su matrimonio de par en par.

 
”No se lo digas a nadie”, le dijo Jesús a aquel leproso que había recuperado la salud al ser acariciado por sus dedos. Es un mandato misterioso, y en apariencia contradictorio: el opuesto a aquel “Id por todo el mundo y anunciad el evangelio” que nosotros hemos recibido… Sin embargo, muchos lo acogerían hoy con un suspiro de alivio. Son aquellos cristianos para quienes el apostolado supone una carga, una virtud casi inasequible… Una vergüenza por la que es necesario pasar en el nombre del Señor.

“¡Me cuesta tanto hablar de Dios!” -te dicen-. “Es que no quiero meterme en la vida de los demás… ¿Quién soy yo para decirles lo que tienen que hacer?… Es que se van a reír… Quizá, si se enteran de que soy católico, pierda puntos en la empresa… Es que mi vida no está a la altura del evangelio… ¡Es que me da “corte”!”. Si escucharan de labios del Señor aquel “No se lo digas a nadie” se sentirían aliviados… “¡Qué peso me ha quitado de encima!” -dirían-.
No parece que a aquel leproso el mandato le aliviase demasiado. El alivio lo experimentó cuando, ante las palabras de Jesús “Quiero: queda limpio”, vio cómo la lepra desparecía de su cuerpo. En cuanto al mandato “antiapostólico”, lo desobedeció “olímpicamente” porque no pudo ni supo mantener la boca cerrada: “Cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones”… A aquel hombre le había sucedido algo, y no podía callar porque reventaba de gozo. Para él, el apostolado no era virtud, sino necesidad imperiosa.
Si, para tantos cristianos, el apostolado es virtud, el motivo es que no les ha sucedido absolutamente nada.

 Hay en mi pueblo un hombre que se ha enamorado de una tal “ratita” (¡También se las trae el “apelativo cariñoso”! Eso es peor que llamar a la novia “churri” o “gordi”). La flecha de Cupido se le debe haber clavado en algún nervio vital cerca del cerebelo, y le ha dado por llenar una pared con requiebros a la “ratita” (que debe estar pasando una vergüenza de tomo y lomo). No contento con llenar la pared de suspiros, ha “iluminado” también los cubos de basura (¡Mira que podía haber elegido las farolas o los semáforos, pero no: la ha emprendido con los cubos de basura!). El Ayuntamiento ha limpiado ya tres veces la pared, y otras tres ha vuelto el joven Adonis a llenarla de requiebros, a cual más ardiente… Cada vez que paso por allí, siento más vergüenza que la propia “ratita”: me da por pensar que los católicos amamos menos al Señor de lo que ese joven ama a su “pequeña roedora”…

 Ese pintor loco se ha enamorado. A nosotros no nos ha pasado absolutamente nada: ni nos hemos enamorado, como él, ni nos sentimos sanados, como el leproso -¡Tampoco nos sentíamos enfermos!-.
Hacemos, hacemos y hacemos… Incluso rezamos, pero no nos ha pasado nada. Si nos hubiera pasado, nuestro pregón sería como el Magnificat de la Virgen: alcanzaría a toda la tierra. Lo publicaríamos en los periódicos, lo gritaríamos por la tele, lo divulgaríamos por Internet… ¡Ríase usted de lo de la ratita! Pero, para enamorarse, hay que rezar mucho; y, para saberse curado, hay que ser humilde.

