domingo, 31 de octubre de 2010

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 5, 1-12a


En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron los discípulos; y él se puso a hablar, enseñándolos:

-- Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos lo que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.



Hace tiempo que los científicos envían señales al cosmos en espera de respuestas de parte de seres inteligentes en algún planeta perdido. La Iglesia desde siempre mantiene un diálogo con los habitantes de otro mundo, los santos. Es cuanto proclamamos al decir: «Creo en la comunión de los santos». Aunque existieran habitantes fuera del sistema solar, la comunicación con ellos sería imposible porque entre la pregunta y la respuesta pasarían millones de años. Aquí en cambio la respuesta es inmediata porque existe un centro de comunicación y de encuentro común que es Cristo Resucitado.



Tal vez también por el momento del año en que cae, la Solemnidad de todos los santos tiene algo especial que explica su popularidad y las numerosas tradiciones ligadas a ella en algunos sectores de la cristiandad. El motivo está en lo que dice Juan en la segunda lectura. En esta vida «somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos»; somos como el embrión en el seno de la madre que anhela nacer. Los santos han «nacido» (la liturgia llama «día del nacimiento», dies natalis, al día de su muerte); contemplarles es contemplar nuestro destino. Mientras a nuestro alrededor la naturaleza se desnuda y caen las hojas, la fiesta de todos los santos nos invita a mirar a lo alto; nos recuerda que no estamos destinados a marchitarnos en tierra para siempre, como las hojas.


El pasaje del Evangelio es el de las Bienaventuranzas. Una en particular ha inspirado la elección del pasaje: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados». Los santos son aquellos que han tenido hambre y sed de justicia, esto es, en lenguaje bíblico, de santidad. No se han resignado a la mediocridad, no se han contentado con medias tintas.


Nos ayuda a entender quiénes son los santos la primera lectura de la Solemnidad. Son «los que han lavado sus vestiduras en la sangre del Cordero». La santidad se recibe de Cristo; no es de producción propia. En el Antiguo Testamento ser santos quería decir «estar separados» de todo lo que es impuro; en la acepción cristiana quiere decir más bien lo contrario, o sea, «estar unidos», se entiende que a Cristo.


Los santos, esto es, los salvados, no son sólo los que enumera el calendario o el santoral. Existen también los «santos desconocidos»: quienes arriesgaron su vida por los hermanos, los mártires de la justicia y de la libertad, o del deber, los «santos laicos», como alguien les ha llamado. Sin saberlo, también sus vestiduras han sido lavadas en la sangre del Cordero, si han vivido según la conciencia y les ha importado el bien de los hermanos.


Surge espontáneamente una pregunta: ¿qué hacen los santos en el paraíso? La respuesta está, también aquí, en la primera lectura: los salvados adoran, echan sus coronas ante el trono, gritando: «Alabanza, honor, bendición, acción de gracias...». Se realiza en ellos la verdadera vocación humana, que es la de ser «alabanza de la gloria de Dios» (Ef 1,14). Su coro es guiado por María, que en el cielo continúa su canto de alabanza: «Proclama mi alma la grandeza del Señor». Es en esta alabanza donde los santos encuentran su bienaventuranza y su gozo: «Se alegra mi espíritu en Dios». El hombre es aquello que ama y aquello que admira. Amando y alabando a Dios uno se ensimisma con Dios, se participa de su gloria y de su propia felicidad.


Un día, un santo, San Simeón el Nuevo Teólogo, tuvo una experiencia mística de Dios tan fuerte que exclamó para sí: «Si el paraíso no es más que esto, ¡me basta!». Pero la voz de Cristo le dijo: «Eres bien mezquino si te contentas con esto. El gozo que has experimentado en comparación con el del paraíso es como un cielo pintado en papel respecto al verdadero cielo».
P. Raniero Cantalamessa


sábado, 30 de octubre de 2010

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

Evangelio



En aquel tiempo entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:


«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa».


Él bajó en seguida, y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:


«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más».


Jesús le contestó:


«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».


Lucas 19, 1-10



El Evangelio nos presenta la encantadora historia de Zaqueo. Jesús ha llegado a Jericó. No es la primera vez que va, y en esta ocasión, al aproximarse, también ha curado a un ciego (v. Lc 18, 35 ss). Esto explica por qué hay tanta multitud esperándole. Zaqueo, «jefe de publicanos y rico», para verle mejor, sube a un árbol en el recorrido que sigue la gente (¡a la entrada de Jericó se muestra todavía un viejo sicómoro que sería el de Zaqueo!). «Cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista le dijo: "Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa". Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: "Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador"».



El episodio sirve para evidenciar, una vez más, la atención de Jesús por los humildes, los rechazados y despreciados. Sus conciudadanos despreciaban a Zaqueo porque hacía componendas con el dinero y con el poder, y a lo mejor también porque era pequeño de estatura; para ellos, Zaqueo no es más que «un pecador». Jesús en cambio acude a encontrarle a su casa; deja a la multitud de admiradores que le ha recibido en Jericó y va a casa sólo de Zaqueo. Hace como el buen pastor, que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la que completa el centenar, la que se ha perdido.


También la actuación y las palabras de Zaqueo contienen una enseñanza. Tiene que ver con la actitud hacia la riqueza y hacia los pobres. Desde este punto de vista, el episodio de Zaqueo hay que leerlo con el fondo de los dos pasajes que le preceden, el del rico epulón y el del joven rico. El rico epulón negaba al pobre hasta las migajas que caían de su mesa; Zaqueo da la mitad de sus bienes a los pobres; uno usa sus bienes sólo para sí y para sus amigos ricos que le pueden corresponder; otro usa sus bienes también para los demás, para los pobres. La atención, como se ve, está en el uso que hay que hacer de las riquezas. Las riquezas son inicuas cuando se acaparan, sustrayéndolas a los más débiles y empleándolas para el propio lujo desenfrenado; dejan de ser inicuas cuando son fruto del propio trabajo y se ponen al servicio de los demás y de la comunidad.


Afrontar el episodio del joven rico es igualmente instructivo. Al joven rico Jesús le dice que venda todo lo que tiene y lo dé a los pobres (Lc 18, 22); con Zaqueo se contenta con su promesa de dar a los pobres la mitad de sus bienes. Zaqueo, en otras palabras, sigue siendo rico. La tarea que realiza (es jefe de aduaneros de la ciudad de Jericó, que tiene el monopolio de algunos productos en aquel tiempo solicitadísimos, hasta en Egipto por Cleopatra) le permite seguir siendo rico incluso después de haber renunciado a la mitad de sus pertenencias.


Esto rectifica una falsa impresión que se puede tener de otros dichos del Evangelio. No es la riqueza en sí lo que Jesús condena sin apelación, sino el uso inicuo de ella. ¡Existe salvación también para el rico! Zaqueo es la prueba de esto. Dios puede hacer el milagro de convertir y salvar a un rico sin, necesariamente, reducirlo al estado de pobreza. Una esperanza, ésta, que Jesús no negó jamás y que incluso alimentó, no desdeñando frecuentar, Él, el pobre, también a algunos ricos y jefes militares.


Cierto: Él jamás halagó a los ricos ni buscó su favor suavizando, cuando estaba en su compañía, las exigencias de su Evangelio. ¡Todo lo contrario! Zaqueo, antes de oír que se le dice: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa», tuvo que tomar una valiente decisión: dar a los pobres la mitad de su dinero y de los bienes acumulados, reparar los fraudes cometidos en su trabajo restituyendo el cuádruple. El caso de Zaqueo se presenta, así, como el reflejo de la conversión evangélica que es siempre y a la vez conversión a Dios y a los hermanos.


