jueves, 31 de enero de 2013

¡¡FELIZ 4º CUMPLEÑOS!!

El 31 de Enero de 2.009, el Señor quiso inspirar la idea de abrir ESTA CASA.
Hoy elevamos nuestra acción de gracias a El por tantos beneficios como nos ha concedido: por todos y cada uno de vosotros los que leéis día a día nuestras entradas, gracias por los testimonios  de fe que nos han llegado y que hemos conocido por este medio, por los blogs amigos que nos han salido al encuentro y en los que hemos encontrado una gran familia, por nuestros seguidores y por que sentimos en esta pequeña misión, la mano de Dios que nos alienta y nos lleva a seguir alabándole y dándole gracias por su inmenso amor.

Os dejamos esta pequeña oración de gratitud y como ya es tradicional, el vídeo que fué la primera entrada de ESTA ES NUESTRA CASA: ¿Por qué soy católico?.

¡¡GRACIAS DE TODO CORAZÓN!!

Enséñame Señor a decir gracias,
gracias a todos, gracias por todo,
pero sobre todo GRACIAS A TÍ por existir.

Gracias por nuestra Madre María,
gracias por nuestra Iglesia,
gracias por la Eucaristía,
gracias por el perdón.
Gracias por los hermanos que nos has dado.
Gracias por haberme enseñado a darte y a dar las gracias.

Te bendecimos Señor, con todo el corazón
porque tus obras son maravillosas,
porque nos has hecho hombres nuevos,
por la alegría de tu Evangelio
y por el don de la fe.
¡¡Bendito seas por siempre Señor!!


miércoles, 30 de enero de 2013

FUNDAMENTALISMOS

 
 
El fundamentalista -explica Rafael Navarro-Valls- racionaliza una verdad, que considera universal, y de esa racionalización deduce el derecho a imponerla a los demás.
Los relativistas, por el contrario, dicen que la libertad no tiene el deber de reconocer la verdad, por considerar que no hay nada inequívocamente verdadero o falso.

—¿Y cuál crees que la solución válida?

Una tan distinta del fundamentalismo como del relativismo: la unidad entre libertad y verdad, de la que ya hemos hablado. La verdad metafísica es una verdad universal, pero una verdad que nadie puede pensar para otros: debemos pensarla nosotros mismos.

La libertad debe buscar la verdad, pero no debe luego imponerla, sino proponerla, que es algo bien distinto.

Aunque, lógicamente, eso no quita que haya algunas verdades que uno pueda querer imponer. Por poner un ejemplo, nadie diría que el derecho a defender la propia vida frente al ataque de un agresor injusto es una simple opinión, sino una verdad que estamos dispuestos a imponer a cualquiera que intente negarla (sobre todo si lo hace en la práctica, intentando quitarnos la vida).

Pero el fundamentalismo va mucho más lejos. El fundamentalista pretende tener el monopolio de la verdad (como esos profesores a los que les molesta que los niños sepan algo que no les ha enseñado él mismo), y sobre todo el fundamentalista se considera luego con derecho a imponer esa verdad a los demás.

Para el fundamentalismo -explica Jorge Vicente Arregui-, la religión es el fundamento único del sistema social: la sociedad es religiosa, los vínculos sociales son religiosos y, por tanto, el sistema cultural entero es religión.

En el fundamentalismo religioso no hay ningún espacio social que no acabe por confundirse con la religión, ni diferencia alguna entre las esferas de la vida humana: cultura y religión se identifican en una única esfera que todo lo abarca. El fundamentalismo es siempre crispado, es miedo a la libertad, dejación absoluta del hombre en el sistema.

La instrumentalización que el fundamentalismo hace de Dios es absoluta: es un simple fundamento del sistema. No es un Dios vivo, sino como una especie de cimiento de hormigón armado. Como ha señalado Frossard,

los fundamentalistas son personas empeñadas en hacer la voluntad de Dios, lo quiera Dios o no lo quiera.

El concepto fundamentalista de la religión es, en el fondo, profundamente ateo, puesto que no considera a Dios siquiera como un interlocutor, sino como una simple pieza de cierre, como la clave de la bóveda de su impenetrable sistema cultural.

Alfonso Agulló

martes, 29 de enero de 2013

SEMBRAR AMABILIDAD

Dicen que un joven iba por carretera en coche, cuando vio a una señora de edad avanzada, fuera de un coche parado, al lado de la carretera. Llovía fuerte y oscurecía, y al verla necesitada, detuvo su coche y se acercó. La señora al verle vestido pobremente tuvo miedo, y el joven le dijo: "Estoy aquí para ayudarla, señora, no se preocupe. ¿Por qué no entra en el coche que estará mejor? Me llamo Renato". Ella tenía una rueda pinchada y Renato la cambió... la mujer le contó que estaba de paso, y que se encontraba perdida en aquel lugar, sin saber qué hacer, y no sabía cómo agradecer la preciosa ayuda; preguntó qué podía pagarle. Renato respondió: "Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, déle a esa persona la ayuda que ella necesite y acuérdese de mí"...

Algunos kilómetros después, la señora se detuvo en un restaurante más bien pobre. La camarera era joven, muy amable, le trajo una toalla limpia para que secase su cabello y le dirigió una dulce sonrisa... estaba con casi ocho meses de embarazo, le notó cierta preocupación en su cara, y quedó curiosa en saber cómo olvidaba sus problemas para tratar tan bien a una extraña, y le dio pena que trabajara hasta tan tarde, en esas condiciones. Entonces se acordó de Renato. Después que terminó su comida, se retiró...

Cuando la camarera volvió notó algo escrito en la servilleta, en la que había 4 billetes de 500 euros... Leyó entre lágrimas lo que decía: - "Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien". Aquella noche, cuando fue a casa, cansada, pensaba en el dinero y en lo que la señora dejó escrito... ¿Cómo pudo esa señora saber cuánto ella y el marido precisaban de aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil... Quedó pensando en la bendición que había recibido, y que últimamente estaba enfadada con su situación y que las cosas no iban bien con su marido; cambió su cara y dibujó una gran sonrisa... Agradeció a Dios y besó a su marido con un beso suave y susurró: -"Todo estará bien: ¡te amo... Renato!"

En la película "Cadena de Favores" vemos esta idea: un niño inicia un movimiento que sugiere que alguien haga un favor grande a tres personas; cada una de esas tres personas ayudará a otras tres, y así sucesivamente, hasta llegar a un nivel donde el incremento geométrico de favores y buenas intenciones logren mejorar el lamentable estado en el que está el mundo. El niño entonces procede a ayudar a quienes más cerca están de el, sin darse cuenta de la extensión de las consecuencias que sus actos conllevan. Efectivamente, uno se puede dejar contagiar de la agresividad que nos rodea, o puede sembrar amabilidad. Uno puede ir a la suya, y construir su destino, o bien hacer el bien, y ayudar a todo el que te necesite.

La vida es algo misterioso, y la historia de Renato sería una cursilada si no fuera porque experimentamos que en nuestras vidas muchas veces es realmente así... en la medida que hagamos a los demás, ellos harán con nosotros; la vida es un espejo... ciertas "casualidades" nos hacen ver que todo lo que uno da, ¡vuelve a uno! Es como si hubiera un espejo que funciona con lo que expresamos; si damos odio nos vuelve odio, si lo que damos a los demás es amor, también lo recibimos. ¿Siempre? Porque a veces parece que no recibimos lo que damos: en realidad lo recibimos siempre, pero de otro modo, pues el fruto más importante de nuestras acciones ya ha crecido en nuestro interior, aunque fuera no germine aparentemente; aunque no siempre se ven los resultados, aún así vale la pena.

La gran estafa de la vida, el engaño, es cuestión de verbos, decía S. Tamaro: "Desde el nacimiento nos enseñan que la vida está hecha para construir y en cambio no es cierto. No es cierto porque aquello que se construye tarde o temprano se derrumba, ningún material es tan fuerte como para durar eternamente. La vida no está hecha para construir, sino para sembrar. En el largo trayecto, desde la hendidura del comienza hasta la del final, pasamos y esparcimos la simiente. Acaso jamás la veamos nacer, porque, cuando brote, nosotros ya no estaremos. No tiene ninguna importancia. Importante es dejar tras de sí algo en condiciones de germinar y crecer".

La regla de oro siempre es la del Evangelio: hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir.
Fuente: catholic.net

lunes, 28 de enero de 2013

CATEQUESIS DEL PAPA



Esta es la primera catequesis del Papa sobre el Credo, en este año de la fe:

Queridos hermanos y hermanas:
En este Año de la fe, hoy me gustaría empezar a reflexionar juntos sobre el Credo, la solemne profesión de fe que acompaña nuestras vidas como creyentes. El Credo comienza así: "Creo en Dios". Es una afirmación fundamental, aparentemente simple en su esencialidad, que sin embargo abre al mundo infinito de la relación con el Señor y con su misterio. Creer en Dios implica adhesión a Dios, acogida de su Palabra y obediencia gozosa a su revelación.
Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: "La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela" (n. 166). Poder decir que se cree en Dios es, por lo tanto, un don y un compromiso al mismo tiempo, es gracia divina y responsabilidad humana, en una experiencia de diálogo con Dios, que, por amor, "habla a los hombres como amigos" (Dei Verbum, 2), nos habla para que, en la fe y con la fe, podamos entrar en comunión con Él.
¿Dónde podemos escuchar a Dios que nos habla? Para ello es fundamental la Sagrada Escritura, en la que, la Palabra de Dios se hace audible para nosotros y nutre nuestra vida de "amigos" de Dios. Toda la Biblia narra la revelación de Dios a la humanidad, toda la Biblia habla de la fe y nos enseña la fe, narrando una historia en la que Dios lleva a cabo su plan de redención y se acerca a los hombres, a través de tantas figuras luminosas de personas que creen en Él y confían en Él, hasta la plenitud de la revelación en el Señor Jesús.