miércoles, 15 de enero de 2014

EL CIRCO DE LAS MARIPOSAS

El Circo de la Mariposa es un corto protagonizado por Eduardo Verástegui y Nick Vujicic que ha sabido condensar en apenas 20 minutos una profunda historia de aceptación, reconciliación y esperanza. La trama gira en torno al Sr. Mendez, quien dirige el Circo de la Mariposa, y Will, un hombre sin extremidades, principal atracción de una feria donde abundan personas con alguna anormalidad física. Cuesta entender el atractivo que tiene para tanta gente el mal y la desgracia ajena que, lamentablemente, no es solo cuestión de ficción, sino que se observa de muchos modos en la sociedad de hoy.
 «Eres magnífico», exclama Mendez al conocer a Will, y este último entiende mal sus palabras y le escupe. No se ofende el director del circo, capaz de valorar a Will por ser quién es y no por sus capacidades o discapacidades. Su actitud será un primer cuestionamiento para Will, que resultará en éste último uniéndose al Circo de la Mariposa, sin comprender realmente lo que está detrás de esta peculiar agrupación de personas.
¡Qué diferencia hay entre el Circo de la Mariposa y las ferias a las que Will estaba acostumbrado! Nada de realmente inspirador había en estas últimas, habituadas a entretener con el morbo y la degradación ajena. Algo empezará a vislumbrar Will al tomar contacto con un mundo nuevo lleno de color y amistad, donde las habilidades están al servicio de la alegría, donde los talentos son desplegados para llevar una sonrisa y despertar el asombro.
 En este punto la obra nos muestra la futilidad de compararnos con los demás, que en tantas ocasiones no es sino fruto de una mirada absurdamente cerrada sobre uno mismo. Es, precisamente, lo que le sucede a Will, lleno de autocompasión al constatar las habilidades de los demás y dar por descontado que no posee ninguna. Mendez tendrá razón al señalarle que su principal problema es haber creído lo que los demás le han dicho. Lo encara, de modo directo, señalándole sin miramientos, pero con gran paciencia y caridad, las ideas irracionales que lo atan. No están los problemas en carecer de extremidades u otras supuestas dificultades, sino en aquellas invisibles cadenas interiores que atan con mayor fuerza que cualquier obstáculo externo.
 Will comprenderá que no es el único en tener problemas ni enfrentar dificultades. Ha sido, por el contrario, la experiencia de todos los integrantes del Circo de la Mariposa. Todos y cada uno han pasado por el capullo de la prueba y el dolor por la propia debilidad o insuficiencia para, transformados, alzar vuelo con belleza y armonía. «¡Mientras más grande el desafío —le explicará Mendez en una frase clave— más grande la gloria!».
 Le costará a Will entender la fuerza y la belleza que brotan del interior de un corazón reconciliado, capaz de convertir la monotonía en espontaneidad, la debilidad en fortaleza, la tristeza en alegría. La clave residirá en no sentir lástima de uno mismo, no pensar que la propia situación es la más miserable de todas —tentación tan frecuente—, ni mirar tanto el talento ajeno para ser ciegos a los propios dones.
El camino para Will no será fácil, y se muestra en ese proceso una hermosa dimensión de la amistad: amigo no es el que procura que nos sintamos cómodos, sino el que nos alienta a vencer nuestros obstáculos, el que nos reta para ser mejores e invita a crecer. Will entonces hallará no solo un horizonte hasta entonces insospechado de autenticidad y libertad, sino también uno de los dones más grandes y hermosos: la posibilidad de llevar alegría y esperanza a otros desdichados de la tierra. 

martes, 14 de enero de 2014

RUAH EL MUSICAL

Este fin de semana hemos asistido en Sonseca al estreno del musical Ruah. Con texto de Julia Garrido y bajo la dirección de Ana Iniesta, más de cincuenta jóvenes de Sonseca, Orgaz, Chueca, Urda, Toledo, etc, han dado testimonio de cómo sería la vida de Jesús entre los jóvenes de nuestro tiempo.
Llenos de entusiasmo han presentado esta obra, cuyas canciones han sido compuestas por Andrés Tejero.

Gracias chicos por vuestra alegría, trabajo y testimonio de fe.
Podéis seguirles en Facebook y Twitter 

¡¡Enhorabuena!!



lunes, 13 de enero de 2014

EL MEJOR USO DE LA LIBERTAD


He traído aquí el relato de la conversión de García Morente, porque muchas personas pueden pasar en algún momento de su vida por una crisis en cierto modo semejante. Al hombre le cuesta reconocer la realidad de la condición humana, y aceptarse a sí mismo como un ser creado por Dios y sujeto a un orden natural.
        Quizá por eso es tan corriente que la clave de una conversión esté en ese reconocimiento humilde de la realidad de la condición humana. Y quizá también por eso, el rechazo de esa dependencia -según cuenta el relato del Génesis- fue el origen del primer pecado. La resistencia a la conversión es, muchas veces, como una crisis del hombre que quiere hacer de la independencia personal una categoría absoluta a la que sacrificar y sacrificarse por completo.
        Una crisis por la que pasó también otro gran pensador cuya conversión tuvo lugar en la misma época que García Morente pero a bastantes kilómetros de distancia. Así narraba el británico C. S. Lewis su resistencia de aquel momento en que cambió su vida: "Aquel día cedí, admití que Dios era Dios y, de rodillas, recé...; entonces no vi lo que ahora es más claro: la humildad divina que acepta a un converso incluso en tales circunstancias...; el hijo pródigo al que traen revolviéndose, luchando, resentido y mirando en todas direcciones buscando la oportunidad de escapar...".
        -Me parece natural que al hombre le cueste aceptarlo, puesto que siempre supone comprometerse y, en definitiva, una hipoteca de su libertad.
        Comprometerse no es hipotecar la libertad, sino emplearla. Como decía la poetisa rumana Doria Cornea, si rompes tus cadenas, te liberas; pero si cortas con tus raíces, mueres. Romper las cadenas, otorga libertad; pero romper con todo compromiso es cortar las raíces de la persona.
        Y aunque es cierto que las personas que aceptan el riesgo de su libertad personal y se comprometen con lo elegido, renuncian a todas las cosas que no eligen, también es cierto que se enriquecen con las consecuencias de lo que sí han elegido. Si el hombre rehúye de modo habitual el compromiso, aunque lo hiciera por amor a la libertad, lo que haría es condenar su vida a la indecisión y la esterilidad.
        Cuanto mejor se elige, y cuanto más se compromete la persona con lo bien escogido, tanto más se enriquece a sí misma y tanto más enriquece a los demás. La libertad interesa porque hay algo más allá de ella que la supera y marca su sentido: el bien. Si una elección supone un compromiso que refuerza algo que es propio de la naturaleza humana, será este el uso más acertado de nuestra libertad, un paso más hacia nuestra plenitud como hombres.

Alfonso Aguiló