P. Raniero Cantalamessa


viernes, 29 de octubre de 2010

UNA HORA ES UNA ETERNIDAD

Ecografía de María a las 36 semanas de gestación
Os escribimos a los muchos amigos que, con vuestras oraciones y vuestro cariño, nos habéis ayudado a prepararnos para el nacimiento de nuestra hija María en esta tierra y para su nacimiento definitivo a la vida eterna. Como ya seguramente sabréis, la niña vivirá pocos días fuera del seno materno, incluso horas, debido a una hernia diafragmática que está impidiendo el desarrollo de sus pulmones.


Desde que lo supimos, la principal prioridad de nuestras vidas ha sido que María sintiera, en su corta existencia, el amor y la alegría. Que sintiera la seguridad de unos padres que están convencidos de que la dignidad humana no depende de su grado de perfección. Que para nosotros ella es un ser humano único, con un valor infinito: nada llenará el vacío que nos deje su pérdida.


Desde las primeras ecografías, pudimos oír su corazón latiendo, ver su cabecita, sus manos... En las ecografías de tres dimensiones la hemos visto moverse y hemos descubierto sus rasgos: su boca, su nariz... Tiene la misma carita que su hermano pequeño. ¡Es preciosa!


La familia es el único grupo humano en el que se aprecia a cada uno por ser quien es, y no por lo que vale o representa. Hace diez años que nos casamos para formar una familia que Dios ha bendecido con tres hijos varones, y ahora, con esta hija, a la que queremos, no por lo que vale o por lo que representa, sino porque es... ¡nuestra hija!

Una hija que ha vivido con su familia la Primera Comunión de su hermano mayor, las Bodas de Plata de la jura de bandera de su padre, la fiesta de fin de curso de sus hermanos, la victoria de España en el Mundial de fútbol... Esa noche, María estaba dormida, mientras en casa, como en cualquier familia española, sufríamos con la final del Mundial. En el minuto 116 del partido se despertó y comenzó a dar patadas. Sus hermanos estaban convencidos de que vendría el gol de España, ¡y así fue! Esa noche sintió la alegría de su familia, de su barrio, de toda su patria.


Mañana miércoles llega el día de inducir el parto: María nacerá, lo hará querida y acompañada. Y cuando muera lo hará querida y acompañada, porque sus padres no quisimos ceder a la presión de los que han sido incapaces de ver en ella, y en su madre, a un ser humano. Junto al profundo dolor de saber que no la tendremos más con nosotros en esta vida, tenemos la serenidad de haber intentado comportarnos como unos buenos padres, también con ella.


Mañana más que nunca necesitaremos vuestras oraciones. ¡Qué Dios os bendiga!


Siso y Pilar


Epílogo
María nació el 6 de octubre, a la una y media del mediodía. Mientras le realizaban los primeros cuidados en el mismo paritorio, fue bautizada y confirmada por un sacerdote.


Su madre pudo vivirlo todo con gran lucidez gracias a que el parto fue fácil. Hubiera deseado tenerla más tiempo con ella, pero lo mejor para la niña era llevarla a la incubadora. Allí su padre pudo estar acariciándole y hablándole. Sus constantes vitales eran tan bajas que las enfermeras ofrecieron apagar el monitor que estaba sobre la incubadora: ¡No, por favor!, la verdad ha sido la mejor aliada de María para tener una vida digna y una muerte digna, y no vamos a volverle la espalda.


Pasadas las dos y media, su padre dejó por un instante de acariciarla para recordarle al pediatra: Nuestra principal preocupación es que no sufra. Al volverse hacia la niña, su corazón había dejado de latir: Dios Padre ya la había acogido en sus brazos.


Cuando se trata de amar, una hora es una eternidad.
Publicado en Alfa y Omega

jueves, 28 de octubre de 2010

¡¡TENEMOS CARTA DESDE ROMA!!

Nos llega desde el Colegio Español de Roma y nos la ha escrito D. David Sánchez...

¡Muy queridos amigos de “Esta es nuestra casa”!

¿Qué tal estáis? Espero que os encontréis muy bien. Yo por fin me he decidido hoy, día en que hace exactamente dos meses que me despedí de vosotros, para escribiros este texto sobre las impresiones en mi nuevo destino. He vencido los miedos, pero sobre todo el recuerdo emocionado y todavía presente y vivo en mi corazón, de los dos años pasados junto a vosotros en la que ha sido mi primera esposa, mi tan querida y recordada parroquia de San Juan Evangelista ante portam Latinam de Sonseca y Casalgordo.

El día 31 de Agosto volaba rumbo al que será mi destino en los próximos años, Roma, para comenzar los estudios de Licenciatura en Filosofía. El viaje fue duro, tuve que contener las lágrimas que querían saltar de mis ojos para expresar el desgarramiento del cambio de destino y de despedida de la gente querida, y disimularlo ante quienes me acompañaban al aeropuerto. Tras terminar el vuelo, cogí un taxi que me trajo al que ahora es mi hogar, el Pontificio Colegio Español de San José, donde residimos la mayoría de los sacerdotes españoles cuyos obispos mandan a estudiar a la ciudad eterna. En total estamos cerca de 100 sacerdotes (7 de los cuales somos toledanos) y el ambiente es muy bueno y enriquecedor puesto que tomas conciencia de las diversas situaciones de la Iglesia en nuestro país. Todo el mes de Septiembre los nuevos, lo dedicamos al curso intensivo de italiano que tenemos que realizar, con la finalidad de tomar contacto con el idioma y poder afrontar mejor las clases. El ritmo era un tanto pesado e intensivo: mañana clases, tarde estudio, noche oración, Misa y cena. En el mes de Octubre ya finalizamos el curso y en torno al 11 de dicho mes comencé las clases de Filosofía en la Pontificia Universidad Lateranense, la Universidad del Papa. Todas las clases son en italiano y las materias parecen interesantes: cuestiones de la historia de la filosofía, de la teoría del conocimiento, de la lógica, cosmología, etc. En mi clase estamos en torno a 12 alumnos, de los cuales seis somos extranjeros: uno de la India, otro de Escocia, otro de Viena, otro del Congo, uno de Sudáfrica y otro del país vencedor del Mundial de Fútbol 2010, es decir, de España (ese soy yo, claro). Esta variedad resulta enriquecedora porque te hace dar cuenta del aspecto universal de la Iglesia y las diferentes realidades vividas en dichos países.


¿Cómo es una jornada mía en el Colegio? Por la mañana a las 7 Laudes comunitarias, después desayuno, recogida de habitación y a emprender el camino rumbo a la Universidad; toda la mañana en clases, vuelta al Colegio para comer, siesta (no hay que perder las buenas costumbres), estudio, oración, Misa, cena y el último repaso antes de marchar a descansar. Los fines de semana es un poco distinto, principalmente porque se dedican más al estudio, o a realizar alguna visitilla turística o asistir a alguna de las ceremonias del Papa en el Vaticano. Hace poco tuve la dicha de poder asistir y ayudar al Papa a dar la Comunión, ¡qué gozada!

A esto tengo que añadir que un jueves cada 15 días celebro la Eucaristía en un convento de las Misioneras de la Caridad, las monjas que fundara la Beata Madre Teresa de Calcuta.