Es muy bello, a este respecto, el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos –que acabamos de escuchar– que habla de la fe y hace relucir las grandes figuras bíblicas que han vivido la fe, llegando a ser modelo para todos los creyentes: "Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven" (11,1), dice el primer versículo. Los ojos de la fe son, por lo tanto, capaces de ver lo invisible y el corazón del creyente puede esperar más allá de toda esperanza, al igual que Abraham, del que Pablo dice en la Carta a los Romanos que "creyó, esperando contra toda esperanza" (4,18).
Y precisamente sobre Abraham, me gustaría que detengamos nuestra atención, porque él es la primera gran figura de referencia para hablar acerca de la fe en Dios: el gran patriarca Abraham, modelo ejemplar, padre de todos los creyentes (cfr. Rom 4,11-12).
La Carta a los Hebreos lo presenta así: "Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios". (11, 8-10).
El autor de la Carta a los Hebreos se refiere aquí a la llamada de Abraham, narrada en el libro del Génesis ¿qué le pide Dios a este gran patriarca? Le pide que abandone su tierra para ir al país que le mostrará". El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré" (Génesis 12, 1). ¿Cómo habríamos respondido nosotros a una invitación semejante?
Se trata, en efecto, de un partir en la oscuridad, sin saber dónde lo conducirá Dios, es un camino que requiere una obediencia y una confianza radicales, a la que sólo la fe permite acceder. Pero la oscuridad de lo desconocido está iluminada por la luz de una promesa; Dios añade a su mando una palabra tranquilizadora, que le abre a Abraham un futuro de vida en toda su plenitud: "Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre... y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra" (Gen 12,2.3).
La bendición, en la Sagrada Escritura, se enlaza principalmente con el don de la vida que viene de Dios y se manifiesta ante todo en la fertilidad, en una vida que se multiplica, pasando de generación en generación. Asimismo, la bendición está relacionada también con la experiencia de poseer una tierra, un lugar estable para vivir y crecer en libertad y seguridad, temiendo a Dios y construyendo una sociedad de hombres fieles a la Alianza, "un reino de sacerdotes y una nación santa" (cfr. Ex 19,6).

Por lo tanto, Abraham, en el diseño de Dios, está destinado a llegar a ser el "padre de una multitud de naciones" (Gn 17,5; cfr. Rom 4, 17-18) y a entrar en una nueva tierra donde vivir. Y, sin embargo, Sara, su esposa, es estéril, no puede tener hijos, el país al que Dios lo conduce está lejos de su tierra natal, ya está habitado por otros pueblos y nunca le pertenecerá verdaderamente.
El narrador bíblico hace hincapié en esto, aunque muy discretamente: cuando Abraham llegó al lugar de la promesa de Dios: " los cananeos ocupaban el país " (Gen 12:6). La tierra que Dios le dona a Abraham no le pertenece, él es un extranjero y lo seguirá siendo para siempre, con todo lo que ello conlleva: no tener intenciones de posesión, sentir siempre la propia pobreza, verlo todo como un don. Ésta es también la condición espiritual de quien acepta seguir al Señor, de quien decide partir aceptando su llamada, bajo el signo de su bendición invisible pero poderosa.
Y Abraham, el "padre de los creyentes", acepta esta llamada, en la fe. San Pablo escribe en la carta a los Romanos: "Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia. Su fe no flaqueó, al considerar que su cuerpo estaba como muerto –tenía casi cien años– y que también lo estaba el seno de Sara. El no dudó de la promesa de Dios, por falta de fe, sino al contrario, fortalecido por esa fe, glorificó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete".(Rm 4,18-21).
La fe conduce a Abraham a seguir un camino paradójico. Él será bendecido, pero sin los signos visibles de la bendición: recibe la promesa de formar un gran pueblo, pero con una vida marcada por la esterilidad de Sara, su esposa; es llevado a una nueva patria, pero tendrá que vivir como un extranjero; y la única posesión de la tierra que se le permitirá será el de una parcela de terreno para enterrar a Sara (cf. Gn 23,1 a 20).
Abraham fue bendecido porque, en la fe, supo discernir la bendición divina yendo más allá de las apariencias, confiando en la presencia de Dios, incluso cuando sus caminos se le muestran misteriosos.
¿Qué significa esto para nosotros? Cuando decimos: "Yo creo en Dios", decimos, como Abraham: "Confío en ti, me confío a ti, Señor", pero no como a Alguien a quien se acude sólo en los momentos de dificultad o al que dedicar algún momento del día o de la semana. Decir "Yo creo en Dios" significa fundar en Él mi vida, dejar que su Palabra la oriente cada día, en las opciones concretas sin temor de perder algo de mí mismo.
Cuando, en el rito del Bautismo, se pide tres veces: "¿Creéis? en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica y las demás verdades de la fe, la triple respuesta es en singular: "Yo creo", porque es mi existencia personal la que va a recibir un viraje con el don de la fe, es mi vida la que debe cambiar, convertirse. Cada vez que participamos en un Bautismo, debemos preguntarnos cómo vivimos cada día el gran don de la fe.
Abraham, el creyente, nos enseña la fe; y, como un extranjero en la tierra, nos muestra la verdadera patria. La fe nos hace peregrinos en la tierra, dentro del mundo y de la historia, pero en camino hacia la patria celestial.
Creer en Dios nos hace, pues, portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento, nos pide adoptar criterios y asumir conductas que no pertenecen a la manera común de pensar. El cristiano no debe tener miedo de ir "contra corriente" para vivir su propia fe, resistiendo a la tentación de "adecuarse".
En muchas de nuestras sociedades, Dios se ha convertido en el "gran ausente" y en su lugar hay muchos ídolos, en primer lugar el "yo" autónomo. Y también los significativos y positivos progresos de la ciencia y de la tecnología han llevado al hombre a una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia, y un creciente egoísmo ha creado muchos desequilibrios en las relaciones y el comportamiento social.
Y, sin embargo, la sed de Dios (cf. Sal 63,2) no se extinguió y el mensaje del Evangelio sigue resonando a través de las palabras y los hechos de muchos hombres y mujeres de fe. Abraham, el padre de los creyentes, sigue siendo el padre de muchos hijos que están dispuestos a seguir sus pasos y se ponen en camino, en obediencia a la llamada divina, confiando en la presencia benevolente del Señor y acogiendo su bendición para ser una bendición para todos.
Es el mundo bendecido por la fe al que todos estamos llamados, para caminar sin miedo siguiendo al Señor Jesucristo. Y a veces es un camino, que conoce incluso, la prueba de la muerte, pero que está abierto a la vida, en una transformación radical de la realidad que sólo los ojos de la fe pueden ver y disfrutar en abundancia.
Afirmar "yo creo en Dios" nos conduce, pues, a ponernos en camino, a salir de nosotros mismos continuamente, al igual que Abraham, para llevar, en la realidad cotidiana en que vivimos, la certeza que viene de la fe: la certeza, es decir, la presencia de Dios en la historia, también hoy; una presencia que da vida y salvación, y nos abre a un futuro con Él para una plenitud de vida que nunca conocerá el ocaso.

sábado, 26 de enero de 2013

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio

Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la Palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teofilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en Él. Y Él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21
 
En escasas ocasiones, a lo largo del año, la Liturgia nos presenta como Evangelio de la Misa la unión de fragmentos evangélicos tomados de diferentes capítulos. En este domingo nos encontramos con una de esas ocasiones. El primer fragmento está tomado de los versículos iniciales del evangelio de San Lucas. El evangelista introduce su relato con un preámbulo destinado a garantizar la autenticidad de su exposición. La solidez de las enseñanzas apostólicas sobre la vida y las obras de Jesús de Nazaret se puede verificar a través del testimonio de quienes han sido, primero, testigos oculares y, luego, predicadores. El evangelista no pretende ofrecer interpretaciones subjetivas sobre Jesús, o recreaciones literarias sobre un personaje del que habría pocos datos históricos. Su deseo es fortalecer la confianza en la enseñanza recibida de los apóstoles, componiendo un relato fiable y bien contrastado desde el punto de vista histórico.