Y os podréis preguntar…¿y tú? ¿cómo estás? Pues la verdad es que el cambio no está resultando fácil, pero nos vamos adaptando poco a poco. Es la voluntad del Señor y a Él me debo. Son muchas las experiencias vividas con vosotros, los momentos compartidos, y queráis o no, van brotando en mi corazón: basta ver un coro de niños cantando en una Misa de alguna parroquia para acordarme de mis niños de Sonseca et alli; ver un confesionario y recordar mi ministerio penitencial; llegar un cumpleaños y pensar qué estarán haciendo, o llegar alguna fecha o algún acontecimiento importante (por ejemplo, el Ofrecimiento a la Virgen, o la reciente reapertura de la parroquia) y sentir rabia de no poder compartirlo con vosotros; o no poder acompañaros en ese momento duro por el cual a lo mejor estáis pasando, etc. Sentimientos duros y difíciles pero que intento ofrecer al Señor para que no queden en saco roto.
¿Y qué mas contaros? La verdad no quiero cansaros. Tan sólo pediros que sigáis pidiendo por mí al Señor, que me tengáis presente en vuestras oraciones, y ya sabéis donde seguimos estando para lo que necesitéis, en serio. Cuidaros mucho, y sobre todo, cuidad a mis jóvenes y a mis niños. Os quiero mucho y me sigo acordando mucho de vosotros. Vuestras oraciones son preciosas ante Dios. Una última recomendación: no dejéis la Misa de los domingos ni la Confesión frecuente. Gracias por todo. Desde Roma os sigo teniendo muy presentes ante el Señor. qDtb+

David Sánchez Ramos

Sacerdote

miércoles, 27 de octubre de 2010

MEMORIA INTELIGENTE

Tuvo un accidente de tráfico. Estuvo muy grave. Tenía múltiples fracturas y una fuerte conmoción cerebral. A los pocos días, la gravedad y la conmoción se habían pasado, pero las fracturas necesitaron bastante más tiempo, como es lógico. Además, había otro problema. Le fallaba la memoria. No es que no recordara, pues se acordaba bien de todo lo ocurrido hasta el día del accidente. El problema es que no retenía lo que le pasaba ahora. Hablaba con normalidad, pero no recordaba lo que había dicho o escuchado unos minutos antes. Es decir, no "grababa".



Cuando por la mañana le preguntaban "¿qué tal la noche?", su respuesta invariablemente era "muy bien". Sin embargo, pasaba unas noches muy malas, ya que con tantas lesiones no encontraba una postura que le dejara descansar. Sin embargo, siempre decía que había pasado buena noche. No lo hacía por quitarle importancia a esas molestias, sino que hablaba con sinceridad: no recordaba nada, y sentía lo que todos sentimos cuando nos despertamos por la mañana y no nos acordamos de nada de lo que ha sucedido a lo largo de toda la noche, y tenemos entonces seguridad de haber dormido bien. Al no recordar sus dolores, para él es como si nunca hubieran existido. Es como si la naturaleza hubiera activado un misterioso mecanismo con el que se adelantaba a defenderle de esos padecimientos.

Afortunadamente, aquel trastorno de la memoria duró lo justo hasta que aquello pasó, y unas semanas después volvió a la normalidad. Todo aquello me llevó a pensar que el dolor reside, en gran medida, en la memoria. La sensación de sufrimiento se consolida cuando la imaginación lo recuerda y lo revive; si no fuera por eso, el dolor sería efímero y pasajero.
La mayoría de las personas sufrimos más por el reciclado mental de dolores pasados que por el daño real que en su momento nos hayan producido. Sufrimos no tanto por lo que sufrimos entonces –cuando se produjeron esos fracasos, cansancios, agravios, menosprecios, desconsideraciones, etc.–, sino por lo que sufrimos al revivirlos una y otra vez.
Un ejemplo. Si una persona deja que se adueñen de su mente los recuerdos negativos y críticos, puede encontrarse con que malinterpreta constantemente todos los hechos y palabras de los demás, y que los juzga con una dureza extraordinaria. Se encuentra con que su cabeza se ha convertido en una especie de ring de boxeo, por donde van pasando las personas con quienes trata, y los golpea uno tras otro con su crítica demoledora. Y puede pasarse así el día, todos los días.
Memoria e inteligencia Los dolores y molestias físicas son habitualmente muchos menos y mucho menores que los que produce nuestra propia psicología. No quiero con esto decir que todos los sufrimientos sean malos. El sufrimiento trae siempre consigo un mensaje y una enseñanza. Hay dolores que corresponden a errores o sucesos que no conviene olvidar, o al menos no olvidar del todo, pues nos ayudan a sacar experiencia y a mantener la sensatez. Y de la misma manera que el dolor físico nos avisa de que algo en el cuerpo no marcha bien, y gracias a eso procuramos poner remedio, los dolores interiores también nos avisan de que algo no funciona, y nos urgen a arreglarlo. Pero, si esos avisos no se saben interpretar, si no se aborda bien el sufrimiento, se producen nuevos sufrimientos, al rebufo de su continuo revivir en la imaginación, y esos suelen ser rigurosamente inútiles y dañinos. Y, aunque quizá al principio sean pequeños, con tanto ir y volver, una y otra vez, acaban dejando un profundo surco en la memoria.


La memoria no es como un simple almacén sin orden ni concierto. La inteligencia se demuestra en saber atesorar la información que realmente interesa y en saber aprovecharla. No debe sólo almacenar, sino almacenar con inteligencia. Y, como ha escrito Jaime Nubiola, hay imaginaciones creativas, apasionantes y apasionadas, y otras mezquinas y empobrecedoras sobre uno mismo, sobre las propias posibilidades, sobre los demás. Y en la mayor parte de las circunstancias sólo podemos comprender realmente a quienes nos rodean si pensamos bien de ellos. Por eso, la imaginación requiere un trabajo de purificación.
Alfonso Agulló



martes, 26 de octubre de 2010

SE ABRE EL PROCESO DE BEATIFICACIÓN DEL CARD. VAN THUAN

lunes, 25 de octubre de 2010

"UNA RELIGIÓN SIN AMOR NO SE PUEDE SEGUIR"

Jim Caviezel, actor.El norteamericano presenta en Madrid 'La verdad de Soraya M.', cruda película sobre una lapidación e Una vez más, habla sin tapujos sobre su fe, el catolicismo y la verdad.

El actor norteamericano de 42 años, conocido en medio mundo por haber hecho de Jesucristo en La Pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004), ha estado en Madrid presentando una película tan interesante corno necesaria. Se trata de una historia sobre un pueblo de fanáticos islámicos que acabó lapidando a una mujer en 1990 y de cómo contó la historia al mundo un periodista al que él da vida. Aunque su interpretación es breve, el actor no pudo rechazar un proyecto sobre una terrible situación que, lamentablemente, cada cierto tiempo vuelve a ser actualidad. `La verdad de Soraya M.' muestra dos caras del islam: una sinceramente piadosa y tolerante, y otra fanática y manipuladora.
-¿Le ha interesado este enfoque, aplicable a tantas religiones?