El segundo fragmento se toma del cuarto capítulo del mismo evangelio de San Lucas y refiere el regreso de Jesús a Galilea tras el Bautismo en el Jordán. Importa recordar que entre el Bautismo y el episodio de la sinagoga de Nazaret, los evangelistas refieren las tentaciones de Jesús en el desierto. No se trata de un inciso secundario: el que ha sido señalado por la voz del Padre como Hijo amado y predilecto, es el que combate en el desierto contra el demonio tentador. El hecho de ser el Hijo no le exime de la prueba, antes bien, el poder del Espíritu que fortalece su amor filial al Padre se manifiesta venciendo en la tentación. Tras el desierto, Jesús regresa a Nazaret y, en la sinagoga, realiza la lectura del profeta, como en otras ocasiones. Pero ahora hace algo nuevo: a la palabra proclamada, añade su explicación definitiva: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Las palabras del profeta Isaías sirven a Jesús para desvelar el significado de lo que había ocurrido en el Jordán: allí el Padre le ha ungido con el Espíritu Santo y lo ha enviado para llevar a cabo su misión. La promesa se cumple en un momento preciso de la Historia: el hoy de Jesús es el tiempo de la salvación.

¿Por qué la Liturgia asocia ambos fragmentos? Si el pasaje de Nazaret ayuda a profundizar en el significado del Bautismo de Jesús, celebrado el domingo precedente, el comienzo del evangelio de San Lucas nos recuerda algo fundamental para el creyente: la fe en Cristo Salvador tiene su fundamento en el testimonio de hechos que han acontecido en la Historia. Los evangelios son testimonios de fe y tienen como objetivo ayudarnos a creer, pero no por ello refieren hechos y acontecimientos fuera de la Historia. Ante los relatos evangélicos, quien relativiza la Historia, pone en peligro la fe; y quien aparta la fe, deforma la Historia. Desde la época apostólica, la Iglesia ha transmitido la fe custodiando también la historia de Jesús. El mismo Espíritu que ungió a Jesús en el Jordán inauguró el tiempo de la Iglesia cuando fue derramado sobre los primeros cristianos. En virtud de este Espíritu, participando de la vida de la Iglesia, podemos entrar hoy en los hechos que nos han salvado. El hoy de Jesús llega así hasta nosotros: su palabra espera hoy nuestra respuesta. La fe es puerta que nos permite cruzar el umbral de la Historia y, en el tiempo de la Iglesia, vivir el hoy de Jesús.
+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

viernes, 25 de enero de 2013

LA CONVERSIÓN DE S. PABLO

Pues ya hemos contratado el gas…, sólo ha habido que hacer bastantes llamadas, algunas amenazas, otros ruegos, algún favor y pronto llegará el gas hasta la parroquia. Luego habrá que poner en marcha las máquinas, lo que creo que será otra pelea. Tiene que funcionar todo para que no haya ningún fallo: calderas, enfriadoras, conductos, presión del agua, voltaje, energía solar…., si falla algo en todo el circuito tendremos gas pero seguiremos sin agua caliente ni calefacción. En un sistema si falla algo falla todo y puede dejarte con la “miel en los labios” por una tuerca mal apretada.

“En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: -«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. A toda significa a toda. Si Ananías tendría claro a quién no debía hablar de Jesús muerto y resucitado para nuestra salvación era a Saulo de Tarso. Era el perseguidor violento, el malo de la película, el celoso de su causa, al que no le importaba extralimitarse en sus funciones, el que aprobaba las ejecuciones. No, a Saulo no. Más valía anunciar el Evangelio al Procurador romano, que al menos le sonaría a novedad o a estupidez, pero no a blasfemia. Y Ananías recibe el encargo de evangelizar a Saulo y “se puso a su lado.” Mucha confianza debía tener Ananías en la acción del Espíritu Santo, en que es Dios quien cambia el corazón del hombre y puede transformar el alma más dura en el apóstol más ardiente. Y Pablo recibe el bautismo en nombre de Jesús y quedan lavados todos sus pecados.

Cuantas veces nosotros buscamos un buen ambiente para evangelizar. Más que un buen ambiente buscamos un ambiente cómodo, donde aplaudan nuestras palabras y nos apuntemos los tantos de los que se acercan a Dios. ¡Qué gran error! Anunciar a todos el Evangelio, lo repito, significa a todos. Anunciarlo en ese barrio en el que la gente parece que completamente anticlerical, en ese trabajo en el que se burlan de la Iglesia y arremeten contra el Papa y el Magisterio, a ese familiar que se ríe de tus creencias. La conversión de San Pablo nos recuerda que el que cambia los corazones es el Espíritu Santo y, si él quiere, hasta el corazón más duro se volverá corazón de apóstol. Por eso no podemos dejar de Evangelizar, si la Iglesia dejase de ser misionera en todos los ambientes desaparecería. “El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado” y no queremos que nadie, ni el más malo que pise la faz de la tierra, sea condenado. Hoy tenemos un motivo más para seguir anunciando a Cristo con valentía, el que cambió el corazón de Saulo puede cambiar todos los corazones, incluyendo el nuestro.

Que Santa María la Virgen nos ayude a escoger a todos para anunciar el Evangelio con valentía y confianza. Si alguno falla, falla toda la Iglesia y no podemos perder el gas y quedarnos sin calor.

Comentario a la liturgia del día en www.archimadrid.org

jueves, 24 de enero de 2013

EN EL RESTAURANTE DE LORENZO

Esta mañana, he leído una anécdota que sucedió el otro día en Houston, Texas. En un restaurante italiano con el simpático nombre de Lorenzo’s, uno de los camareros atendía la mesa en la que estaba sentada una familia con varios niños. Uno de ellos, Milo, de cinco años, tenía síndrome de Down. Por lo visto, eran clientes habituales y acudían a Lorenzo’s a comer en familia bastante frecuentemente.
En la mesa de al lado, un señor comenzó a quejarse del ruido que causaba Milo. Según el camarero, “Milo no se estaba portando mal; sólo hablaba y hacía pequeños ruidos”. El señor, sin embargo, siguió quejándose y terminó cambiándose con su familia a otra mesa. En ese momento, afirmó en voz alta que “los niños especiales deberían ser especiales en otro lugar”.
El camarero, con un valor y una cortesía propios de otra época, se acercó y le dijo sin armar alboroto: “Señor, me temo que no voy a poder seguir atendiéndole”. El hombre se levantó airado y se marchó con su familia del restaurante. La familia de Milo, en cambio, no se enteró de nada y siguió comiendo tranquilamente.


Si llevara sombrero, me descubriría ante este camarero. Y si tuviera algo más de inspiración, escribiría el Romance del Camarero Cortés.
No escribo este post, sin embargo, solamente como un homenaje ante el gesto caballeroso del camarero de Lorenzo’s, sino también como una expresión de vergüenza ante uno de los grandes males de nuestra época que no parecen sorprender a nadie: el exterminio masivo de niños con deficiencias.
En España, según la Federación Española del Síndrome de Down, nueve de cada diez niños que padecen esta enfermedad son abortados antes de nacer. Quizá la mayoría de la gente se horrorice al leer la conducta grosera e insensible del maleducado del restaurante, pero esa misma mayoría de la gente no habría tenido ningún problema en liquidar a Milo mientras estaba en el vientre de su madre.
En España, tanto con la ley Aído en vigor como con la anterior, que tanto parece gustar al gobierno actual, los niños con síndrome de Down pueden ser abortados con 22 semanas. Es decir, cuando nadie en su sano juicio puede dudar de que son seres humanos. Solamente por el hecho de tener síndrome de Down. Nunca se ha hablado tanto como ahora de libertad e igualdad, pero parece que esa igualdad no se extiende a los que son diferentes y que la libertad permite hacer lo que te da la gana, pero no incluye la libertad para nacer.

Ante esto, los cristianos estamos llamados a ser un signo que denuncie la impiedad del mundo en este aspecto. De hecho, ya lo somos, en nuestra debilidad. La inmensa mayoría de los niños con síndrome de Down que no son liquidados en el vientre de sus madres nacen en familias cristianas, que les quieren como son y que son capaces de ver el valor infinito que tienen como seres humanos.
Hace tiempo, fui a Misa en un pueblecillo de la campiña napolitana, cerca del lugar donde nació Santo Tomás (lo cuento en el libro Romero a Roma). Era una iglesia antigua y magnífica, pero pobre y con los techos bastante estropeados. Aquella tarde, llovía a cántaros. A pesar de las abundantes goteras, dentro de la Iglesia llovía un poco menos (un hecho importante, porque yo estaba peregrinando a pie a Roma y no tenía dónde guarecerme). De aquella Misa, recuerdo perfectamente a uno de los monaguillos, que tenía síndrome de Down. Era el monaguillo jefe, el que organizaba todo y decía a los demás lo que tenían que hacer, con una habilidad fruto de mucho tiempo de práctica. No fue esa habilidad lo que más me sorprendió, sino algo mucho más difícil todavía: la capacidad de organizar toda la labor de los distintos monaguillos y, al mismo tiempo, prestar atención a lo Importante, rezar cuando había que hacerlo y, en general, participar en la Misa con una gran piedad. Fue un ejemplo para mí, que no olvidaré nunca.

Mi esposa es psicopedagoga y maestra de educación especial. Muchas veces me ha contado los enormes avances que se han hecho en la atención a niños con necesidades especiales, mediante estimulación temprana y multitud de nuevas técnicas pedagógicas y también médicas. Los progresos que consiguen estos niños hoy, si se les trata adecuadamente, parecían imposibles hace dos o tres décadas y son, realmente, espectaculares. Si en vez de emplear nuestros esfuerzos en matar a estos niños antes de que nazcan los empleásemos en ayudarles, esos avances aún serían mayores.
Con esto, no quiero minusvalorar la entrega de las familias que tienen un hijo con síndrome de Down. Al contrario, no puedo evitar admirarme ante su valentía al acoger a esos hijos, en contra de lo que hace el mundo y a menudo en contra de fuertes presiones de los propios médicos, familiares y amigos. Es algo que sólo se entiende sabiendo que todos los padres tienen la misión de dar la vida por sus hijos, sacrificando su tiempo, sus planes, su descanso y sus bienes por amor a sus hijos. Es en ese sacrificio de uno mismo donde se encuentra la verdadera felicidad.
Los cristianos tenemos la misión de recordar al mundo lo que ha olvidado: amar es dar la vida, morir por el otro. Los hijos no se tienen para que los padres se realicen, sino como un servicio de amor a esos hijos y a Dios. Sólo así se entiende que cada hijo, tenga las deficiencias que tenga y rompa los planes que rompa, es un regalo maravilloso del cielo, con un valor infinito.
Terminaré este artículo con las palabras del Camarero Cortés: “Quizás podría haber actuado de otra forma, pero Milo es un ángel; es un regalo de Dios, como todos los niños con necesidades especiales”.

Bruno Moreno

miércoles, 23 de enero de 2013

I JORNADAS DE PASTORAL

Nuestra Diócesis está hoy de fiesta, al celebrar a su santo patrón S. Ildefonso de Toledo.
Os invitamos a escuchar las conferencias impartidas por Mons. Rey, obispo de Toulon (Francia), en las I Jornadas de Pastoral que se han celebrado en Toledo. Puedes encontrarlas AQUÍ




lunes, 21 de enero de 2013

"LA FELICIDAD ES ALGO MUY SENCILLO"

María de Villota estaba cumpliendo su sueño desde niña, pilotar un Fórmula 1. Con una prometedora carrera por delante ya era piloto probador del equipo Marussia. El pasado 3 de julio estaba realizando en el aeródromo británico de Duxford distintas pruebas aerodinámicas al monoplaza de su escudería cuando tuvo un terrible accidente que cambió su vida. Chocó contra un camión y su casco quedó hecho añicos.
Estuvo a punto de morir, perdió el ojo derecho y tras varias operaciones lleva seis placas de titanio en la cabeza. Su sueño de ser piloto titular y emular a su padre se ha desvanecido pero lejos de venirse abajo ha visto la mano de Dios en todo este tiempo y asegura que el accidente le ha cambiado de manera radical la forma de ver la vida.
Su accidente conmocionó al mundo y su recuperación es todo un ejemplo de superación ante la adversidad. El pasado 13 de enero cumplió 33 años y en una entrevista en el programa ´El Partido de las 12’ de COPE, María confesaba que “nunca he soplado las velas con tantas ganas. La felicidad es algo muy sencillo. Siempre me ha gustado mirar hacia delante”.
 
El papel de Dios en su recuperación
Sin embargo, en este duro proceso desde que sufrió el terrible accidente ha experimentado una fuerza sobrenatural. “Cuando paseo por la calle la gente me dice que ha rezado mucho por mí. Se lo agradezco. Cuando volví un primo mío falleció y yo no. Dios ha jugado un papel muy importante en mi recuperación”, afirmaba María de Villota.
Su hermana Isabel estaba presente cuando María chocó contra el camión y meses después explicó en la revista Hola cómo hubo una mano divina en todo este suceso. Ella llegó la primera al lugar del accidente: “intenté sacar el coche de debajo, empecé a gritar, hasta que vinieron todos los mecánicos. A mí me separaron del coche y ya no me dejaron volver a donde estaba María”.
Isabel recuerda que “no paraba de preguntar: ¿está muerta?, ¿está muerta?, y ellos me decían: “no lo sabemos”. Entonces fue cuando me tiré al suelo de la pista, me puse a rezar como una condenada y, al cabo de los angustiosos minutos que pasó inconsciente, alguien dijo: ‘se está moviendo’. Y yo pensé: ‘gracias Dios mío’.
 
Una señal de Dios
La hermana de la piloto considera que no estaba con ella en esas pruebas en Reino Unido por casualidad. “Fue como una señal de Dios, porque sentí que tenía que ir”. María lo ve así también: “estoy segura de que, desde el momento que llegó al coche, la oración, las decisiones que tuvo que tomar en el hospital, todo lo hizo con tanta eficacia…”.
Recordando esos momentos, Isabel siguió contando hechos para ella inexplicables. Relataba que María no podía tomar ciertos fármacos. “Estando como estaba, le pregunté: María, ¿a qué eres alérgica?, sin tener la menor esperanza de que me respondiera, como si le estuviera haciendo una pregunta a Dios, y ella respondió: pirazolonas”.
 
“Ahora veo más que antes”
María ha experimentado un cambio importante en su interior y no sólo físico debido al accidente en todos estos meses. En una entrevista en Car&Driver confiesa que “te das cuenta de que ves más que antes. Yo antes sólo veía la Fórmula 1, sólo me veía encima de un coche compitiendo y no veía lo que realmente era importante en mi vida”. Por ello, recuerda que “no tengo un ojo, no tengo olfato, pero tengo por delante otro ojo y el tacto”.
Aceptar su situación no fue fácil al principio pero su virtud fue buscar consuelo en quien podía dárselo. “El primer día que me miré en el espejo tenía 104 puntos en la cara, negros, que parecían cosidos con cuerda náutica y había perdido el ojo. Quedé aterrada”. En ese primer instante pensó en quién iba a quererla así. Pero pronto ese mal pensamiento cambió al llegar al convencimiento de que las personas que están a su alrededor “me han querido para esta vida y para cubrir la que viene ahora”.
 
“Llevo mi historia con cariño y orgullo”
De hecho, hay una frase que define a la perfección cómo ha afrontado María este trauma: “mi aspecto de ahora dice mucho más de quien es María de Villota que el aspecto anterior. Llevo mi historia y la llevo con muchísimo cariño y orgullo”.
En este sentido, la joven piloto española afirma que “la primera sensación que tuve después del accidente fue negativa porque necesitaba los dos ojos, pero tardé muy poquito en ver todo el resto”. Fue ese encuentro con el sufrimiento humano lo que le llevó a cambiar de actitud. Darse cuenta de que a pesar de todo debía estar agradecida con el don de la vida. “He coincidido con gente que lo ha pasado muy mal. Al final hay que disfrutar de lo que tienes porque no hay más. Disfrutar de las cosas pequeñas. Esa pizca de humor es necesaria para seguir adelante. Voy a dar toda esa energía”.
 
Sus nuevos retos
Ahora que ya no va a poder competir a nivel profesional, María de Villota quiere afrontar tres retos. Por un lado afirma que seguirá ligada al mundo del motor, “al que adoro”. El segundo, es el de los enfermos puesto que “estoy en el bando de los que están malos. Después de ver que hay gente que los pasa tan mal, yo tengo que hacer algo”. Por eso, colabora activamente en la Fundación Ana Carolina Díez Mahou, que ayuda a enfermos neuromusculares mitocondriales. En un tercer lugar está ayudar a la mujer, conseguir que una llegue a ser titular en la Fórmula después de que ella se quedase a las puertas. En la vida, dice contenta, “¡¡todavía hay que pelear por muchas cosas!!”.

sábado, 19 de enero de 2013

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo:
«No tienen vino».
Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que Él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dijo:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Éste fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él.

Juan 2, 1-11
 
En la antigüedad cristiana, algunos autores compararon la Sagrada Escritura a un tesoro de innumerables riquezas. Para abrirlo y desentrañar sus secretos es necesario aplicar la llave correcta. Cuando la Iglesia inicia, en el Año litúrgico, el ritmo cotidiano del Tiempo ordinario, la Liturgia nos invita a poner nuestra mirada de fe en el primer signo realizado por Jesús, según el testimonio del evangelio de San Juan. Las oraciones de los domingos precedentes presentan la manifestación de la salvación a todas las naciones (epifanía) en tres actos: la adoración de los magos, el Bautismo de Jesús en el Jordán y las Bodas de Caná. En este último acto, se nos ofrece, además, la clave para abrir el tesoro de la misión salvadora de Jesús y desentrañar sus secretos. Una traducción más literal de la conclusión de este episodio desvela un significado oculto bajo la actual versión litúrgica: en Caná Jesús no sólo realizó el primero de sus milagros (signos), sino el principio de los signos, es decir, el milagro clave a partir del cual podemos profundizar en el sentido último de cuanto se relata a continuación.