-Me crié en un ambiente donde algunos utilizaban la religión para manipular. Y rechacé aquella versión falseada, esa hipocresía, que me obligó a abandonar la reliligión católica y a tomar mis decisiones al margen de cualquier creencia. Una religión sin amor no se puede seguir. Siempre he pensado así. La religión debe ser vivida con coherencia, si no, la gente la abandona por la manipulación de las ideas. He tratado con personas de diferentes religiones, y en todas sucede lo mismo.
-¿Y cómo volvió al a práctica religiosa?
-Retorné al catolicismo cuando me di cuenta de que la religión es responsabilidad de cada individuo, que no puede pensar que todos los creyentes son como las personas que dan mal ejemplo. Y este juicio erróneo se puede plantear también respecto a la política o la enseñanza. Que haya algunos maestros o políticos manipuladores no significa que lo hagan todos. En el ámbito de la religión, a veces los sacerdotes, ministros o rabinos no son ejemplares; pero, otras veces, el problema está en los mismos creyentes. Incluso, algunas personas están manipulando a los demás sin ser conscientes de ello. En todo caso, me ayudó mucho encontrarme con otras personas sinceramente religiosas -como la Madre Teresa de Calcuta-, que sólo buscan ofrecer de manera desinteresada su amor a los demás.
-¿Cómo vive su fe en Hollywood?
-Algunos creyentes se sorprenden de que yo trabaje en Hollywood. Suelo preguntarles: "¿Tú no crees en Dios?" "¿Tú no crees que si vives una vida cara a Dios, la gente puede cambiar a tu alrededcir?". Esto sería bueno para ti. Si no eres consciente de esta posibilidad, deberías considerarla. Ahora, miro dentro de mí, busco a Cristo en mí y trato de hacer las cosas bien en mi casa, con mi familia. Me siento mejor y me resulta más fácil hacer todo, desde lo más sencillo hasta lo más costoso. Y estoy más atento a las cosas pequeñas, a cuidar los detalles de amor. No se trata de hacer grandes cosas. Por ejemplo, cuando estoy con mis hijos, simplemente acompañándoles, puede parecer que estoy perdiendo el tiempo; pero realmente estoy haciendo algo grande, porque mis hijos me necesitan. Es tan simple como esto.


-Su interpretación de Jesús en 'La Pasión de Cristo', de Mel Gibson, ¿ha perjudicado a su carrera en Hollywood?
-Ciertamente, haber protagonizado La Pasión de Cristo ha influido negativamente en mi carrera como actor. Hubo muchos malentendidos en torno a esa película, como, por ejemplo, que había comentarios antisemitas. Mel Gibson me advirtió que esto pasaría. Pero no conozco a muchos actores que hayan rechazado un papel así en una película dirigida por Mel Gibson. Después de hacer Braveheart, me dijo que tenía una nueva película con un excelente guión inspirado en los Evangelios. No pude decir que no y asumí la responsabilidad de mi decisión. Sabía que la película sería muy criticada porque el personaje es odiado por algunos, algo que no ha cambiado mucho en los últimos 2.000 años.
-¿Llegó a dudar sobre hacerla?
-No, no habría podido negarme. ¿Podía influir negativamente a mi carrera? Quizás. ¿Me traería problemas? Tal vez. Pero yo sé cuál es la verdad, tengo esa suerte. Cómo iba a rechazar una película que me iba a acercar más a ella. Sólo puedo estar orgulloso y agradecido por haber hecho La Pasión de Cristo. Muchos amigos me decían que no la hiciera, pero sencillamente no pude rechazarla.
-Sin embargo, triunfó en medio mundo...


-Eso es lo bueno. En Estados Unidos tuvo mucho éxito, también en España. En Navidad y en Semana se venden muchísimos DVD, sin embargo ¿por qué no se hacen más películas como ésta? Está claro que interesan, que tienen éxito, que siguen vendiendo, que hacen dinero... Pero desde la industria del cine se siguen rechazando proyectos como éste.
-¿Cómo le ayuda su religiosidad católica y, en concreto, su trato con Dios en su trabajo como actor?
-A menudo me viene a la cabeza aquella frase de Jesús antes de su Pasión: "Todo el que me conoce a mí, conoce la verdad". Y Pilatos le responde: "¿Qué es la verdad?". También busco la verdad como actor: ¿Dónde está? ¿Dónde está cuando yo estoy en el escenario o ante la cámara? ¿Cuál es la verdad de este personaje? ¿Cuál es la verdad del argumento? Buscar la verdad me ayuda a encontrar lo mejor de cada personaje, de cada situación, incluso cuando estoy tratando con propaganda manipuladora u otro tipo de mentiras.
-Eso no se lo han enseñado en las escuelas de interpretación...

-Pues no. Cuando era un joven actor, mis maestros me enseñaron cómo llorar en el escenario y conmover al público sin dejar de actuar. Por eso, cuando me preparaba para La Pasión de Cristo, algunos de esos sabios me decían: "¿Qué estás haciendo? No necesitas tener compasión hacia tal personaje". Y yo contesté: "Yo me siento como Jesús, quiero sentir lo que Él sintió". Algunos maestros afirman que no se debe sentir nada, que no hay que tolerar ningún sentimiento. Pero ese comportamiento es brutal. Ciertamente, la verdad dura, la verdad duele. Cuando un hombre tiene una pierna infectada, la pone en agua salada para que se le cure. Algunos dicen que en el escenario hay que representar el papel sin tomar parte en él. Eso no es verdad.
-¿Qué le diría a los católicos y a los provida, tantas veces perseguidos por su forma de entender la vida y de vivir la fe?
-Que en este mundo vale la pena sufrir por la verdad porque en el otro está la recompensa... Tenemos esa suerte. ¿Para qué tener miedo entonces? Yo les diría, sencillamente, que confíen.


domingo, 24 de octubre de 2010

DOMUND: MISIONEROS EN NUESTRA CASA

Hoy celebramos el Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND.
Mari Luz, es una jóven de nuestra Parroquia que por cuarto año, ha estado misionando en Perú.
Ha tenido la generosidad de compartir su testimonio en nuestro blog.

En verano suelo ir de misión a Lurín (cono sur de Lima, en Perú).
Llevo cuatro años yendo, con terremoto incorporado y cada vez que voy, el Señor me regala algo nuevo. Es una llamada que recibo de El y como siempre con una gracia incluída; es decir: El me da la gracia para todo lo que se me pide allí.
Nuestra misión es pura evangelización. He estado en tres parroquias que tiene encomendada la diócesis de Toledo y hay mucho trabajo por hacer y pocos obreros.
La gente allí es muy pobre, pero de lo que realmente están sedientos y hambrientos es de que tu les hables de un Dios cercano, que les ama, esto es de Jesús.
La misión que solemos hacer es parroquial y escolar.
En la misión parroquial, vamos casa por casa anunciando a Jesús y luego hacemos asambleas en las casas en donde les predicamos el Kerigma, con oración de alabanza, testimonios,etc.
De ahí surge mucha gente que pide el Bautismo (la inmensa mayoría están sin bautizar) y se incorporan así en las comunidades de la Parroquia.
En la misión escolar, vamos a los colegios y evangelizamos a los chicos de 3º, 4º y 5º de Secundaria, metiéndonos en clase de religión, anunciándoles el kerigma y explicando diversos temas.
También he visitado enfermos y he orado por ellos.
Luego ¿qué hace el misionero? Predicar, animar, cantar, orar, amar.
Y siempre me pasa que voy a evangelizar y soy yo la que vuelve evangelizada.
Irme de misión supone un encontrarme con Cristo en la persona del pobre y esto me llena de una inmensa paz y alegría.
En el Señor +
Mari Luz

sábado, 23 de octubre de 2010

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

El Evangelio de este domingo es la parábola del fariseo y del publicano. Quien acuda a la iglesia el domingo oirá un comentario más o menos de este tipo. El fariseo representa el conservador que se siente en orden con Dios y con los hombres y mira con desprecio al prójimo. El publicano es la persona que ha errado, pero lo reconoce y pide por ello humildemente perdón a Dios; no piensa en salvarse por méritos propios, sino por la misericordia de Dios. La elección de Jesús entre estas dos personas no deja dudas, como indica el final de la parábola: este último vuelve a casa justificado, esto es, perdonado, reconciliado con Dios; el fariseo regresa a casa como había salido de ella: manteniendo su justicia, pero perdiendo la de Dios.