En el signo de Caná, los elementos visibles son de gran importancia: Galilea de los gentiles, la presencia de la Madre de Jesús, los discípulos por primera vez junto al Maestro, la necesidad percibida por María, el diálogo entre el Hijo y la Madre, la hora de Jesús, las indicaciones a los sirvientes, el agua convertida en el vino mejor..., y todo en el marco de una boda. Pero esos elementos no son la meta. Como forman parte del signo, remiten a una realidad invisible: Jesús manifiesta su gloria y crece la fe de sus discípulos en Él. La gloria del Hijo de Dios empieza a revelarse no en la Ciudad Santa del pueblo elegido, sino en tierra de gentiles, como anunciara el profeta Isaías. En la revelación del Salvador, María ocupa un lugar especial. Podía el Hijo hacer el signo sin la intercesión de la Madre, pero en el plan divino de la salvación la obediencia al Hijo pasa por asumir la consigna de la Madre: Haced lo que Él os diga. Los discípulos asisten con Jesús a la boda y se reúnen en torno a María, como en los comienzos de la Iglesia. El aparente desinterés de Jesús es ocasión para anunciar la hora de nuestra redención. El agua convertida en vino es preludio de otra conversión: la del vino en la Sangre de la Alianza. En una boda manifestó Jesús su gloria: santificó con su presencia la unión de los esposos y señaló el camino de su misión. Para desposorio con la Humanidad, envió el Padre al Hijo y, con intimidad de amor esponsal, se entregará el Hijo en favor de quienes han sido plasmados a su imagen.

Cuando estamos celebrando con toda la Iglesia el Año de la fe, el pasaje evangélico de las Bodas de Caná descubre aquello que, como discípulos, no puede faltarnos para que crezca nuestra fe en Jesús: docilidad pronta a las indicaciones de la Virgen María, cumplimiento delicado de los mandatos del Hijo, pertenencia agradecida a la Iglesia de los discípulos, atención solícita a las necesidades de quienes nos rodean y amor de intimidad a Cristo Esposo. Necesario es, en fin, pasar del signo a su significado, aplicar la llave al tesoro y desentrañar sus incontables riquezas, sin olvidar que la clave está en el milagro.
+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

viernes, 18 de enero de 2013

HOMBRE Y MUJER

Qué significa esta casilla de la i?», preguntó a la recepcionista, todo ingenuo, al llegar a la indicación del sexo, el señor que rellenaba la hoja de admisión para ingresar en el hospital. «Las casillas de la v y la m se entienden bien: varón ó mujer, pero ¿y ésta tercera de la i?» -«Será infantil», respondió, más ingenua aún, la recepcionista. «¡No puede ser!, ¿cómo va a ser infantil?» Tras preguntar a quienes estaban mejor informados, ese tercer supuesto sexo quedó aclarado: «¡Indeterminado!»

La anécdota sucedió hace ya casi diez años. Ya entonces se quería abrir la posibilidad de que aquel que quisiera podía determinar su sexo a capricho. Hoy, según la ideología de género dominante, nada tendría de extraño encontrar hojas de admisión a rellenar con, al menos, seis o siete casillas para indicar el sexo. Y no se trata de ninguna broma. Con toda seriedad lo describe así el documento de la Conferencia Episcopal Española La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar, presentado el pasado mes de julio: «Se puede decir que el núcleo central de esta ideología es el dogma pseudocientífico según el cual el ser humano nace sexualmente neutro. Hay -sostienen- una absoluta separación entre sexo y género. El género no tendría ninguna base biológica: sería una mera construcción cultural. Desde esta perspectiva, la identidad sexual y los roles que las personas de uno y otro sexo desempeñan en la sociedad son productos culturales, sin base alguna en la naturaleza. Cada uno puede optar en cada una de las situaciones de su vida por el género que desee, independientemente de su corporeidad. En consecuencia, hombre y masculino podrían designar tanto un cuerpo masculino como femenino; y mujer y femenino podrían señalar tanto un cuerpo femenino como masculino. Entre otros géneros, se distinguen: el masculino, el femenino, el homosexual masculino, el homosexual femenino, el bisexual, el transexual, etc.»

El sexo, de este modo, queda convertido en «un objeto de consumo. Y si no cuenta con un valor personal -siguen diciendo los obispos españoles-, si la dimensión sexual del ser humano carece de una significación personal, nada impide caer en la valoración superficial de las conductas a partir de la mera utilidad o la simple satisfacción. Así se termina en el permisivismo más radical y, en última instancia, en el nihilismo más absoluto. No es difícil constatar las nocivas consecuencias de este vaciamiento de significado: una cultura que no genera vida y que vive la tendencia cada vez más acentuada de convertirse en una cultura de muerte».

A quien, con toda justicia y amor verdadero al hombre, alza su voz para denunciar tales aberraciones, le margina la pseudocultura dominante, y trata de silenciarlo. Pero no es posible callar. Está en juego la esencia misma de la vida humana. Si habla la Iglesia, no es por interés particular alguno, como dijo con toda claridad, hace ya dos décadas, el Papa Juan Pablo II, en su encíclica Veritatis splendor, de 1993: «La Iglesia, al rechazar las manipulaciones de la corporeidad que alteran su significado humano, sirve al hombre y le indica el camino del amor verdadero». Hoy, no puede ser más apremiante llevar a cabo este servicio, y Benedicto XVI lo ha hecho con su habitual sabiduría, profunda y sencilla al mismo tiempo. En su discurso a la Curia romana, el pasado 21 de diciembre, no dudó en afirmar claramente que «la falacia profunda de la teoría de género y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente: el hombre niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear». ¿Cabe mayor falacia? «El haber sido creada por Dios como varón y mujer pertenece a la esencia de la criatura humana. Esta dualidad es esencial para el ser humano, tal como Dios la ha dado». Pues bien, «precisamente esta dualidad como dato originario es lo que se impugna. Ya no es válido lo que leemos en el relato de la creación: Hombre y mujer los creó. No, lo que vale ahora es que no ha sido Él quien los creó varón o mujer, sino que hasta ahora ha sido la sociedad la que lo ha determinado, y ahora somos nosotros mismos quienes hemos de decidir sobre esto. Hombre y mujer como realidad de la creación, como naturaleza de la persona humana, ya no existen. El hombre niega su propia naturaleza». No puede decirse más claro. Y a continuación el Papa deja en evidencia hasta qué grado de irracionalidad llega la falacia de la ideología de género: «La manipulación de la naturaleza, que hoy deploramos por lo que se refiere al medio ambiente, se convierte aquí en la opción de fondo del hombre respecto a sí mismo».

¡Qué razón tenía Chesterton al sentenciar que, «cuando se ha dejado de creer en Dios, ya se puede creer en cualquier cosa»! Sin Dios, en efecto, el hombre se pierde. «Allí donde la libertad de hacer se convierte en libertad de hacerse por uno mismo -concluye Benedicto XVI-, se llega necesariamente a negar al Creador mismo y, con ello, también el hombre como criatura de Dios, como imagen de Dios, queda finalmente degradado en la esencia de su ser. Cuando se niega a Dios, se disuelve también la dignidad del hombre». De modo que ya no habría hombre, ni mujer, y, consecuentemente, tampoco habría familia, ni habría sociedad. Lo que está en juego en el hecho de reconocer o no que Dios, en verdad, nos creó hombre y mujer, no es cualquier cosa, desde luego.

Publicado en Alfa y Omega

jueves, 17 de enero de 2013

"¡¡DIOS!! SI EXISTES ¡¡AYÚDAME!!"

Nació en 1954 en Francia. En su casa había mucha violencia, y él dejó su familia y su ciudad a los 15 años para servir como militar en la Marina Nacional. Descubrió que allí había incluso más violencia que la que dejaba atrás.

“La mitad del personal de Marina venía de los correccionales o directamente eran expresidiarios. En aquel dormitorio enorme de 60 personas descubrías que el que sobrevivía era el más duro. Y en ese ambiente fui creciendo. Fui técnico de portaaviones, atendía temas ligados con los aviones en el barco. Pasé 20 años en la Marina y vi que el 85% de mis amigos se divorciaba”.

El mismo Serge se casó con una chica en Marsella, y aunque desde la primera comunión no había tenido ninguna inquietud religiosa, lo hicieron por la iglesia, de forma rutinaria. Tuvieron 3 hijos. Y, como tantos otros, tiempo después se divorciaron.

La génesis del divorcio
“Pensemos cómo es la vida del marino y de muchos militares”, señala Serge. “Estás 4 ó 5 meses fuera de casa, y tu mujer lleva la casa y atiende a los hijos según su ritmo. Y entonces llegas a casa para unos meses, y como eres militar quieres que todo funcione a ritmo militar, das órdenes, quieres que se te obedezca, y entras en conflicto con tu mujer y los hábitos que hay en casa, y en pocos meses te has de ir otra vez. Eso ayuda a entender por qué hay tantas rupturas en estas profesiones.”.

“El caso es que dejé a mi mujer y el ejército y emigré a una zona costera canadiense, con un 30% de población francófona. Me saqué una novia canadiense y abrimos un restaurante, pero este negocio fracasó porque yo usaba criterios franceses y los clientes allí eran muy distintos”.