A fuerza de oírla y de repetirla yo mismo, esta explicación en cambio ha empezado a dejarme insatisfecho. No es que esté equivocada, pero ya no responde a los tiempos. Jesús decía sus parábolas para la gente que le escuchaba en aquel momento. En una cultura cargada de fe y religiosidad como aquella de Galilea y Judea del tiempo, la hipocresía consistía en ostentar la observancia de la ley y santidad, porque éstas eran las cosas que atraían el aplauso.
En nuestra cultura secularizada y permisiva, los valores han cambiado. Lo que se admira y abre camino al éxito es más bien lo contrario de otro tiempo: es el rechazo de las normas morales tradicionales, la independencia, la libertad del individuo. Para los fariseos la contraseña era «observancia» de las normas; para muchos, hoy, la contraseña es «trasgresión». Decir de un autor, de un libro o de un espectáculo que es «transgresor» es hacerle uno de los cumplidos más anhelados.
En otras palabras, hoy debemos dar la vuelta a los términos de la parábola, para salvaguardar la intención original. ¡Los publicanos de ayer son los nuevos fariseos de hoy! Actualmente es el publicano, el transgresor, quien dice a Dios: «Te doy gracias, Señor, porque no soy como aquellos fariseos creyentes, hipócritas e intolerantes, que se preocupan del ayuno, pero en la vida son peores que nosotros». Parece que hay quien paradójicamente ora así: «¡Te doy gracias, oh Dios, porque soy un ateo!».
Rochefoucauld decía que la hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud. Hoy es frecuentemente el tributo que la virtud paga al vicio. Se tiende, de hecho, especialmente por parte de los jóvenes, a mostrarse peor y más desvergonzado de lo que se es, para no parecer menos que los demás.


Una conclusión práctica, válida tanto en la interpretación tradicional aludida al inicio como en la desarrollada aquí, es ésta. Poquísimos (tal vez nadie) están siempre del lado del fariseo o siempre del lado del publicano, esto es, justos en todo o pecadores en todo. La mayoría tenemos un poco de uno y un poco del otro. Lo peor sería comportarnos como el publicano en la vida y como el fariseo en el templo. Los publicanos eran pecadores, hombres sin escrúpulos que ponían dinero y negocios por encima de todo; los fariseos, al contrario, eran, en la vida práctica, muy austeros y observantes de la Ley. Nos parecemos, por lo tanto, al publicano en la vida y al fariseo en el templo si, como el publicano, somos pecadores y, como el fariseo, nos creemos justos.
Si tenemos que resignarnos a ser un poco el uno y el otro, entonces que al menos sea al revés: ¡fariseos en la vida y publicanos en el templo! Como el fariseo, intentemos no ser en la vida ladrones e injustos, procuremos observar los mandamientos y pagar las tasas; como el publicano, reconozcamos, cuando estamos en presencia de Dios, que lo poco que hemos hecho es todo don suyo, e imploremos, para nosotros y para todos, su misericordia.


P. Raniero Cantalamesa



viernes, 22 de octubre de 2010

LA LIBERTAD INTERIOR DE ELEGIR

"Trabajo como enfermera y llevaba unos meses atendiendo al hombre más desagradable que puedas imaginarte. Nada de lo que hacía podía satisfacerle. Nunca lo apreciaba, ni agradecía nada, ni mostraba ningún reconocimiento. Se quejaba constantemente y sacaba defectos a todo.

"El caso es que, por culpa de aquel hombre, llevaba un tiempo sintiéndome de bastante mal humor, pues atenderle me suponía mucho tiempo diario, y me enfadaba mucho, y esos berrinches me dejaban alterada para el resto del día, y al final eran los demás enfermos, mis compañeros y mi familia quienes más sufrían las consecuencias de mi estado de ánimo.
"Y fue entonces cuando una compañera mía, con la que tengo mucha confianza, tuvo el descaro de decirme que nadie podía herirme sin mi consentimiento. Me explicó que, en el fondo, era yo quien elegía mi propio estilo de vida emocional que me llevaba a la infelicidad.
"De entrada, me pareció que su consejo era teórico e inaceptable. Pero estuve pensándolo unos días, hasta que me enfrenté a mí misma con verdadera sinceridad y empecé a preguntarme: ¿soy en realidad capaz de influir en mi reacción ante las circunstancias que se presentan en mi vida?
"Cuando por fin comprendí que sí podía hacerlo o que, al menos, podía hacerlo bastante más, entendí que el hecho de que yo me sintiera tan desgraciada era, básicamente, culpa mía. Y fue entonces cuando supe que podía elegir no serlo, que debía liberarme de esa extraña dependencia del modo en que me estaba tratando ese paciente. Aquello fue un descubrimiento que ha influido después mucho en mi vida, ahora lo veo, varios años después. Desde entonces, atiendo a ese tipo de personas de una forma distinta, ya no se me hacen odiosos, como antes. Es más, estoy convencida de que tratar con ellos me hace mucho bien."
Una oportunidad El relato de esta enfermera nos muestra que las circunstancias de dificultad, si se saben afrontar juiciosamente, suelen dar lugar a cambios en el modo de entender la vida, nos abren marcos de referencia nuevos, a través de los cuales, las personas vemos al mundo, a los demás y a nosotros mismos de modo distinto, y nos permiten aumentar la perspectiva, madurar nuestros principios y alcanzar nuevos valores.
Es verdad que nuestra vida está bastante condicionada por muchas cosas que nos suceden y sobre las que apenas podemos actuar. Pero todas pueden superarse si se saben asumir adecuadamente. Todos hemos conocido, por ejemplo, individuos que atravesaban circunstancias muy difíciles –una dolorosa enfermedad, una deficiencia física grave, un duro revés económico o afectivo– y, a pesar de ello, mantenían una extraordinaria fortaleza de ánimo. Observar a esas personas, ver cómo afrontan el sufrimiento o superan el embate de una desgracia o una fuerte contrariedad, deja siempre una impresión y una admiración grandes. Son actitudes que dan vida a los valores que les inspiran. En ese sentido, puede decirse que las dificultades a las que nos vemos sometidos juegan, en cierta manera, a nuestro favor. Las dificultades hacen lucir nuestra mediocridad y nos brindan una espléndida ocasión de superarnos, de dar lo mejor de nosotros mismos.
Cuando se muestra el genio Y de la misma manera que en su infancia y juventud las personas se curten y se superan a sí mismas con el esfuerzo ante la dificultad, y, por el contrario, la vida fácil las convierte en criaturas mimadas y endebles, de modo semejante, podría decirse que nuestra valía profesional, nuestro amor o nuestra amistad, maduran ante un ambiente difícil, arraigan con más fuerza y autenticidad en un entorno en el que no todo viene dado.
La historia apenas conoce casos de grandeza, de esplendor o de verdadera creación, que hayan tenido su origen en la comodidad o la vida fácil. El talento no fructifica sino en la fragua de la dificultad. Quizá por eso decía Horacio que en la adversa fortuna suele descubrirse al genio, en la prosperidad se oculta.


Alfonso Aguilóhttp://www.interrogantes.net/

jueves, 21 de octubre de 2010

ASÍ ES EL PAPA QUE NOS VISITA

Llama la atención, desde el comienzo de su pontificado, que el programa de Benedicto XVI, desde el comienzo, no sea otro que lo que Dios quiera y muestre. Se puso en manos de Dios, inició su camino con la mirada puesta en el Señor, y nada más. Por sencillo que esto parezca (así de sencillo se mostró y sigue mostrándose desde el principio, como es) es donde, por contraposición a lo que impera en nuestro tiempo, está la verdadera revolución de nuestro mundo. Por eso dirá, en Colonia, a los jóvenes: «En el siglo pasado vivimos revoluciones cuyo programa fue no esperar nada de Dios, sino tomar totalmente en las propias manos la causa del mundo para transformar sus condiciones. Y hemos visto que, de este modo, siempre se tomó un punto de vista humano y parcial como criterio absoluto de orientación. La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo. No libera al hombre, sino que lo priva de su libertad y lo esclaviza. No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, nuestro Creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico. La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y, ¿qué puede salvarnos sino el amor?».