Por ese entonces Serge era consciente de tener dos problemas serios. “Por un lado, llevaba 15 años con problemas con el alcohol. Por otro, vi que no era capaz de conservar una mujer mucho tiempo. Dejé a mi pareja canadiense y me fui con otra mujer”.

El ingeniero casto
“Una vez estaba comiendo con un ingeniero de 35 años, y hablamos de cosas de religión. Yo había hecho la primera comunión de niño y luego ya no hice nada religioso. Y aquel hombre me dijo que era católico practicante y que nunca se había acostado con una mujer, y que no pensaba hacerlo con ninguna hasta que conociese a la mujer que Dios quería para él, la que sería su esposa. Me parecía incomprensible”.

Serge se lo comentaba a otros amigos, con tono burlón: “Fíjate, ingeniero, 35 años, deportista, ¡y sin novia! ¡No lo quiere hacer!”

Una voz en la noche
Y esa noche sucedió algo. “Estando sólo, en mi habitación, oí una voz. Aunque estaba solo, una voz me decía al oído: “¿Quién eres tú para burlarte? ¿Cómo puedes compararte con ese hombre que domina su sexualidad?” Y no pude dormir. Pasé varias noches inquieto. No podía dormir y experimenté una depresión. Incluso fui al psicólogo”.

Pero la voz proseguía por las noches: “¿Quién eres tú, Serge? ¿Qué has hecho en tu vida sino sembrar desesperación?”, le decía.

Un día, muy hundido, fue a una iglesia que estaba abierta y vacía. “Me senté y le dije a Dios: ‘Dios, yo no puedo más; si existes ayúdame’. Hay que tener en cuenta que yo pensaba, y siempre había pensado, que la religión era una cosa sólo para intelectuales y para curas”.

La casera que salía en noche cerrada
“Esos días me di cuenta de una cosa que me intrigaba. Mi casera, Alinne, salía muchas noches a las 2 de la madrugada. Yo no sabía donde iba. Y era raro, porque con el frío y la nieve de Canadá tenía que descongelar el coche, conducir con mucho frío, era muy incómodo. Al cabo de dos meses, me animé y le pregunté: “¿adónde vas a esas horas?” “A la adoración nocturna”, me dijo Alinne. “¿Qué es eso”?, pregunté. “Bueno”, dijo ella, “ven y lo verás”.

“Así que la acompañé una noche. Llegamos a una capilla donde unos religiosos mantenían adoración permanente. Yo me senté junto a la puerta, para escapar si las cosas se ponían feas, una costumbre que uno toma cuando ha pasado por la Marina”.

Y entonces pasó algo insólito que Serge explica con sus propias palabras. «»

Una experiencia mística
“Miré al altar, donde todos miraban, donde estaba la luz. Yo era aficionado a la fotografía. Y no vi pan. Lo que yo veía allí, donde todos miraban, era una imagen del rostro de Cristo que sangraba de una manera terrible. Era una imagen fija, y en negativo, un negativo fotográfico”.

Serge recalca que él entonces no sabía nada de doctrina ni de adoración eucarística. Nadie le había dicho qué era aquello, nadie le había enseñado que, según la doctrina católica, en el Pan está Cristo mismo. Él no recordaba esa enseñanza de su infancia, ni nada sobre adoración eucarística.

“Oye, Alinne”, dijo Serge a su amiga. “No veo la utilidad de venir aquí a las 3 de la madrugada a adorar a un negativo fotográfico en medio de algo que brilla”.

Ella le miró. Le preguntó a qué se refería Serge. Y cuando él explicó lo que veía, ella se echó a llorar. Cuando Serge lo explica en enero de 2013 en la 1ª Jornada de Pastoral de Toledo, años después, no puede evitar emocionarse y se le quiebra la voz.

“Al día siguiente volví con Alinne a la adoración, y hablamos y entonces entendí que lo que me había pasado era especial, que Dios me había hablado”.

La fe de un divorciado
Serge ahora ya tenía fe. Se había encontrado con Cristo y con la Iglesia. Su vida interior cambió y siguió acudiendo a la adoración.

Un par de años después se incorporó a un grupo de oración de separados y divorciados que organizaban aquellos religiosos.

“Muchas personas venían sólo a una primera reunión. Otras perseveraban. Era un grupo de oración, y en la oración veíamos que Dios nos pedía curar diversas heridas antes de poder avanzar espiritualmente. Yo escuchaba mujeres dando testimonio en el grupo, hablando de su sufrimiento al ser abandonadas, o dañadas. Y así entendí cómo yo había dañado a mis mujeres, a mis hijos. ¿Tenía yo culpa en mis fracasos de pareja? Sí, un 89% al menos. “

Un año después, su primera novia canadiense, Denisse, empezó a acudir con Serge a esa oración. El director espiritual de Serge les dijo: “salta a la vista que os seguís amando, pero no es correcto ni bueno que viváis juntos”.

¿Vivir como hermano y hermana?
¿Cuál era la voluntad de Dios para Denisse y Serge? ¿Sería nulo el primer matrimonio de Serge en Francia? ¿O querría Dios que viviesen en continencia, como hermano y hermana, juntos en la fe, ingresando en una comunidad nueva, de vida y evangelización, que admitía miembros en aquella región?

El director espiritual rezaba por Serge y Denisse. Finalmente le dijo a él: “escribe a Marsella, a Francia, y pide que examinen tu caso, para ver si fue un matrimonio nulo”. En pocos meses llegó la respuesta del tribunal canónico de Marsella: denegaban la nulidad.

Pero el director espiritual de la pareja estaba convencido: “Dios no quiere que seáis hermano y hermana en una comunidad. Vete a Francia y pide hablar con el juez del Tribunal.” Parecía absurdo: viajar de Canadá a Francia ¿para una reunión de 2 horas con un juez canónico?

Pero Serge lo hizo. Llegó a Marsella, entró en una de las iglesias más bellas y famosas de la ciudad, y se puso a orar.

El precedente de San Pablo
“Cuando sabes que Dios te atiende todo es distinto. En Francia si dices que Dios te guía o te habla te miran raro, pero en América, en cambio, la gente lo entiende. Y Dios me habló con una imagen en mi mente: vi a Saulo que caía del caballo. Después fui al tribunal. Me recibió el juez: un cura manco y con cara muy antipática”

- No sé por qué se ha molestado usted en venir. Ya examinamos su expediente y su matrimonio no es nulo – dijo el cura.
- He venido porque me lo pidió mi director espiritual – le respondió Serge. Y le contó su itinerario, su conversión.
- Yo soy de la vieja escuela, y esas formas de encontrar a Dios no me convencen –respondió el juez eclesiástico.

Sin saber qué más añadir, Serge puso la mano en el pomo de la puerta, dispuesto a marcharse. Y entonces, “guiado por el Espíritu Santo”, dijo:

- Mire, padre, lo mío con Dios es como lo de Saulo con el Señor. Sólo Saulo vio a Dios, la luz y la voz del Señor. Las otras personas sólo vieron que Saulo cambió.

El juez le miró y respondió:

- Váyase, me comprometo a reexaminar su caso.

Y al cabo de unas semanas la Iglesia dictaminó que su primera boda era nula.

Serge se casó con Denisse, y hoy tienen 3 hijos, de 13, 15 y 17 años, y viven medio año en Canadá y otro medio en Francia.

Acoger a separados y divorciados
Serge y Denisse están volcados actualmente en la pastoral con separados y divorciados en Francia, colaborando mucho con la diócesis de Toulon.

Los separados y divorciados quieren comulgar, claro, pero sobre todo quieren ser acogidos. Y a menudo simplemente una palabra marca la diferencia para sentirse acogido o no. Por ejemplo, si les dices “bienvenidos, la Iglesia es una casa de acogida para vosotros”, en realidad no es muy acogedor; es muy distinto a decir, por ejemplo, “esta es tu casa”.

A estas personas hay que decirles que hay grupos de oración y acogida para ellos”, insiste. “Y mi experiencia es que todo el que persevera en la oración, ve una luz al final. El Señor hace milagros”.

Publicado en ReL

miércoles, 16 de enero de 2013

"TODO EL MUNDO LE BUSCABA"

Comentario al Evangelio de hoy:


Ya hemos llegado al límite de descarga con nuestra conexión a Internet. Dentro de X tiempo tendremos una conexión rapidísima y buenísima, pero de momento en unos cuantos días nos dicen que hemos superado el límite de descargas y empezamos a ir a pedales. El ordenador se pone a buscar redes y todas están protegidas, ningún vecino comparte sus bienes con los necesitados. Sé que se puede acceder a ellas de una forma relativamente sencilla, pero me parece robar y no quiero hacerlo. Mientras, el ordenador, que quiere buscar la mejor red, venga a buscar y buscar. “Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.

 Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: -«Todo el mundo te busca.» Él les respondió: -«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»” Así como el ordenador busca la mejor conexión posible, la gente buscaba a Jesús, al Jesús de los milagros y las curaciones. A la hora de la pasión no le buscarán tantos ni tanto. Buscar a Cristo. La realidad es que Jesús ya nos ha encontrado, pero tenemos que buscarle en cada momento de nuestra vida, descubrir las huellas de lo divino escondidas en todos los aspectos y situaciones de nuestra vida. Podemos buscar a Dios cuando tenemos problemas, para que nos vayan mejor las cosas, o cuando estamos enfermos para recuperar la salud- Eso no está mal, es un acicate en la búsqueda de Dios. Pero poco a poco debemos purificar nuestra búsqueda, indexar nuestra mirada y nuestro corazón, y descubrir a Dios en todo. Buscarle solamente porque es Dios, por nada más.

Y descubriremos a Dios en las dificultades, en los problemas, en los gozos y esperanzas de cada día. Buscaremos a Dios entre nuestros enemigos y entre la gente que no nos acaba de caer bien. Buscaremos a Dios aunque eso nos lleve a la incomodidad, nos desestabilice nuestras seguridades o suponga esfuerzo. Buscar a Dios porque es Dios, por nada más. Ni por consuelos, ni por fortuna… Sólo Dios basta. Y sin duda encontraremos consuelo: “Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.” Peor no será el consuelo que nos imaginamos, sino el abrazar gozosamente las dificultades. María nuestra Madre encontró al Hijo de Dios desnudo en su regazo, no tenía nada que darle en lo humano y se lo dio todo. Que como ella busquemos a Cristo, nos encontremos con Cristo, amemos a Cristo y anunciemos a Cristo.

www.archimadrid.org

martes, 15 de enero de 2013

LA ORACIÓN Y EL PENSAMIENTO

- En el libro “La oración de Jesús” – Iniciación a la práctica - en la primera carta dice:

“Desde el punto de vista de la psiquis el que esta oración abraza ha de irse despidiendo de los pensamientos. La principal dificultad no es acostumbrarse a la oración sino renegar de ellos. Y esto, porque solemos identificar este discurrir de la mente con nosotros mismos”.

- Quisiera si me puede aclarar más estos puntos. ¿Cómo es esto de que hay que despedirse de los pensamientos? Pienso que sin ellos no podríamos funcionar, seríamos semejantes a personas con severo retardo mental.

- Entiendo perfectamente tus objeciones o interrogantes. Sucede que lo que hacemos habitualmente no es pensar. Y, en ese sentido, se ha dicho allí que debemos renegar de los pensamientos.

Debemos abandonar un modo divagatorio de pensar, una manera errónea de organizar nuestra experiencia a medida que vamos viviendo. Por lo general, llamamos pensar a un cierto “etiquetar” los fenómenos que se nos van presentando en los sentidos.

También, consideramos pensamientos, a las asociaciones que se producen automáticamente en nuestra mente entre lo que percibimos y lo que recordamos.

Cada cosa que vemos recibe desde nuestra mente un nombre y queda inmediatamente relacionada con nuestros registros de memoria, con lo que hemos vivido. Esto puede ser un muy interesante mecanismo de supervivencia, pero no es pensar.

Estrictamente hablando, - pensar - no es algo que nosotros hagamos, sino que “se hace”, del mismo modo que la digestión, que la respiración, o que la renovación de las células de la piel y otros fenómenos de similar característica en nuestro cuerpo.

Asimismo, inevitablemente, se elabora en la mente una imaginación respecto de aquello percibido; poniendo a lo que se ha visto en relación con nuestros intereses a futuro. Nunca vemos la cosa, sino en función de nuestras pretensiones, proyectos y temáticas de preferencia.

Esta situación forma parte de nuestra condición humana actual y, en cierto modo, tiene que ver con lo mencionado en los primeros capítulos del libro del Génesis.

Esta forma de funcionar la mente, nos desconecta de lo real, impidiéndonos ver lo que ocurre y reteniéndonos en un mundo con grandes dosis de fantasía. Además, nos hemos acostumbrado a “vivir dentro” de estos procesos autómatas de la mente y la equiparamos con nosotros mismos.

Es decir, nos identificamos con este suceder mental. Imagina que alguien tiene el poder de seguir los procesos digestivos y de darse cuenta cuando se segrega la bilis, de cuando se van disolviendo los alimentos, cuando se incorporan los nutrientes y vitaminas al torrente sanguíneo… que esa persona va con su atención detrás de los movimientos peristálticos del intestino etc.

Mueve a risa, más aun si esto sucede todos los días y la persona continúa concentrada en seguir este discurrir metabólico. Imaginalo bien, día tras día, toda su vida. Lo que hacemos cuando creemos que pensamos es muy parecido.

Nos parece pensar, cuando en realidad vamos siendo llevados por una digestión mental de las experiencias que acontecen.

Cuando uno deja de “vivir” allí con su atención, cuando se abandona la identificación con estos procesos sicológicos, se abre un nuevo mundo que nos resulta desconocido…
 
Publicado en el blog "Hesiquía"

lunes, 14 de enero de 2013

DE CIRUJANA TORÁCICA A CARMELITA DESCALZA

AKIKO TAMURA ha descubierto el amor de Dios y quiere entregarle la vida entera.


sábado, 12 de enero de 2013

BAUTISMO DEL SEÑOR

Evangelio

En aquel tiempo, el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías.
Juan les respondió dirigiéndose a todos: 
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego».
Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre Él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo:
«Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco».

Lucas 3, 15-16.21-22
 
El Bautismo del Señor cierra y abre al mismo tiempo: cierra la voz de los profetas, abre la enseñanza de la Palabra; cierra las promesas, abre el cumplimiento; cierra la vida oculta de Jesús, abre su vida pública; cierra el conocimiento incompleto de Dios, abre la revelación del misterio de la Trinidad; cierra el signo de conversión, abre el don de la regeneración.

Para cerrar está san Juan Bautista y su bautismo de agua; para abrir, Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, y su Bautismo con Espíritu Santo y fuego. El Evangelio de este domingo presenta conjuntamente a ambos, mostrando así la continuidad en la unidad del único designio salvífico de Dios. Juan acude al Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento que conduce al perdón de los pecados, pero su gesto no puede alcanzar lo que anuncia. Cuando Jesús baja al Jordán se abre el cielo, cerrado desde el pecado de Adán, mostrando que con Él llega la remisión de los pecados.
El Bautismo del Señor no fue ni su conversión ni su adopción; fue manifestación y unción; por eso marca el inicio de su misión. Acudiendo al Jordán para ser bautizado por el Bautista, Jesús acepta e inaugura su misión de Siervo doliente: el que no tiene pecado se deja contar entre los pecadores y carga con nuestros pecados. En derroche de misericordia, el Padre envía al Hijo para liberar al esclavo. Por amor al Padre, el Hijo acepta el bautismo de muerte para perdón de nuestros pecados.

 A esta aceptación, responde la voz del Padre que pone su complacencia en el Hijo. El Bautismo de Jesús es su manifestación como Mesías (Ungido) de Israel e Hijo de Dios, amado del Padre.
El Bautismo del Señor es también unción con el Espíritu Santo. El Espíritu desciende sobre Jesús como en forma de paloma, para ungir y enviar. Jesús, que ya posee en plenitud el Espíritu Santo desde su concepción, recibe en el Jordán la efusión del Espíritu en orden a la misión. Es ungido en favor nuestro, como expresó bellamente san Ireneo de Lyon: «El Espíritu de Dios descendió sobre Él, de quien los profetas habían prometido que sería ungido con él, para que de la abundancia de su unción nosotros recibiéramos y fuéramos salvados». Descendiendo sobre Jesús, el Espíritu se habituaba a habitar en el género humano preparando así nuestra santificación. De Jesucristo, manará el Espíritu para toda la Humanidad. Así, en el Jordán, Dios se revela como Trinidad: el Padre es el que unge, el Hijo es el Ungido, el Espíritu Santo es el ungüento.

Como la Liturgia actualiza en el tiempo los misterios de la vida de Cristo, la fiesta del Bautismo del Señor también cierra y abre a la vez: cierra el tiempo de Navidad, abre el curso ordinario del año litúrgico; cierra la contemplación de la infancia de Jesús, abre el conocimiento de su vida y misión; cierra el reconocimiento de lo oculto, abre la constatación de lo manifiesto.
La celebración de esta Fiesta nos recuerda que la vida nueva recibida en el Bautismo exige siempre crecimiento: buscar para encontrar y encontrar para seguir buscando. Bautizados en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, hemos vuelto a nacer para dejar atrás la antigua vida de pecado y caminar en el amor de Dios. Dejar lo antiguo y estrenar lo nuevo, tal es la eficacia del Bautismo, que cierra y abre.
 
+ José Rico Pavés
obispo auxiliar de Getafe

viernes, 11 de enero de 2013

¿NO QUERRÁ UD. TENER UN TRASTO?