La enseñanza y el testimonio constante del Papa Benedicto XVI son un permanente apelar a este testimonio de Dios, que es Amor, a centrar la vida en Dios, a advertir sobre lo que le adviene al hombre, a la humanidad, cuando se aleja de Dios o se hace que Él no cuente: la verdad se ofusca y confunde, la razón humana se empequeñece y se torna incluso contraria al hombre, la libertad se degrada en esclavitud. Desde su primera aparición en la logia central de la Basílica de San Pedro, como Papa, hasta su último mensaje dominical o catequesis de los miércoles, pasando por su ya amplio y rico magisterio, todo él y toda su obra tan magna e intensa en este primer lustro de su ministerio petrino, es una apremiante llamada a que los hombres vuelvan a Dios.
En efecto, Jesús de Nazaret, Hijo de Dios vivo, rostro humano de Dios, nos apremió a buscar por encima de todo a Dios, el reino de Dios. El antes que nada «nos trajo a Dios», en palabras del Papa Benedicto comentando el evangelio de las Tentaciones de Jesús, en su libro Jesús de Nazaret. Esto no es algo nuevo en el Papa. Antes de serlo, por ejemplo, al comienzo de los noventa, escribía él mismo: «Antes de los deberes (morales y sociales) que tenemos, de lo que hemos de dar testimonio con fuerza y claridad es del centro de nuestra fe. Hemos de hacer presente en nuestra fe, en nuestra esperanza y en nuestra caridad la realidad del Dios vivo.
Si hoy existe un problema de moralidad, de recomposición moral en la sociedad deriva la ausencia de Dios en nuestro pensamiento, en nuestra vida. O, para ser más concreto, de la ausencia de fe en la vida eterna, que es vida con Dios». Precisamente, la vida sin El, o la ausencia de Él, es el infierno, que, como el cielo, también se anticipa en la tierra. En nuestro mundo, y en la cultura poderosa y dominante, oficial, que nos envuelve, hemos decidido construirnos a nosotros mismos, reconstruir el mundo sin contar realmente con la realidad de Dios. Pero, sin Él, el hombre perece y carece de futuro. Este es el drama, el gran problema de nuestro tiempo; no hay ningún otro que se pueda comparar en su radical y hondura devastadora. La vida y tarea fundamental de la Iglesia, aquello de lo que ha de vivir y lo que ha de ofrecer y entregar a los hombres de hoy, de lo que ha de dar testimonio ante nuestro mundo, es Dios. «La tarea de la Iglesia, dirá, es tan grande como sencilla: consiste en dar testimonio de Dios, abrir las ventanas cerradas que no dejan pasar la claridad, para que su luz pueda vivir entre nosotros, para que haya espacio para su presencia. Pues hay que decir que allí donde Dios está, se halla el cielo, allí nuestra vida resulta luminosa incluso en las fatigas de nuestra existencia.
El cristianismo no es una filosofía complicada y pasada de moda, no consiste en un bagaje incalculable de dogmas y preceptos. La fe cristiana es ser tocado por Dios y testimonio para Él». «Si sólo damos a los hombres, dijo el Papa en el viaje a su Baviera natal, conocimientos, habilidades, capacidades técnicas e instrumentos, les damos demasiado poco. Y entonces se imponen demasiado pronto los mecanismos de la violencia, y la capacidad de destruir y de matar se vuelve dominante, transformándose en capacidad de alcanzar el poder, un poder que antes o después debería traer consigo el derecho, pero que nunca será capaz de hacerlo. Con ello nos alejamos cada vez más de la reconciliación, del compromiso común con la justicia y el amor. Entonces se extravían los criterios con los que la técnica se pone al servicio del derecho y del amor, criterios de los que precisamente todo depende; criterios que no son meras teorías, sino que alumbran el corazón, encauzando así la razón y la acción por el camino recto». (Benedicto XVI).


Cardenal Antonio Cañizares LLovera






miércoles, 20 de octubre de 2010

"DADLES VOSOTROS DE COMER"

El milagro de Albacete

«No tiréis nada. Traedlo, que tenemos mucha gente con hambre», pide Conchi a los habitantes de Albacete. Ella es una voluntaria que, cada semana, acude al comedor de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón, en el que comen cada día más de 200 personas. Un plato caliente, un bocadillo y una fruta, además de la comprensión y el apoyo, es lo que brindan estas religiosas y los más de 50 voluntarios que las acompañan. ¿Lo milagroso? que no reciben ningún apoyo económico oficial

Hermana Dolores Mateo«Llevábamos tantos años dando de comer a todo aquel que llamaba a nuestra puerta..., pero no era suficiente, porque no teníamos un sitio digno para acogerlos», cuenta la Hermana Dolores Mateo, Superiora, en Albacete, de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús. Ésta es la razón por la que las religiosas de la Congregación -fundada en Bilbao en 1947- se pusieron en marcha y decidieron abrir un comedor, ampliando el trabajo que, desde 1961, llevaban a cabo en Albacete: aliviar a los enfermos, pero también atender a aquellos que están solos en el mundo.

El comedor, un edificio aledaño al pabellón que acoge a los enfermos, lleva en marcha menos de un año, pero ha solucionado una necesidad urgente. Don Luis Marín, capellán de las religiosas y coordinador del comedor, recuerda cómo, desde hace más de 20 años, la gente iba a pedir a la puerta de la Institución, «la mayoría de las veces en situaciones infrahumanas. Si llovía como si nevaba..., soportaban largas colas para llevarse a la boca un mendrugo de pan». Desde hace 8 meses, todo es diferente: «Tienen un lugar digno para comer. A veces, vienen hasta 200 personas; suelen ser inmigrantes subsaharianos; pero estos últimos meses, hasta las familias de Albacete han pasado por el comedor, o han pedido comida para guisar en casa, por vergüenza».

Abandono en la Providencia

La Institución Benéfica del Sagrado Corazón comenzó de la mano de tres mujeres -Rosario Vilallonga, Teresa Jáuregui y María Martínez- y un sacerdote -el padre Arístegui-, con una clara misión: ayudar a encontrar el sentido cristiano de la vida y la muerte, abandonándose en la Providencia de Dios. Por eso, la obra no cuenta con apoyo económico alguno, ni siquiera en las peticiones de las religiosas. Pero, milagrosamente, nadie se queda sin comer en los alrededores de Albacete. «A la gente le cuesta entenderlo -cuenta la hermana Dolores-, pero todos los días nos llegan personas que han ido al súper y han comprado bolsas de legumbres, botellas de aceite, carne...».

Sin los voluntarios, el comedor no podría salir adelante. Y es que, como cuenta don Luis, el proyecto funciona por el capital humano, también providente: «Tenemos más de 50 voluntarios de las parroquias aledañas o vinculadas con las casas religiosas que ayudan al prójimo desde la caridad».

Conchi Tomás es una de las voluntarias más veteranas. Lleva cinco años colaborando con la Institución, primero en la casa con los enfermos y ahora en el comedor: «Es una bendición de Dios. Veo sus caras de felicidad por estar sentados dignamente en la mesa... La mirada se te clava en el corazón mientras devoran y te piden un trocito de pan. Una experiencia dura es ver la cola en la puerta: hay una verja, y todos los días está llena de manos pidiendo un número para poder entrar a comer».