«¿No querrá usted tener un "trasto"?», le espetó la ginecóloga a Lourdes Ruiz ante la posibilidad de que su pequeño viniera con una malformación. Hace apenas un mes y medio esta joven madre recibió los resultados de la prueba de «triple screening», que se realiza en las primeras semanas de gestación para detectar cromosopatías del feto. Había marcadores que indicaban que su bebé podría sufrir síndrome de Down o trisomía 18. Empezaron entonces las presiones médicas para que Lourdes se deshiciera del bebé, ese al que la ginecóloga llamó trasto. «Me sentí muy mal», recuerda Lourdes. «Le dije que mi hijo no era un trasto y que no iba a abortar y entonces ella miró a mi marido buscando complicidad y le preguntó qué pensaba él. Alfonso le dijo que yo había hablado por los dos».
Se alegraron muchísimo cuando descubrieron después que la prueba había estado equivocada, que al repetirla el riesgo que reflejaba ya no era significativo. Pero también se asustaron porque «¿cuántas madres habrán abortado a hijos sanos?», pregunta Lourdes. A ella su fe le ha permitido vivir su embarazo con serenidad y confianza en Dios. Los aprietos económicos han llamado de una u otra forma a su puerta desde que se casaron en 2009, pero está convencida de que «hay que arriesgar en algún momento. Si tuviéramos que esperar a que acabara la crisis, no tendríamos hijos. Este niño es un regalo de Dios». No quieren conocer el sexo del bebé, que será María o Pablo, y nacerá venga como venga. «Desde ese episodio quiero mucho más al bebé, muchísimo. Como si hubiera pasado de cero a cien».

Publicado en "La Razón"
 
 

jueves, 10 de enero de 2013

EL DULCE NOMBRE DE JESÚS

Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Una de las cosas que más preocupa a los santos es no morir en gracia o, con otras palabras, endurecerse en los últimos momentos. A los que no lo son les preocupa poco. Parece un contrasentido ya que, si toda la vida lo han deseado y lo han trabajado con violencia, como dice el evangelio, no van a fallar en la última hora. Sin embargo hay mucho en nosotros de bioquímica y nadie sabe hasta dónde podrá soportar sus dolores. Eso sin contar las asechanzas del demonio que se pueden recrudecer en esa hora. De hecho en la piedad cristiana y en la teología hay una preocupación real y se ora para alcanzar una buena muerte o la gracia de la perseverancia final.
Esto que os cuento lo he visto en alguna persona y su mejor antídoto era pronunciar el nombre de Jesús. Mi maestro de novicios, que era un gran devoto, nos hablaba con frecuencia de la devoción al dulce nombre de Jesús, sobre todo el 3 de enero que es el día que tradicionalmente se viene celebrando la fiesta. Yo sentí mucho que despareciera después del Concilio en el calendario romano pero ha sido de nuevo reintroducida en la tercera edición del Misal romano actual. Siempre me cayó bien esta celebración, entre otras cosas porque me llamo Jesús. Sin embargo, el mayor aprecio y el descubrimiento vivencial de este nombre me ha llegado vía monjas contemplativas donde he dado muchos ejercicios espirituales. Son varias en las que he visto la conjunción de ciertas aprensiones y la pronunciación ungida del nombre de Jesús, según aquello que dice: El que invocare el nombre del Señor, se salvará (Rm 10, 13)

En cierta ocasión me consultaba una sus ansiedades en este sentido. Le hablé de que eran escrúpulos hasta que me di cuenta de que era algo más. Su manera de conjurar el temor era repetir el nombre de Jesús. Me lo escenificó maravillosamente. Cuando estoy turbada repito rápido Jesús, Jesús, Jesús; cuando me voy calmando, lo hago más lento Jesús….. Jesús…… Jesús. A veces me acuesto y lo digo lentamente y cuando me despierto todavía lo sigo diciendo. ¿Habré estado toda la Noche? Me despierto con una placidez que no es mía… Este nombre maravilloso ha actuado dentro de mí. Yo le dije: claro, mujer, la alabanza y la unción liberan y pacifican y el salmo dice que el Señor lo da a sus amigos mientras duermen.

Esta monjita padecía de temor de Dios. A primera vista parece que estamos ante una arbitrariedad. Si estás toda la vida activando un deseo y una práctica ¿por qué te va a fallar el final? Yo le expliqué: mira lo que te pasa no es miedo a Dios sino más bien el don de temor de Dios que no es miedo servil a Dios sino miedo a perderlo. El miedo a la condenación de los que viven despreocupados es de otra índole. La Biblia no ve mal el temor bueno e, incluso, dice que es el principio de la sabiduría. Es un temor-don infundido por el Espíritu Santo. Al suceder este don en nuestra psicología puede suscitar aprensión acerca del momento final. Suele ser un momento de gran purificación del espíritu para crecer en fe. El mejor, antídoto es la pronunciación ungida del nombre de Jesús. Si el Señor te lo ha dado, vive feliz pronunciando ese nombre y si no te lo ha dado vocalízalo todas las veces que puedas que te hará bien.
 
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miércoles, 9 de enero de 2013

TODOPODEROSO


D. Javier Vicens, párroco de S. Miguel de Salinas (Alicante), ha publicado en su blog ZAQUEO esta catequesis que reproducimos:

Porque es todopoderoso el Padre nos ha podido crear, el Hijo nos ha podido redimir y el Espíritu Santo nos puede santificar.
En el siglo XV los ingleses habían invadido Francia, las tropas francesas estaban desmoralizadas y el Delfín -el heredero de la corona francesa- no se atrevía a hacer frente al ejército enemigo. Pero una niña de trece años llamada Juana oyó por primera vez la voz de Dios. Durante cuatro años Juana recibió muchos mensajes del Cielo que la animaban a comulgar y a vivir santamente y le revelaron que Dios tenía una misión para ella: liberar a Francia. Cuando empezó a hablar de eso la tomaron por loca. ¿Una niña iba a conseguir lo que no podían conseguir los caballeros de Francia? Pero Juana confiaba en Dios que todo lo puede. Se presentó ante el comandante de la guarnición más cercana a su pueblo y le pidió una escolta para llevarle al Delfín un mensaje de parte de Dios. Sabía que iban a reirse de ella pero que al final le harían caso. Y así fue. Aunque tardó un año en convencerse de había algo misterioso en esa chica que tenía ya diecisiete años, al final el comandante le dio la escolta y Juana se presentó en el castillo de Chinon donde estaba refugiado el Delfín. También allí tuvo que esperar porque los consejeros del Delfín no se fiaban de ella. Decidieron ponerla a prueba. Sentaron en el trono a un cortesano y el Delfín se vistió de camarero. Llevaron a Juana a la sala del trono y vieron como daba la espalda al hombre que se había sentado en el trono del Delfín. Juana, que jamás había visto al heredero de Francia, se dirigió a él para decirle que le traía un mensaje del Cielo. Lo que parecía imposible se cumplió porque para Dios nada es imposible. El Delfín nombró a Juana comandante de los ejércitos de Francia. Al frente del ejército y sin usar su espada, llevando un estandarte blanco con los nombres de Jesús y de María Juana de Arco liberó Orleans. Hoy es la patrona de Francia y se la venera como Santa Juana de Arco.
 
Hace dos mil años una muchacha de Nazaret llamada María recibió la visita de un ángel. El ángel la saludó con estas palabras: Salve, llena de gracia. Luego le anunció que iba a ser la madre del Salvador. Santa María creyó que Dios lo puede todo y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.
Hace casi tres mil años los filisteos estaban en guerra contra los israelitas. Un soldado filisteo llamado Goliat retó a los israelitas. Nadie se atrevía a luchar contra él. Entonces, de entre las filas de los Israelitas salió un niño que se llamaba David. No llevaba armadura, ni espada ni lanza ni escudo, porque era un pastor. Solamente llevaba una honda -una cuerda que se usa para lanzar piedras a los perros y a las ovejas- pero dio un paso al frente y, en el Nombre de Dios Todopoderoso, aceptó el reto de Goliat. Allí estaban el gigante bien armado y el pastor que confiaba en Dios. Y el pastor venció al gigante. Aquel joven pastor -David- llegó a ser rey de Israel.
 
Dios lo puede todo y los que confían en Dios hacen cosas que parecen imposibles. La Madre Teresa de Calcuta vivió en la India sirviendo a los más pobres de entre los pobres. Ella misma era muy pobre. Una vez necesitaba medicamentos para atender a un enfermo. Fue a la farmacia pero no tenía dinero. Le dijeron que si no podía pagar no le darían las medicinas. Sacó el rosario y se puso a rezarlo. Poco después el encargado de la farmacia le dio lo que necesitaba. Más tarde a la Madre Teresa le dieron el premio Nobel de la paz. Hoy está en el Cielo.
 
¿Qué quiere decir eso de que Dios es Omnipotente o Todopoderoso? Quiere decir que todo lo que existe ha salido de la nada porque Él lo ha querido. Quiere decir que se ha hecho hombre para salvarnos. Y quiere decir que nada es imposible para los que se dejan guiar por su Espíritu.
Jesús estaba muriéndose en la Cruz. Perdonó a todos y encomendó su espíritu al Padre. Murió como se duerme un niño en los brazos de su padre. Cuando alguien ha muerto no parece posible que vuelva a vivir pero para Dios todo es posible. Jesús había nacido de la Virgen María, murió en la Cruz y resucitó al tercer día. Por eso no hay discípulo de Cristo que no confiese su fe en Dios Padre Todopoderoso.
Dios Padre Todopoderoso nuestra fe confiesa que tu hijo ha muerto y ha resucitado.