«Las Hermanas no piden nada, pero ya estamos nosotros para pedir», afirma Conchi. Por eso, recuerda: «No tiréis nada. Traedlo, que tenemos mucha gente con hambre».
Alfa y Omega

martes, 19 de octubre de 2010

VIVIR CON ESPERANZA

El inicio de la segunda lectura de hoy conmueve profundamente. Dice san Pablo dirigiéndose a los efesios: “en el mundo no teníais ni esperanza ni Dios”. ¿Se puede vivir de esa manera? Atendiendo a las estadísticas y a los comentarios que hacen muchas personas, parece que también hoy los hay que viven de esa manera.

El otro día, consultando un foro de internet a propósito de los mineros rescatados en Chile, leí algunos comentarios en los que se quejaban de que se hablara de religión en él. Es un hecho que los mineros eran creyentes, si no todos una mayoría, y que tanto ellos como quienes los rescataron se encomendaron en numerosas ocasiones a Dios. Tenían la esperanza de salir vivos de aquel accidente. Pero esa esperanza se fundaba en otra más grande, la esperanza en Dios, en cuyas manos está el destino de todos los hombres.


En otras situaciones de catástrofe también hay personas que se han encomendado al Señor y que quizás, finalmente no han salvado su vida. Pero ello no significa que hubieran perdido la esperanza. Simplemente se ponía, también en esa situación obscura y difícil en manos de Dios. No era ese instante ni esa circunstancia, sino toda la vida.


San Pablo dice también que lo que nos llena de esperanza es Jesucristo. Él nos ha reconciliado con Dios por su muerte en la cruz y nos ha traído la paz. La reconciliación de que habla el apóstol es la más grande que puede darse. No se trata sólo de estar en armonía con nosotros mismos, con los demás y con el entorno, sino de un vínculo con Dios. Es ese vínculo el que nos da la paz, la verdadera tranquilidad y sosiego del alma.


Lo que Jesús ha vencido con su muerte en la cruz es el odio. Y eso nos permite, dice el apóstol, acercarnos a Dios Padre. Si miramos nuestro corazón descubrimos que odiamos muchas cosas. A veces incluso nos odiamos a nosotros mismos. Nace ese sentimiento del hecho de no aceptarnos, de no haber vencido el pecado que hay en nosotros. Y ello engendra la desesperanza. Jesús, al vencer el pecado, nos permite vivir en armonía con todos y también engendra una nueva fraternidad. De ella se nos habla al final del texto señalando la existencia de la Iglesia.

La Iglesia es la nueva casa del hombre, construida teniendo a Jesucristo como piedra angular. Es característico de la Iglesia que todos sus miembros tengan en su interior a Dios. Cada uno es integrado en ella y es, al mismo tiempo morada de Dios. Eso lo hace posible el Espíritu Santo. En muchas personas vemos el deseo de una humanidad nueva, en la que todo sea paz y reconciliación. Esa humanidad nueva es la que nos ofrece la redención obrada por Jesucristo. La Iglesia constituye la verdadera reconciliación entre los hombres. En ella nos unimos todos por los vínculos del amor a Dios y a los hermanos. En ella encontramos la verdadera paz. Por eso la Iglesia es el lugar donde continuamente se reaviva nuestra esperanza. A diario podemos, en ella, redescubrir los motivos para vivir con alegría. En ella, cada día, se actualiza el sacrificio salvador de Jesucristo a favor de todos los hombres. Y también en ella se nos da la fuerza para ser en el mundo artífices de la paz y portadores de esperanza.

Comentario a la liturgia del día de http://www.archimadrid.org/

lunes, 18 de octubre de 2010

PAPÁ TE ESTOY OBSERVANDO

Papá,mamá,sacerdote,catequista,maestro,etc,etc,etc

sábado, 16 de octubre de 2010

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

EvangelioLucas 18, 1 


En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola:

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».

Y el Señor respondió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Proclamamos un precioso texto de san Lucas sobre la oración y la confianza para acudir a Dios, por medio de una sencilla parábola, la del juez inicuo y la viuda. Preparaos para saber que Dios siempre hace justicia a los que acuden a Él, para pasar por la puerta que nos ha abierto Jesucristo: escuchar al Padre, dialogar con Él, presentarle las necesidades. En los domingos anteriores pudimos ver la importancia de la fe para acercarse a Dios y cómo Él nos la da gratuitamente; le decimos que creemos, pero que aumente nuestra fe, porque sólo desde la fe podremos reconocer su amor de Padre y su misericordia. A ese propósito, os regalo unas palabras de la primera encíclica del Papa Benedicto XVI, donde nos dice que «la fe nos muestra a Dios que nos ha dado a su Hijo, y así suscita en nosotros la firme certeza de que realmente es verdad que Dios es amor. De este modo, transforma nuestra impaciencia y nuestras dudas en la esperanza segura de que el mundo está en manos de Dios y que, no obstante las oscuridades, al final vencerá Él...» ¡Qué bendición más hermosa es el don de fe!


Lo asombroso, una vez escuchado el Evangelio, es que vamos a salir con seguridad, sabiendo que Dios atiende siempre las súplicas que le hacemos: «Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias», dice el salmo 33; lo mismo que se lee este próximo domingo: «Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?» El sentido de su Palabra es directo, se nos pide creer en el valor de la oración. En su segunda encíclica, el sabio Papa Benedicto XVI, al explicar que la oración es un signo de esperanza, dice: «Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme -cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad..., sé que el que reza nunca está totalmente solo». ¡Qué maravilla poder creer para escucharle y hablar con el que sabes que te ama!

Una vida seria de fe y compromiso exige la oración, no es posible sin oración. También es verdad que una vida intensa de oración lleva necesariamente a una vida seria de compromiso cristiano. Jesús mismo nos pide que oremos: «Orad»; «Pedid en mi nombre», incluso nos enseñó un modelo de oración, el Padrenuestro. Os aseguro que me ha impresionado la última pregunta en labios del Señor: «Cuándo venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» Pero ¡si en nuestra cultura se le quiere echar a Dios!... Ya veis la responsabilidad que tenemos los católicos en este tiempo de gracia.

+ José Manuel Lorca Planes

obispo de Cartagena

viernes, 15 de octubre de 2010

TERESA DE JESÚS

¡¡Qué grandes santos ha dado a la Iglesia nuestra España!!

"A mi parecer, si como ahora entiendo que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas veces solo, alguna me estuviera con él y más procurara que no estuviera tan sucia. Más ¡ qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundo sy muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida.

Cuando un alma comienza, por no la alborotar de verse tan pequeña para tener en sí cosa tan grande, no se da a conocer hasta que va ensanchándola poco a poco, conforme a lo que es menester para lo que ha de poner en ella. Por esto digo que trae consigo la libertad, pues tiene le poder de hacer grande este palacio. Todo el punto esá en que se le demos por suyo con toda determinación, y le desembaracemos para que pueda poner y quitar como en cosa propia. Y tiene razón Su Majestad, no se lo neguemos. Y como él no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo.

Teresa de Jesús

miércoles, 13 de octubre de 2010

¡¡BIENVENIDOS A LA VIDA!!

Con estas palabras daba la bienvenida a la superficie a cada minero, el presidente de Chile.
Nieves San Martín ha resumido las primeras declaraciones y gestos de los mineros chilenos para Zenit.
Van saliendo uno a uno, los trabajadores atrapados en la Mina San José, observados por mil millones de espectadores de todo el mundo. Todos, con la misma camiseta: ¡Gracias Señor! y en el reverso un versículo bíblico. Lo que ya se ha dado en llamar el “milagro de Copiapó” es aseguran los observadores un milagro técnico, de humanidad, y ¿por qué no? de la fe.

Benedicto XVI, que ha estado presente con diversos gestos, a los largo de los 69 días de permanencia en las entrañas de la tierra de estos mineros, pronunció en la audiencia del miércoles unas palabras dirigidas a ellos en español: “Que la beata Ángela de Foligno nos ayude a comprender que la verdadera felicidad consiste en la amistad con Cristo, crucificado por nuestro amor. A su divina bondad confío con esperanza a los mineros de la región de Atacama, en Chile”.
Cuando los rescatados salen, como en un “parto” de la tierra, sus camisetas dicen “Gracias Señor” y, cuando se dan la vuelta para abrazar a sus familiares, podemos leer las palabras del salmista “En sus manos están las simas de la tierra, y suyas son las crestas de los montes” (Salmo 95,4).
Varios lectores de ZENIT han enviado sus observaciones sobre las fechas y nombres que rodean a este suceso. La operación haya sido llamada San Lorenzo, patrono de los mineros; los trabajadores se salvaron y pudieron refugiarse ilesos el 5 de agosto, festividad litúrgica de Nuestra Señora de las Nieves; la empresa minera se llama San Esteban y la mina San José.


El primer contacto con los mineros se produce el 22 de agosto, fiesta del Corazón Inmaculado de María, el rescate, en octubre, mes del rosario, un miércoles precedido de otras dos fiestas marianas: la Maternidad y el Pilar. El día 13 de octubre, se produjo el “milagro del sol” en Fátima. Y un dato muy humano: El 15 de septiembre, nace la hija de uno de los mineros y recibe el nombre no previsto de Esperanza.
El 33 ha suscitado cábalas: el número de los mineros, los días que tardó la perforación, y combinaciones numéricas con la fecha en que se inicia el rescate: 13-12-2010.
Pero más allá de los signos en los que cada uno apoya su fe, están los gestos de los rescatados. Varios mineros que emergían de la roca, en este segundo nacimiento, hacían gestos de acción de gracias a Dios: Mario Gómez, se arrodilló en oración, nada más salir de cápsula salvadora. Era el mayor de los mineros y tenía problemas de salud. “Nunca perdí la fe” les dijo a Evo Morales y Sebastián Piñera, presidentes de Bolivia y Chile.
Otro, más expresivo, Mario Sepúlveda, como un moderno jacob, confesó su lucha interior: “Estuve con Dios y con el diablo y me he peleado. Me ganó Dios, me agarré de la mejor mano, y en ningún momento titubeé de que Dios me iba a sacar”.
Uno de los rescatadores, ante los presidentes Piñera y Morales, que abrazaban a cada uno de los rescatados, declaró: “Pedí a Dios que me diera la oportunidad de estar en el equipo de rescate. Estoy participando al cien por cien y con esto sólo estoy orgulloso. Por haber aportado este granito de arena”.
En un pueblo naturalmente religioso como el latinoamericano, los gestos de petición de fortaleza y esperanza a Dios y a su madre María que se han visto estos días son innumerables.
Pero el milagro reside también en los lazos humanos que, a pesar de los momentos de tensión, lograron crear los mineros entre ellos. Carlos Mamani, el trabajador boliviano al que Evo Morales ofreció un avión para regresar inmediatamente a su país, agradeció el gesto, pero dijo preferir quedarse las 48 horas siguientes con sus compañeros en el hospital, y permanecer unido a ellos.
Varias familias procedían de la misma población Tierra Amarilla, entre ellas la de Carlos Barros. Un familiar le decía al salir: “Te hice oración, participé en la velaton [vigilia con velas encendidas]”. Se refería a la velada con la que los mineros se despidieron del lugar la víspera de su rescat e.
El mismo Sebastián Piñera, probablemente contagiado de esta espontánea y sentida oleada de agradecimiento a Dios, decía al hijo de uno de los mineros, Víctor Zamora: “Con tus oraciones, con tu fe, tú rescataste a tu papá”.
Cuando se escribían estas líneas, había ya 17 mineros arrancados a las entrañas de la tierra y se cumplían más de 14 horas de rescate. El número de “renacidos” de la tierra superaba ya a los que esperaban su turno.
Este punto del desierto de Atacama, lleno de gestos de amor, fe y esperanza, se ha convertido, entre el 5 de agosto y el 13 de octubre, en un lugar teológico del encuentro con Dios.

LA DURA SITUACIÓN DE LOS CRISTIANOS EN ORIENTE MEDIO

En estos días, se está celebrando en Roma el Sínodo de Obispos de Oriente Medio.
En este vídeo podemos acercarnos un poco más a lo que ellos viven ahora.
No debemos olvidarlos en nuestra oración. Son cristianos en muchos casos perseguidos y que se juegan la vida por su fe.

martes, 12 de octubre de 2010

NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

Cuenta una feliz tradición que la Virgen del Pilar se apareció al apóstol Santiago cuando este evangelizaba España. Al parecer la dureza de sus habitantes y su cerrazón al evangelio habían desanimado al hijo del Zebedeo. Entonces, a orillas del Ebro se apareció la Madre de Dios y le reconfortó. A nadie se le escapa la necesidad que tenemos en esta hora, en España, de recuperar la experiencia del Apóstol, porque también hoy nos desanimamos fácilmente ante las dificultades que encontramos para la evangelización.

No sabemos que le diría nuestra Madre a Santiago, pero su sola imagen ya es toda una explicación. Si nos fijamos en ella vemos que hay un pilar inmenso y que la figura de María es desproporcionadamente pequeña. ¡Qué lección! El pilar de la fe sostuvo a la Madre de Dios y será también pedestal firme para todos los que se apoyen en él.
Si nos fijamos, el Evangelio de hoy, también nos dice algo en ese sentido. Una mujer, llevada de su entusiasmo por el Señor, bendice a su Madre. Jesús inmediatamente la corrige con estas palabras que pueden resultar difíciles de entender: “Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”. Para nada el Señor menosprecia a su Madre ni la relega a un segundo plano. Lo que hace es corregir la mirada de aquella mujer invitándola a que pase de lo humano a la acción de la gracia. Ciertamente muchas virtudes humanas adornan a la Virgen Madre, pero no son nada comparadas con la acción de la gracia en ella. María es la primera auditora y cumplidora de la Palabra de Dios. No sólo recibió el anuncio del ángel sino que respondió con ese tremendo “hágase”, eco de la voz de Dios cuando creó el mundo. Así, si se permite la expresión, autorizó a Dios para que llevara a cabo su obra redentora y, voluntariamente, se reconoció pequeña para poder ser ensalzada, sobre ese pilar, por el Señor.
La Virgen del Pilar no sólo animó al Apóstol Santiago para que no abandonara su misión y completara la evangelización de las tierras de España. Bajo su amparo fueron muchos los misioneros que, emulando al apóstol, llevaron el evangelio a las tierras de América. Es por ello que también hoy se conmemora el día de la Hispanidad. Mirando a María sobre su pilar, reconocemos las obras de la fe. Desproporcionadas para nuestras fuerzas pero posibles para Dios. Ello nos mueve a una oración de agradecimiento pero también para seguir pidiendo la protección de la que siempre ha sido buena con nosotros.
En estos momentos, en que nuestro país sufre muchos males, y en que la sociedad parece que se aleja de Dios podemos descorazonarnos. Esta fiesta, sin embargo, viene a recordarnos que todo lo podemos en Aquel que nos conforta. Si Dios hizo obras grandes en María también quiere seguir haciéndolas en el presente. Pero nos invita a unirnos a ella acudiendo con espíritu filial.